La furia de Kicillof, el diálogo cortado con Máximo Kirchner y su estrategia para enfrentar la crisis
No irá a la justicia para que investigue a Martín Insaurralde; promoverá eliminar jefatura de Gabinete pero mantiene las segundas líneas hasta después de las elecciones
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LA PLATA.- Axel Kicillof está furioso. En la Casa de Gobierno, sus colaboradores lo han visto agarrarse la cabeza, con las dos manos. Su pierna derecha tiembla, en un sutil gesto de impaciencia, aún cuando permanece sentado. La foto pública de Martín Insaurralde, su exjefe de Gabinete, a bordo del yate “Bandido” en Marbella, en el tramo final de su campaña por la reelección lo descolocó.
Habla con Cristina Fernández de Kirchner y con Sergio Massa, casi a diario, según reconocen cerca del mandatario. El vínculo con el candidato a presidente está ahora fuerte. En cambio, no habla con Máximo Kirchner, quien fuera el nexo con Martín Insaurralde en su desembarco en el gabinete bonaerense. El gobernador está tenso. Ve detrás de la crisis varias hipótesis de confabulación. Pero se aferra a imaginar una salida que lo fortalezca.
Su estrategia es redoblar la apuesta. Frente a la propuestas de eliminar la Legislatura bicameral y reemplazarla por una unicameral, Kicillof quiere retrucar como una modificación de los organismos de la Constitución bonaerense – en especial, el Tribunal de Cuentas, la Fiscalía de Estado y la Contaduría general-. Argumenta que quiere darle más “transparencia” a la gestión. Es su reacción para salir del escándalo en torno a su exjefe de Gabinete. También va a proponer discutir una ley de financiamiento de partidos políticos. De este modo, Kicillof intenta despegarse del caso “Chocolate” Rigau, que destapó los pagos presuntamente ilegales en la Legislatura. El gobernador repite, como un mantra, que no tiene control sobre los gastos de la Legislatura y que tampoco puede vetar la ley del presupuesto.
Kicillof intenta replicar las críticas, en medio de la tormenta que sacude al peronismo bonaerense. Frente a los pedidos de control y transparencia, el gobierno recuerda que presentó un proyecto de ley de Ética Pública y Transparencia, un año atrás.
El proyecto duerme en la comisión de Reforma Política del Estado de la Cámara de Diputados, que Noelia Florencia Ruiz, de Juntos por el Cambio. No se movió, siquiera a otras comisiones. Claro está: la Cámara de baja tuvo una sola sesión en todo el año.
A este cuerpo parlamentario prácticamente en parálisis enviará Kicillof el proyecto de ley para eliminar la jefatura de la Gabinete. Esta fue su primera reacción de gobierno frente al escándalo de Isaurralde de viaje en un yate por el Mediterráneo, entre lujos y ostentación.
En la provincia aseguran que Insaurralde no había tomado vacaciones en el trabajo. No había llenado una planilla de licencia, ni avisado que salía del país. El gobernador tuvo que llamarlo por teléfono y preguntarle si estaba en la Argentina. O si había ido a España. Estaba paseando con Sofía Clerici frente a Marbella.
Kicillof esperaba que Insaurralde estuviera abocado a intentar contener la fuga de votos que podría acarrear el escándalo de Julio Chocolate Rigau, un puntero peronista empleado de la Cámara baja que preside Federico Otermin.
El viaje de Insaurralde no fue el fin de semana que pasó, cuando se publicaron las imágenes. Pero el gobernador insiste que no sabía y que se enteró por las redes sociales.
A pesar de la idea de eliminar la jefatura de Gabiente, Kicillof no desmantelará toda la estructura de segundas y terceras líneas hasta después de las elecciones. Permanecerán, por ahora, los mismos secretarios que manejan la coordinación de la gestión, el gobierno digital, relaciones internacionales e institucionales y las áreas técnicas, administrativa y legal de todo el gobierno.
Hay menos de tres semanas hasta del 22 de octubre: la burocracia no es su prioridad ahora. La firma de Insaurralde corresponde ahora a Pablo Lopéz.
Permanecer en el poder después del 10 de diciembre, es su plan más urgente. Quiere defenderse con ataques a la oposición. Bajo esta diatriba buscará retomar la delantera en el terreno que fue su mayor capital político en la campaña que lo llevó a la gobernación: la austeridad. Todo su capital político que ahora está en juego.
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