La crisis golpea al “cirujeo”, el sector más precario y siempre en la mira por el uso de caballos
Los carreros y los acopiadores de material reciclable de la periferia del distrito del sur del Gran Buenos Aires aseguran que la actividad se retrajo; la tracción a sangre animal y la frontera con el delito, un punto de polémica
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Sobre el Camino General Belgrano, a pocos metros de la rotonda de Pasco, el contaminado arroyo San Francisco y la calle República del Líbano, en pleno oeste de Quilmes, espera con sus puertas abiertas un depósito que recibe todo tipo de material reciclable. Adentro, se observan apilados elementos de descarte muy variados, muchos de ellos en bolsones que suelen utilizar los corralones para trasladar arena o piedras. Unos chicos pasan a bordo de un carro tirado por un caballo, mientras otro menor los acompaña montado en otro equino. No se detienen en el depósito. Los cartoneros que utilizan carros tirados por caballos son huidizos. En cuestión de minutos, llegan a vender el producto de su recolección del día: un carrero que utiliza una bicicleta, otro que se maneja a pie y una dupla que llevó hasta el límite la capacidad de carga de un Renault 12 desvencijado. Comienza un frenético proceso en el depósito, donde se pesan metales, se entregan cartones y todo tipo de residuos recuperados. Las transacciones en marcha son de rápida definición.
En la periferia de Quilmes, el “cirujeo” es una forma de ganar dinero bastante extendida, caracterizada por la precariedad extrema. En los depósitos que compran los materiales que recolectan los carreros, observan que la crisis económica pegó fuerte en el sector. Sostienen que reciben menores cantidades. Los recolectores coinciden en el panorama sombrío. Ellos pueden tirar su carro a mano, utilizar bicicletas o algún viejo auto o camioneta, pero los que están en la mira son los que apelan a otra forma de recorrer las calles quilmeñas: a bordo de carros tirados por caballos mal alimentados, maltratados y, en ocasiones, robados. La tracción a sangre está prohibida por una ordenanza, que establece zonas de exclusión progresivas.
“Es la primera vez que no entiendo lo que pasa. Siempre que al país le iba mal, a nosotros nos iba bien”, describe Diego, a cargo del depósito del Camino General Belgrano cercano a la rotonda. Atiende desde hace 20 años este lugar, que vive de recibir lo que la gente descarta o vende por necesidad. “Un 52% menos que el año pasado”, puntualiza, con precisión. Afirma que comenzó a llegar “gente nueva, que se quedó sin laburo”, para vender cosas.
Jesús se queda en la vereda de tierra del depósito, mientras su “compadre” vacía un Renault 12 que tiene cartones en el habitáculo, sobre el techo y en el baúl. “Está difícil conseguir catón y metal. Cobre y cartón es por lo que más se paga”, afirma a LA NACION. Calcula que se llevarán 1000 pesos, aproximadamente, por la carga de cartón que recolectaron. Su compadre es de la zona, pero él vive en Lanús, distrito vecino de Quilmes.
Sin dar su nombre, que parece decir a toda velocidad mientras se retira del depósito, un cartonero que llegó con su carro tirado por una bicicleta asegura que, para él, la situación está “siempre igual” y que recolecta “cartón, trapos viejos, latitas”.
Escenario en baja
Sobre el mismo Camino General Belgrano, pero unas 30 cuadras en dirección a Florencio Varela, aparece un depósito que tiene su portón cerrado. Del otro lado del enrejado, un encargado confirma el escenario en baja: “La gente tira menos. Ahora, se bajan de un auto y me traen una batería para que se las compre. Lo que antes le daban a un carrito, ahora lo traen por su cuenta”. Prefiere no dar su identidad.
En el tramo que recorre Quilmes, el Camino General Belgrano muestra una sucesión de depósitos que compran material reciclable, industrias y barrios con necesidades a flor de piel. A la vera de los arroyos pueden verse caballos pastando, muchos en mal estado. También aparecen algunos carros tirados por equinos, en los que mayoritariamente se observa a menores al mando de las riendas.
Bordeando el Acceso Sudeste, múltiples bolsas de cartones y otros materiales se recuestan sobre la villa Itatí. El mismo panorama aparece en algunas cuadras de la calle Montevideo, otro borde de este asentamiento de Don Bosco.
Por la calle Cevallos se arriba a la villa El Monte-Matadero, que se extiende hasta las espaldas de la Municipalidad de Quilmes. Bruno vive allí y trabaja en un depósito de nylon. “Antes me traían más. Desde la pandemia, bajó, y algunos ya ni vienen”, sostiene.
El trabajo de los carreros también es usual en la ribera de Quilmes, donde emerge otro asentamiento. A un par de cuadras del río, sobre una calle secundaria, dos chicos con un carro tirado por un caballo emprenden un viaje al trote hacia el interior de la barriada.
Quienes trabajan en los depósitos o con los carros, señalan que quedan pocos carreros con caballos. Pero es un panorama que no comparten rescatistas y proteccionistas.
En el depósito de Camino General Belgrano, Jesús dice que, con el Renault 12, junta “más o menos lo mismo que con un carro con caballo”. Tuvo equinos, pero dejó porque “no tenía dónde guardarlos” y señala que se hace complicado por el tema de “protección animal”. Diego, el encargado del lugar, marca que “el caballo es caro” y que muchos “reemplazaron el caballo por la motito”. En el otro centro de recepción de material reciclable ubicado en la misma ruta, el joven que atiende indica que los carreros “llegan más con carritos a mano, porque el caballo se lo sacan”. En el depósito frente a la villa El Monte-Matadero, Bruno afirma: “Hace mucho que no veo un carro con caballo”.
La casa de Féliz Grzemailo se identifica fácilmente. Estacionada frente a ella hay una “ambulancia para caballos”, un móvil que este rescatista de equinos diseñó para levantar caballos que no pueden sostenerse en pie y poder trasladarlos para su atención. Cuenta, entre otros dispositivos, con un aparejo que se mueve con la energía que genera un grupo electrógeno. “No existe otra. Tenés que tener pasión por esto”, subraya.
Conocido en Quilmes como “El Gaucho”, Grzemailo, que tiene 79 años, está en las antípodas del diagnóstico que dan carreros y encargados de los depósitos. Afirma que los carros tirados por caballos circulan de forma permanente en Quilmes. “Sanciones no hay ninguna. Al contrario, sancionan a los policías que actúan, porque esto es una cuestión política. Solucionar el tema del maltrato animal y del robo de caballos es facilísimo. No lo quieren hacer porque hay mucha plata de por medio”, afirma a LA NACION. Reclama que todos los caballos cuenten con el Documento Único Equino (DUE), que se creó con la ley bonaerense 13.627.
Grzemailo fue director de Empadronamiento Equino de Quilmes durante la intendencia de Francisco “Barba” Gutiérrez, entre 2007 y 2015. Recuerda que empadronó 476 carros cuando estuvo en funciones e introduce el tópico delictivo en el cuadro de situación. “Cuando ves pasar a un caballo que está lustradito, herrado, la cola cortita, tusadito [con las crines recortadas], es recién robado”, sostiene. “Me he encontrado con 120 dosis de droga [en un carro]. ¿Qué hace un chico de 12 o 13 años, a las cuatro de la mañana, con un carro? La policía tiene miedo”, completa.
En Quilmes existe una ordenanza restrictiva. “La ordenanza 11.840, de 2012, prohíbe la tracción a sangre y estipula un intercambio entre caballos y motocarros. En 2019, presentamos una acción de amparo contra la municipalidad por no cumplirla y logramos que se reglamente. [La intendenta] Mayra Mendoza no la cumplió. En 2020, se modificó la ordenanza, generando plazos más largos. Estipula por zonas, de manera progresiva, que no se pueden utilizar carros tirados por caballos. Está vigente y funciona a medias. En el centro no hay y en las periferias hay menos, pero hay un montón de zonas de Quilmes donde no se cumple para nada y sigue habiendo carros tirados por caballos”, asevera Leonardo Barnabá, abogado de la organización Caballos de Quilmes.
La tracción a sangre animal es un punto polémico y es parte de las promesas de los principales aspirantes a la intendencia. Mendoza, jefa comunal y referente de La Cámpora, prometió, en la apertura de sesiones del Concejo Deliberante, “terminar con la tracción a sangre”, remarcó el papel del programa “Quilmes Recicla” para ese objetivo y afirmó que, a fin de año, contarán con “un camión, seis bicarros eléctricos y 146 carros manuales”.
“Salvo en lugares del oeste del distrito, prácticamente no hay más caballos en Quilmes. Se está implementando la ordenanza. Tenemos ecopuntos y eso se lleva a lugares de reciclado, a cooperativas. Hay recicladores con carros, y está el Movimiento de Trabajadores Excluidos, de [Juan] Grabois, pasan con camiones y tienen su propia cooperativa”, resume una fuente municipal consultada por LA NACION.
El exintendente Martiniano Molina (Juntos por el Cambio), que se postula para volver al cargo alineado con Horacio Rodríguez Larreta, afirma que se necesita “urbanizar los barrios más populares, como en la zona de los arroyos, que es tremendo lo que pasa con la basura, para llegar con la recolección de residuos, patrulleros, ambulancias, brindar trabajo y capacitación”. Indica que hay que “trabajar con las comunidades para reemplazar los carros con caballo por otros elementos, como bicicletas o motos eléctricas”, aunque aclara: “También es cierto que las que habíamos entregado, en un tiempo corto las habían vendido”.
“Hay movimientos sociales metidos, una cuestión política muy dura. Se debe tratar desde la Provincia, ya lo he hablado con ‘El Colo’ [por Diego Santilli]. Es clave una ley y alternativas. El 95% de esas personas viven del ‘cirujeo’, hay algunos que utilizan esos carros para transportar cosas extrañas. Pero es tan tremenda la vida en el conurbano que esos carros terminan siendo un lugar de generación de economía y les significan seguridad a las familias. Suben los chicos a los carros, que están más seguros en el carro que en la casa”, completa Molina.
Enrolado en las filas de Patricia Bullrich, se postula para la intendencia Walter Queijeiro, que pulseará con Molina en la interna de Juntos por el Cambio. Queijerio sintetiza sus propuestas para erradicar la tracción a sangre animal y para el sector de los carreros. “La ordenanza existe y ningún intendente la hizo cumplir. Esa es la primera diferencia. Yo voy a crear la policía municipal y una de sus tareas será la de hacer cumplir la prohibición. Hay que censar los caballos, ver su estado sanitario, reubicarlos en tareas como la equinoterapia y ocuparnos de los recicladores, a los que, hasta tanto podamos reinsertar en un circuito de trabajo resguardado, vamos a sostener con carros mecánicos”, destaca.
“Hay que educar, sanitaria y ambientalmente. Vamos a usar los talleres barriales, que hoy enseñan cualquier cosa, si es que enseñan algo, para formar a los chicos en reciclado, higiene pública y cuidado ambiental. Los carros están llenos de pibes arriba, que corren riesgos”, subraya Queijeiro, quien ya fue concejal en el distrito.
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