La “enfermería” que complica los planes de Cristina Kirchner en el Senado
En los últimos meses casi media docena de legisladores oficialistas han sufrido problemas de salud que pusieron en jaque la endeble mayoría que la vicepresidenta construyó en la Cámara alta
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“Parece cosa’e mandinga; es increíble lo que nos está pasando este año”, exclama, medio en serio, medio en broma, un senador mientras en su cara se dibuja un gesto de resignación para referirse a la racha de problemas de salud que viene afectando al bloque oficialista del Senado y que se ha convertido en un constante obstáculo para la agenda legislativa de Cristina Kirchner en los últimos meses.
El caso más reciente es el del jefe de la bancada, José Mayans (Formosa), que fue sorprendido el último fin de semana por un sangrado intestinal que obligó a internarlo de urgencia en su provincia y a un posterior traslado a la Capital Federal para una mejor atención. En medio de un fuerte hermetismo, las versiones que se filtran desde el Frente de Todos indican que el legislador se recupera de manera favorable, aunque tendrá por delante varios días hasta poder integrarse por completo a sus funciones en la Cámara alta.
Este inesperado incidente fue determinante para que el oficialismo se viera obligado a postergar la sesión que pensaba celebrar el jueves pasado y en la que pretendía aprobar la prórroga de varios impuestos claves para la financiación del Estado.
Pero lo que más le dolió al kirchnerismo fue que por la caída de Mayans debió posponer, una vez más, la aprobación de los pliegos de los tres jueces de la Cámara de la ciudad de Comandante Luis Piedra Buena, tribunal de segunda instancia que la vicepresidenta quiere completar para seguir colonizando la justicia federal de Santa Cruz.
Sin embargo, el senador formoseño no es la única baja por enfermedad que sufre por estos días la bancada que responde a la vicepresidenta. El misionero Maurice Closs tampoco está concurriendo al Senado desde que hace casi un mes, cuando fue sometido a una intervención quirúrgica mayor por una dolencia grave. Ya tiene el alta médica y se recupera en su provincia.
El mes de licencia médica de Closs fue determinante para la suerte del proyecto de ampliación de la Corte Suprema, aprobado el 22 de septiembre pasado, última sesión que celebró la Cámara alta.
Es que, sin el voto del misionero y apurada por enviar un mensaje de fuerza en su guerra con el máximo tribunal, Cristina Kirchner y el sector ultra de la bancada que le responde debieron ceder ante las exigencias de Adolfo Rodríguez Saá (San Luis) y modificar el dictamen original, reduciendo de 25 a 15 la cantidad de jueces. Con esto, además del apoyo del puntano la vicepresidente se garantizó una endeble mayoría de 36 votos al sumar a dos aliados provinciales que se manifestaban reacios a darle luz verde a la multitudinaria Corte Suprema pergeñada por los gobernadores peronistas Alberto Rodríguez Saá (San Luis) y Axel Kicillof (Buenos Aires).
La concesión al Rodríguez Saá senador fue, en realidad, el corolario de un proceso en el que las ausencias por enfermedad en el bloque oficialista fueron determinantes para demorar la ansiada ofensiva de la vicepresidenta contra los jueces supremos.
De hecho, el kirchnerismo había firmado dictamen al proyecto de 25 magistrados el 29 de junio, pero el despacho recién llegó al recinto, para ser aprobado con cambios, casi tres meses después.
En ese interín otros dos senadores oficialistas sufrieron problemas de salud que mantuvieron a sus compañeros preocupados y a los kirchneristas frustrados.
El chaqueño Antonio Rodas sufrió una infección, complicada por una enfermedad de base, que le costó una hospitalización y varias semanas de recuperación. Casi al mismo tiempo, la sanjuanina María Cristina López Valderde también tuvo problemas en su espalda que la obligaron a guardar reposo y no poder viajar a Buenos Aires.
El propio Rodríguez Saá también integró la lista de bajas por enfermedad cuando, a fin de agosto pasado, debió ser trasladado a la Capital Federal para ser tratado por un cuadro de neunomía.
Más allá de la enumeración de dolencias, todos estos casos no hicieron más que dejar al desnudo lo endeble de la mayoría que logró construir Cristina Kirchner en diciembre último para compensar la pérdida de seis bancas que sufrió el oficialismo en las elecciones de medio término del año pasado.
En esos comicios, el oficialismo cayó de 41 a 35 senadores propios que, sumados a los aliados de Río Negro (Alberto Weretilneck) y de Misiones (Magdalena Solari Quintana), le permitían alcanzar el quórum de 37 legisladores (la mitad más uno de los 72 miembros del Senado), pero de forma tan ajustada que cualquier incidente podía poner en peligro esa mayoría.
Eso fue lo que ocurrió en diciembre del año pasado, cuando el catamarqueño Guillermo Andrada dio positivo de Covid horas antes de una sesión que Juntos por el Cambio se oponía a habilitar. Esto obligó a Cristina Kirchner a sumar de urgencia a sus aliados a la riojana Clara Vega, que había ingresado a la Cámara alta por las listas de Cambiemos.
La transfugueada de Vega está hoy más firme que nunca, pero los problemas de salud de sus propios senadores se han convertido en un dolor de cabeza y mantienen en jaque a la vicepresidenta y su permanente búsqueda de utilizar al Senado como ariete de sus jugadas políticas.
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