La diplomática que soñó con la sede propia
Alicia Martínez Ríos, representante en la OEA, vive en una residencia de U$S 1.300.000, en EE.UU.
WASHINGTON D.C.- Es la Casa Rosada, pero no queda en Balcarce 50 de Buenos Aires, sino en Wyoming 2132, de esta ciudad. Kalorama se llama el barrio. Allí, entre árboles que trinan en inglés, flamean banderas de embajadas varias. La argentina está cerca, en Dupont Circle, a la vuelta de la misión ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
En la casa, pintada ahora su fachada de rosa tenue, vive Alicia Martínez Ríos, la representante de nuestro país ante ese organismo. La compró hace poco más de un año en 1.300.000 dólares.
"Valía 2 millones, pero ofrecí 1.100.000; bajamos a 1.695.000, me planté en 1.200.000 y, finalmente, aunque la Sigen (Sindicatura General de la Nación) haya fijado un precio testigo de 1.400.000, acordamos por ese monto", explica a La Nación en el living.
Es la tercera operación inmobiliaria de Martínez Ríos desde que comenzó su carrera diplomática, en 1989. En sus destinos anteriores, San José, Costa Rica, desde ese año hasta 1992, y Montevideo, Uruguay, desde 1992 hasta 1995, también adquirió propiedades. En todos los casos, a nombre del Estado.
La casa actual tiene escaleras de piedra que desembocan en cuatro pisos: un subsuelo (llamado basement), planta baja y dos arriba. Living, comedor y cocina, todo muy amplio. Nueve habitaciones, con sus baños respectivos. Jardín y entrada de garaje en el frente y, en los fondos, patio y otra casa, más pequeña, de dos cuartos. En total, cerca de 800 metros cuadrados.
"Es mejor una inversión antes que un gasto -sostiene Martínez Ríos-. Un alquiler es siempre una pérdida. Cada vez que llegué a un destino tuve que acondicionar las casas en las que vivían los anteriores embajadores y lidiar, habitualmente, con la falta de presupuesto." En Washington, después de vivir con su hija Marina, 26 años, estudiante de la American University, en la casa de la calle Wyoming, donde residieron sus antecesores ante la OEA Juan Pablo Lohlé y Hernán Patiño Mayer (6000 dólares mensuales de alquiler), Martínez Ríos se mudó a otra de Georgetown (U$S 7000), el vecindario más tradicional de la ciudad. Allí vivió, entre otros, John Kennedy.
Un decreto, el 650, de junio de 1996, por el cual se autoriza a los embajadores y cónsules a comprar oficinas y residencias en el exterior por un monto global de 50 millones de pesos, avaló el año que invirtió, mientras tanto, en la búsqueda de la nueva propiedad.
"Es ventajoso transformar el gasto destinado al pago de arrendamientos, que se ha venido realizando desde la creación de las representaciones que no cuentan con edificio propio, en convenientes inversiones en la compra de inmuebles", reza el decreto en sus considerandos.
La cuota por la compra de la casa de la calle Wyoming es de 9767 dólares por mes, pagaderos a 30 años. El First Union Bank financió el ciento por ciento de la operación, con un interés de un 8,25 por ciento anual para los primeros cinco.
"Es como si pagara un alquiler -indica Martínez Ríos-. No hicieron el decreto para mí (está firmado por el canciller Guido Di Tella y por el ex ministro Domingo Cavallo). Sé que el embajador en Irlanda también compró una casa a través de él. Ahora, quien venga aquí sólo tendrá que traer sus adornos y sus cuadros."
Amigos son los amigos
La casa era propiedad de un norteamericano que reside actualmente en California. Uruguay, según cuenta Martínez Ríos, estaba interesado en alquilarla para su embajador por 10.000 dólares mensuales.
Los muebles son made in Argentina, como la sucesión de fotos de Martínez Ríos con Carlos Menem. Se conocen desde los tiempos en que el Presidente estaba detenido en Las Lomitas. Ella actuaba entonces como su abogada defensora.
"Tenemos una excelente relación -afirma-. Impera entre nosotros una gran confianza y una lealtad mutua. La mejor forma de ayudarlo no es llamarlo cuando una tiene una dificultad, sino hacer lo mejor posible en el área para la que fui designada." Martínez Ríos, a diferencia de otros diplomáticos, tiene contacto directo con Menem. "Si quiero hablar con él, y él puede atenderme, hablo con él", refrenda.
Esto, por tratarse de una embajadora política, crea algún que otro malestar entre otros miembros del Gobierno, sobre todo los diplomáticos de carrera. Haber tenido oportunidad de elegir sus destinos, también. "Llevo ocho años en esto y, en la OEA, me considero brava", subraya.
Requisitos de vivienda
En la residencia de un embajador, según ella, debe haber una recepción integrada (vestíbulo, living y comedor) y debe prevalecer la privacidad entre el área social y los dormitorios.
"El comedor es fundamental -agrega-. Debe tener capacidad para no menos de 18 personas. Todo esto decorado con estilo, con sobriedad. Es vital dar una buena imagen del país cuando se ofrecen cócteles y comidas. En esas reuniones se debaten temas muy importantes." De la decoración y de los arreglos se ocupó un arquitecto enviado por el Gobierno.
"Está bien, para que haya uniformidad y para que no quede nada librado al gusto de quien viva aquí -admite Martínez Ríos-. Yo prefería que el frente fuera de otro color, blanco, pero me aconsejó el rosa, y así se hizo." En San José, Martínez Ríos promovió en 1990 la compra de la residencia del embajador, por 350.000 dólares. Queda en Lomas de Ayarco, barrio de embajadas también. Tiene 2000 metros cuadrados, de los cuales 900 están cubiertos.
La operación, con una financiación a cinco años y tres meses de plazo, se pactó con cuotas mensuales de 8000 dólares, cara y cruz con el alquiler de 6000 que pagaba entonces. "En 1992, cuando fui trasladada a Montevideo, ya se había duplicado su valor -señala Martínez Ríos-. Hoy pertenece al Estado."
Otro tanto sucedió en la capital uruguaya: "El edificio de la avenida Agraciada, en donde funcionaban la residencia y las oficinas del embajador, tenía serios problemas estructurales que requerían urgentes reparaciones -consigna-. El anterior embajador, Benito Llambí, había solicitado en forma reiterada que se autorizaran los arreglos, pero ello representaba una inversión superior al millón de dólares" .
Anhelo de larga data
Fue construida en 1882. Desde 1980 no había sido remozada y, según Martínez Ríos, sólo en calefacción se gastaban 3000 dólares mensuales debido al uso de un equipo obsoleto.
Entonces, según relata, se mudó temporalmente a una residencia del barrio Carrasco, con un alquiler mensual de 3500 dólares. Las oficinas, a su vez, comenzaron a funcionar en el Palacio Maihlos, ubicado en Cuareim 1470, a una cuadra de la Cancillería de Uruguay.
El dueño, Jorge Maihlos, llevaba cuatro años sin poder venderlo. Ponía como condición que el nuevo propietario fuera el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay o una embajada.
Lo compró finalmente la Argentina por 620.000 dólares. "Fue tasado en 900.000 por la Sigen", aclara Martínez Ríos. El gobierno uruguayo recibió en comodato la casa de la avenida Agraciada, con la condición de que se hiciera cargo de las refacciones y del mantenimiento, para que se instale en ella la Secretaría del Mercosur.
En Washington, según Martínez Ríos, su antecesor inmediato, Patiño Mayer, intentó vanamente adquirir una propiedad. Pero no pudo debido a los trámites engorrosos derivados de las leyes entonces vigentes .
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