La inflación vuelve a poner en jaque el discurso electoral del Gobierno y apremia a Martín Guzmán
El ministro de Economía, que esta semana se encontrará con las autoridades del FMI, estableció los objetivos para después de las elecciones: aprobar el presupuesto y cerrar el acuerdo con el FMI; cómo operan las tensiones internas y la desconfianza en el plan del Gobierno
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La suba de la inflación en septiembre volvió a poner en jaque el discurso electoral y desnuda las falencias del Gobierno a la hora de repartir asistencia económica. Nada parece suficiente para paliar el descontento. Pero pese a las complicaciones y el escenario electoral desfavorable, el rumbo económico no cambiará.
Si bien la lucha contra el aumento de los precios es una de las prioridades, lo que aparece al tope de la lista de urgencias del gobierno nacional es que los ingresos en términos reales crezcan. Ese fue el mandato de la vicepresidenta Cristina Kirchner y esa es la principal batalla que libra a diario el ministro de Economía, Martín Guzmán, que ya se encuentra en Estados Unidos donde se reunirá con las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La inflación encontró en el mes post derrota un freno al proceso de desaceleración a niveles altos que venía registrando. Guzmán lo reconoció esta semana, los problemas incluyen la presión sobre el dólar derivada de la emisión y la necesidad de reducir el déficit. El número del próximo IPC que difundirá el Indec será mayor al de agosto (2,5%), pero estará por debajo de 3%, según aseguran desde Economía. Cerca del ministro también hablan de que era un rebote esperado. En octubre, dicen allegados a Guzmán, la tendencia volverá a ser descendente.
El problema de fondo, la desconfianza en el Gobierno, se mantiene. En ese escenario, el gobierno nacional avanzó con una serie de medidas económicas que generó una mayor emisión monetaria. Esas decisiones hicieron que el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) para 2022 eleve casi tres puntos la inflación prevista, que estaría en 46%.
La caída en las PASO y la probable derrota de noviembre complica los planes de Guzmán. “Todo el mundo está con una expectativa de esperar y ver”, reconoce un hombre que dialoga a diario con el responsable de la economía en la Argentina y con el Presidente. “La confianza es fundamental. Después de las elecciones la tarea es construir confianza con un rumbo que ya está definido”, insiste el funcionario.
La vicepresidenta habló de estos temas el último martes en su despacho con el gobernador Axel Kicillof. La preocupación de Cristina Kirchner está centralizada en los precios de los alimentos. La paciencia se agota y ya se cobró una nueva víctima en el gabinete. La falta de resultados en el control de los precios determinó la salida de la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, que ayer fue reemplazada por Roberto Feletti. El Presidente le pidió al jefe de Gabinete, Juan Manzur, que la eche; las críticas sobre Español se acumulaban desde hace meses.
Es por eso que, como una especie de evangelizador, el titular del Palacio de Hacienda repite en público y en privado su principal desvelo, tranquilizar la economía. Esa frase es en realidad un ruego interno para el Frente de Todos. “A la economía la conduce la política y la política está mal”, admite un integrante del gabinete nacional que tiene reuniones cada 15 días con el ministro de Economía.
Ese es parte del diagnóstico, aseguran cerca de Guzmán. Si bien admite que la confrontación generó desorden, el problema también abarca a la oposición. “El conflicto es inevitable, el punto es cómo se administra. No es una cuestión solo del Gobierno, sino de toda la conducción política y económica”, explican fuentes oficiales.
Una derrota en la elección no modificará la agenda del gobierno nacional. Cerca del presidente Alberto Fernández explican que un resultado similar al del 12 de septiembre ya no tendrá la fuerza arrasadora que mostró en esos días. “Ya recibimos el golpe, ya no hay efecto sorpresa”, grafica un hombre de diálogo diario con el jefe del Estado y el jefe de Gabinete, Juan Manzur.
El diagnóstico que hicieron en la Casa Rosada tras la derrota en las PASO fue que la economía fue un factor de la derrota, pero no el único. “La sociedad nos dijo que no les gusta lo que estamos haciendo, pero en la pandemia le ha ido mal a los oficialismos”, se defienden en los principales despachos del gobierno nacional.
Metódico e imperturbable ante los cuestionamientos internos, Guzmán se prepara para avanzar sobre tres objetivos tras los comicios: la aprobación del Presupuesto, que está dispuesto a realizar cambios como ya le anticiparon Máximo Kirchner y Sergio Massa. Cerrar el acuerdo con el FMI y lograr la sanción de algunas leyes necesarias, según su mirada.
El presupuesto es el “corazón de la política macroeconómica”, según dijo el ministro en conversaciones privadas. “No entusiasma, pero es el mejor que podemos tener”, describen sus colaboradores. Sobre la negociación con el Fondo, la proyección es lograr un entendimiento antes de marzo, fecha del vencimiento de la cuota de casi 19.000 millones de dólares. En estos días Guzmán se verá con la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, para buscar dar un paso más.
Todas las decisiones son siempre con la misma meta rectora, el crecimiento del poder adquisitivo de los ingresos. “Es la madre de todas las batallas”, sacralizan en Economía. Y agregan: “El salario real había crecido 6 puntos en los tres meses previos a la pandemia. Durante la pandemia perdió casi 7 y ahora está volviendo a crecer. La idea es que vayan por delante de la inflación”.
Guzmán admite que la falta de dólares es un problema severo. Para eso tienen que crecer las exportaciones y resolver las deudas. Lo mismo ocurre con la emisión, aunque descarta la posibilidad de bajar la emisión a cero porque eso significaría ajustar el gasto, parte de la discusión pública que mantuvo con Cristina Kirchner, quien le reclamó evitar un ajuste fiscal.
La intervención de la expresidenta motivó una respuesta del ministro. “En ningún momento hubo un ajuste fiscal. Hubo una reducción del déficit que es distinto”, contestó el ministro a los cuestionamientos de la vice. “Eso sería peor. Lo hizo [Mauricio] Macri y siguió la inflación”, sostienen cerca del ministro. La estrategia de fondo, contrastar con la visión con el gobierno anterior, siempre se mantiene. “Nosotros no ajustamos”, se defienden desde el Palacio de Hacienda.
Pese al contrapunto, Guzmán no cuestiona a la vicepresidenta, a quien sigue consultando. Lo mismo con el jefe del bloque de Diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner, quien esta semana alertó por el posible acuerdo con el FMI. “Cada dólar que se destine al pago de la deuda con el FMI es un dólar menos para el pueblo”, dijo el líder de La Cámpora.
“Es el único atrevido, se anima a decirle las cosas”, lo celebra un compañero del gabinete nacional.
Guzmán está de acuerdo con Máximo Kirchner, con quien conversa seguido, según admiten en el Palacio de Hacienda. “Todos pensamos lo mismo: lo que hizo el FMI fue una vergüenza. Nunca más tiene que pasar algo así [por el préstamo que alcanzó Macri], hay que decirlo. Hay que meterle presión al FMI, hay que lograr un acuerdo sostenible”, dicen cerca del ministro.
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