La encerrona de Milei a la oposición
Colapsada ya la coalición de Juntos por el Cambio, el kirchnerismo asoma como el principal afectado por la jugada oficialista de postular a Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema, aunque también atraviesa al macrismo en vías de reorganización y a un radicalismo atomizado
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La postulación oficial del cuestionado juez federal Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema pone a la dirigencia opositora ante un dilema complejo. Más allá del entusiasmo que en algunos produce ese magistrado con su historial de garante de un sistema al que Javier Milei definió como “la casta” y al que muchos otros mencionan con un sustantivo colectivo más profano, oriundo del sur de Italia.
Correr el riesgo de más fisuras internas de las que ya tienen o votarle al Presidente la manzana envenenada que les ofrece, es la disyuntiva dominante en el establishment político. Colapsada ya la coalición de Juntos por el Cambio, el kirchnerismo asoma como el principal afectado por la jugada oficialista. Aunque también atraviesa al macrismo en vías de reorganización y a un radicalismo atomizado. Los principios no solo compiten con la conveniencia, sino que lidian, ahora, con la supervivencia.
El caso del kirchnerismo es paradigmático y sintomático. Mientras Milei bombardea día tras día su iconografía y sus textos sagrados, Cristina Kirchner y los suyos no encuentran mucha más escapatoria frente a los avances oficialistas que la herramienta de la retórica, la dilación y algunos intentos de reconfiguración de sus relaciones.
Al margen de cualquier acuerdo en las sombras entre el oficialismo y el kirchnerismo (que no debe descartarse), la última fortaleza real y formal que le queda a la expresidenta se pone en juego a la luz del día con la postulación de Lijo y con la nueva ley miniómnibus que negocia el Gobierno.
Mantener la unidad de los bloques perokirchneristas en el Congreso es la principal preocupación de Cristina Kirchner, como le ha dicho a los muchos interlocutores que en los últimos dos meses ha sumado para tratar de expandir una voz cuyo volumen se achicó desde el fracaso de su tercer gobierno. En el Parlamento reside su poder remanente real y allí es donde el oficialismo está entrando a paso firme con el caballo de Troya criado en el haras La Generación (propiedad de la familia Lijo).
El apoyo que ha ido tejiendo el Gobierno tanto con varios gobernadores peronistas de los que dependen senadores sin autonomía como con algunos senadores duchos en maximizar sus márgenes de maniobra personal, pone en riesgo esa unidad tan deseada por el kirchnerismo. También amenaza con bajar la cotización de las acciones cristinistas, si la expresidenta no blinda rápido su espacio. Milei puede terminar comprando activos más barato de lo que se presume o se sospecha. Son las leyes del mercado.
El problema para Cristina Kirchner es que el blindaje pueda costarle más caro de lo que se ufanaba y pagarlo con una buena cuota del capital simbólico con el que mantiene la fidelidad de su núcleo duro. Milei no se la ha hecho fácil en los últimos días. Ya sea por intuición, efectos del sesgo ideológico o visión estratégica.
Después de sorprender con la intempestiva postulación de Lijo, para cuya consagración el Gobierno necesita sumar, como mínimo, 41 votos a los 7 de los senadores de La Libertad Avanza, el Presidente no hizo desde entonces ninguna concesión a la crucial primera minoría perokirchnerista, cuyo apoyo resulta imprescindible. Todo lo contrario.
En menos de una semana, Milei embistió, como nunca antes, contra la mayoría de los íconos K, como la defensa de los derechos humanos de las víctimas de la última dictadura, la cuestión de género y el aborto y hasta la memoria del mismísimo Néstor Kirchner. Nada más parecido a un ataque sistemático contra todos los cimientos de la catedral kirchnerista. Si no hubiera algunos reaseguros parecería una táctica suicida de Milei. Nunca hay que descartar la autoflagelación en política. Pero no sería este el caso.
El silencio o las tibias reacciones que sucedieron a la postulación de los candidatos para la Corte después de semejante andanada aumentan el estado de sospecha que sobrevuela sobre el kirchnerismo en estos días. Es un hecho el hambre de revancha de la expresidenta contra la actual mayoría del tribunal supremo que le ha sido adversa y la necesidad de mejorar su compleja situación judicial para no vetar la candidatura de un juez al que hace solo unos años ella acusó de violar su intimidad, como bien recordó esta semana Joaquín Morales Solá.
Esa podría ser hasta la mejor justificación desde la dimensión de la realpolitik que podrían esgrimir ante los propios tanto Cristina Kirchner como La Cámpora. Y hasta podrían incluir en reserva otras razones tanto o menos nobles. Pero lo que no podría admitir ni tolerar la expresidenta es poner en riesgo a sabiendas lo que le queda de poder real. De ello depende su propia supervivencia política (y quizá hasta su libertad personal) y la continuidad del espacio que aún lidera y otrora fue hegemónico.
El ejercicio de frecuentar a gobernadores y legisladores peronistas hecho durante estos primeros meses de gestión por funcionarios del Gobierno, que cuentan con vínculos precedentes, les ha revelado algunas ventanas de oportunidad a enviados del Presidente. En el oficialismo empiezan a constatar que buena parte de los supuestos guardianes de la fortaleza perokirchnerista están dispuestos a conversar y a escuchar ofertas del enemigo. También lo sabe la cúpula del kirchnerismo. Los anteriores años de sometimiento a un poder omnímodo y el asedio del ajuste de los últimos meses están teniendo consecuencias. La lealtad ocupa solo un día del calendario peronista. Y los barones del interior son expertos en supervivencia.
Sin embargo, la táctica entraña riesgos también para el oficialismo. “El tiempo no es solo un problema para nosotros sino también para el Gobierno. Con eso jugamos todos”, dice un veterano dirigente peronista para explicar los escarceos. El hermetismo o la ambigüedad que han tenido desde que se conoció la postulación de Lijo, así como en cada negociación por la ley madre que impulsa el Gobierno, refleja esa mirada táctica.
En ese plano juegan un rol clave la variable de la recesión en la paciencia social y la presión de los nada sensibleros funcionarios del Fondo Monetario Internacional y del Departamento de Estado de los Estados Unidos para que el Gobierno muestre sustentabilidad política y disipe los riesgos de conflictos sociales. Calidad por sobre cantidad de ajuste, según los términos de la ecuación que llamó a privilegiar el alto enviado del FMI Rodrigo Valdés.
“Hasta que el pliego de Lijo llegue al recinto faltan todavía varios meses y en ese tiempo pueden pasar todavía demasiadas cosas. No hay que apurarse. Además, esa postulación no es un tema que hoy le importe a la gente. No mientras no se sume a otros tropiezos del Gobierno. Aunque tenga más manchas que repasador de fonda, hoy Lijo puede pasearse por la calle sin que casi nadie lo reconozca ni le diga nada”, argumenta un veterano dirigente peronista.
El silencio juega con las necesidades y las urgencias. Y nada depende de una sola variable. De todas maneras, si el pliego del cuestionado juez federal llegara pronto al recinto, las apuestas indican que tiene chances elevadas de superar con creces los dos tercios de los votos. Además del perokirchnerismo, el radicalismo y el macrismo tienen motivos para no oponerse.
La no tan secreta cadena de favores que ha ido enhebrando el magistrado en sus dos décadas al frente del juzgado federal es de una solidez pocas veces vista. La ofensiva para mejorar sus posibilidades lanzada en los últimos días sobre políticos, empresarios y periodistas que se han mostrado renuentes o críticos frente a su postulación sorprenden hasta a los más avezados en estas lides.
Importantes jueces, dirigentes políticos, empresarios de los más diversos rubros y hasta famosos periodistas han asumido el rol de lobistas de Lijo para que bajen las prevenciones o los cuestionamientos. Algunos hasta ofrecen realizar comidas en sus reservadas y amplias residencias para que los reticentes conozcan personalmente al juez. Senadores de distintos partidos pueden dar fe de esas proposiciones. Para los malpensados, cabe señalar que no es tiempo de la famosa Banelco que minó el gobierno de De la Rúa. Ahora todo es más críptico (o más cripto).
El embate es de una dimensión y sus ejecutores de una diversidad tan amplia que permite abrir dudas sobre uno de los propósitos nodales que dice tener el Gobierno. Las iniciativas desregulatorias que postula para terminar con el entramado de intereses que predomina en la Argentina contrastan con el entusiasmo que muchos de los beneficiados por ese tejido opaco muestran en defensa de Lijo. La Corte es el último escalón para las controversias y para la preservación de los derechos.
Más colaboracionistas
Nada de todo esto es exclusivo del peronismo. El radicalismo y el macrismo tienen sus propios motivos (tanto entendibles como poco loables) para tocar casi la misma nota que el peronismo en el caso de Lijo.
Ya se sabe del influjo que en la UCR y en el PRO ejercen actores como Enrique Nosiglia, Emiliano Yacobitti y Daniel Angelici y de los vínculos que mantienen desde hace demasiado tiempo con el universo de Comodoro Py, donde Lijo reina.
Otro tanto ocurre con el mundo de los agentes de inteligencia, cuya influencia y poder parece haber vuelto remozado, así como la vigencia del famoso Antonio “Jaime” Stiusso en la gestión de Silvestre Sívori al frente de la AFI, con el padrinazgo del silente y poderoso jefe de Gabinete, Nicolás Posse, a quien parece deslumbrar cada vez más la inteligencia propia y ajena.
Los temores y las sospechas de ser escuchados no son patrimonio de los opositores. Más allá del microcírculo intimo presidencial, en buena parte de los funcionarios y legisladores oficialistas cunde la presunción (cuando no la certeza) de que sus conversaciones e intercambios son monitoreados. Algunos de los funcionarios que fueron eyectados prematuramente de sus cargos dicen tener semiplena prueba de que perdieron su trabajo por la manipulación de algunas charlas privadas que habrían sido registradas subrepticiamente. Una vieja afición de gobiernos con pretensión revolucionaria y complejos de inferioridad.
Pero hay más que razones oscuras. También asoman justificaciones pragmáticas (o atajos morales). “Es preferible alguien del sistema antes que un outsider o un súbdito, como fue [Julio] Nazareno de Menem. La política tiene que tener interlocutores en la Justicia”, argumentó un veterano y respetado dirigente radical con profundo conocimiento del Poder Judicial ante algunos legisladores de su partido con menos rodaje, que valoran su expertise en esa materia.
Pero, como en el peronismo, a eso se suma la renovada disputa interna, que sobresalió hace dos semanas cuando la mayoría del bloque radical dejó casi en absoluta soledad al presidente del partido, Martín Lousteau, que votó contra el DNU de Milei.
La nueva ley microómnibus del gobierno, aún más que la candidatura de Lijo, podría reponer y agravar esas fisuras. Por eso, algunos legisladores se proponen crear una mesa de coordinación que incluya una instancia entre las bancadas de Diputados y Senadores para tratar de alcanzar posiciones acordadas. En esta corta semana hubo contactos iniciales en tal sentido con Lousteau y los jefes de las bancadas de las dos cámaras, Eduardo Vischi y Rodrigo de Loredo, con aporte del bonaerense Maximiliano Abad. El miedo a que la atomización haga galopar los caballos de Troya del oficialismo no es zonzo.
Otro tanto esta ocurriendo en el seno del macrismo. La recuperación del partido por parte del fundador Mauricio Macri es apenas un paso para tratar de sobrevivir al tsunami Milei que arrasó con sus playas. Será un largo proceso.
Ya asoman diferencias de criterios sobre el posicionamiento a adoptar frente a Milei. Los riesgos de ser abducidos disparan nuevas alarmas. El jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, ya ha planteado la conveniencia de apoyar al Gobierno sin dejar de marcar algunas diferencias. Junto con otros, cree que, así como en la derecha liberal hubo un premileísmo, puede haber un posmileísimo y no quiere dejar vacante ese espacio.
El fundador tiene dudas. A su alrededor pululan los que están esperando una oferta del Gobierno para subirse y los que presumen de un acuerdo más amplio para sumar su aporte, como el jefe del bloque de diputados Cristian Ritondo. Nada casualmente el diputado tiene viejos lazos con Ariel Lijo, como le consta al prejubilado ministro de la Corte Juan Carlos Maqueda.
Milei acorrala a los opositores que no encuentran salidas fáciles. Demasiadas puertas y vínculos con la sociedad se las cerraron y se las cierran ellos mismos. Y sus intereses.
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