Su falta de plan: lo que el ministro no quiere que veamos; cuatro escenarios económicos para después de la elección; desde 2019 el Gobierno perdió 2.5 millones de votos bonaerenses; ahí está su esperanza para el 14; la gran duda de Cristina
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El Gobierno ha estado concentrado en una gira internacional de la que hay mucho para mirar. Y sobre todo hay mucho para mirar de lo que el Gobierno no muestra. Esta gira incluyó una reunión de líderes, de jefes de Estado, del G20, en Roma, lugar al que Alberto Fernández, como le sucedía también a Cristina Kirchner, pudo asistir gracias al protagonismo y a la banca que consiguió mucho tiempo atrás el gobierno de Menem, del que formó parte también Alberto Fernández.
Seguramente por políticas que hoy son denostadas por el gobierno actual. Y participó de una reunión, una cumbre ambiental de las Naciones Unidas en Glasgow, de la cual el Gobierno trae lo que probablemente sea su mayor éxito en la gira: un anuncio de inversiones, con todo lo inciertos que son este tipo de anuncios.
Es una inversión para generar hidrógeno de manera verde, es decir, sin contaminación, en la provincia de Río Negro. Esto es algo que consiguió Matías Kulfas de una empresa australiana, por US$7000 millones. Pero es algo que va a ocurrir en 2025, con una cantidad de incógnitas, algunas de ellas muy importantes, por ejemplo cómo se va a almacenar ese hidrógeno, teniendo en cuenta, según dicen los expertos, que el hidrógeno es sumamente corrosivo.
Esta inversión llega de la mano del exrugbier y empresario Agustín Pichot, a quien hay que mirarlo en este mundo de la energía como representante de esa empresa australiana, pero mucho más en el mundo de los medios, y de los contratos con los medios, en el negocio del rugby y en el negocio importantísimo y muy ligado al Estado de la televisación de los deportes en los medios. Siempre en proximidad con ejecutivos de grandes empresas de entretenimiento.
Pichot, representante de esa empresa australiana, la acercó al Gobierno y trabajaron durante un año en ese anuncio que es, probablemente, la bandera más importante -y como dije incierta, muy incierta- que puede traer Alberto Fernández de ese viaje. ¿Por qué? Porque el resto de los temas que se hablaron tienen algo de engañoso.
Para ponerlo en los términos que usó el ministro Martín Guzmán aquella vez que fue al Congreso sin saber que tenía el micrófono abierto: sarasa. Es interesante la idea de sarasa, que le explicaba aquella vez Martín Guzmán a Sergio Massa, como diciendo: “Bueno, si hay que hablar de algo, les doy sarasa a los diputados”.
Interesante sobre todo en un académico: seguramente en Columbia no le permiten la sarasa, pero en el Congreso él cree que es un ámbito donde a los representantes del pueblo se les puede dar sarasa. Lo mismo pasa ahora con la ciudadanía argentina, a la que le dan sarasa. Pero muy especialmente, a una ciudadana, que es Cristina Kirchner, a la que hay que envolverle en sarasa los ajustes que se van a pactar, si es que se llega a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Vamos a analizar todo esto.
El Gobierno, básicamente Guzmán, tiene dos reclamos políticos frente al Fondo. Son demandas para mostrarle al ala izquierda del oficialismo y sobre todo a la vicepresidenta, que hay conquistas en esa negociación. Ese primer reclamo era que el plazo para devolver el préstamo que había tomado el gobierno de Macri con el Fondo se extendiera a 25 años. Ese pedido se ha dado de baja. No se habla más de eso porque es imposible. Es una bandera que se arrió.
El segundo de los pedidos tiene que ver con un detalle que es la sobretasa que pagan los países cuando toman prestado del FMI un monto superior a su cuota parte en la entidad. El Fondo es como una sociedad en la que cada país tiene una participación accionaria: si uno pide un préstamo que excede esa participación accionaria tiene que pagar una tasa de interés adicional y si ese crédito se extiende por más de tres años, también.
La Argentina está pidiendo al Fondo bajar esa sobretasa. Se nos dijo que en la declaración final del G20, el propio G20 le pide al Fondo Monetario Internacional que se haga cargo de ese reclamo. Obviamente no hablan de la Argentina, pero es un reclamo que poner la Argentina en esa declaración.
Pero cuando uno lee la declaración, lo que dice el G20 es: “Nuestros ministros de economía van a seguir discutiendo la cuestión de las sobretasas”. Cosa que ya vienen haciendo. No está diciendo que se le pide al Fondo eliminar esas sobretasas ni reducirlas. Jorgelina do Rosario y Eric Martin, que son periodistas de Bloomberg, publicaron que ya hubo una discusión dentro del Fondo, informal, y que este reclamo de la Argentina fue denegado. Ahora aparece esta mención en esta declaración del G20 que lo que dice es “seguimos discutiendo”. Pero cabe la posibilidad de que sigan discutiendo y en una reunión formal digan que no. Esto es lo que se logró. No más que esto. Para que se reduzca una sobretasa que sería aproximadamente entre 960 y 1200 millones de dólares al año.
Es la décima parte de lo que paga el Estado, el Banco Central, en concepto de tasas de las Leliqs. El Gobierno emite toneladas de pesos y para que esas toneladas de pesos no terminen impactando en la inflación de manera exorbitante, los reabsorbe emitiendo un instrumento financiero que se llama Leliq. Y paga una tasa, cada vez más cara, por esas Leliqs.
En este momento está pagando 13.000 millones de dólares por año, 10 veces más de lo que pretende reducir de la sobretasa que le pagaríamos al Fondo. Qué quiere decir: que el problema está en las Leliqs, no en la sobretasa del FMI. Quiere decir que el Gobierno tendría que revisar su política de emisión y reabsorción, que es lo que Alberto Fernández había prometido cuando en la campaña decía: “Yo voy a bajar la tasa de las Leliqs para aumentar las jubilaciones”. Las tasas de las Leliqs no bajaron y las jubilaciones se están licuando con la inflación.
Quiere decir que esto que nos presentan como la gran lucha frente al Fondo es un dato marginal frente a un problema mucho más importante, que es el problema de la emisión monetaria, del financiamiento del gasto público, que termina cargando al Banco Central con una deuda enorme cada vez más difícil de pagar.
El concepto central que debe tomarse en cuenta tiene que ver con la tasa de interés que paga la Argentina. Si normalizáramos la relación con el Fondo Monetario Internacional, el país podría estar pagando una tasa del 4 por ciento al Fondo.
Si tomamos la tasa del mercado, hoy es del 20%. Es lo que indica el índice de riesgo país. Obviamente que al 20% no se puede tomar. No tenemos acceso al crédito. Si lo tuviéramos probablemente pagaríamos entre siete y ocho por ciento, que es lo que correspondería a una economía argentina normalizada. Al Fondo le pagaríamos 4 por ciento y seguimos dudando si conviene acordar o no con el Fondo, con lo que nos estaríamos ahorrando 4 puntos de tasa.
El tercer argumento oficial tiene que ver con que el Fondo pide a la Argentina un acuerdo político: es decir que la oposición convalide el acuerdo que eventualmente Guzmán haga con el Fondo. Eso también es falso. Si uno mira cualquier acuerdo con el Fondo que hace cualquier país, no se le pide eso, entre otras cosas porque el FMI no tiene autoridad para resolver la vida interna de un país y decir lo que tiene que hacer o no la oposición. No tiene imperio sobre la oposición. Lo que sí sucedió es que Guzmán impulsó una ley para que el acuerdo deba pasar por el Congreso, de tal manera que la oposición quede atada a sus ajustes. Y este es el discurso del acuerdo político para socializar con la oposición las medidas antipáticas, que en la medida en que el descalabro es mayor, son cada vez más dolorosas. Coparticiparlos con la oposición no es algo que pide el Fondo.
En una encuesta de Aresco, de Federico Aurelio, que se realizó en la provincia de Buenos Aires, donde el Gobierno tiene su base electoral más valiosa, los votos de Cristina, hay una idea sobre lo que el electorado piensa sobre un acuerdo con el Fondo. ¿Qué es lo que dice esa encuesta? Que el 22 por ciento cree que se va a llegar a un acuerdo perjudicial y otro 22 por ciento de los bonaerenses cree que no se va a llegar a un acuerdo. Sin embargo, 3 de cada 4 bonaerenses están a favor de llegar a un acuerdo. Es decir, la gente, daría la impresión, en la provincia de Buenos Aires está pidiendo un acuerdo, no una ruptura.
¿Qué es lo importante, lo que hay que mirar?
Lo único que hay que mirar ni siquiera es si va a haber o no un acuerdo con el Fondo. Lo que habría que preguntarles a los bonaerenses y en general a los argentinos es si el Gobierno debe tener o no un plan económico. No para el Fondo, sino para los argentinos. No es una deuda con Kristalina Georgieva, es una deuda con la ciudadanía argentina. Y sobre todo, es una deuda con los sectores más vulnerables que por la ausencia de un plan económico tienen que soportar una inflación descontrolada.
De esto es de lo que no habla Guzmán. Y esto es lo que le están preguntando afuera y adentro a Guzmán. Cuál es el plan. ¿Se está acercando a los objetivos que había planteado el año pasado o se está alejando? ¿Cuál es el programa económico para normalizar una economía muy desquiciada? Guzmán hace lo que el tero. Como dice el Martín Fierro: “Como hacen los teros/ para esconder sus niditos:/ en un ‘lao’ pegan los gritos y en otro tienen los güevos”. Los huevos son el plan económico que falta y los ajustes a los que obligaría. Los gritos son la sobretasa, los 25 años de plazo, el acuerdo político. Todo eso que sirve para que no podamos discernir correctamente lo medular de lo accidental del problema económico.
Esto es Guzmán. El resto del Gobierno tiene una visión sobre las negociaciones con el Fondo muy típicas del kirchnerismo. Hay algo central al kirchnerismo que en general es bastante similar a otras manifestaciones, por decirlo de alguna manera, populistas, que es pensar que no hay ninguna zona en la realidad -económica, energética, sanitaria- que no pueda modelarse, doblegarse ante el poder político. Todo es política. Si uno aplica la presión política como corresponde, las cosas se enderezan. Aunque sea la falta de reservas monetarias o la falta de gas. Esta idea, que ha llevado al propio kirchnerismo por caminos costosos desde el punto de vista político, también se aplica en el caso del FMI.
Primer prejuicio político: Georgieva y los funcionarios del Fondo tienen miedo a que no paguemos; por lo tanto tenemos mucho margen de negociación, porque podemos amenazar con no pagar y ellos van a tener que rendirse. Información, no opinión: cuando Georgieva llegó a la dirección del FMI, pensó en dos cosas: quiénes iban a ser sus colaboradores y, la segunda cuestión: preguntó al área de legales qué pasaría si la Argentina no paga. Es una gran pregunta porque es una deuda de US$57.000 millones. Le contestaron que no pasaba nada. ¿Por qué? Porque no es un banco. No paga y se contabilizará como que no paga. En algún momento normalizará su deuda.
Pero no hay una crisis porque la Argentina no pague lo que debe. Lo que habría sí es un gran conflicto político. Porque los dueños del Fondo son países. Entre ellos está la Argentina. No son financistas privados. Quiere decir que ese margen que supone el Gobierno es un margen ilusorio, un espejismo.
La segunda idea fantasiosa es que el papa Francisco nos va a ayudar, porque Georgieva es muy religiosa. Aunque Georgieva sea ortodoxa, no católica. No importa. Sin embargo el Papa no recibió a Alberto Fernández porque está distanciado de Alberto Fernández. Ya antes se había distanciado de Cristina Kirchner. La excusa es siempre la misma: “No recibimos dirigentes en medio de campañas electorales”. A pesar de un pedido del ministro Guzmán, que sí sigue teniendo buena relación con el Vaticano, a tal punto que, en este viaje a Roma, le anticiparon que lo van a invitar a integrar la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, donde está su maestro Jospeh Stiglitz, donde está también Jeffrey Sachs, que es otro economista que sirvió también de vocero a esta posición del Gobierno frente al Fondo.
Guzmán es invitado por el Papa y sobre todo por Marcelo Sánchez Sorondo, un obispo argentino que es el canciller de esa Academia y que se está por jubilar. Probablemente lo suceda un jesuita. Bergoglio recurre a su Compañía, a los jesuitas, para dominar también ese recurso político y académico del Vaticano.
Tercera ilusión política. Vamos a cambiar plata por capital simbólico. Vamos a convertirnos en adalides del ambientalismo y gracias a que nos convertimos en adalides del ambientalismo vamos a lograr seducir a Biden y vamos a lograr que Biden nos apoye en el Fondo para obtener un acuerdo más blando del que suponemos.
También es una ilusión óptica. Algunos funcionarios que viajaron con Fernández a Roma, sagaces, tomaron la temperatura del Fondo y se dieron cuenta de algo de lo que venimos hablando, y es que Georgieva está muy debilitada: fue investigada por irregularidades, presuntas, que ella cometió en el Banco Mundial a favor de China. Hoy el peso más importante en la toma de decisiones en el FMI lo tiene no la secretaría de Medio Ambiente de los Estados Unidos. Lo tiene la secretaría del Tesoro, donde el encargado de las relaciones con el Fondo se llama David Lipton, que es el señor que negoció con el gobierno de Macri este crédito de US$57.000 millones y el programa correspondiente. Lipton es un duro, muy favorable a algo que en la Argentina es muy controvertido y hasta peligroso, que es la absoluta libertad cambiaria. Lipton es también muy ortodoxo, desde el punto de vista no solo monetario sino también fiscal. ¿Qué es lo interesante de la relación con Lipton? Que muy probablemente, más allá de sus ideas como economista, debe estar bastante irritado con que el Gobierno le diga: “Le dieron un préstamo a Macri para ayudarlo a ganar las elecciones”. Porque eso -según Fernández- es lo que hizo en el Fondo el propio Lipton, con el que hoy tiene que negociar este Gobierno.
Mientras tanto, en los números, el Gobierno se aleja del acuerdo con el Fondo. Información: hoy hubo una nueva resolución de la secretaría de Energía congelando tarifas. Congelar tarifas significa más subsidios. Más subsidios significa aumentar el gasto. Aumentar el gasto significa aumentar el déficit, aumentar la emisión, y llegamos por esa vía a las Leliqs. El subsidio a noviembre era de $118.000 millones, entre febrero y abril va a ser de -atención- $128.000 millones, $10.000 millones más.
El 47 por ciento del costo energético lo paga el Estado. Quién es el Estado. Los contribuyentes. Si uno quiere saber por qué en la Argentina la presión impositiva es tan alta tiene que ir a mirar el nivel de financiamiento que tiene el déficit fiscal, que se financia o con impuesto de los contribuyentes o con emisión monetaria, porque no tenemos acceso al mercado. Y seguimos dudando de si conviene o no renegociar la deuda con el Fondo. Gran parte de ese déficit estatal tiene que ver con el subsidio a la energía y ese subsidio a la energía lo pagan los contribuyentes, también los contribuyentes más pobres, que lo pagan a través del IVA. Hace pocos días, uno de los máximos expertos en hidrocarburos, el ingeniero Daniel Gerold, habló en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos (Amcham) y dio las cifras de ese costo.
Dijo que los subsidios a la energía van a pasar el año que viene de 9.000 a 16.000 millones de dólares por el aumento de los precios de los combustibles a nivel internacional. Además, como la energía resulta muy barata, uno tiende a consumir más, a no cuidarse. Y dijo algo más Gerold: las importaciones de energía van a pasar de 4500 a 7500 millones de dólares. Esto está en el corazón del problema económico. Esto significa que las escasísimas reservas que tiene el Banco Central tendrían que ser utilizadas casi por completo para las importaciones energéticas. Obviamente es imposible. Acá nos vamos aproximando al problema que tiene la Argentina y que es que faltan dólares, que es imposible regalar energía -regalar nada- sin dólares, y que en algún momento o el Gobierno toma una determinación sobre esa escasez de dólares, o la toma el mercado. Y va a saltar la térmica con una devaluación mucho más dolorosa que una administrada. Es lo que se refleja en el mercado del dólar, donde el contado con liquidación llegó a 200 millones de pesos. Si uno recuerda lo que viene señalando Alfonso Prat-Gay, que la brecha es un indicador de malestar económico, de que hay algo que no se está haciendo bien, esa brecha plantea una relación bastante directa entre nivel de desajuste cambiario y el nivel de votos. Vinculación que, es cierto, no se dio en las primarias de 2019 donde no había brecha porque no había cepo, pero igual el Gobierno perdió.
¿Qué quiere decir todo esto? Que la Argentina está necesitada de encarar una serie de -perdón por la palabra- ajustes. Puede decidir hacerlos o no. Enrique Szewach escribió que el ajuste o lo hace el mercado o el Gobierno, y que el del mercado es más doloroso y ocurre cuando el Gobierno no hace nada.
Podríamos imaginar escenarios, con independencia del resultado de las elecciones. Podríamos imaginar un escenario “venezolano”: no por el autoritarismo, no por la represión, no porque se empiece a perseguir a la gente como en Venezuela. Sino por un gobierno que sigue aplicando sobre la economía cada vez más torniquetes, hasta que no puede más: se queda sin reservas. Podemos imaginar otro escenario, que es el que tiene en la cabeza Guzmán. Que es hacer lo que iba a hacer antes -un poquito de devaluación y de aumento de tarifas-, ahora que los desequilibrios son mayores, por lo que la realidad le exige mucho más de lo que él había imaginado. Un poco de devaluación, un poco de aumento de tarifas, probablemente no logren generar un vuelco en las expectativas, pero llevaría la inflación del 50 al 60, 70 por ciento el año que viene. Un recorte del salario real. ¿Cambiaría la perspectiva para 2023? Posiblemente no, posiblemente tendría que seguir haciendo esos ajustes. Es importante advertir que los próximos dos años serán de alta inflación aún dentro del plan Guzmán.
Hay un tercer escenario que es que frente a una elección donde el Gobierno queda muy ajustado, donde la receta actual quede agotada intervenga otro actor: los gobernadores. El peronismo tradicional. Los que ven que sin intervenir en la toma de decisiones pagan el costo electoral de estas políticas. Es una escena similar a la de 2002, que le tocó a Duhalde cuando decidió no hacer los ajustes que le exigía el Fondo o la economía, y los gobernadores le pusieron un rumbo, que terminó con Roberto Lavagna como ministro de economía.
La cuarta alternativa es que aparezca alguien, un Jorge Remes Lenicov, que sincere todas las variables, lo cual significa asomarnos a un abismo, la liberación de todo, un “Rodrigazo”. Esto es lo que todavía no terminó de resolver Cristina en su cabeza. Sobre todo la relación con el peronismo al que ella le debe dar cuentas, porque son los accionistas de este Frente de Todos. Ella puede ser la “chairwoman”. La presidenta de la empresa. Alberto Fernández, el CEO. Pero hay unos accionistas que se preguntan: “Ahora que estamos perdiendo, ¿qué nos espera? Y ella va a tener que dar cuenta de eso. Cómo se relaciona ella con el mundo de los intendentes del conurbano, de los caudillos del interior es un misterio. Ese mundo era un mundo que conocía Néstor. Si uno tuviera que aconsejarla a Cristina le diría: llamalo a Julio de Vido. No se si está en trato con De Vido. Que yo sepa nunca lo fue a visitar a la cárcel. Pero debería llamarlo porque él sí conoce esa tecnología de la época de Néstor. Esto es lo que viene ahora. Hay que decodificar ese mundo peronista, que va a ser un mundo con exigencias frente al Gobierno. Por eso tenemos que mirar el panorama electoral.
Qué es este gráfico. Es incierto, engañoso, no hay que tomarlo demasiado en serio, pero es lo único que tenemos. Son las encuestas que se hicieron, hasta ahora, desde las principales consultoras, en cada territorio. Este sería aproximadamente el resultado de la elección si la elección fuera hoy o la semana pasada para ser más precisos. Las provincias que gana el Frente de Todos. Con un eventual empate La Pampa, que se ha transformado en una provincia estratégica, porque se eligen senadores. Son datos de la consultora Move. En la Provincia de Buenos Aires están dando un triunfo a Juntos por el Cambio de 40 a 38%. Muy poco margen. Pero en Chaco se repetiría la derrota peronista; y aparece un dato muy interesante: ¿Puede ganar la oposición en Formosa? Hay quienes dicen que es imposible. Y quienes dicen lo contrario, porque si uno suma las variantes de la oposición en las primarias ganaba la oposición. Y ahora se ha dado de baja una candidata, Gabriela Neme. Si esos votos se volcarán al exjuez Fernando Carbajal, el candidato de Juntos por el Cambio, probablemente por primera vez en siglos el peronismo podría perder la provincia de Formosa.
En Neuquén, según Isonomía, gana el MPN. Misiones, Santiago del Estero, Tucumán, la Tucumán de Manzur -y de Jaldo, que le está tomando el poder, le tomó el ministerio de Seguridad la semana pasada-, las gana el Frente de Todos. Catamarca, La Rioja, San Juan: hay que mirar esas provincias, esos gobernadores, porque son los gobernadores del Frente de Todos que van a tener la legitimidad del triunfo. Esos seguro. No sabemos otros.
Ahora miremos otro cuadro. Las provincias donde se eligen senadores. Gana el Frente de Todos Catamarca y Tucumán, según estas encuestas, y vuelve la gran incógnita de La Pampa.
Ahora vamos a ver qué pasa con La Pampa y cómo queda el Senado. La mayoría la tiene el Frente de Todos con 45 bancas, contra 25 de Juntos por el Cambio y 6 independientes.
Si ganara Juntos por el Cambio en La Pampa pasaría a tener 31 senadores, contra 35 del FdT. El Gobierno perdería la mitad que controla hoy. Tendría la mitad menos uno. Estaría a dos bancas del quorum.
Si gana el Gobierno, quedaría sin mayoría propia pero a un senador del quorum. Este es el panorama general del país.
Miremos ahora la provincia de Buenos Aires porque es la gran batalla, porque ahí están los votos de Cristina, el kirchnerismo. Desde que Néstor Kirchner asume la presidencia el 25 de mayo de 2003 hasta que Cristina derrota a Chiche Duhalde en 2005 la única obsesión de Néstor Kirchner fue sacarle la provincia al duhaldismo, tomarla, y no entregarla a nadie más. Ni a Solá ni a Scioli. Y este avance del kirchnerismo sobre Buenos Aires se agudiza con Cristina, que pone a Kicillof, alguien de su riñón, como gobernador y ahora con su hijo, Máximo, que aspira a ser presidente del Partido Justicialista. Entonces estamos hablando de que el corazón del Gobierno está en la provincia de Buenos Aires.
Y acá vemos que la imagen positiva del gobierno nacional en la provincia mejoró un poquito y la imagen negativa bajó un poquito, de 47 a 44 y de 31 a 33,8.
¿Es una tendencia? No, es un dato. ¿Con qué puede tener que ver? Con un cuadro, que vemos, de Luciano Cohan, que refleja una medición de la inflación en relación a las cuatro semanas anteriores. ¿Y qué se ve? Que sigue bajando. ¿Tiene que ver una cosa con la otra? Probablemente sí, porque la recuperación del salario real respecto de las elecciones es un gran predictor. ¿Qué significa esto? Que la elección en la provincia de Buenos Aires está peleadísima. Aún en las encuestas que el Gobierno consume, como las de Artemio López, gana la oposición por muy poquito.
Para entender la discusión vamos a mirar un gráfico clave, que expresa muy bien el concepto central de la política argentina. Es el drama del Gobierno. Esto es lo que le tiene que explicar Alberto Fernández al peronismo, Cristina -que es la valedora de Alberto Fernández ante el peronismo- y Kicillof, y es el gráfico de las elecciones generales de 2019 comparado con las últimas primarias.
Entre las elecciones generales de 2019 y las primarias de 2021 hubo una caída de 2,500.000 votos en el peronismo. ¿Qué pasó, Alberto? Me chocaste la Ferrari. Esto es muy importante porque esto es una catástrofe pero también una posibilidad. Si uno mira el gráfico, la caída de Juntos por el Cambio es mucho menor. Son 500 mil votos contra 2,5 millones de votos, es cinco veces más. Hay una crisis fenomenal en la relación de la gente con el peronismo. Al Gobierno le gustaría decir que este partido no se jugó. Estos dos años de Alberto no te los cuento. Pero significa también que en la pérdida del Frente de Todos hay mucho más para recuperar que en la de Juntos. Y los que dicen que el Gobierno va a ganar -y el más convencido es Wado de Pedro- señalan: “Si recupero algo de lo mucho que perdí, no sé si no llego”. Recuperar es lograr identificar en estos números quiénes son los que no fueron a votar y ver si los puedo llevar a votar con algún atractivo.
¿Qué le pasa a Juntos por el Cambio? También tiene para recuperar, en un espacio más chico, 500 mil votos. Pero usted puede decir que puede ir por los votos de Espert. Pero Espert está creciendo. Entonces tiene que ir por los votos de los que no llegaron a clasificar, Hotton, Gómez Centurión, que pueden ser susceptibles de ser atraídos. Gente que se abstuvo, que no fue a votar, que votaría a Juntos por el Cambio. Pero, sobre todo, Diego Santilli tiene que híper fidelizar el voto de Manes, el voto filo radical de Manes el que se ha convertido en un voto crucial para él y Larreta. Esto sirve para leer los mensajes, los actos, cómo se están comportando y moviendo ellos en estos últimos días.
En el fondo de todo este panorama está este problema en relación con el plan que necesita la Argentina. El caso más probable es que todo siga igual, y Guzmán siga haciendo la del tero y nos explique una cosa y haga otra, pero que vaya haciendo un plan sin demasiado entusiasmo, lo que le permita a Cristina pensar en que se vienen dos años de caída del salario real.
¿Cuál debe ser la duda de Cristina? ¿Cuál es la pregunta que se hace? ¿Hay alguna política económica que permita de acá al 2023 la reelección de este esquema de poder? No importa el nombre. Algunos dicen Máximo, Kicillof, otros dicen Alberto, Manzur -que no sabemos donde está, se diluyó-. ¿Hay alguna política económica que permita que no tenga que pasar a la oposición en 2023? Si la respuesta es no, porque debido a las políticas de ajuste vamos a tener dos años de caída en el salario real, ella se debe estar preguntando entonces: ¿No me convendrá pasar ahora a la oposición? Que quiere decir pasar ahora a la oposición. Quiere decir dejar a Alberto Fernández y al peronismo con el plan de ajuste y ella preservar esos votos. Porque este Gobierno ya le hizo perder 2,5 millones de votos en la provincia. Este Gobierno, que es su gobierno.