La crisis incuba un nuevo dispositivo de poder
Cristina Kirchner realiza un trabajo sistemático para recuperar el favor de gobernadores, intendentes y sindicatos; pero comienza a esbozarse una conjetura delicada: que en medio de un vendaval, no le alcance con intervenir el gabinete con “un Massa”
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Néstor Kirchner sacralizó un axioma entre los suyos: las pizarras de las casas de cambio deben estar quietas. La disparada del dólar era, para él, un indicador de inestabilidad política. Es lo que está pasando. Los productores agropecuarios se paralizan por falta de gasoil. La vicepresidenta indica al Presidente, en público, qué debe hacer con la política económica y, señalando como ejemplo al exintendente de Avellaneda Jorge Ferraresi, propone realizar movilizaciones populares contra quienes se quejan por las arbitrariedades del Estado. Después dedica una filípica a los movimientos sociales, a los que rebautiza con su nombre original de “piqueteros”. El presidente de la Cámara de Diputados desarrolla la idea, delante de líderes opositores, de que el ministro de Economía debe ser reemplazado cuanto antes. La atmósfera del Frente de Todos se satura de versiones sobre cambios en cada sección del gabinete. La CGT se resiste a organizar un acto que pueda ser interpretado como un apoyo al Presidente. Para caracterizar la situación, el corrosivo Malcolm Gómez tuiteó ayer: “Gran gesto de Milagro, en su estado, de ir a saludar a este muerto”. En las encuestas, el prestigio de la clase política se derrumba sin excepción de banderías. En este contexto, alguien le pide a Alberto Fernández que tome la lapicera. Alguien distinto de Cristina Kirchner. Es el Fondo Monetario Internacional.
El informe que el staff del organismo publicó después de la primera revisión periódica sobre la economía está sembrado de consideraciones relevantes. Algunas son explícitas, otras se detectan entre líneas. El mensaje central está en la página 13. Allí el equipo de Kristalina Georgieva establece que debe haber “una gestión más disciplinada del gasto” en la segunda mitad del año. Pone el foco en los subsidios a la energía que, en vez de reducirse, aumentarán. Y enumera los rubros sobre los que hay que aplicar las tijeras para compensar esas expansiones: subsidios al transporte; transferencias discrecionales a provincias y transferencias discrecionales a empresas públicas. En esa fatídica página 13, se indica una “gestión prudente de los salarios” del gobierno federal, para que queden congelados como porcentaje del PBI. Las jubilaciones, en cambio, deben reducirse como porcentaje del PBI. Insiste: “Deben evitarse los ajustes sobre las pensiones”, en el sentido de mejorarlas. Y establece que hay que comenzar a preparar una reforma previsional (sic) para garantizar la equidad y la sostenibilidad del sistema.
El alcance del reclamo del Fondo para que Fernández utilice la lapicera queda más claro en la misma página 13, cuando se cuantifica el monto de la racionalización: el gasto, en vez de crecer a un 12,8% interanual en términos reales, como lo hizo en los primeros meses del año, debe hacerlo a un ritmo de -7,8%. Es decir, el gasto debe aumentar 7,8% menos que la inflación.
El mensaje de los ejecutivos del Fondo es clarísimo: el programa está bien diseñado, pero presenta desperfectos graves de gestión. Puede tener inconvenientes todavía más severos y ellos se encargan de ponerlos por escrito: en el sumario inicial del informe advierten que “los riesgos de implementación de políticas siguen siendo agudos en el contexto de un entorno económico, social y político muy complejo, con presiones continuas sobre el gasto y los salarios. La alta inflación, si no se aborda, podría impulsar aún más el descontento social y debilitar el apoyo político al programa. Esos riesgos no pueden ser totalmente mitigados mediante el diseño de programas o la planificación de contingencias”. Es decir: atenuar el deterioro político que derivará de un deterioro económico está fuera de nuestras manos.
Georgieva y sus funcionarios abren el paraguas frente a una tormenta que ellos preveían hace un par de meses. Es la tormenta que se está configurando en estos días. El kirchnerismo vuelve a entrar en el mismo laberinto en que se extravió en su experiencia anterior. Una política energética disparatada obliga a gigantescas importaciones de combustibles que terminan estragando las reservas del Banco Central. La invasión de Rusia a Ucrania no hizo más que agravar este desequilibrio. Las autoridades monetarias deben optar, como durante los gobiernos de Cristina Kirchner, entre solventar los requerimientos de bienes e insumos importados del sistema productivo o garantizar que no haya un apagón energético por la falta de gas.
Como Talleyrand predicó sobre los Borbones restaurados tras el ocaso de Napoleón, la expresidenta y sus colaboradores “no han aprendido nada y, lo que es más grave, no han olvidado nada”. Ella despotrica por el festival de importaciones. No toma consciencia de que Cammesa, la empresa que provee de electricidad a las distribuidoras, lleva gastados desde comienzos de año 6200 millones de dólares en compras de combustibles al exterior. Y Enarsa se desprendió, por el mismo concepto, de 1300 millones de dólares, que es el equivalente de su presupuesto anual. El gerente general de Cammesa es Sebastián Bonetto, designado por Federico Basualdo, de La Cámpora. Enarsa está bajo el mando de Agustín Gerez, de La Cámpora.
Más allá de esas compañías estatales, el festival de importaciones se explica por el ingreso de electrónicos a Tierra del Fuego, para que puedan hacer su negocio de ensamblado Newsan, de Rubén Cherñajovsky, e Iatec, de Nicolás Caputo. Ambos son intocables, porque encabezan la lista de los sponsors de campaña del oficialismo y de la principal oposición. La señora de Kirchner explicó que Cherñajovsky fue forzado a exportar langostinos para compensar la salida de divisas que provocaba con su “industria”. De Caputo no se sabe que exporta. Aunque un gracioso del Pro dijo: “Exporta halcones”.
Los pesos que hasta ahora se destinaban a la compra de dólares para importar bienes estarán disponibles para la compra de dólares de contado con liquidación. Así se explica la disparada del tipo de cambio libre, que provoca una ampliación de la brecha con el oficial cada vez más insostenible. La corrida hacia el dólar es impulsada por el mismo Gobierno. Por ejemplo: el Banco Nación sólo aceptaba ayer depósitos a plazo fijo en UVA por no más de 100.000 pesos. Tiene lógica. El banco no quiere perder plata. Debería pagar 80% de tasa por ese dinero, que coloca en Leliqs a 40%. Así empezó a espiralizarse la inflación en Venezuela. Cuando los bancos se negaban a tomar moneda local y enfilaban a los ahorristas hacia el dólar como único destino. En este caso se trata de un banco oficial.
Alberto Fernández se refirió ayer a este descalabro presentándose como víctima de un “golpe de mercado”. Recitó el libreto de memoria porque, como señala un brillante economista, “cuando la corrida se produce con gobiernos peronistas, ellos sufren un golpe de mercado; en cambio, cuando la corrida ocurre con un gobierno no peronista, se trata de una fuga de divisas organizada por los amigos del gobierno”.
Para atenuar la distorsión fiscal, Martín Guzmán confió a Santiago López Osornio la segmentación tarifaria que permitiría una reducción de los subsidios energéticos. La operación es riesgosa. No sólo porque, dado el nivel de inflación, habrá un aumento de esas subvenciones en términos reales. No una caída. Es curioso que nadie se lo explique a los detractores de La Cámpora: este año habrá de nuevo una rebaja en las tarifas, que irán muy atrás de la carrera generalizada del resto de los precios. El otro desafío es que el método adoptado funcione. ¿Qué sucederá si muchos beneficiarios del subsidio no suscriben el formulario correspondiente para seguir gozando de esa ayuda? Llegarán a las casas de los sectores más vulnerables boletas con aumentos imposibles de pagar. ¿Qué reacción tendrán los políticos, en especial los del kirchnerismo, frente a esa novedad? No hace falta responder. Pero sí conviene observar lo que anticipan los técnicos del Fondo: en la medida que las distorsiones económicas son más aberrantes, el consenso para corregirlas se irá volviendo más esquivo. En otras palabras: Alberto Fernández, con su tendencia irrefrenable a procrastinar, alimenta su propio colapso político.
El aumento nominal de las tarifas está lejísimo de rozar el problema. El experto Daniel Gerold estimó en las últimas horas que sólo por electricidad habrá un déficit anual de 8154 millones de dólares, que podría reducirse a 7500 millones si hubiera un incremento de la oferta hidráulica. Los cálculos de Gerold no incluyen el costo del gas de consumo domiciliario. Sólo el que se requiere para la generación de electricidad. La demanda eléctrica, además, presenta en junio un incremento de 10%, en buena medida consecuencia del atraso tarifario. Las deficiencias del abordaje oficial sobre las tarifas resultan cruciales para entender la imposibilidad de mejorar el frente fiscal: los subsidios energéticos son casi el único rubro importante que determinaría una reducción del déficit público.
A las contradicciones propias que genera la economía se suma la batalla política. La señora de Kirchner esperó a que se confirme que la inflación está desbocada para enfrentar a los movimientos sociales. En Avellaneda dijo algo tan veraz como riesgoso: las políticas sociales no pueden seguir tercerizadas. La apertura de ese frente de combate está ligada a la minuciosa estrategia que ella viene desplegando. Para entender esa estrategia conviene recordar un episodio ocurrido el 15 de septiembre del año pasado. Ese día, Fernández recibió la renuncia de casi todos los funcionarios alineados con la vicepresidenta. En defensa de él salieron los demás integrantes del gabinete. Varios gobernadores, encabezados por Juan Manzur. La CGT, que emitió un comunicado oficial. Y los líderes de las organizaciones sociales, empezando por el Movimiento Evita. Cristina Kirchner viene realizando un trabajo sistemático para recuperar el favor de esos sectores. Encolumnó a los gobernadores, empezando por su principal aliado, Jorge Capitanich. Cooptó a los ministros de Fernández con presencia en el conurbano bonaerense: Juan Zabaleta, Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi, quien hasta hace pocas semanas la denostaba, enfurecido. Neutralizó a la CGT: en una reunión del núcleo de la conducción sindical se decidió corregir la invitación, pactada entre Héctor Daer y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, para que el Presidente asista a la sede de Azopardo a recordar mañana el aniversario de la muerte de Perón. Ahora se trata de una convocatoria de los gremios y el PJ, donde, además de sindicalistas, habrá gobernadores identificados con la vicepresidenta. En síntesis: se trató de que el emocionado recuerdo de Perón no parezca un riesgoso aval a Fernández.
En el plan de rodear la ciudadela del Presidente sólo quedan los movimientos sociales. La crítica de la señora de Kirchner despertó la inquietud de sus dirigentes. Ayer algunos pergeñaban una manifestación de fuerza con una reunión general de delegados. Luis D’Elía viene expresando, a través de su cuenta de Twitter, el estado de ánimo de ese círculo: “El macrismo comunicacional, financiero y político operando el golpe blanco contra @alferdez. Aguas adentro del Frente de Todos, @CFKArgentina se reúne con la embajada de EEUU, con el Comando Sur y con la Fundación Mediterránea. ¿El macrismo y CFKArgentina en movimientos conjuntos?”. D’Elía razona con las clásicas categorías kirchneristas y denuncia una operación destituyente organizada por la vicepresidenta.
Sin embargo, desde el mismo sector se intenta abrir un diálogo. Leonardo Grosso, diputado del Movimiento Evita, se encerró durante un largo rato con Máximo Kirchner, anteayer, en la Cámara. Fue después de que Kirchner fuera visitado, allí mismo, por su madre. Eduardo “Wado” de Pedro estuvo en las tratativas. Kirchner siempre tuvo una buena relación con Grosso, igual que con la intendenta de Moreno, Mariel Fernández, esposa de Esteban “Gringo” Castro, de la misma agrupación. Por otra vía está tratando de acercarse Fernando “Chino” Navarro, quien habría gestionado una reunión con Kirchner a través de De Pedro. Pero todavía no tuvo respuesta. Tal vez esté pagando el costo de la genealogía: es el papá de Juan Francisco Navarro, quien publicó una proclama incendiaria contra Cristina Kirchner en su cuenta de Facebook.
¿Cuál es el objetivo de la señora de Kirchner en este ordenamiento del oficialismo alrededor de su liderazgo? La versión más pacífica supone que es para tener las riendas del grupo cuando se confeccionen las listas de 2023. Pero hay quienes especulan con que la aceleración de la crisis financiera la obliga a contar con un dispositivo de poder para intervenir en el proceso. Sergio Massa sueña en colores con esa escena. Se imagina jefe de Gabinete, con Emmanuel Álvarez Agis como ministro de Economía. Es lo que fantasea en estas horas. Pero el Massa onírico es aún más inestable que el Massa vigilante. Esa expectativa lo vuelve muy operativo. Ayer, por ejemplo, en un encuentro con los líderes parlamentarios de la oposición, Mario Negri, Cristian Ritondo y Juan Manuel López, se explayó en una larga explicación sobre la urgencia de que Guzmán sea reemplazado en el Ministerio de Economía. “Nos mintió a todos: al Presidente, a Cristina, a mí y al Fondo”. A nadie le sorprendió la indignación. Todos saben que Massa odia la mentira.
En la jugada de Massa figura también Martín Redrado, quien la semana pasada consiguió su segunda comunicación con la señora de Kirchner. Redrado es otro deudor de la clemencia de la vicepresidenta: en su momento casi voltea la puerta del juzgado de Claudio Bonadio para atestiguar contra ella en la causa del dólar futuro. También contra Miguel Pesce, a quien, en el plan de Massa, debería reemplazar.
Otro candidato del kirchnerismo al desplazamiento es el ministro de Trabajo, Claudio Moroni. Se advirtió en el encendido elogio que la vicepresidenta hizo en Avellaneda de su antecesor Carlos Tomada. Se postula para el cargo el laboralista Ricardo Ciampa, patrocinado por los Recalde.
Entre las conjeturas que anima el descalabro económico comienza a esbozarse una más delicada: que en medio de un vendaval a Cristina Kirchner no le alcance con intervenir el gabinete con “un Massa”. Que ella misma quiera o se vea obligada a hacerse cargo del poder. El triunfo de Gustavo Petro en Colombia y el ascenso al parecer inexorable de Lula da Silva en Brasil otorgarían buenos augurios a esa salida, pensada como un rescate de la catástrofe.
Sería un error leer este ciclo turbulento observando sólo la peripecia del oficialismo. Anteayer la consultora Fixer, de Tabakman y Fernández Spedale, publicó un estudio que demuestra que la dirigencia en su conjunto está desmejorando ante la opinión pública. La relación entre imagen buena y mala da negativo en todos los casos. El desgaste incluye a Javier Milei, que sigue en caída. Según ese trabajo, los argentinos sólo apreciarían a figuras ajenas al oficio político. Tampoco hay tantas. Entre las que Tabakman y Spedale examinaron, la República tendría sólo una tabla de salvación: Viviana Canosa.
Sobre este horizonte cobra interés y sentido la iniciativa de Horacio Rodríguez Larreta, importada desde Francia por el talentoso Emmanuel Ferrario, quien se inspiró en el equipo de su tocayo Macron, para invitar a los vecinos con inquietudes cívicas a que se postulen como candidatos. En una semana ya hay más de 6000 inscriptos. “Que se vayan todos” parece sustituirse con un desesperado “que aparezca alguien”.
En medio de la desazón se registró, el jueves pasado, una reunión reservada. Fue en la Cámara Argentina de la Construcción. Allí estuvieron los presidentes de esa entidad, de la Cámara Argentina de Comercio, de Adeba, de la UIA, de la Bolsa de Comercio y de la Sociedad Rural. Fue para escuchar al líder de la Uocra, Gerardo Martínez, quien llevó una sola propuesta: elaborar de urgencia un programa de cinco iniciativas y presentárselo al Gobierno para que dé un golpe de timón antes de que la nave se pierda en el remolino.
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