La curiosa historia de la denuncia a Boudou que reflotó Oyarbide
La hizo un ex carapintada que dice haber escuchado en un bar cómo era el supuesto negociado
"Y sí, si Oyarbide se queda con la causa y lo hace mal, lo lamento. Pero yo denuncié todo esto cuando Boudou todavía no aparecía metido. Lo hice porque me dio bronca la impunidad con que estos tipos decían que se iban a quedar con un negocio de 230 palos en tongo con los capos de la AFIP y reclamaban su parte", dice Jorge Orlando Pacífico, el otro denunciante del vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone. O, en rigor, el primer y reaparecido denunciante.
Pacífico vive en Mataderos, pero pide a LA NACION que no precise la dirección exacta. "Ya me pegaron dos tiros en el auto y siguieron a mi hija. Me la banco, pero no quiero poner en riesgo a mi familia", dice, sentado en el living de su casa, con la pierna derecha extendida. Quedó cojo, con problemas en sus oídos y la cicatriz de una esquirla en la cabeza a raíz de su paso por la guerra de las Malvinas.
Sargento y buzo táctico del Ejército, ex entrenador de comandos y de las fuerzas especiales de la Gendarmería y de la Policía, pasó a retiro en 1987, por carapintada. "Estuve en Campo de Mayo, a la derecha de Aldo Rico", confirma. Y años después fue detenido en la causa AMIA como supuesto miembro de una banda que robaba armamento de cuarteles militares -"me comí casi un año adentro gratis porque no tenía nada que ver"-, pero lo peor no fue eso.
Ahora Pacífico sabe que hasta sus amigos le reprochan que haya ratificado su denuncia, lo que le abrió la puerta al juez federal Norberto Oyarbide para intentar quedarse con la causa. La causa contra Boudou por el caso Ciccone está hoy en manos del fiscal federal Carlos Rívolo, pero Oyarbide podría unificar la investigación si prueba que su expediente es anterior.
Se habla, y Pacífico lo sabe también, de dinero. "Mirá cómo vivo. Yo no trabajo para nadie, no busco un negocio, ni tengo filiación política desde que lamentablemente Rico destruyó el Modín. Yo sólo denuncié lo que escuché y lo que vi, y mi primera denuncia fue en abril, cuando nadie hablaba de Ciccone", desafía.
Pacífico cuenta que tiene una oficina en Liniers, pero como se suele mover por la zona de plaza Lavalle, desde hace 12 o 13 años usa el bar Tribunales Plaza, de Talcahuano y Tucumán, como centro de operaciones. Escoge su mesa, dice, según qué amigos estén, y que cuando va con su laptop, se sienta en una en particular, con un enchufe a la derecha. Así fue cómo escuchó lo que comentaban en la mesa de atrás. Y tomó nota, dice, de lo más llamativo. "Un tipo reclamaba su comisión y amenazaba con ir a los medios para contar todo", afirma.
-¿Contar qué?
-No sé, lo que escuché fue que el tipo les exigía su parte a los otros dos que estaban con él por hacer el contacto con altos funcionarios de la AFIP y abrir la puerta del director para un negocio con Ciccone y quedarse con 230 millones de pesos.
-¿Vio quiénes estaban en esa mesa?
-No, yo estaba de espaldas y no podía darme vuelta, pero por el acento eran porteños y uno al menos era abogado porque lo trataban de "doctor". Después, el que creo que reclamaba se levantó y pasó por adelante mío. Tenía unos 60 años, con un traje azul precioso, muy elegante, un tipo de nivel, con cara de tipo español, de cara redonda y tez blanca.
-Dice que anotó lo más llamativo. ¿Qué fue?
-Lo que denuncié. Algunos montos y algunos apellidos, como Ciccone, Amato y Capirone.
Ciccone es el nombre de la imprenta y el apellido de sus dos grandes popes, los ya octogenarios Nicolás y Héctor; Pablo Amato es el yerno de uno de ellos, y Jorge Enrique Capirone es el abogado y contador que desembarcó tras la quiebra y resurgimiento de la imprenta como su nuevo vicepresidente, junto con Alejandro Vandenbroele, el hombre señalado como supuesto testaferro de Boudou.
Pacífico tomó entonces una decisión singular. Dice que buscó por Internet para verificar qué había escuchado, que encontró alusiones a la quiebra de Ciccone, que fue al juzgado y revisó el expediente, y que luego radicó la denuncia. Primero ante la Unidad Fiscal de Investigaciones de Delitos Tributarios y Contrabando (Ufitco), el 26 de abril del año pasado; luego, como no avanzaba, ante el fuero en lo Penal Tributario, donde la archivaron, y el 14 de noviembre, en Comodoro Py. Por sorteo tocó Oyarbide.
-¿A usted lo mandó Boldt a radicar la denuncia?
-¿Quién es Boldt?
-Es la empresa rival y gran perjudicada por el resurgimiento de la ex Ciccone.
-No tengo idea qué es Boldt. Lo denuncié porque me indignó la impunidad con la que hablaban de robarse 230 millones en un país en el que los pibes se mueren de hambre. Yo creo que esa empresa, adeudada como estaba, tendría que haber pasado a manos del Estado.
-Cuando estalló el caso por la mujer de Vandenbroele, sus amigos me contaron que usted no pensaba ir a ratificar su última denuncia. Y luego, cuando sí la ratificó, hasta le preguntaron si usted cobró de la gente de Boudou por hacerlo y que la causa se la quede Oyarbide.
-No, no. Me malinterpretaron. Yo nunca dije que no iría a ratificarla. Lo que pasó fue que Oyarbide dice que mandó la cédula [de notificación] a mi oficina en Liniers, pero ahí nunca llegó. Y cuando vi por televisión que hablaban de mí y que no me había presentado, fui al juzgado directamente.
-¿Estuvo con Oyarbide?
-No, ni mi interesa, lo mismo que Boudou. Si está metido, es tema de él. Lo denuncié porque me dio asco cómo estos tipos se llevaban 230 millones entongados con la AFIP. Y me sublevó la soberbia con que hablaban, como sabiendo que no pasará nada.
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