La crisis del kirchnerismo se proyecta sobre los tribunales
Más débil desde la derrota de noviembre, Cristina Kirchner enfrenta los alegatos del juicio sobre obra pública en Santa Cruz; la Corte no intervendrá para interrumpir el proceso, como ella pretende
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Hay procesos en la Historia que se despliegan en cámara lenta. Es muy difícil fechar el comienzo y más difícil aun identificarlos con acontecimientos específicos. En realidad, suelen ser una suma de hechos que se van desarrollando en una trayectoria. Esa trayectoria en determinado momento se vuelve traumática. Y nos preguntamos ¿Cómo llegamos acá? Con la instalación de mafias, con la organización del crimen, y dentro de ese mapa, con el problema del narcotráfico, sucede eso.
La semana pasada hubo una noticia que pretendió llamar la atención sobre ese fenómeno en cámara lenta, sobre esa degradación que va contaminando no solamente a la sociedad sino, principalmente, a sus instituciones, a la Justicia, a los organismos de seguridad y al poder político. La Corte Suprema de Justicia convocó a buena parte de la Justicia Federal a una ciudad que se está convirtiendo en sinónimo de esta instalación de mafias, que está asumiendo una especie de titularidad de este drama. Probablemente, lo asuma de manera injusta porque el mismo fenómeno lo vemos en otros lugares como en zonas de frontera o en el conurbano bonaerense. Pero el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, que es santafesino, con los otros tres miembros de la Corte, Juan Carlos Maqueda, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, tomó la iniciativa de celebrar una especie de acto para llamar la atención sobre ese fenómeno.
Hay una capa de problemas que explican este trauma que se está viviendo con el tráfico de drogas, la delincuencia organizada, muertes y más muertes en la ciudad de Rosario. Pero hay uno que está en el centro de todo y por eso la Corte fue allá. Es el problema de la Justicia. Voy a poner solo un ejemplo. Este acto de la Corte en Rosario sucedió el jueves. Un día antes, dos fiscales a los que hay que rendirle un homenaje, que son Luis Schiappa Pietra y Matías Edery, denunciaron en el Consejo de la Magistratura a un juez federal de Santa Fe, el juez Marcelo Bailaque. ¿Por qué lo denunciaron? Porque estos fiscales sostienen que le pidieron una cantidad de pruebas, de acciones, en una investigación, y el juez se negó a llevarlas adelante, a tomar esas pruebas, a considerar esas informaciones. ¿En qué caso? En la investigación de un narcotraficante llamado Marcelo Alvarado, que lidera una banda enfrentada a Los Monos. Estamos hablando de un narcotraficante que, en el año 2012, y esto se sabe por boca de un testigo con identidad reservada, ya se vanagloriaba de haber matado a 100 personas. Este testigo dice que había una lista de 40 personas que Alvarado tenía planificado matar. El juez Bailaque no quiso investigar lo que le pedían los dos fiscales. Por eso lo denunciaron en el Consejo de la Magistratura. Lo curioso es que hay vacantes en la Justicia Federal, en la Cámara Federal de Santa Fe y uno de los candidatos es justamente el juez Bailaque, que se negaba a investigar al narcotraficante.
El otro candidato que está en el Senado y quiere ocupar otras de las vacantes es el juez Daniel Alonso, de Paraná, a quien la Corte Suprema de Justicia sancionó y denunció ante el Consejo de la Magistratura, en el tema de la composición del Consejo, porque le había pedido al Congreso que se levante en contra del máximo tribunal, desobedeciendo el fallo de la propia Corte. Una pista para entender lo que pasa en Rosario es poner atención a este déficit judicial que es más amplio y más complejo. Hoy en los tribunales de la Justicia Federal de Santa Fe hay, aproximadamente, un 30% de vacantes. Y están estas vacantes en la Cámara que pretenden ser cubiertas con estos dos jueces, con ejemplos tan poco edificantes.
Hay que mirar bien lo que está haciendo la Corte porque obviamente sus jueces tienen en su accionar, en su visión de las cosas, una concepción política. En todas las cortes del mundo pasa esto y es inevitable. Porque la Corte ejerce una función política tan importante como determinar qué es constitucional y qué no. Esto está reforzado en esta Corte porque está integrada por políticos, no solamente juristas. Son juristas que han ejercido la función política, como por ejemplo Maqueda que fue diputado, constituyente, senador, presidente del Senado. Rosatti fue también intendente de la capital de la provincia de Santa Fe, de la ciudad de Santa Fe, fue constituyente, procurador del tesoro, ministro de Justicia. Quiere decir que estamos hablando de gente que no es ingenua políticamente. Y nosotros tampoco debemos ser ingenuos al mirar sus movimientos.
Es evidente que, en una jugada muy inteligente, Rosatti está sacando a la Corte del lugar visual, del contexto de noticias en el que está instalada hace mucho tiempo, muy ligado a las disputas de poder de la política nacional, y trata de conectarla con una agenda mucho más asociada con intereses de la sociedad, como el flagelo del narcotráfico en Rosario. Esto seguramente tiene un objetivo. Darle más espesor, no a la legalidad o legitimidad jurídica o institucional de la Corte, sino a su legitimidad social. Que la sociedad la aprecie más como organismo y vea que puede encontrar en ella soluciones para problemas que no están ligados solamente a la política partidaria o a las disputas crudas de poder.
Esto no ocurre en cualquier momento. Ocurre en este momento de este año, cuando la Justicia va a tratar, seguramente en la segunda mitad del año, un caso muy importante. Es el caso del comportamiento de la Dirección Nacional de Vialidad en la obra pública de Santa Cruz durante la presidencia de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Llega el momento de los alegatos en el juicio oral. Y quienes conocen el expediente afirman que los fiscales han acumulado una cantidad de pruebas demoledoras que pueden tener un efecto muy importante sobre la opinión pública, en relación con el kirchnerismo y sobre todo con la vicepresidenta.
¿Qué tiene que ver esto con la Corte? Es una causa muy importante porque, técnicamente, si se demuestra que ahí hubo sobreprecios, se podría empezar a conectar mejor la masa de dinero que surge de esos sobreprecios con el pago de coimas que finalmente se blanqueaban con los hoteles de la familia Kirchner. En la dirección de esos hoteles, figura o figuraba Florencia Kirchner, que no tiene nada que ver con la política. Una gran desaprensión del expresidente Néstor Kirchner. Incluso Elisa Carrió dijo, con gran sensatez, que “hay que sacar de estos temas a esa chica que está de prestado en un drama judicial que no buscó”.
Es un tema importante porque, una vez que en el juicio oral queda jurídica y públicamente constituida la imagen de que hubo delito, es muy difícil que después la Corte lo pueda corregir. El abogado de Cristina Kirchner, Carlos Beraldi, ha llenado a la Corte de expedientes pidiendo que se detenga este proceso, que no se llegue al juicio oral y se revise toda la prueba, sobre todo las auditorías sobre obra pública en Santa Cruz. Sostuvo que esas auditorías han sido muy deficientes y que, si se hicieran de nuevo, se probaría que no existen los delitos que se le imputan a los funcionarios y, arriba de ellos, a la expresidenta y actual vicepresidenta. Ese pedido a la Corte para que intervenga en el medio del proceso para evaluar la calidad de la prueba ya lo hicieron otros funcionarios sometidos a investigaciones por corrupción. El más reciente, a fines del año pasado, fue el exgobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. Y la Corte dijo no. Los jueces dijeron así como lo siguiente: “Nosotros nos dedicamos a evaluar y analizar causas con sentencias firmes y nos limitamos dentro de ese examen a ver si se violaron o no garantías constitucionales. El problema de la calidad de las pruebas en los expedientes corresponde a los tribunales inferiores. En todo caso, las cámaras pueden revisar lo que hacen los tribunales de primera instancia; en segundo lugar, la Cámara de Casación puede revisar todo el proceso, inclusive de la Cámara Federal, y finalmente están los tribunales orales donde hay otra instancia de revisión.”
Es decir que Cristina Kirchner tendría, en principio -no sabemos porque la Corte puede cambiar de opinión- una mala noticia: se llegaría al juicio oral con estas consecuencias bastantes traumáticas para su figura pública. Esto es importante porque ese pronunciamiento de la Corte podría tener subliminal, tácitamente, un efecto sobre los tribunales inferiores en todas las demás causas donde está siendo investigada la expresidenta y actual vicepresidenta, además de sus funcionares.
Si uno se pusiera en la cabeza de Cristina Kirchner, si mirara todo eso desde sus creencias, desde sus criterios, llegaría a esta conclusión, que seguramente es la conclusión a la que llega ella: como todo es política, como no hay ninguna dinámica, ninguna lógica en la vida pública que no sea susceptible de ser condicionada, enderezada, corregida por el poder del que manda, lo que estoy padeciendo yo es el efecto de algo que ocurrió en el terreno electoral y tiene que ver con la administración de Alberto Fernández. Es una pérdida de poder, de votos. Por eso me está yendo mal en la Justicia. El problema es político, no jurídico.
En este plano es donde se conecta el destino judicial de la vicepresidenta con las inquietudes que ella tiene respecto de la situación política del Gobierno, cada vez más delicada porque, si uno escucha lo que dicen los encuestadores que están realizando encuestas en este momento, lo que les llega del público es un Gobierno que se derrumba en su popularidad.
No hay que olvidar, esto es un dato clave para entender todo el clima oficial, que en las elecciones del año pasado, sobre todo en las primarias, el Frente de Todos perdió el 40% de los votos respecto de los sufragios que había obtenido en la presidencial del 2019. Una empresa que pierde el 40% de su mercado es una empresa en crisis. El Frente de Todos y el kirchnerismo están en crisis. Y, no hay que olvidar, que este diseño que adquiere el oficialismo proviene de una idea originaria de la vicepresidenta. Es decir: ella está involucrada en esta peripecia que, por momentos, tiende a atribuir solo a Alberto Fernández.
¿Qué mira Cristina Kirchner de este problema? Mil razones, pero sobre todo una. La caída del poder adquisitivo del salario. Y tiene razón. Hay infinidad de factores que determinan el voto. Pero hay uno principal. La capacidad que tiene alguien con su salario, con sus ingresos, de llegar a fin de mes. Y eso ejerce un impacto sobre el humor social que se traduce después en las elecciones. Por eso ella está tan preocupada por el fenómeno de caída del salario real que viene afectado a la Argentina desde hace muchos meses, hace mucho tiempo. ¿Qué estrategia sigue el kirchnerismo respecto de este problema? Una estrategia bastante primitiva, tan primitiva que uno piensa: ¿será una estrategia o es solo un impulso? Un impulso adolescente. Ese impulso es decir “me diferencio. Somos otro caso”. Pero, ¿cómo haría para diferenciarse de Alberto Fernández? Diciendo y haciendo cosas que delante del propio público la hagan parecer diferente. Por ejemplo, lanzó iniciativas desde el Congreso que son distintas o que se adelanten a las que podría estar tomando el Poder Ejecutivo, como el aumento del Salario Mínimo, Vital y Móvil, impulsado por Máximo Kirchner. Martín Guzmán dice: “Bueno, era obvio”. Hay un Consejo del Salario Mínimo que se iba a reunir y lo iba a aumentar. Pero la intención de Máximo Kirchner y el kirchnerismo en el Congreso era no reparar en ese tecnicismo. Prefieren hacerlo ellos para que la gente los perciba distintos, y no reciba de ellos mismos malas noticias como las que les entrega el Gobierno.
Acaba de haber otra iniciativa similar, el aumento del mínimo no imponible del Impuesto a la Ganancias, que el diario El Cronista, muy ligado a Sergio Massa, porque pertenece a José Luis Manzano y Daniel Vila, publica de esta manera: “Como pidió Massa, se adelanta la suba del mínimo de Ganancias”. ¿Guzmán no se habría dado cuenta solo de que había que bajar el mínimo no imponible? Seguramente, pero se quiere hacer creer que Massa es el que le da instrucciones a Guzmán o se adelanta. Esta jugarreta de atribuirse desde el Congreso medidas del Poder Ejecutivo ya la montaba Massa bajo el gobierno de Mauricio Macri. Sagaz y astuto, veía hacia donde iba el proceso y pensaba: “Estos tipos van a tener que hacer esto; mejor lo adelanto yo”. A veces se enteraba de lo que estaban por hacer y tomaba la iniciativa para adelantar la noticia. Lo curioso es que ya no se lo hace a Macri, se lo hace a Alberto Fernández, se lo hace al ministro Guzmán.
No es el único tema en el cual el Congreso y el kirchnerismo desde el Congreso toma la iniciativa en contra o anticipándose al Poder Ejecutivo. Hay en la presidencia del Senado, donde está Cristina Kirchner, una especie de Ministerio de Trabajo paralelo para festejar las paritarias que son iguales o superiores al 60% de aumento de salario. Es el caso de la construcción, aunque no se festejó porque parece que Gerardo Martínez no pertenece al club de preferidos de Cristina Kirchner. Pero sí es el caso de Sergio Palazzo, que es el secretario general de La Bancaria. Es el caso de los Camioneros donde también ha habido un aumento que es bendecido por el kirchnerismo aunque eso genere inflación. Porque va siempre en la misma dirección: hay que recuperar el poder del salario.
A propósito de Camioneros, parece ser definitiva la pelea entre Hugo y Pablo Moyano. Y lo que se comenta en el mundo sindical es que Pablo fue desplazado de todos lados, sobre todo de las cuentas bancarias del sindicato. Habrá que ver cómo sigue esa pelea que es complicada porque entraña problemas familiares de gran profundidad donde está involucrada la actual mujer de Moyano, Liliana Zulet, y los negocios en la obra social.
La gran diferenciación del kirchnerismo respecto de Alberto Fernández y su Gobierno tiene que ver con un tema muy delicado. En el mundo anglosajón cuando hay un tema muy complicado que uno toca y se queda electrocutado lo llaman tercer riel, por el tercer riel que en muchos sistemas ferroviarios alimenta las vías con electricidad de alto voltaje. El tema de las tarifas es un tercer riel, es como tocar las jubilaciones.
Cristina Kirchner está enormemente preocupada por el tema de las tarifas, pero desde Edenor le contestaron con un gráfico que fue rescatado por LA NACION en una nota de Sofía Diamante. Muestra lo que subió el combustible por los precios de YPF, empresa con un 51% de capital estatal, es decir, el Gobierno. En los últimos tres años fue de 223%. En el mismo gráfico también muestra la medicina prepaga, 202%; la telefonía e Internet, 167%; el transporte, un 126%; la educación privada, un 274%. Mientras que lo que subió la factura de electricidad en el mismo período es un 30%. Es raro encontrar una empresa que se le anima al Poder Ejecutivo, publicando una opinión o reivindicando un interés con nombre y apellido. Los mismos Manzano y Vila, muy ligados a Massa.
Cabe preguntarse cómo hace para no quebrar una empresa que tiene semejante atraso en sus ingresos respecto de la inflación. Sencillo: no le paga lo que compra a CAMMESA. Es decir, ¿Cómo se resuelve este retraso? La empresa que le compra la electricidad a su vez a una empresa estatal que es CAMMESA no le paga y va acumulando una deuda extraordinaria. ¿Cómo hace CAMMESA para seguir comprándole energía a los generadores de las usinas si los clientes no le pagan? Lo paga el Tesoro. Es decir que este atraso no lo paga Edenor, lo pagan los contribuyentes. No sabemos si Cristina Kirchner razona de esta manera y se da cuenta que es la sociedad la que está pagando este atraso tarifario. Volvemos una vez más a aquella idea de Borges: “Los argentinos no tienen mucha noción de que el Estado son ellos”. Pero acá el Estado, al hacerse cargo de ese costo de Edenor frente a CAMMESA, le cobra esto a los contribuyentes, a todos nosotros. Se va armando un sistema distorsivo, como todos vemos, porque el Estado que paga ese subsidio y que paga esa factura impaga de las distribuidoras termina cubriendo ese costo con emisión y se produce la inflación de la que se queja Edenor. Es un círculo vicioso en el que estamos metidos desde hace muchos años sin que haya una clase política con la suficiente autoridad como para cortarlo.
No es la única distorsión. Hay otras más raras, aunque sean más anecdóticas o específicas. Por ejemplo, en Tierra del Fuego hay un régimen de protección bastante irracional a una cantidad de empresas, sobre todo a aquellas que montan partes importadas de electrónicos y los venden como electrónicos nacionales. Justifican de esa manera no pagar aranceles de importación, no pagar impuesto a las ganancias, no pagar IVA, tener todo un régimen de protección para productos importados ensamblados en la isla, que les permite competir con mucha ventaja con los mismos productos del mercado internacional.
Ese régimen de importación incluye un gran subsidio al consumo de energía eléctrica que realizan esas empresas. En el centro de ese negocio están Nicolás Caputo -muy ligado en su momento porque ahora están peleados, casi de manera casi irreconciliable, con Mauricio Macri- y Ruben Cherñajovsky, que es el otro zar de ese negocio protegido de Tierra del Fuego.
Les cuento una anécdota que tiene que ver con Cherñajovsky. Un funcionario del Poder Ejecutivo Nacional apareció en una casa de cambio a cambiar dólares en el microcentro porteño. Entregó un sobre con dólares. El cambista, que es el que cuenta la historia, abre el sobre y encuentra una tarjeta de Cherñajovsky. Seguramente era un sobre con algo que Cherñajovsky le mandó a este funcionario y él sin darse cuenta metió los dólares y dejó la tarjeta. ¿Debemos pensar eso o hubo otra historia en ese pase de dólares?
Volvamos a la protección en Tierra del Fuego. Lo curioso es que dadas estas condiciones se establecieron empresas que hacen minería de bitcoins, que son grandísimas consumidoras de energía eléctrica y consumen energía subsidiada. La más importante está en Río Grande, la base de Cherñajovsky. Hay muchas quejas de la clase media que recibe subsidios en el AMBA, pero del subsidio que reciben empresas de minería de bitcoins que no emplean mucha gente y que consumen montos increíbles de energía, se habla muy poco. ¿Sabrá Cristina Kirchner cuando defiende encendidamente -igual que Massa en el Congreso- el régimen en Tierra del Fuego que están financiando este tipo de empresas? Otra pregunta sin respuesta respecto de cómo piensa la vicepresidenta y cómo se piensa el problema energético en la Argentina.
Todo esto está en el corazón del problema económico porque la energía se ha vuelto muy cara, debido a que los precios de los hidrocarburos están por las nubes por la guerra en Ucrania, y en algún momento del año va a haber que pagar una gran factura en dólares para importar el gas que permite la generación de esa energía. Ese momento del año probablemente coincide con el momento en el que menos liquidación de dólares hay por las exportaciones de oleaginosa, sobre todo de soja. Esta caída en la oferta de dólares del sector agropecuario y el aumento de demanda de dólares del sector energético, lo estamos planteando ya desde hace varios lunes, puede dar lugar a un cuello de botella de la tenencia de dólares del Banco Central que dispare una devaluación. Los economistas tienen una gran discusión alrededor de este tema, pero es en el horizonte de la economía argentina un problema muy ligado al de la inflación. Porque si hay esa devaluación, empezamos a hablar de otras inflaciones, de otra escala.
Todo esto preocupa a Cristina Kirchner, al peronismo y a alguien que terminó en este barco un poco llevado por las circunstancias que es Sergio Massa. Tan preocupado está que realizó un asado en su casa en Tigre con un grupo de economistas a los que invitó para hablar de esta agenda de problemas. Ahí estaba Martín Redrado, Miguel Peirano, Diego Bossio, Lisandro Cleri, Marco Lavagna, y un economista independiente, académico, que se llama Martín Rapetti.
Hay que resaltar el nombre de Lavagna porque esta reunión de Massa con un grupo de economistas deriva de otra reunión, revelada por Francisco Olivera, entre Roberto Lavagna, el padre de Marco, y Alberto Fernández, en donde Lavagna habría dicho al Presidente: “Si querés cambiar a Guzmán, tenés que pensar en Massa que tiene suficiente autoridad y un grupo de economistas para, por lo menos, intentar encaminar el problema”. En este contexto se produjo el asado en esa casa de Tigre. Massa expuso ahí cuál es el pensamiento de Cristina Kirchner: que no esté Guzmán; y que esté cualquiera que resuelva el problema de la caída del salario real.
Alguien le preguntó a Massa: “¿Alguien que resuelva el problema de la caída del salario real o alguien que ella pueda manejar?”. Massa parece que está consciente de la tendencia de Cristina Kirchner a controlar a los ministros de Economía porque él dice que, si se hace cargo, pide todo: el Banco Central, el Ministerio de Producción -donde está Matías Kulfas-, la AFIP. Es decir, se hace cargo de todos los resortes de poder, además del Ministerio de Economía.
Ahí apareció el problema técnico y el que más lo desarrolló fue Rapetti, que planteó que, para mejorar el salario real, es decir, para mejorar la capacidad adquisitiva del salario, hay que reducir la inflación y abaratar el dólar. Porque casi todo lo que consumimos está hecho de dólares, aún los bienes más rutinarios, o son importados o están hechos con insumos que se pagan en dólares, por lo tanto, si se baja el precio del dólar mejora el salario porque se abarata todo. Rapetti dijo que eso no se puede hacer porque faltan dólares. En realidad, no es que falten dólares, sino que sobran pesos y como ese peso se deteriora por la inflación la gente busca refugio en el dólar. Si además se cotiza más barato el Gobierno va a tener que enfrentar más refugio en el dólar. Y va a tener una escalada en el tipo de cambio y con eso se acelera el riesgo de la devaluación. Todo esto deprimió un poco a Massa, a pesar de que otros intentaron alentarlo diciendo: “Con la guerra, el precio de las commodities puede mejorar, podría ser que se haga el gasoducto Kirchner y que haya más oferta de dólares porque no vamos a necesitarlos para comprar gas en el exterior”.
Acá aparece el tema del gasoducto que es muy interesante. Macri había dejado todo para que se hiciera de inmediato, pero pasaron más de dos años y Alberto Fernández no lo pudo hacer. Tampoco lo pudo hacer Guzmán. Vale la penar ver lo que acaba de pasar: una pesadilla para Alberto Fernández, que tuvo que recurrir al equipo de Julio De Vido en la idea de que “por lo menos saben hacer las cosas y las terminan”. Hoy al frente de la construcción del gasoducto Néstor Kirchner del cual se encarga la ex-Enarsa, dirigida por Agustín Gerez, hay un señor Antonio Pronsato, mano derecha de De Vido en el tema del gas porque era el presidente del Enargas durante las gestiones del kirchnerismo anterior. Alberto Fernández que detesta a De Vido tuvo que caer para poder encontrar una solución al problema de oferta de gas.
Este tema nos lleva al viaje de Alberto Fernández a Europa que es un viaje insólito. Fue sin agenda, tanto que no se firmó ningún documento. Un viaje casi destinado a hacer prensa. Carísimo, a 10.000 kilómetros de distancia, sin que se entienda muy bien por qué. La travesía generó un conflicto inquietante porque muestra el zigzag del Presidente en muchos temas, pero sobre todo en política exterior, que es donde menos hay que zigzaguear porque esa materia tiene que ver con el anclaje del país en la escena internacional.
Además de prensa, ¿Qué fue a hacer a Europa? A ofrecer alimentos y a ofrecer energía, sobre todo gas. ¿Quién es la principal víctima de esa oferta, sobre todo en Alemania? Rusia. Fernández le va a ofrecer a los países europeos emanciparse de Rusia. La gran herramienta de presión que tiene el país de Vladimir Putin sobre la Unión Europea (UE) inclusive para que países limítrofes de Rusia no se incorporen a la UE, es el gas. Aquel que Fernández quiere reemplazar ofreciendo producción argentina. Él, que se propuso ser la puerta de entrada de Rusia en América Latina como si no hubiera embajadas rusas.
Ahora bien, ¿Qué resultado tuvo todo esto? Una nota de la agencia Sputnik, que es una agencia que pasa por la censura del Kremlin en cada línea -mucho más ahora que están en guerra- que dice que Fernández es un traidor a Putin. Que él, que recurrió a Rusia en un momento que estaba “colgado” en el Fondo Monetario Internacional (FMI) necesitando vacunas, ahora le clava a Putin una puñalada por la espalda. ¿Por qué es importante esta nota más allá de las relaciones con Rusia que impactan muchísimo en el tema sanitario? Nosotros dependemos mucho de una vacuna rusa que ahora nadie va a querer aceptar en el mundo. Es importante porque esta nota la leen los amigos de Rusia que son Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba. El sostén de Alberto Fernández como presidente de la CELAC. O sea que toda esta política europea de Fernández, antirrusa, termina siendo suicida para sus intereses en América Latina. Ya había sucedido algo simétrico a este texto de la agencia Sputnik: fue el diálogo off the record con un funcionario del Departamento de Estado, publicado por Jorge Liotti en LA NACION y destinado a formular reproches por las declaraciones de Fernández junto a Putin.
No es el único papelón que pasó la Cancillería, porque el responsable de toda esta desorientación es Santiago Cafiero, que como canciller debería ser el asesor de Fernández en estos movimientos. El propio Cafiero tuvo una situación desgraciada con el Papa. Hizo algo que no gusta en ningún lado, mucho menos en el Vaticano. Cafiero pensó: “Ya que voy a la Bienal de Venecia, me doy una vueltita por el Vaticano y lo veo al Papa en Santa Marta”. La Santa Sede comunicó mientras él estaba en vuelo que el 22 de abril no lo podían recibir porque el Papa estaba mal de la rodilla; y le cancelaron la visita. Ese mismo día, la Santa Sede comunicó a través de su sala de prensa que el Papa suspendía sus actividades. Pero, ¿qué paso? Una organización multitudinaria de jóvenes, que se llama Missio Giovani, publicó en su página de Facebook que habían ido ese día a ver al Papa y que el Papa los recibió en la Sala Clementina. Publicaron las fotos. El día en que al Papa le dolía la rodilla, la reunión de él con varios obispos, cardenales y los miembros de esta misión juvenil que tenía un congreso en Roma. Hay chistosos que dicen que la noticia de no recibirlo a Cafiero le curó la rodilla.
Todo este panorama, cuya imagen más desalentadora es la política exterior del Gobierno, produce una diferenciación no solamente en Cristina Kirchner sino en el resto del peronismo. Se distancian los gobernadores que empiezan a reunirse sistemáticamente en el Consejo Federal de Inversiones. Ahí tenemos a Jorge Capitanich; a Sergio Uñac; a Gerardo Zamora; a un amigo de Alberto Fernández como es Gustavo Bordet; al santafecino Omar Perotti, que quedó atrapado en el oficialismo; y a Gildo Insfrán. También aparece Juan Manzur que adelantó las elecciones porque cree que es negativo en Tucumán quedar ligado al Gobierno del que él es jefe de Gabinete. Que su Gobierno quema en Tucumán. El Manzur gobernador se distancia del Manzur jefe de Gabinete.
Empieza, entonces, un realineamiento y una reunión de dirigentes peronistas que van a presionar sobre Alberto Fernández, como presiona Cristina Kirchner para que obtenga respuestas económicas. A su vez comienzan a reunirse dirigentes no kirchneristas: Diego Bossio. Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey. Todos miran a Juan Schiaretti que termina ahora su Gobierno en Córdoba. Quieren ver si finalmente se nacionaliza y constituye algún proyecto de alcance general. Va a haber un pronunciamiento de estos peronistas a fin de mes, en el que el mensaje central va a ser: “No tenemos nada que ver con esta experiencia de Gobierno, ni con la de Alberto Fernández ni con la de Cristina, porque Peronismo es Capitalismo”. Cada uno define lo que es el peronismo, como siempre.
Cristina Kirchner también se distancia y empieza a imaginar candidatos a presidente, no solo ella. Imagina a Wado de Pedro que va tan rápido hasta el centro que se pasa de largo. Como el viernes pasado, cuando estuvo con Luis Barrionuevo en el Congreso de Gastronómicos. Si hay un emblema del antikirchnerismo en los últimos años se llama Luis Barrionuevo. Ahí estuvo Wado celebrando con él y publicando fotos en su cuenta de Twitter. Jorge Capitanich, que también fantasea con ser presidente de un Alberto al que Cristina no apoya para la reelección; y Uñac, el sanjuanino que se anota en la misma lista.
Desde el lado de Alberto Fernández también se busca a esos peronistas disidentes. Tenemos una reunión de Agustín Rossi con Randazzo. Hay que recordar que en Madrid hace poco tiempo, Wado de Pedro llamó a este Gobierno, del que él forma parte, “randazzismo sin Randazzo”. ¿De qué está hablando? De los que enfrentaron en 2017 a Cristina Kirchner, con Alberto Fernández como jefe de campaña y Randazzo como primer candidato. Lo que intenta Agustín Rossi sería un “randazzismo con Randazzo”. Dejaron trascender para mortificar a La Cámpora que, a lo mejor, Alberto Fernández está pensando en darle a Randazzo YPF, que es un área apreciadísima por la agrupación.
Monzó, desde Juntos por el Cambio, también mira ese peronismo disidente y trata de tender un puente entre radicales, el PRO y esos peronistas no kirchneristas. La pelea ya ingresó al conurbano bonaerense. “El Chino” Navarro, del Movimiento Evita y muy ligado a Alberto Fernández, acaba de declarar que el 50% de las fichas de afiliación del PJ bonaerense que preside Máximo Kirchner son truchas. Desde La Cámpora empiezan ya a ver cuántos planes sociales que de los que reparte Navarro son truchos. Vamos a esa pelea. El socio en el Movimiento Evita de Navarro, que es Emilio Pérsico, acaba de hacer una jugada inquietante para muchos dirigentes del PJ bonaerense. Se compró o pidió prestada la casa de Mario Eduardo Firmenich en La Matanza. ¿Empieza Alberto Fernández y el Movimiento Evita a actuar en La Matanza en contra del PJ oficial, que conduce Fernando Espinoza? Esta es una incógnita que está instalada desde esta semana en el PJ bonaerense.
Se proyecta todo esto en la oposición. ¿Por qué se proyecta? Por una razón muy elemental y sencilla. Después de que Elisa Carrió se asoció a Macri y después de que se vincularon los radicales en la Convención de Gualeguaychú del año 2015, el gran pegamento de Juntos por el Cambio era el peligro a una hegemonía kirchnerista. Lo que está desapareciendo hoy en la Argentina es ese peligro. Si algo uno no imagina mirando a este oficialismo es una dictadura. Por lo tanto, ese pegamento se reblandece. Y empieza a haber repliegues sobre la identidad de cada uno.
Macri habla con Milei. Es más, le está armando un partido político en el conurbano bonaerense a través de Joaquín de la Torre, líder de San Miguel. Los radicales también se repliegan. Facundo Manes, que es ya candidato a presidente del radicalismo, entró en conversaciones con Schiaretti, a quien visitó días atrás. Y Gerardo Morales, el presidente del radicalismo y también candidato a la presidencia, habla con Schiaretti. ¿Y Schiaretti que espera del radicalismo? Que impulse algún candidato a gobernador en las elecciones de mayo, posiblemente un intendente marginal, que le saque votos a Luis Juez. ¿Morales está dispuesto a eso? Porque si quisiera hacer esa jugada, agregaría más sospecha a sus negociaciones con el peronismo por el Consejo a la Magistratura en contra de Juez. Parece haber un pacto de toda la clase política en contra de que Juez ingrese al Consejo de la Magistratura o gane la provincia de Córdoba.
Si creciera mucho Milei, ¿Macri se querría quedar en este Juntos por el Cambio, con este radicalismo? Es una gran pregunta. También es una pregunta si Manes se siente cómodo con Macri y con Rodríguez Larreta o si piensa una combinación con Emilio Monzó o con los peronistas con los que está hablando Monzó. Es muy difícil pensar que Juntos por el Cambio se va a quebrar. ¿Por qué? Porque en la última elección, con Macri presidente en la segunda vuelta, sacaron el 41% de los votos. Nadie se va de una fuerza política con ese caudal electoral. Pero hay que mirar lo que pasó en Perú, lo que pasa en Ecuador, lo que pasó en Chile: la unidad no está escriturada.
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