La “guerra” entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner paraliza la gestión del Gobierno
La interna, tras la fractura por el acuerdo con el FMI, dejó expuesto el desconcierto en la administración; el cruce entre Martínez y Guzmán exhibió los problemas de la dinámica diaria; también la demora en las medidas antiinflacionarias
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El Gobierno no logró salir al rescate de Alberto Fernández, quien anunció una “guerra” para enfrentar el principal problema social, la inflación, sin avisar a su equipo ni tener un batería de medidas definidas. Contra reloj, en medio de la fractura interna con el kirchnerismo duro, el Presidente dejó expuesta la parálisis que atraviesa la administración nacional. El desconcierto es total y la gestión está prácticamente inmovilizada.
Un error de comunicación, una vez más, actuó como catalizador sobre una característica cada vez más profunda del gobierno nacional, la debilidad del jefe del Estado.
Pese a lograr el principal “éxito” de su gestión, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Fernández volvió a quedar atrapado. El fin de la sociedad política con su vice, Cristina Kirchner, primer efecto concreto del entendimiento con el Fondo, dejó al Gobierno en estado de parálisis.
Los ejemplos se multiplican a diario. La lucha sin cuartel se repite en cada ministerio, en cada oficina. El sistema que el Frente de Todos eligió para parcelar el poder se transformó en su propia trampa. El loteo entre las distintas terminales de poder –albertismo, cristinismo y massismo– hace imposible la convivencia.
El último episodio se dio en un sector que se encuentra bajo el dominio del kircherismo duro. Sin respuestas, la única forma de destrabar el asunto fue hacer público el problema. El episodio que protagonizaron el secretario de Energía, Darío Martínez, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, no es un hecho aislado.
Pese a las críticas y el voto contra el acuerdo con el FMI, La Cámpora no abandonará el control de las áreas de Gobierno que domina, entre ellas el Ministerio de Interior, PAMI, Anses, YPF y Energía. Así se resolvió en un encuentro que protagonizó la cúpula de la agrupación que lidera Máximo Kirchner. La reunión, aunque fue desmentida por voceros de la orga, ocurrió el jueves por la noche.
Nadie se va. Esa es hoy la única coincidencia entre los funcionarios albertistas, del kirchnerismo duro y el massismo. “Está todo roto”, admitieron desde distintas terminales de poder. En ese escenario, la última exaltación de Alberto Fernández por la unidad, “debemos inaugurar el tiempo de trabajar juntos” –mensaje que lanzó desde Tucumán–, pareció una plegaria para el Frente de Todos.
“Nadie puede romper, pero vienen tiempos de mucha tensión interna”, describió un funcionario con acceso a la toma de decisiones. El problema de fondo es que las segundas y terceras líneas del gobierno nacional solo trabajan por imponerse en las discusiones internas. “Vamos a tensionar”, advirtieron cerca del jefe del Estado.
La segunda coincidencia es que el futuro electoral está en jaque. La imagen del Presidente está en su nivel más bajo, lo mismo el de Cristina Kirchner. No hay un solo funcionario que trabaje con el objetivo de la reelección de Fernández. Lentamente comienza a imponerse la idea de que protagoniza un gobierno de transición. “Está muy frágil”, describieron desde el albertismo. Hoy, el objetivo es ganar la iniciativa.
Sin romper, el cristinismo se prepara la próxima etapa. El objetivo es lograr que el equipo económico de Fernández haga cambios estructurales. Lo del FMI es solo un ejemplo. El kirchnerismo duro no solo votó en contra del acuerdo, sino que fue lapidario con las consecuencias que podría traer. “Esta no fue una negociación del FdT sino de un grupo de funcionarios del Ejecutivo que nos dejaron al borde del precipicio y nos extorsionan”, escribió el senador Oscar Parrilli, uno de los exegetas de la vicepresidenta.
El legislador neuquino, extitular de la AFI y hombre de máxima confianza de la expresidenta, se preguntó si no hubo en la actitud de Guzmán y su equipo “complicidad” con el organismo multilateral de crédito.
Otro problema que asoma en el horizonte es la política tarifaria. “Vamos a seguir intentando”, aseguraron fuentes del Instituto Patria, desde donde reconocieron que el estado actual de situación no es perdurable. Y agregaron: “Algo tiene que cambiar”. Todos los caminos conducen hacia un inevitable enfrentamiento.
Es por eso que Alberto Fernández puso gran parte de su esfuerzo en el principal problema social, la inflación. Sin un objetivo común con el resto del Frente de Todos, el jefe del Estado se aferra a la cruzada contra los aumentos de precios.
Con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) resuelto, desde ahora el discurso oficial estará centralizado en la “guerra” contra “los especuladores”, aunque de fondo haya una estrategia para intentar despegarse de la postura que encarna Cristina Kirchner.
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