La Iglesia evalúa testimonios para declarar mártir a un militar secuestrado durante un año y asesinado por el ERP en 1975
Es el caso del coronel Argentino del Valle Larrabure; el Obispado Castrense comenzó la fase preliminar para iniciar el proceso de beatificación; la Corte tiene en estudio un pedido para que su muerte sea declarada un crimen de lesa humanidad
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En un hecho inédito, un militar argentino, secuestrado y asesinado por la guerrilla en la sangrienta década del 70, podría ingresar en el camino a la santidad. La Iglesia comenzó a reunir documentación y testimonios para evaluar un posible proceso de beatificación del coronel Argentino del Valle Larrabure, que permaneció un año en cautiverio, en manos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), hasta que fue ejecutado en agosto de 1975, durante la plena vigencia de un gobierno constitucional.
“Valoro esta figura, que puede hacernos mucho bien y servir al encuentro de los argentinos”, dijo el obispo castrense, monseñor Santiago Olivera, quien tiene a su cargo esta fase preliminar del proceso eclesiástico. Su tarea comprende la recolección de información y datos sobre la vida de Larrabure y su trágico final, en el período previo a la dictadura militar. La iniciativa fue presentada al obispo por un grupo de laicos, civiles y militares retirados, empeñados en lograr el reconocimiento del militar que ofrendó su vida y pidió a su familia no odiar a los secuestradores y perdonarlos.
“Hay cartas de Larrabure a su familia y compañeros del Ejército que dan testimonio de su fe y de sus pedidos constantes en favor del perdón y de que no haya sentimientos de odio hacia sus captores. Fue un hombre de paz”, reveló el obispo castrense, ante una consulta de LA NACION.
Explicó que una vez concluida la etapa preliminar de este proceso –para el que no existen plazos- se analizará si hay razones para considerar mártir al militar ejecutado por el ERP y pedir la apertura del proceso de beatificación en la Congregación de las Causas de los Santos, en Roma, luego de las consultas a obispos de la región.
Un caso emblemático
Nacido en Tucumán en 1932, Larrabure era subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María y fue secuestrado el 12 de agosto de 1974, durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Permaneció 372 días en manos del ERP, primero en Córdoba y luego, desde noviembre de 1974, en una “cárcel del pueblo” en las afueras de Rosario. Fue asesinado el 19 de agosto de 1975. Tenía 43 años y su cuerpo fue arrojado a una zanja.
El militar ascendió a teniente coronel estando en cautiverio –un caso sin antecedentes- y se le concedió post-mórtem el grado de coronel. Sus restos se encuentran en el panteón de la Sociedad de Socorros Mutuos del cementerio de la Chacarita.
Casado con María Susana de San Martín, tuvo dos hijos -María Susana y Arturo Cirilo Larrabure- y en febrero de 1974, meses antes de su secuestro, la Justicia le había dado la guarda un menor de 9 años, Jorge Alberto.
La Corte Suprema de Justicia tiene en estudio un recurso para que el crimen sea considerado de lesa humanidad, luego de que la petición fuera rechazada por la Cámara Federal de Casación Penal.
El camino del martirio fue la vía elegida por la Iglesia para proclamar beatos al obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires (el laico Wenceslao Pedernera y los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longeville), asesinados por fuerzas militares en 1976, en La Rioja. Como ocurrió con ellos, para la proclamación de mártires, no se exige la certificación de un milagro atribuido a su intercesión, como ocurre generalmente con los beatos, sino la comprobación de que entregaron sus vidas y murieron por “odio a la fe”.
Si el proceso de Larrabure supera la fase preliminar, se sumará a las cerca de 50 causas de canonización de postulantes argentinos a la santidad que hay actualmente en Roma. Llegada esa instancia, la Congregación para las Causas de los Santos determinará “si nada obsta para que pueda iniciarse la causa”, dijo el obispo castrense.
“Larrabure no se llenó nunca de odio, ni llamó al enfrentamiento, fue un hombre de paz, de perdón y de amor”, sintetizó el obispo Olivera, al considerar que su posible promoción a la santidad debe ser visto como un testimonio de unidad, en un ámbito dominado en las últimas décadas por las pasiones y el enfrentamiento.
Cartas y revelaciones
El hijo del militar, Arturo Cirilo Larrabure, tenía 15 años cuando su padre fue secuestrado por el ERP. En diálogo con LA NACION, expresó su “orgullo y alegría” por su posible inclusión en el camino de la santidad. “Ofreció su vida por sus ideales, por su fe y por la patria. Eso lo transforma en un mártir, con independencia del resultado definitivo de este proceso”, señaló.
Recordó que su familia recibió siete cartas de su padre durante el secuestro. “Algunas llegaban por correo y otras las debíamos ir a buscar a lugares que nos señalaban”, contó. El militar las escribía en hojas que le daban sus captores, con símbolos de la organización guerrillera. Aún recuerda cuando debió ir con su hermana a retirar una de ellas al baño de un bar en Once.
El coronel Larrabure pedía a su familia que respondieran las cartas a través de solicitadas publicadas en LA NACION y esa era la única vía de comunicación que tenían.
“A mis hijos y ahijado especialmente, que no olviden mi mensaje: aunque suceda lo peor, no deben odiar a nadie y devolver la bofetada poniendo la otra mejilla”, decía uno de los mensajes. Con el paso de los meses, la familia percibía las condiciones del cautiverio. “En los meses finales, su letra en las cartas era más temblorosa. Cuando se encontró el cadáver, pudimos constatar que había perdido 48 kilos de peso. Sufrió todo tipo de torturas”, describió. su hijo
Larrabure llevaba un diario en su cautiverio, que apareció dos años después en la revista Gente, y allí también se reflejaban las condiciones deplorables del encierro. Les contaba, por ejemplo, cómo debía “mantener limpia la ratonera”, contó su hijo. En un momento surgió la posibilidad de salvar su vida mediante un canje de prisioneros, cuyas libertades exigían los captores, pero la presidenta Martínez de Perón se negó. Incluso, suspendió una audiencia con la esposa del militar secuestrado por atender otr compromiso, recordó su hijo.
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