La ESMA por dentro: un recorrido por las huellas del terror
En este emblemático lugar de detención, epicentro del poder de Massera, hoy quedan pruebas de las torturas; cómo es el escenario donde se situaron los testimonios del juicio
Durante los casi dos años que duró el juicio por la causa ESMA, decenas de testigos relataron los tormentos que vivieron y aquello que escucharon o vieron. Sus testimonios condujeron a la Justicia a condenar a 18 acusados, entre ellos Jorge "El Tigre" Acosta y Alfredo Astiz, por secuestros, torturas, homicidios y robos de bienes.
Hoy en la ex ESMA y actual sede del Espacio para la Memoria todavía quedan huellas del terror. Fue en ese lugar donde Emilio Massera conformó el Grupo de Tareas 3.3.2 y montó un centro de exterminio como parte de su proyecto político.
Ese plan tuvo su epicentro en denominado "casino de oficiales", un pequeño edificio de tres plantas perdido en el enorme predio de la Avenida del Libertador. En esos pisos se concentraron la planificación de los secuestros, las detenciones y los interrogatorios bajo tortura.
LA NACION pudo recorrer sus pasillos, tomar imágenes y constatar la convivencia cercana que el grupo de tareas mantuvo con los detenidos.
Es que, mientras que en la planta baja y en los dos primeros pisos se ubicaban las habitaciones de los oficiales y un salón en donde fue homenajeado el propio Massera, en el sótano, el tercer piso y el altillo funcionaba el centro de detención.
En el subsuelo, aún quedan huellas de unas cinco salas de torturas. Fue en ese lugar donde, según relataron dos sobrevivientes, fue visto el cuerpo de Rodolfo Walsh. También allí funcionaba la enfermería, donde los detenidos recibían una inyección que los adormecía para luego ser destinados a los llamados "vuelos de la muerte".
En el tercer piso se emplazaba la "Capucha" el espacio de reclusión en las denominadas "cuchas": unos compartimentos formados por paneles de madera aglomerada separados por 75 cm. En la misma planta se guardaba el botín que se les robaba a las personas secuestradas, en una habitación denominada "Pañol", en alusión a la jerga naval.
Ambos espacios están separados por un pasillo donde, por entonces, había dos baños, definidos por los sobrevivientes como sus espacios de "socialización". En un pequeño cubículo, funcionaba la "maternidad" donde se estima que nacieron unos 33 niños.
También allí funcionó un centro de "trabajo esclavo intelectual" que respondía al proyecto de Massera: los detenidos de mayor formación política era eran puestos a procesar información local y del exterior a petición del represor.
Por una pequeña escalera hoy todavía se accede a lo que fue "capuchita", un espacio más reducido en donde convivían las salas para interrogatorios y los espacios de detención. Varios de los sobrevivientes declararon que allí permanecieron las monjas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet.
Ya en democracia, los sobrevivientes que dieron testimonio pudieron regresar al casino de oficiales y reconocieron los espacios donde habían permanecido, la mayoría del tiempo encapuchados. En el juicio, el edificio resultó una prueba fundamental para hacer justicia y hoy está abierto al público, como una manera de hacer memoria.
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