La cumbre UE-Celac cerró con una trabajosa declaración final, que exhibió las diferencias en temas clave
El pronunciamiento sobre Ucrania se complicó por la intransigencia de Nicaragua, pero también por la postura de otros mandatarios, como Lula da Silva
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BRUSELAS (enviada especial) – Los proyectos faraónicos suelen terminar así: bloqueados por el grano de arena que se las arregló para desbaratar la pirámide. Eso parece haber sucedido con la ambiciosa cumbre entre la Unión Europea (UE) y los países de América Latina y el Caribe (Celac) que, durante dos días reunió en Bruselas a unos 60 países de ambos bloques por primera vez en ocho años y que, por la simple oposición de una recalcitrante Nicaragua, tuvo que contentarse con una trabajosa declaración final, que dejó al descubierto la dificultad para hallar consensos.
Esa no fue, sin embargo, la realidad expresada por los dirigentes que participaron de la conferencia de prensa final donde cada uno, sin excepción, se mostró absolutamente encantado con los resultados de la cumbre. El presidente Alberto Fernández aseguró que la reunión había “colmado las expectativas y los ambiciosos objetivos fijados”.
“Nunca logramos ir tan lejos en los acuerdos y los logros”, afirmó, ratificando lo que habían declarado anteriormente Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonzalves, presidente rotativo de la Celac desde enero. Es verdad, en todo caso, que los logros en materia de acuerdos bilaterales fueron consistentes, aunque la mayoría de ellos hayan sido ratificados fuera del marco de la cumbre.
Después de comprometerse a reforzar el diálogo y fomentar amplios contactos interpersonales, los países miembros de la UE y de la Celac reconocen en su declaración final que la colaboración “como socios soberanos” los hará más fuertes y mejor situados para afrontar las numerosas crisis y múltiples desafíos de nuestra época, como la inseguridad alimentaria, la pobreza, las desigualdades en ambas regiones, las perturbaciones de las cadenas de suministro y el aumento de la inflación.
“También cooperaremos para mitigar los efectos adversos del cambio climático y la degradación medioambiental, de acuerdo con el principio de la equidad y de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas, a la luz de las diferentes circunstancias nacionales”, afirmaron.
En ese largo texto de 40 puntos, que incluyen temas como el cambio climático, el desarrollo sostenible, la igualdad de género, la protección, conservación, restauración y uso sostenible de los océanos, el derecho al acceso al agua potable salubre, la promoción de un modelo responsable de transformación digital, la justicia social y la lucha contra la corrupción, la criminalidad o el tráfico de drogas, muchos de los firmantes obtuvieron importantes menciones.
La cumbre pidió así el levantamiento del embargo a Cuba, reafirmó su pleno apoyo al proceso de paz en Colombia, así como el compromiso de avanzar en los diálogos con las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros actores armados, alentó un diálogo constructivo entre las partes en las negociaciones dirigidas por Venezuela en Ciudad de México y —para gran satisfacción de Argentina— incluyó por primera vez una mención sobre la cuestión de la soberanía sobre las islas Malvinas.
“La UE ha tomado nota de la posición histórica de la Celac, basada en la importancia del diálogo y el respeto del Derecho Internacional en la solución pacífica de controversias”, reza la declaración.
En todo caso, tras semanas de agotadora negociación en torno a la necesidad de incluir en el texto final una condena a la invasión rusa a Ucrania, concluyeron ayer con el triste resultado de una declaración sin unanimidad, impuesta por la intransigencia de Nicaragua en cuanto a ese requisito fundamental de los miembros de la UE, y compartido por numerosos países latinoamericanos.
La declaración final incluye bien esa condena pero, a pie de página, una frase señala en forma diplomática “refrendaron la presente declaración todos los países, con una única excepción por estar en desacuerdo con uno de los apartados”. La referencia es clara: se trató de Nicaragua. Alberto Fernández fue uno de los muchos latinoamericanos que se reconocieron la necesidad de hallar el camino de la paz.
“La invasión de Rusia a Ucrania desató un conflicto delicadísimo que nos condujo a una situación dramática, de gran inestabilidad. La República Argentina está convencida de que una solución duradera a la situación de Ucrania sólo se alcanzará por medios pacíficos y por eso hacemos, una vez más, un llamado a la paz y a desescalar el conflicto, para que las partes involucradas puedan encontrar las condiciones para regresar a la mesa de negociaciones”, dijo.
“Estamos muy sorprendidos de que haya miembros de nuestro grupo que se opongan a una resolución sobre la guerra en Ucrania. Es una guerra de agresión”, dijo por su parte el ministro chileno de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren.
Otra prueba de esa mayoritaria condena a la invasión de Ucrania por parte de América Latina son los carteles aparecidos en las últimas horas en el corazón de Bruselas que rezan: “Una invasión es una invasión. Nosotros, latinoamericanos, estamos con Ucrania”, un mensaje firmado por un misterioso grupo, Latinoamericanos con Ucrania.
Menos enfático, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, había ratificado anteayer su ambigua posición sobre la cuestión “repudiando con vehemencia el uso de la fuerza para resolver disputas”. Pero agregando de inmediato en alusión a medidas adoptadas contra Moscú por varias potencias, incluyendo la UE, que “recurrir a sanciones y bloqueos, sin amparo del derecho internacional, sirve apenas para penalizar a las poblaciones más vulnerables”.
Pero Nicaragua fue inflexible. “Managua hizo marcha atrás incluso con respecto a su propia declaración en la VII cumbre de la Celac de Buenos Aires en enero pasado”, confió una fuente latinoamericana frustrada por la intransigencia asumida por Managua.
Ese deslucido final de la cumbre permite preguntarse para qué sirvió el ejercicio y sobre todo, el formato escogido, donde todos aquellos que lo desearon pudieron participar. Los puristas responderán que siempre es mejor dialogar que ignorarse. Los diplomáticos suelen resumir esa política en una frase: “El que no está sentado en la mesa, termina en el menú”.
Pero los organizadores creen en el futuro de la fórmula. “Con estas reuniones periódicas, que haremos cada dos años, iremos modificando lo que no funciona. Dennos el crédito hasta la cumbre de 2025 en Colombia y se sorprenderán de lo rápido que aprendemos”, prometió con buen humor Ralph Gonzalves.
Optimista, el presidente argentino le puso paños fríos a esas “diferencias”, declarando: “Hemos logrado reunirnos aquí, luego de varios años. En circunstancias particularmente desafiantes podemos dar un ejemplo concreto de diálogo político, siendo capaces de escuchar otras opiniones y de considerar matices. Necesitamos un enfoque sistémico basado en la justicia y la equidad con proyectos birregionales concretos que nos permitan demostrar que esta apuesta por estar juntos, aún con nuestras diferencias, bien vale la pena”.
En el terreno bilateral, Alberto Fernández se reunió ayer con la primera ministra italiana, Georgia Meloni. Ante la imposibilidad de destacar eventuales coincidencias políticas entre su gobierno y el equipo de extrema derecha dirigido por la premier italiana, el presidente se limitó a subrayar la histórica presencia en el país de inversiones italianas en sectores como la infraestructura y energías renovables. También vio al primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, y al primer ministro de Chipre, Nikos Christodoulides.
En cuanto al capítulo Mercosur, tema fuera de la cumbre pero que estuvo omnipresente durante los dos días en las delegaciones interesadas por ese tratado, el canciller Santiago Cafiero se refirió este martes a la reunión que mantuvo junto a los ministros de Relaciones Exteriores de los países que conforman el Mercosur y con el vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio de la UE, Valdis Dombrovskis, el lunes por la noche, donde afirmó que “en el acuerdo que se alcanzó en el 2019 el Mercosur cedió muchísimo más que la Unión Europea” y que, por esa razón es necesario “reequilibrarlo”.
“Queremos un acuerdo, que sea revisado, que balancee las dos regiones y que le permita a nuestra región tener trabajo de calidad, que venga de las inversiones, el desarrollo y el conocimiento”, dijo Cafiero.
“Lo que sucedió luego del preacuerdo de 2019 es que tiempo después no solo la realidad y el contexto se modificaron, sino que también hubo una gran ‘creatividad normativa’ —por decirlo positivamente—, de parte de los europeos, que dejó en abstracto mucho de los capítulos que se habían negociado”, precisó.
Alberto Fernández y su pareja Fabiola Yañez, que estuvieron alojados en el exclusivo hotel Steigenberger Icon Wiltcher’s, ubicado en el 71 de la avenida Louise de la capital belga, regresarán con el resto de la comitiva oficial a Buenos Aires este miércoles a bordo del nuevo avión presidencial. Este será probablemente el último viaje oficial del presidente a Europa en lo que queda de su mandato.
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