La descoordinación en el equipo económico complica el manejo de la crisis
La contraposición de criterios a la hora de tomar decisiones, la avanzada de Feletti y su relación con Guzmán y Kulfas, y las medidas electorales que complican el futuro
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Alberto Fernández fue claro en su mensaje: acordar con los empresarios era un gesto que el Presidente buscaba por los efectos dinamizadores, como por ejemplo en la negociación con el FMI, y para recuperar algo de la magullada confianza que perdió con los hombres de negocios. Del otro lado del teléfono, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, se comprometió a lograrlo. Incluso, le anticipó a Fernández que las conversaciones eran positivas.
Pero todo cambió en menos de 24 horas. Feletti, sin avisar, anunció el congelamiento de precios, lo que derivó en una nueva crisis que obligó al Presidente y a su jefe de Gabinete, Juan Manzur -un acuerdista empedernido que también anunciaba en privado los avances de las charlas con los empresarios-, a tener que defender en público una medida con la que no comulgan y que se resolvió en la terminal de poder que domina la vicepresidenta Cristina Kirchner. El episodio sucedió hace exactamente una semana.
La falta de coordinación que atraviesa al área económica expone las debilidades y amenaza con acrecentar la crisis. Los problemas se acumulan y cada funcionario aplica sus recetas en solitario. Todas las medidas tienen el mismo objetivo: recuperar el terreno en la pelea electoral o, al menos, recortar la ventaja que sacó Juntos por el Cambio en las PASO.
El cortoplacismo es rector de todas las decisiones. Después del 14 de noviembre, fecha de las elecciones legislativas, se revisará todo lo que se anunció desde el terremoto electoral del 12 de septiembre, según admiten en importantes despachos de la Casa Rosada.
El inesperado resultado de las primarias produjo un cisma político que trastocó la organización interna de un Gobierno que ya gestionaba de manera bifronte en la cúpula del poder, muchas veces improvisada y con loteos en prácticamente todos los ministerios.
Si anteriormente, en el staff del gabinete económico, los ministros (que responden a Alberto Fernández) y las segundas o terceras líneas (cercanas a Cristina Kirchner) interactuaban desordenadamente entre sí, ahora esa coordinación dejó de existir. Las primeras líneas abandonaron el protagonismo de la gestión económica.
El último cambio expuso el nuevo funcionamiento. Roberto Feletti es secretario de Estado, pero se mueve como un ministro. Fue designado por el presidente Alberto Fernández, decisión que llevó adelante el jefe de Gabinete, Juan Manzur, pero reporta a Cristina Kirchner.
El diálogo con su jefe en los papeles, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, es solo un acto puramente formal. Y con Martín Guzmán, el ministro de Economía, solo tuvo una charla protocolar. Su presencia el último jueves en la reunión de la mesa de campaña que protagonizó el consultor catalán Antoni Gutiérrez-Rubi en la Casa Rosada dejó en claro quién tiene, hoy por hoy, protagonismo de las decisiones económicas que afectan el bolsillo.
Kulfas, que con arduas negociaciones tardó casi un año en desarmar los Precios Máximos que nacieron en pandemia -un logro en la relación con las empresas en los últimos meses-, ve ahora como Feletti reinstaura a la criatura por pedido de la vicepresidenta. Esto suma presión a los vínculos oficiales con el empresariado, pese a la simulación de buena sintonía que el jefe del Estado buscó ofrecer en la Casa Rosada con ocho empresarios de primer nivel.
Feletti, un soldado cristinista y de La Cámpora, se sumó así Federico Basualdo, el subsecretario de Energía en el juego de las grandes decisiones económicas. Si Feletti se encarga de los precios de los alimentos, Basualdo está a cargo de las tarifas de los servicios públicos.
Guzmán ya no sólo tiene intervenida su botonera macroeconómica en el mundo de la energía, sino que ahora debe aceptar las modificaciones de los proyectos de Presupuesto y de Hidrocarburos. Este último lo presentó con el Presidente frente a los principales petroleros del país afirmando que era el logro de un importante consenso entre los sectores. Probablemente no incluía al kirchnerismo; así el futuro de Vaca Muerta sigue siendo incierto.
La salida de Cecilia Todesca de la Casa Rosada fue un duro golpe para el Presidente. La exvicejefa de gabinete, quien partió con Santiago Cafiero al Palacio San Martín, era una pata clave del “albertismo económico”. Hoy Fernández no tiene un bastonero cerca de su despacho.
En medio de los desbarajustes de gestión, el Gobierno cerró otra semana negativa en términos económicos. El dólar blue alcanzó su récord histórico –trepó $4 y el viernes se conseguía a $195–, y lo mismo ocurrió con el Riesgo País, que volvió a su máximo desde la reestructuración de la deuda con los privados, en medio de la desconfianza creciente del sector privado.
A eso se sumó la polémica decisión del congelamiento de precios, única receta que puso en marcha la Casa Rosada con el objetivo de frenar la inflación en ascenso en campaña tras meses de atrasar el dólar oficial y las tarifas sin resultados visibles. La suba de precios de septiembre fue de 3,5% y en las dos primeras semanas de octubre se intensificó. El próximo IPC se conocerá el 11 de noviembre, tres días antes de la elección de medio término.
El complejo escenario organizacional desalineó la política y alteró aún más las expectativas del sector privado, que ahora no sólo no observa un rumbo claro, sino que perdió totalmente las coordenadas de qué interlocutor debe proveer ese mapa hacia adelante.
Por si fuera poco, la mayor descoordinación llegó también a la negociación con el FMI. ¿Sigue siendo “el ministro de la deuda” [como algunos funcionarios describen con malicia a Guzmán] el único en esa negociación? El viaje del jefe de Gabinete, Juan Manzur, fue un intento de “tutelaje” para un ministro que está desgastado ante las miradas de los inversores.
En medio de este escenario de “sálvese quien pueda” Guzmán y Kulfas aparecen hoy más atentos a resolver los pedidos de la vicepresidenta que a gestionar, algo que dejaron en manos de los delegados del kirchnerismo duro, como Feletti, tributo a tiempos de Guillermo Moreno.
Ninguno de los ministros del área económica salió a expresarse sobre la decisión del congelamiento. Silencio ante el avance cristinista. “Son medidas para parar la pelota y discutir en serio”, se escucha decir en los pasillos de esos ministerios, pese ni Kulfas ni Guzmán creen que sirvan para frenar la inflación. El primero viene de desarticular su propio congelamiento; el segundo tiende a creer en su fuero interno que la suba de precios es un problema de desequilibrios macro al que se alinean las expectativas de los actores económicos.
En esos pasillos del Palacio de Hacienda ya aprendieron que ventilar las diferencias con el cristinismo atenta contra el “modo supervivencia” en el que están todos los miembros del gabinete económico, sobre todo en campaña electoral. “Ni aquí ni en ningún lugar del mundo podés salir a disentir con un colega del gabinete en momentos de crisis. Porque las ahonda, lejos de solucionar nada. Después se calibrará más fino”, dicen. Son lecciones del “affaire Basualdo”, del audio de Fernanda Vallejos y, claro, de las cartas de Cristina Kirchner.
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