La frágil unidad de la CGT desinfla cualquier intento de otro paro general
Sumida en una interna, no hay consenso para que el 25 de septiembre se defina una huelga
La imagen de una multitud dispersa por la Plaza de Mayo contrasta con la señal de fortaleza que intentó enviar un sector de la CGT . La protesta en las narices de la Casa Rosada para rechazar una eventual reforma laboral y defender el empleo genuino nació débil, sin consenso y lejos de una estrategia común. Ni siquiera estuvieron en el escenario los tres jefes de la central, lo que refleja una división virtual.
La marcha se mantuvo a flote sólo para mantener la frágil unidad interna, en la que chocan dos posturas antagónicas que salen hoy más nítidas a la superficie: la más dura, que pretende activar un paro nacional después del 25 de septiembre, y otra más moderada, que apuesta a conservar el diálogo y la negociación con la Casa Rosada hasta después de las elecciones generales de octubre. Es una dicotomía histórica, que tuvo capítulos y protagonistas similares en tres de las últimas cuatro divisiones de la CGT que se encadenaron entre el menemismo y el kirchnerismo.
La protesta reflejó la avanzada de la tropa de Hugo Moyano para tomar el poder en soledad de la CGT. En el llano, miles de militantes de camioneros. En el palco, todos los integrantes del consejo directivo que responden a Moyano. Hubo excepciones aisladas: Andrés Rodríguez, Rodolfo Daer, Víctor Santamaría y Sergio Romero.
Juan Carlos Schmid , el representante de los Moyano en el triunvirato de mando, llamó a un comité central confederal para el 25 de septiembre. Es una manera de patear la interna hacia delante y de explorar acuerdos intermedios con el Gobierno. El confederal es una suerte de cabildo abierto en el que los gremios definirán si avanzan hacia un paro nacional que ya se vislumbra imposible.
Más allá del ímpetu de Schmid y su voz trémula para animar una resistencia en contra de una reforma laboral, la madurez del paro será difícil. Lo empujan el moyanismo y un raquítico sector del barrionuevismo. Nadie más. Ni “los Gordos” (grandes gremios de servicios), que no estuvieron en el palco, ni los ferroviarios y colectiveros, dos gremios decisivos para garantizar una medida exitosa, avalarían una huelga antes de las elecciones legislativas del 22 de octubre.
El Gobierno sigue de cerca el ajedrez sindical y se siente victorioso en su pulseada con la CGT. Dará a conocer cifras de empleo que vislumbran un repunte en dosis homeopáticas y convocó para mañana a los gremios para agilizar el reparto de 8000 millones de pesos de las obras sociales, la caja que más les importa a los jerarcas sindicales.
En la Casa Rosada se fastidiaron por la “hipocresía” de algunos sindicalistas que dicen respaldar al oficialismo, pero que se mostraron desafiantes en la marcha. Le apuntaron con nombres propios a Gerardo Martínez (Uocra), Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Aysa), el sector denominado “independiente”. Pero el doble juego también se da en el Gobierno: cuestionaron a Pablo Moyano por su perfil combativo, pero el presidente Mauricio Macri privilegió a su padre Hugo Moyano como su interlocutor sindical favorito. “Hablan más de fútbol que de política”, intentó minimizar la relación Macri-Moyano uno de los ministros más importantes del gabinete. Si el fútbol le abre a Moyano las puertas de Olivos, deberá entonces en unas semanas terminar con el misterio y anunciar que irá por la reelección en Independiente, la excusa perfecta para mantenerse influyente en lo más alto del poder.
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