La dura carta de Hugo Moyano que cruzó la línea de la advertencia
El jefe camionero les enumeró por escrito reclamos al Presidente y a Kicillof; se quejó “por la indiferencia” y presiona para recuperar beneficios impositivos para el transporte de cargas
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Como nunca antes le había sucedido en su rol de aliado privilegiado de cualquier gobierno de turno, Hugo Moyano comenzó a experimentar un debilitamiento en su imperio camionero. Se estancó la registración de choferes y en lo salarial insiste en que no alcanza solo con empatarle a la inflación. La obra social, una de las principales usinas de los negocios familiares y gremiales, perdió fluidez y estaría en rojo.
Lo extraño es que esta vez su reclamo no tronó en la calle con una movilización multitudinaria ni fue un desafío al poder través de los medios. Advirtió sobre su malestar con una durísima carta de 15 puntos dirigida a Alberto Fernández, que ingresó a la mesa de entradas de la Casa Rosada el 4 del mes en curso, hace más de tres semanas. Desde entonces no se hablan. Se abrazaron de ocasión en el homenaje a Néstor Kirchner, el miércoles último, en Morón. Nada más. Moyano ya no le encuentra sentido a recorrer con el Presidente a bordo del carrito de golf las callecitas de la quinta de Olivos.
En su mensaje, el jefe de los camioneros manifestó por escrito su preocupación por la situación socioeconómica, pero sobre todo victimizó a su gremio al argumentar que es “la variable de ajuste del famoso costo logístico argentino”. Reclamó por los subsidios que ya no están y por los alcances del impuesto a las ganancias. Pasó factura por haber mantenido a los camioneros en las rutas durante los peores meses del aislamiento por la pandemia y le recordó a Axel Kicillof haber contratado a sueldo a mil profesionales en la obra social para montar 330 camas de cuidados intensivos en el Sanatorio Antártida con el fin de reforzar el sistema sanitario bonaerense.
Divulgada inicialmente por el portal Letra P, la carta de Moyano refleja una mezcla de fastidio y decepción con la gestión presidencial, sobre todo con el ministro de Transporte, Alexis Guerrera, que prefiere por ahora el silencio. Guerrera heredó el cargo del fallecido Mario Meoni con un secretario de Planificación de Transporte que proviene del gremio de los camioneros. Se llama Gastón Jaques y es familiar directo de Omar Pérez, uno de los dirigentes de mayor confianza de los Moyano. La tropa propia alcanza para tener influencia, pero no es suficiente.
Moyano se quejó de la “acostumbrada indiferencia”, dijo que “nada se soluciona” y que “se busca dilatar cuestiones con respuestas genéricas y difusas”. A Guerrera los Moyano le picaron el boleto. Pasó lo mismo con Claudio Moroni (Trabajo) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), a quienes también el jefe camionero les destinó críticas por escrito.
La carta del sindicalista puede interpretarse como un ultimátum al Gobierno para que priorice sus demandas sectoriales, barruntan dirigentes gremiales, empresarios del transporte y un funcionario que frecuenta a Moyano. Una de las preocupaciones centrales y que fue omitida en la carta, aunque no en sus charlas privadas con el Presidente, era el levantamiento de la quiebra de la empresa postal OCA, que finalmente se concretó 12 días después del reclamo por escrito a partir de gestiones oficiales y del aporte millonario de un empresario cercano a Cristóbal López. En OCA se desempeñan 6060 empleados, de los cuales unos 5800 son afiliados a Camioneros.
Beneficios impositivos
La presión de Moyano es ahora por sacar una mejor tajada de lo que se reparte del impuesto al gasoil y evitar que se privilegie a los colectivos y trenes de pasajeros. Presiona además para reinstaurar el régimen de fomento de la profesionalización del transporte de cargas (Refop), eliminado por Cristina Kirchner y que compensaba a los empresarios con una devolución de lo pagado en concepto de contribuciones patronales a la seguridad social. En tándem con el gremio, las tres cámaras del transporte de cargas le acercaron en persona un pedido similar al Presidente y al Ministerio de Transporte. Nunca hubo una respuesta.
En la búsqueda de atajos para conservar su poder, Moyano selló un novedoso acuerdo con Sergio Sasia, el reemplazante de José Pedraza en la Unión Ferroviaria. Sasia llegó con la venia del camionero al sillón de mando de la influyente Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte.
La alianza es a dos bandas. La primera se trata de jugar en bloque en el ajedrez sindical y equilibrar fuerzas con “los Gordos” en la nueva CGT que se viene. La segunda consiste en optimizar la logística del transporte de cargas de larga distancia con un plan multimodal entre el camión, el tren y el barco. Se montó un centro de transbordo en Palmira, Mendoza, como prueba piloto del trabajo en equipo entre camioneros y ferroviarios, y se hará otro en Güemes, Salta. El próximo paso, quizás el más ambicioso, será acordar con los gremios que tallan en el polo agroexportador de Rosario, la boca de salida de las exportaciones que se canalizan por la estratégica Hidrovía Paraguay-Paraná.
La distribución interna en el país del 95% de las mercaderías se hace a partir del transporte automotor de cargas, según fuentes del sector. Moyano le abre ahora el juego a Sasia con la intención de ganar en productividad y en volumen de cargas transportadas, lo que repercutiría en mejoras salariales para su tropa. Pero también busca lograr un blanqueo laboral de los choferes. Las cámaras empresarias y el gremio detectaron altos índices de informalidad en las provincias.
Moyano se contuvo por el momento de llevar sus diferencias con el Gobierno al campo de la confrontación. Lo frenan el calendario electoral y el estado de agitación que se respira en el peronismo. Le aconsejaron sindicalistas y familiares tragar la bronca y esperar a las consecuencias que deriven del resultado en las urnas, dentro de dos semanas.
Como otros de sus colegas de la CGT, sugirió en privado una suerte de refundación del PJ con gobernadores, intendentes y sindicalistas como contrapeso a La Cámpora. Esas charlas se dan en despachos sindicales y en los encuentros con el jefe de Gabinete, Juan Manzur. El tucumano fue por primera vez apuntado esta semana por los gremios: desconfían de que haya presionado a Marco Lavagna para flexibilizar las mediciones de la inflación que releva el Indec.
Los nexos con la oposición
La inquietud de la derrota electoral del Frente de Todos renovó la preocupación de Moyano por lo que pueda ser un eventual regreso al poder del macrismo. Salió públicamente a atacar al expresidente y a rechazar las intenciones opositoras de impulsar una reforma de la legislación laboral. “Durante el gobierno de Macri hubo una persecución judicial, es lógico que no quiera saber nada”, explicaron desde su entorno las reacciones vehementes contra el jefe de Pro.
En paralelo a esta disputa, Moyano mantiene los puentes con Diego Santilli, el primer candidato de la oposición en la provincia de Buenos Aires. Santilli pacta desde hace años con Hugo y Pablo los contratos por la recolección de residuos en territorio porteño. Su aspiración de ser gobernador y desbancar a Kicillof en 2023 lo podría hacer mostrar otra carta en la negociación con los camioneros: prometer llevar a los municipios bonaerenses el modelo de recolección de la Ciudad. Los Moyano recuperarían así el servicio en intendencias que delegaron las tareas en empleados municipales y que dieron de baja sus contratos con Covellia, una empresa a la que se vincula desde hace mucho tiempo con el moyanismo.
A pesar de conocerse desde hace años, la relación entre Santilli y los Moyano está hoy guiada por la desconfianza. Se miran distantes por la pulseada electoral, pero el vínculo se tensó después de un intento de recortar el servicio de recolección en la ciudad, en el que se desempeñan 6300 camioneros y cuyo contrato anual rondaría los $30.000 millones. Horacio Rodríguez Larreta apuesta a las gestiones de Santilli para encarrilar la relación y en su entorno reconocieron que hay buen diálogo con los gremialistas y que no corre peligro el acuerdo que mantienen por el servicio porteño.
El regreso a la CGT
Como parte de su estrategia para conservar poder e influencia, Moyano reincorpora a Camioneros a la CGT. La unidad que se viene es parte de la contribución gremial a la agitada turbulencia que sacude al peronismo. Pero también es una reacción de la corporación sindical a un contexto de incertidumbre inflacionaria y cambiaria. El termómetro de los sindicalistas no falla y suele anticiparse a las peores crisis.
El proceso de reunificación se coronará el 11 del mes que viene. Ese día nacería un nuevo triunvirato, con Héctor Daer, Pablo Moyano y Antonio Caló en la conducción. El reparto no fue al azar: se contemplaron el peso y la jerarquía de cada sector. Habrá representación de los gremios de servicios, del transporte y de la industria.
A través del sindicalista de curtidores y diputado nacional kirchnerista Walter Correa, se intentó modificar la fecha de la renovación de autoridades para después de las elecciones legislativas. Hubo un rechazo absoluto a la propuesta. Detrás de la maniobra, en la cúpula de la CGT identifican la mano de Máximo Kirchner.
El 11 del mes próximo el hijo de Cristina Kirchner estará atento al surgimiento de la nueva central obrera, pero también mirará de reojo lo que suceda en un despacho judicial ignoto del fuero civil y comercial. Ese mismo día vence el plazo para que el Estado avale o desconozca las objeciones presentadas por dos abogados ligados a la izquierda contra la fusión Telecom-Cablevisión por las presuntas violaciones de la ley de ética pública en las que habrían incurrido funcionarios macristas al validar la alianza comercial, concretada en 2018. El mercado de las telecomunicaciones fue siempre un desvelo para el kirchnerismo.
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