La fractura del Gobierno y la crisis económica interpelan a Juntos por el Cambio: sostener o empujar a Alberto Fernández frente al abismo
Sorteada la discusión por el acuerdo con el FMI, la coalición opositora enfrenta un nuevo escenario en su cruzada por volver al poder en 2023
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La fractura que generó en la cima del oficialismo la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el complejo escenario económico que afrontará el país en los próximos meses pondrán a Juntos por el Cambio, cuyos votos fueron clave para evitar el default, frente a una nueva disyuntiva en su cruzada por volver al poder. ¿La principal coalición opositora debe apostar a la resistencia y profundizar el perfil combativo para acrecentar sus chances de un triunfo en 2023 o ser sostén de la gobernabilidad ante un presidente debilitado por el desmarque del kirchnerismo? El nuevo escenario político y económico interpela a los jerarcas del conglomerado y preocupa, sobre todo, a los referentes del espacio que aspiran a pelear por la sucesión de Fernández. La oposición también intenta hacer equilibrio con la economía al borde del abismo.
La división dentro del Frente de Todos y la feroz interna entre los sectores que responden al Presidente y las tribus cristinistas inquieta a los popes de Pro, la UCR, la Coalición Cívica (CC) y Peronismo Republicano, quienes coinciden en que la crisis económica se profundizará durante los próximos meses, no solo por la disparada de la inflación y las medidas que deberá adoptar el ministro de Economía, Martín Guzmán, para cumplir con las metas pactadas con el FMI, sino también por el fuerte impacto que tendrá la guerra entre Rusia y Ucrania. “No es cierto que Massa fue el garante del diálogo por la deuda, sino que nosotros peleamos para que no se cayera el Gobierno”, se jacta uno de los jefes opositores en Diputados.
Con el Gobierno averiado y la economía al borde del precipicio, hay distintas visiones en Juntos por el Cambio sobre cómo deben pararse frente al oficialismo. Las tribus más moderadas creen que la fuerza debe colaborar de ahora en adelante para garantizar la institucionalidad y “sostener” a Fernández frente al vacío de poder al que lo sometió Cristina Kirchner. Es la doctrina Carrió: “El ‘cuanto peor, mejor’ no es el camino”, repiten en la CC. Los más duros, en cambio, apuestan por “hacer valer los votos” que cosechó Juntos por el Cambio en las urnas para frenar cualquier intento de Fernández de aumentar los impuestos o las retenciones y presionar para que el Presidente comience a ordenar las cuentas públicas. “No hay que regalarse. El Pro estará activo y atento”, avisan en el macrismo duro.
Esa mirada enerva a los moderados. Quien lo expresó de forma más descarnada fue Elisa Carrió. En su reaparición pública del miércoles, la líder de la CC les advirtió a sus aliados que la oposición “debe ser responsable” y “sostener” a Fernández frente a la amenaza de que Cristina Kirchner tome el poder. A su vez, entiende que un eventual estallido social podría alentar el surgimiento de opciones extremistas, como Javier Milei. Por eso, Carrió bregó para que el Congreso avalara el acuerdo con el Fondo por la deuda. “Un default nos dejaba al borde de la desintegración argentina”, advirtió. Entre los “halcones” de Pro mascullaron bronca con los pases de factura de Lilita.
Gerardo Morales, jefe de la UCR, coincide con Carrió en que Juntos por el Cambio debe actuar con prudencia frente a cada tema institucional. “Hay que tener una actitud responsable y salir de la grieta, que no le sirve a los argentinos. Después, se debatirá cada ley, pero eso es materia del Congreso”, explicó ante la consulta de LA NACION. La sociedad entre la UCR y la CC se fortalece en la nueva dinámica de la mesa nacional de Juntos por el Cambio, frente a un Pro “en modo halcón”.
Otros referentes de Juntos por el Cambio, como Mario Negri, presidente de la bancada del radicalismo en Diputados, están convencidos de que la oposición debe “calibrar” su accionar en el Congreso, no el tono de las críticas públicas, para garantizar la gobernabilidad. “No vamos a cogobernar ni nos haremos socios de Fernández, pero tampoco vamos a empujar. Un Gobierno no se va caer por los discursos de la oposición, sino por las acciones”, avisa un cacique de la UCR que integra la mesa nacional de Juntos por el Cambio. En el radicalismo aún le pasan facturas al peronismo por su papel en la crisis del 2001, que derivó en el final del gobierno de Fernando De la Rúa.
Miguel Ángel Pichetto (Peronismo Republicano) concuerda con esa visión. El auditor, con amplia experiencia en el parlamento, evangeliza a sus aliados con un mensaje: “No hay que hacer seguidismo, pero tenemos que actuar siempre dando certidumbre al país porque somos la opción de cambio a partir del 2023″.
Sorteado el incómodo debate que generó en el espacio la batalla legislativa sobre la deuda que contrajo Cambiemos en 2018, los popes de la fuerza se alistan para tomar distancia de las medidas de ajuste que adoptará el Gobierno para cumplir con las metas pactadas con el Fondo. Avisan que la fuerza discutirá “ley por ley” en el Congreso y que no votará a libro cerrado, pese a la fragilidad del Presidente. “Vamos a sostener siempre la institucionalidad, esto no quiere decir que les votemos todas las leyes que se le ocurran a [Martín] Guzmán o que el único sujeto al que hay que condenar es al que produce y trabaja o que la carga impositiva es fenomenal”, señala Pichetto.
De hecho, la oposición lanzó un batería de críticas contra Fernández por su frustrado anuncio de medidas para ir a la “guerra contra la inflación” y, sobre todo, la suba de las retenciones a la harina y al aceite de soja. Es más, denunciaron que el decreto del Presidente es inconstitucional, porque el Congreso debe autorizar el aumento. También referentes del espacio pidieron la renuncia del canciller Santiago Cafiero, por el insulto en inglés que le propinó al periodista Jorge Lanata.
“Están todos asustados con la fractura del Gobierno”, confiesa un dirigente de Pro que mantuvo charlas reservadas con Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta durante los últimos días. Con la mira en la disputa presidencial, el jefe porteño sabe que se avecinan tiempos tormentosos para la economía que podrían dañar la imagen de toda la dirigencia política. Por esa razón también le inquietaba el escenario del default. “El caos nos lleva a puesto a todos”, admiten en el larretismo. Apuestan por garantizar la institucionalidad y armar un dique de contención.
A los laderos de Bullrich les preocupa la fragilidad de Fernández frente a los meses complicados que atravesará la economía con aumentos de tarifas de luz y gas y una inflación explosiva. A su vez, aventuran una reacción del campo. Si bien sostuvieron una táctica distinta a la UCR y la CC, Macri y Bullrich se jactan de que colaboraron para impedir un default. El último chispazo con los radicales y “lilitos” fue por el amague de condicionar el apoyo en el Senado al acuerdo con el Fondo por la suba de retenciones.
El expresidente, quien irá a Italia para competir en el 45° Mundial de bridge –un viaje que generó comentarios suspicaces en Pro y la UCR sobre el futuro político de Macri–, transmite su preocupación por la “irresponsabilidad” de Cristina y Máximo Kirchner frente al acuerdo con el Fondo. Y, pese que presionó para que Juntos por el Cambio tome distancia del programa económico del Gobierno, terminó apoyando la decisión de votar a favor de autorizar el refinanciamiento de la deuda. En la UCR y la CC lo vieron como un giro.
Hoy, Macri publicó una carta en la que celebró que JxC haya logrado evitar el default con su respaldo al Ejecutivo en el Congreso y advirtió que la situación económica es “agravante y amenazante”. También apuntó contra Fernández y Cristina Kirchner por la interna del oficialismo: “No hay ni plan ni lealtad, y mucho menos responsabilidad para gobernar”, lanzó.
¿Amenaza u oportunidad?
La fractura expuesta en el seno del Gobierno fortalece las chances de Juntos por el Cambio de volver al poder, pero también los pone frente a un desafío. Si bien el conglomerado opositor logró mantener la unidad en el llano tras la derrota de Macri en 2019 y salió revitalizado de las legislativas del año pasado, las diferencias entre las distintas tribus del espacio siguen latentes. En la fuerza conviven diversas miradas sobre cuál debe ser la estrategia política para ganar los comicios, las reglas de juego para competir y los lineamientos del plan para enfrentar la crisis. Todos los jerarcas de la fuerza privilegian la unidad, pero la pulseada por posicionarse en la carrera hacia la Casa Rosada genera un alto grado de internismo y amenaza la cohesión interna. Sin un liderazgo claro, Juntos por el Cambio se habituó a un modelo de conducción horizontal, que le permitió, pese a las tensiones, consensuar posturas y salir airosa de una discusión incómoda, como fue el acuerdo con el Fondo por la deuda que contrajo Macri, en 2018, por 44.500 millones de dólares.
La dispersión oficialista, advierten en Pro, es una oportunidad y una amenaza para Juntos por el Cambio. Hay quienes creen que el Frente de Todos -el peronismo y el kirchnerismo en sus distintas variantes- no competirán unidos en 2023, lo que acrecentará las chances de la oposición de ganar los comicios. “Están terminados. Cristina se va a refugiar en la provincia para ser candidata a senadora y volverán a hacer la resistencia con aguante”, aventura un “halcón” de Pro. Otros, en cambio, creen que la ruptura en el oficialismo responde a “una cuestión de poder, no un problema ideológico”. “La Cámpora mantendrá las cajas, no se van a ir”, avisa un cacique radical. Los peronistas que comulgan en Pro califican de “ingenuos” a sus socios de Juntos por el Cambio que consideran que el kirchnerismo no competirá unido.
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