La intimidad de Diego Lagomarsino: "Estoy todo roto"
El técnico informático implicado en la causa que investiga la muerte del fiscal Alberto Nisman visitó el estudio de LN+ y dio detalles sobre su presente
Algo demacrado, de jean oscuro, camisa blanca demasiado holgada, sweater verde, teléfono en mano, Diego Lagomarsino llegó a la redacción de LA NACION para una entrevista televisiva. Unos minutos antes de entrar al set del programa Mesa Chica, accedió a conversar sobre estos tiempos difíciles para él y su familia. “Estoy roto, estoy todo roto. Trato de no mostrar mi debilidad, pero cuando me quiebro en cualquier momento es grave para mí”, dijo, y contó que retomará terapia luego de dejarla por motivos económicos. “La que me banca en casa es mi mujer, Josefina. Ella es contadora, entonces es muy difícil para ella también porque trabaja en una empresa internacional y no puede llevar sus problemas al trabajo, tiene que hacer un bloqueo”, dijo.
Relajado, con un tono de voz suave cercana a la tristeza, Lagomarsino parece resignado. “Este no es mi ámbito, mi ámbito es otra cosa”, dijo sorprendido al verse dando una y otra vez entrevistas por haber sido quien entregó el arma de la que salió la bala que acabó con la vida de Nisman. Para este técnico informático que enfrenta un proceso judicial por la muerte del fiscal hay un antes y un después de aquel trágico 18 de enero de 2015. “Me cagaron la vida”, sostuvo.
El hombre porta una tobillera electrónica que rastrea cada uno de sus movimientos desde hace quince días, por orden de la Justicia. Contó que la situación con sus hijos, Elena de 7 y Gregorio de 11, se le vuelve difícil: “A veces me cuesta mucho. La vez pasada me quebré mal con Elena, de hecho, se asustó y me dijo… (Lagomarsino se frenó, tomó aire, pero no continuó con detalles). “Nada, se puso mal, pobrecita”.
Visiblemente desmejorado desde que su rostro se hizo público a nivel internacional, Lagomarsino también hizo alusión a su padre, alguien mayor que -admitió su hijo- no puede creer lo que le pasa a la familia. Contó que hace unos días, luego de llamarlo para darle noticias sobre su presente laboral, se puso a llorar. “¿Vos sabés lo que es que tu papá de ochenta años se ponga a llorar por algo que vos le estás diciendo? Es tremendo”, dijo, movía la cabeza lamentándose, miraba por momentos al piso.
Su rutina tampoco volvió a ser la misma. “Desde hace tres años que vengo cambiando la rutina todo el tiempo”, dijo. “Era un tipo súper alegre, un tipo que le encontraba lo bueno a todo. Pero me cagaron la vida a mí, a mi familia, a todos”. Y siguió: “Me cuesta creer que pueda recuperar al Diego que fui. Sí creo que voy a poder dejar de vivir el infierno que estoy viviendo hoy, pero volver a ser el Diego que era, no lo sé, ojalá”.
- ¿Se arrepiente de algo?
- Me arrepiento del quilombo en el que me metí por haber querido ayudar a Alberto [Nisman], pero también siento que lo ayudé, que lo quise ayudar por lo que él me pedía. Entonces, es muy difícil arrepentirme. O sea, yo me arrepiento de la que estoy viviendo, pero no hice nada malo para estar viviendo esto, ése es el problema que tengo.
- ¿Cree que puede terminar preso?
Sería la injusticia más grande de todas, sería agarrar al perejil de turno y meterlo. Eso no soluciona ni el caso Nisman, ni nada. No soluciona ni resuelve absolutamente nada.
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