La crisis actual brinda una gran oportunidad para cambiar
Una de las claves para el buen funcionamiento del sistema democrático -aquí y en cualquier lugar del mundo- es la capacidad de autodepuración de las instituciones para sanear sus cuerpos enfermos. Hoy nuestro Senado está enfermo y desprestigiado.
Mucho se ha dicho ya sobre la crisis de la Cámara alta y de su capacidad para reflejar una forma de entender y ejercer la política que va a contramano de las necesidades de la gente y de la salud institucional de la Nación. Dentro de ocho meses tendremos la posibilidad y el desafío profundo de cambiar ese estado de cosas.
La oportunidad es única: en octubre se renovará la totalidad del Senado y los tres legisladores por cada provincia y la Capital Federal serán electos, por primera vez en nuestra historia, por el voto popular, cumpliendo un precepto de la Constitución Nacional reformada en 1994. Es decir que no sólo habrá un nuevo cuerpo de senadores, sino también un pronunciamiento-mandato de los ciudadanos para sanear un cuerpo vital de la democracia hoy en estado terminal.
Esta crisis es, paradójicamente, la gran oportunidad para cambiar. En la vida de los hombres y las instituciones, los cambios sobrevienen a las crisis, que tienen la virtud de revelar lo que ha estado oculto.
Para enfrentar esa tarea, hay que dotar de nuevos contenidos -no tan sólo de nuevos rostros- al Senado. En este sentido, la Cámara (como representante de las provincias y expresión del federalismo) debe ser el ámbito apropiado para debatir en profundidad un modelo propio de desarrollo económico y social que le está faltando a la Nación.
Cambiar el rumbo
Hace rato que venimos pregonando algo que se refleja día tras día en el bolsillo y en el espíritu de nuestra gente: este modelo político, económico y social ha fracasado. Es imprescindible debatir el cambio de rumbo. Hay que animarse a mirar la realidad de frente, a generar nuevas ideas y a tener la convicción necesaria para llevarlas adelante.
El Senado puede ser el foro adecuado para dar esa pelea, si pasamos de una dirigencia atónita, temerosa y sin ideas, a una dirigencia que represente a todos los argentinos, por encima de banderías políticas o sectoriales.
Hay señales que nos llegan muy de cerca y que deberían hacernos reflexionar. En los últimos días, por ejemplo, el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, sacudió a empresarios e intelectuales de ese país instándolos a trabajar en proyectos para modernizar el gobierno, adecuándolo a las nuevas tecnologías. "El Estado debe ser repensado", les dijo, aclarando que esa tarea debe hacerse sin temor a la caída de popularidad a las encuestas o a las críticas de intelectuales que se dicen progresistas, pero que, en realidad, son arcaicos o conservadores.
En otros ámbitos y regiones, pensadores y mandatarios de países desarrollados ponen en tela de juicio el nuevo orden económico mundial, a raíz de su performance que ha provocado de hecho un aumento de la pobreza y de la iniquidad en el mundo. Plantean para sus naciones y regiones nuevas realidades capaces de hacer frente a ese injusto orden.
La Argentina también debe darse ese debate y esa tarea. No es posible que todavía naveguemos sin tener una idea clara de cuál es nuestro proyecto estratégico como Nación y con un Estado enemigo del crecimiento productivo y el desarrollo. No es posible que aún no lo formulemos, si de verdad queremos integrarnos a la globalización y no desintegrarnos en ella.
Es posible cambiar el rumbo, es posible salir de este modelo fracasado y corrupto, es posible dejar atrás la recesión. Es posible -dentro del marco de la convertibilidad y de la ley de responsabilidad fiscal- sentar las bases de un nuevo modelo que contenga el trabajo, la educación, la cultura y los sueños de los argentinos, hoy desesperanzados por la carencia de planes y objetivos. Revertir este cuadro de situación debe ser la tarea más trascendente a asumir por el nuevo Senado si pretende transitar por el camino que lleva a la historia, y no por el sendero tortuoso de las miserias humanas y políticas.
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