Nigeria es como el dios romano Jano: tiene dos caras. Una de ellas muestra que es la mayor economía de África, con gran crecimiento de su producto bruto interno (PBI) desde 2003, mientras que la otra exhibe que es el país que más pobres genera en el mundo.Solo dos datos bastan para reflejar ese contraste: su PBI total es de US$405.000 millones (más alto que el de Noruega), pero su PBI per cápita anual apenas llega a los US$1968 (la mitad que el de Sudán).
Según cifras del Banco Mundial, 110 de los 190 millones de habitantes de este país del África subsahariana viven en la pobreza; es decir, 60% de su población sobrevive con menos de un dólar diario. Se dice que el hombre más rico del país, Aliko Dangote, gana cada día 8000 veces más que lo que un compatriota pobre gastaría en sus necesidades básicas en un año entero.
Silvia Perazzo, magister en Historia y especializada en Historia de África Contemporánea, ratifica la paradoja nigeriana. "En términos macroeconómicos es el gigante africano, pero eso no se traduce en el bienestar y desarrollo de su población, porque no se distribuye la riqueza. Esa riqueza se origina principalmente en el petróleo y queda en manos de magnates locales e internacionales", explica la historiadora.
Según un informe de Oxfam y el grupo Development Finance, Nigeria es el último en la lista de 152 países ordenados según su "compromiso para reducir la desigualdad". No por nada Naciones Unidas le pidió encarecidamente al gobierno nigeriano que reduzca su nivel de desigualdad.
La vida diaria en este país, con capital política en Abuja y comercial en Lagos, no es fácil. Sulaimon Olanrewaju, editor de Negocios del Nigeria Tribune, cuenta a LA NACION que aun los productos de primera necesidad son caros para la mayoría. "Muchas personas están sin trabajo, sobre todo los jóvenes, y eso los han reducido a un alto nivel de pobreza", relata.
Por otro lado, lo cierto es que las cifras de actividad en los últimos años fueron buenas, lo que le permitió arrebatar a Sudáfrica el título de mayor economía del continente. Tiene un crecimiento sostenido desde 2003, a un promedio de 4% anual, pero con picos de 11,3% en 2010 y 8,4 en 2009. Según señala Olanrewaju, hubo un bache en 2016, cuando se entró en recesión, pero en 2017 recobró la senda positiva.
La explicación de por qué los excelentes datos macroeconómicos no se derraman en la población hay que buscarla en un cóctel nocivo de falencias políticas y económicas. "Yo creo que siempre la política condiciona a la economía y en el caso nigeriano eso se puede ver de forma nítida", analiza Perazzo.
Los condicionamientos políticos, según detalla Perazzo, son los siguientes: 1) hay una democracia muy débil, instaurada recién en 1999; 2) la calidad democrática es baja (elecciones poco claras, entre otras cosas) y 3) existe un altísimo nivel de corrupción (en el índice de percepción de la corrupción de Transparency International está 144 entre 180 países).
En tanto, los problemas económicos estructurales son dos: 1) es una economía que no está diversificada y depende mucho del petróleo (produce 2 millones de barriles diarios y el sector representa 65% de los ingresos del Estado) y 2) carece de desarrollo tecnológico y digital, porque gran parte de su matriz productiva no está adaptada a los cánones de la cuarta revolución industrial.
Perazzo remarca que los efectos de no tener una economía diversificada son una alta inflación constante (12,5% anual en 2018), enorme desempleo y elevado nivel de endeudamiento (su deuda asciende a US$94.350 millones. "Desde la independencia, Nigeria es un país endeudado", destaca la especialista.
En tanto, el daño de la corrupción enferma a la vaca lechera, el petróleo. "Hay mucho robo y se vende en negro, con la participación de todos los estamentos estatales. Es increíble: pinchan las tuberías para extraer el petróleo con mangueras y después lo comercializan. Encima, Nigeria no tiene tecnología adecuada para su extracción y refinamiento, por lo que tiene que recurrir a empresas extranjeras o a la compra de tecnología foránea, lo que limita la ganancia", dice Perazzo.
Asimismo, Olanrewaju comenta que otro gran problema que enfrenta la economía de su país es la mala generación de electricidad. "Eso hace que nuestra productividad sea baja. Las empresas deben generar su propia electricidad y esto aumenta su costo de producción. Como resultado, no pueden competir a nivel mundial ni pueden optimizar sus procesos", afirma.
Además de todas estas razones, hay otros dos males que condicionan lo político y lo económico: 1) el terrorismo en el norte, con el grupo islámico Boko Haram y 2) la represión de la piratería en el golfo de Guinea que baña sus costas (que incluye robo de petróleo y secuestro de personas, entre otros delitos), que también quita gran parte del presupuesto. "Ambas cosas obligan a que gran parte del presupuesto deba ir a defensa, en lugar de destinarse a educación, ayuda social o mejora de las condiciones laborales", subraya Perazzo.
Como lo demuestran "Las águilas verdes", su seleccionado nacional de fútbol, Nigeria es el país del eterno contraste: en la cancha, es temible a la hora de atacar, pero inocente al momento de defender; en economía, es un gigante generador de divisas, pero un pésimo distribuidor de la riqueza. Quizás, el tirón de orejas de las Naciones Unidas impulse un cambio, que será tanto o más importante que su independencia, lograda en 1960.
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