La fase salvaje del proyecto libertario
Desde el triunfo de Trump, el Presidente acelera hacia un modelo más ideológico y sin grises; se distancia más de Macri, polariza con Cristina y advierte que usará “las armas del enemigo”
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Javier Milei había preparado un broche de oro para su discurso en la cena de gala en Mar-a-Lago, delante del anfitrión Donald Trump. Quería ofrecerle, cara a cara, una alianza global con Estados Unidos, Argentina, Italia e Israel como líderes. No pudo ser. Como habló en castellano, la traducción le comió el tiempo. Una conductora se subió al escenario a despedirlo antes de que pudiera leer el último párrafo y hacer después su gracia final, con la invocación a las “fuerzas del cielo” el “viva la libertad, carajo”.
Fue apenas un matiz de incomodidad en una excursión soñada para el Presidente. Se abrazó a Trump con el fervor de un fan y se emocionó cuando el dueño de casa lo felicitó desde el atril. Compartió risas con Elon Musk, a quien llama “amigo”. Tiró golpes imaginarios con Sylvester Stallone. Hizo bailecitos. Más que Palm Beach parecía Disney. La propuesta del nuevo orden mundial la pudo formular al día siguiente, en el desayuno, aunque Trump no estaba en el salón.
Es prematuro saber si el próximo presidente de Estados Unidos querrá ubicar a Argentina en la lista de sus prioridades. Una cosa es la simpatía personal y otra los intereses políticos. Trump le abrió a Milei la puerta de su mansión, pero tardó una semana en llamarlo para oír sus felicitaciones por el triunfo electoral. Quiso el destino que fuera justo después de atender al socialista español Pedro Sánchez, el gobernante que más desprecia Milei.
Más allá de lo que ocurra en adelante, el vuelco político en Estados Unidos ya provoca un impacto sensible en Milei. Lo vive como una confirmación de su misión trascendental para combatir “al virus socialista” en el mundo. Se los dijo a los aportantes conservadores que lo oyeron en Mar-a-Lago: “Me siento como un profeta en una distopía aún evitable”.
Este Milei post-Trump reniega de toda inhibición. Avanza hacia un liderazgo que tiene rasgos “salvajes”, como él mismo sugirió el miércoles en la cena de la Fundación Faro, creada con el fin de recaudar fondos para la evangelización libertaria.
Sus palabras ante los ideólogos del nuevo credo oficial están llenas de pistas sobre el futuro. “¿Ustedes van a enfrentar a los kukas con buenos modales? ¡Se los van a llevar puestos! Solamente un imbécil puede creer algo así”, dijo, en un mensaje que parecía apuntar a Mauricio Macri y los aliados que le sugieren mesura. Los que se preocupan por las formas, dijo, pretenden razonar con alguien que les pone una pistola en la cabeza: “Van a terminar con la cabeza agujereada, muchachos. Esto es así de salvaje”.
Se presentó como el líder del “partido de los trabajadores”, una incursión sugestiva en territorio del peronismo. Advirtió que está dispuesto “a usar las armas del enemigo” y dar una batalla en todos los terrenos de la vida pública.
Del lado opuesto está, a su juicio, lo que Santiago Caputo llama el “partido del Estado”. Ubicó ahí prácticamente a todos sus antecesores, al periodismo crítico y a los empresarios que viven de lo público. Quiso el destino que en primera fila lo aplaudiera a rabiar José Luis Manzano, exministro de Carlos Menem, accionista de Edenor y otras empresas, histórico mecenas massista y ahora fervoroso aportante a la Fundación Faro. El privilegio de quedar a un paso de Milei cuando se fundió en un abrazo con Luis Caputo paga de sobra los 40.000 dólares que costaba el cubierto en las mesas nobles.
El ideólogo Agustín Laje, presidente de la nueva fundación mileísta, desgranó con más detalle qué significa “usar las armas del enemigo”. Llamó a “aprovechar la ventana de oportunidad” para impulsar un cambio en los valores de la sociedad. El éxito de la Argentina libertaria “no puede reducirse a la economía”, advirtió. El proyecto político debe “hacerse carne en la cultura, en el corazón y en la mente de las personas”. Hay que prescindir de la corrección política y enfrentar decididamente a la izquierda desde la derecha. Los males por combatir incluyen el feminismo, el ambientalismo, el indigenismo, la perspectiva de género.
Las votaciones solitarias de la Argentina las Naciones Unidas contra proyectos sobre violencia contra las mujeres y derechos de poblaciones aborígenes, así como el retiro de la delegación que viajó a la cumbre climática de Azerbaiyán, son un anticipo de lo que vendrá. Milei supone que se coloca así a la vanguardia de los vientos que soplarán con Trump en el poder.
A nivel diplomático un liderazgo ideológico y extremo plantea un reto para alguien que maneja un país que no es precisamente una potencia. Lo notará seguramente en estas horas cuando reciba al francés Emmanuel Macron, fervoroso impulsor de la lucha contra el cambio climático y al que los gurúes libertarios argentinos han acusado de promover la “agenda homosexual y transgénero” en los recientes Juegos Olímpicos de París. Como buen equilibrista, Macron seguramente centrará el diálogo con Milei en cuestiones vinculadas a inversiones francesas en el país. Pero no dejará de desafiar la batalla cultural mileísta con un homenaje a los desaparecidos durante la dictadura, en su visita a la Iglesia de la Santa Cruz.
Milei le tiró un sutil dardo a Macron en Mar-a-Lago, cuando soñó en voz que la Italia de Giorgia Meloni –rival acérrima del francés– sea quien lidere la “vieja Europa”.
El lunes tendrá la experiencia del G-20, en Río de Janeiro, un club todavía dominado por el enemigo ideológico. Se reunirá por primera vez con Xi Jinping, bestia negra de Trump. A veces se puede ser cordial con los diferentes: él mismo descubrió que los chinos son unos comunistas particulares, unos “socios que no exigen nada, sólo que no los molesten”. Resta, además, un morbo especial por ver cómo saludará al anfitrión, Lula Da Silva.
Un nuevo “vamos por todo”
En el plano local, el Gobierno usa “las armas del enemigo” contra la corporación política. El reconocimiento social a la baja de la inflación y a la estabilidad del dólar son energía para la construcción de un poder hegemónico. El espejo del kirchnerismo en sus años dorados de crecimiento a tasas chinas marca un rumbo posible.
Milei no piensa esperar para ejecutar su versión del “vamos por todo”. Desde la llegada de los libertarios, pocas veces como esta semana quedó en evidencia la desproporción entre las herramientas del Gobierno y las de la oposición para prevalecer en el tablero.
Los grupos que alguna vez se llamaron dialoguistas quisieron imponerle un límite a la facultad de Milei de dictar DNU. Se envalentonaron y sumaron la idea de derogar el decreto que le permite al ministro Caputo renegociar deuda sin pasar por el Congreso. La Casa Rosada desactivó la ofensiva y los dejó en ridículo con apenas una ronda de llamados a un grupo de gobernadores. Llegaron a rendirse a la presión el santiagueño Gerardo Zamora, anfitrión de Cristina Kirchner este fin de semana, y el riojano Ricardo Quintela, que para disimular llegó a decir después que Milei “no va a llegar a los tres años que le quedan” si no cambia sus políticas.
Los jefes provinciales fingieron que se creían la promesa del Gobierno de negociar fondos en el debate presupuestario. Terminaron frustrados en una reunión catártica e inconducente en el Consejo Federal de Inversiones (CFI).
La ley de presupuesto es una trampa a la que los opositores no le encuentran la vuelta. Están convencidos de que Milei quiere que no salga, para gestionar sin restricciones con la prórroga de la pauta de gastos anterior. Se envalentonan con imponerle un proyecto redactado en el Congreso. ¿De verdad lo creen, con todos los bloques estallados como vidrios de un vaso que se estrella en el suelo?
La obsesión con el superávit fiscal ha sido un instrumento tan político como económico para el Gobierno. El dogma del “no hay plata” le permitió el éxito impensable de dominar el Congreso con una minoría exigua de 40 diputados y 6 senadores. “No hay nada que no se arregle con la promesa de reactivar una obra parada”, sintetiza un diputado que ayudó al oficialismo y ahora quedó del lado crítico.
Para no dejar respirar a sus rivales, la Casa Rosada impulsó sin negociación previa una reforma electoral que elimina las PASO y establece requisitos para los partidos que de haberse aplicado en 2023 habrían impedido que Milei llegara a competir por la Presidencia.
Las opciones de que el proyecto prospere son escasas. Parece una píldora envenenada para embarrar lo que queda del año legislativo y entorpecer el debate del presupuesto. Si no sale, será “la casta” la que impida ahorrarle al Estado la gravosa carga de unas elecciones internas desprestigiadas y de la financiación de las campañas electorales.
A la oposición le sorprendió la audacia de lo anunciado por el vocero Manuel Adorni. El Gobierno aspira a que solo los privados financien las campañas, que no haya topes de gasto y que se eliminen los espacios gratuitos de publicidad. Imposible imaginar una cancha más inclinada a favor de los oficialismos de turno. La sensibilidad de los grandes empresarios para asistir al que ostenta el poder quedó retratada en la caja millonaria que hizo la Fundación Faro en su noche de presentación.
Lejos del Pro
Este Milei radicalizado se aleja cada vez más de Macri, el aliado al que va arrinconando en un papel ingrato: el que le garantiza el tercio de los diputados que le permite blindar el veto a las leyes que le impongan los opositores duros.
Son señales claras de este proceso de erosión las constantes referencias del Presidente contra los que exigen “institucionalidad” y “buenos modales”, una alusión que hizo esta semana a los “partidos que fueron cómplices” del kirchnerismo, “a pesar de presentarse como antagónicos” y la persistente costumbre de tomar decisiones estratégicas sin avisar.
Milei medita ahora si da otro paso arriesgado y designa por decreto a Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla en la Corte Suprema.
El Pro está en alerta. Ya criticó en público el voto disonante de la Argentina en las Naciones Unidas. Macri y Milei postergaron sin fecha la reunión que tenían prevista para la semana que pasó. La incógnita es cómo prosperará una alianza centrada en las coincidencias económicas ahora que el Presidente está avisando de manera inequívoca que su objetivo es una transformación ideológica y cultural del país. “Ellos son el pasado. Ya fracasaron. Viene un nuevo mundo en el que se valoran las ideas claras, sin dobleces, sin pruritos”, explica una fuente del entorno mileísta, en referencia al macrismo.
El rival ideal es Cristina Kirchner. Contra ella vale todo, como quedó probado cuando el Gobierno le sacó las jubilaciones de privilegio que hasta hace un tiempo Milei decía que eran “un derecho adquirido”. Argumentó que la condena del caso Vialidad ratificada por la Cámara de Casación le quita idoneidad moral para cobrar ese beneficio. No tuvo ningún reparo en obviar ese mismo criterio en el caso de Carlos Menem, en cuya memoria recibe una pensión especial Zulema Yoma. La discrecionalidad del poder es una de aquellas “herramientas del enemigo”. Cristina debería saberlo.
Ella está dispuesta a jugar en el terreno al que la invita Milei. Recorrerá el país en su papel de presidenta del PJ y deja abierta la opción de ser candidata a diputada en 2025. Cree que el proteccionismo de Trump desatará una disrupción en la economía global con impacto muy negativo para la Argentina, algo que ya ocurrió durante el gobierno de Macri.
“LTA kukas”, escribió un Milei maradoniano en las redes sociales, como epígrafe de su foto con Trump en Palm Beach. Está convencido de que juntos serán protagonistas de una revolución de alcance mundial que traerá prosperidad de largo alcance para el país. Para él son horas de euforia y celebración. No se permite siquiera temer que pueda haber volado miles de kilómetros para abrazarse con un futuro verdugo involuntario.
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