La definición del gabinete: compensan a Sergio Massa con Transporte y Alberto Fernández se desmarca de Hugo Moyano
Quienes pusieron bajo examen la personalidad de Alberto Fernández detectaron ayer una peculiaridad inesperada: la ironía. Para compensar a Sergio Massa por las innumerables frustraciones en el armado del nuevo gabinete, le regaló un caballo de Troya: Mario Meoni, cofundador del Frente Renovador, será el ministro de Transporte. Es decir, a Massa le encargaron un conflicto, que es donde desemboca la relación de todos los gobiernos con Hugo Moyano.
El secretario general de los camioneros pretendía ubicar allí a Guillermo López del Punta, el mismo candidato que no aceptaron designar Néstor Kirchner en 2003 ni Mauricio Macri en 2015. Es una de las determinaciones que tomó el nuevo presidente en las últimas horas, para regular sus vinculaciones con el universo sindical.
Massa había acordado con Alberto Fernández y Máximo Kirchner un reparto de poder en el que se quedaba con Transporte. Un beneficio obtenido después de que, desde el Instituto Patria, se vetara a Florencio Randazzo o a cualquiera de sus representantes. Circuló entonces para esa posición el nombre de Raúl Pérez, quien estaría subordinado a Gabriel Katopodis, el ministro de Obras Públicas. Pero Katopodis lo rechazó. A pesar, o a raíz de que, ambos se conocían por su militancia en el Frente Renovador.
Así llegó Meoni, un pacifista extremo, a quien un amigo calificó como "más bueno que Lassie". O que Dylan. Psicología ideal para lidiar con Moyano, quien sigue mascullando su resentimiento. Tampoco le concedieron los lugares que pretendía en el Congreso. Si su hijo Facundo entró a la lista de diputados, fue por su amistad con Felipe Solá, no por su filiación. En el caso de López del Punta había una contraindicación objetiva: en los años ’90, fue un subordinado del diputado Raúl Álvarez Echagüe, el suegro del actual ministro de Transporte, Guillermo Dietrich.
Moyano soporta la humillación en silencio, porque todavía quedan sin satisfacer dos cláusulas del contrato imaginario que él pretendía firmar con el nuevo presidente: un cargo en la Enacom, el organismo de control del sistema de comunicación que tiene competencia sobre los correos y una solución económica para OCA, una empresa que el sindicalista cuida como si fuera propia. Alguien que lo conoce muy de cerca explica: "El ‘Negro’ está inquieto porque se quedó sin caja en el sindicato, en la obra social y en Independiente".
El estado de ánimo de Moyano es un dato relevante: Fernández necesita mantener el orden sindical para celebrar el acuerdo económico y social con el que espera, por un tiempo, controlar la inflación. Un pacto que requiere, de un modo u otro, suspender las paritarias. Y modificar la fórmula de ajuste de las jubilaciones.
Meoni proviene de las filas del denominado Radicalismo K, fundado en 2006 por Julio Cobos después de una negociación del actual y futuro titular de la UCR, Alfredo Cornejo, con el presidente electo. Intendente de Junín, el inminente ministro siguió a Cobos en su entredicho con Cristina Kirchner, hasta que se sumó al Frente Renovador de Massa.
La honestidad de Meoni está fuera de dudas. Se encargó de demostrarla Pablo Petrecca, el rival de Cambiemos que le arrebató la intendencia de Junín: lo revisó de arriba abajo pero no le encontró ninguna irregularidad escandalosa. Massa tiene con él una relación tan estrecha que, hasta hace pocas horas, lo imaginaba al frente de la Secretaría General de la Cámara de Diputados. Es el lugar desde donde se manejan los grandes números de la administración. Los más pequeños están a cargo de la Secretaría Administrativa, que Massa cedió a La Cámpora: allí estará Rodrigo "Rodra" Rodríguez, un íntimo del joven Kirchner. Rodríguez será el encargado de administrar pasajes, designaciones, pensiones y subsidios. Los diputados se encargarán, por lo tanto, de demostrar lo que ya se sabía: que la pasión del hijo de la nueva vicepresidenta por la PlayStation siempre fue una leyenda urbana.
Alberto Fernández hizo con la designación de Meoni un saludable gesto de autonomía respecto de Moyano. El mismo criterio adoptó en relación con el conjunto de los gremialistas en el área de Salud, que a ellos les interesa mucho más que las regulaciones laborales. Hasta ahora, la Superintendencia del sector estará a cargo de un hombre de Arnaldo Medina, quien secundará en Salud a Ginés González García: el superintendente será Sebastián Bideberripe. La genealogía de Bideberripe es interesante: es el hijo de Mirta Díaz, la exsecretaria de Industria, y adversaria, de Débora Giorgi, en el Ministerio de Producción. Díaz actuó siempre bajo el padrinazgo de Aníbal Fernández, igual que el actual ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica. Esta alquimia permitió que Bideberripe se haya desempeñado como secretario de Coordinación Administrativa de Sica. Este Ministro es, en sí mismo, una política de Estado.
La Superintendencia de Salud es un área sensible para Fernández. En tiempos de Néstor Kirchner, él había designado allí a su íntimo amigo Héctor Capaccioli, que terminó enredado con las donaciones de las droguerías traficantes de efedrina a la campaña de Cristina Kirchner del año 2007. Cappaccioli está procesado por el juez Ariel Lijo, quien se precia ante sus colegas de ser el mejor amigo de Fernández en los tribunales de Comodoro Py. Un inconveniente sarcasmo de Lijo, que no creyó necesario subir en su investigación por la escala jerárquica.
Con Bideberripe queda fuera de carrera David Arruachán, presidente del Grupo Unión Personal, empresas de UPCN, el sindicato del "Centauro" Andrés Rodríguez. Más allá de no incurrir en la improcedencia de designar como controlador a un empleado del controlado, al encomendar la Superintendencia a las autoridades políticas del Ministerio, Fernández toma una decisión histórica: quita el sistema de salud de las manos de José Luis Lingeri, "Mr. Cloro", que fue quien, de un modo u otro, reinó sobre esa área desde los tiempos de Carlos Menem. "Cloro" Lingeri carga con dos mochilas. Una es la investigación sobre los contratos de Odebrecht con AySA, la empresa de aguas que también ha manejado en tiempos de ambos Kirchner. El otro, más delicado, es su estrechísima relación con Silvia Majdalani. Muchos gremialistas le adjudican algo que él, por supuesto, niega: haber asesorado a la segunda de la AFI en lo que esos dirigentes consideran una persecución clandestina del espionaje de Macri. La proximidad de Lingeri con el gobierno de Macri terminó contaminando a su amigo, el "Centauro" Rodríguez.
La designación de González García en Salud implica también un gesto de independencia de Fernández en relación con una trama de poder que, liderada por el empresario farmacéutico Hugo Sigman, y el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, pretendía controlar el área a través de Pablo Yedlin, alter ego de Manzur. Este bloque cometió un error político. Sigman, gran caudillo de los laboratorios nacionales, aconsejó la incorporación de Manzur al gobierno en una entrevista con Jorge Fontevecchia. Fue un pedido casi simultáneo a una declaración audaz del tucumano: "Aquí está el nuevo jefe del PJ, porque Cristina es el pasado", dijo, ante la UIA de la provincia, señalando a Alberto Fernández. En estos días se está demostrando que la expresidenta es el presente y el futuro. Es probable que ella haya sido decisiva en este cambio de planes para el sector Salud. Algunos contratos con operadores de prensa -de esos que Fernández pretende desterrar- y con viejos agentes de inteligencia retirados habrían jugado en contra de Sigman y Manzur.
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