La Corte ayuda a la nestorización de Cristina
La cuenta regresiva empezó a correr más rápido y ya tiene efectos. Cristina Kirchner salió a potenciar su centralidad y lo consiguió con creces. La mayoría peronista de la Corte le dio un respiro inesperado a sus urgencias judiciales justo cuando ella había empezado a arroparse de la dirigencia justicialista más rancia, a volver a movilizar a la militancia kirchnerista y, sobre todo, a tratar de ampliar su base de sustentación.
El máximo tribunal impidió que al menos dentro de una semana se viera la foto de la expresidenta en un banquillo de acusados, acompañada de Lázaro Báez y Julio De Vido . La decisión de Ricardo Lorenzetti, Elena Highton, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti evitó que se opacara la reaparición de Cristina, en medio del proceso de definiciones electorales.
La aparición de la exmandataria ayer en la sede del Partido Justicialista , rodeada de ese pejotismo que siempre tanto despreció, subraya su decisión de gravitar decisivamente en la agenda política y mediática y la pretensión de recuperar el manejo de los tiempos electorales, sin develar el gran misterio. La precandidatura presidencial, la pregunta que se hacen todos, seguirá todavía sin respuesta. Aunque ya parecen quedar pocas dudas. ¿También para la mayoría de la Corte? Las dos apariciones que hizo en menos de cinco días tienen un claro denominador común que fortalecería la hipótesis de su postulación. Cristina ofreció deliberada y estudiadamente su versión más nestorizada en la Feria del Libro y en el PJ .
No tiene nada de fortuita la puesta en valor del recuperado y rekirchnerizado Alberto Fernández , Pigmalión de la presidencia de Néstor Kirchner y también un hombre de notable llegada a los más altos estrados judiciales. ¿Una sociedad exitosa que vuelve? ¿Un kirchnerismo no sectario? Esos son los mensajes que se busca publicitar y que lleguen a todos lados. Aunque las letras de molde firmadas por la propia Cristina permitan ponerlo sinceramente en duda.
No hay casualidad tampoco en el llamado a una amplia coalición ni en la postergación de los dirigentes de La Cámpora en todas las fotos. Así como no es fruto de la improvisación el protagonismo en cada acto de los dirigentes políticos y sindicales que fueron protagonistas del primer kirchnerismo. Incluidos aquellos que terminaron siendo francos opositores y denunciantes de la gestión de Cristina. Por si hacía falta, Hugo Moyano zanjó ayer las contradicciones con un sincericidio digno de Luis Barrionuevo: "Los peronistas somos así: un día decimos una cosa y después otra".
No parece importar que para el electorado independiente aquellas escenas, sumadas a la decisión de la Corte, huelan a pasado. Ni siquiera parece incomodar que alguien pueda trazar un paralelismo entre estas imágenes y las que devolvía el peronismo del 83, cuando se mostraba conducido y dominado por la dirigencia remanente del 75. Lo que le importa a Cristina (o Alberto Fernández, que no es lo mismo pero es igual) es que el voto peronista no tenga fugas, que la Justicia no altere su plan electoral y que el centro de gravedad vuelva a estar en "ella". Allí está la clave. El propósito es abortar o retrasar hasta otro mandato los intentos de renovación peronista, para seguir con los paralelismos ochentistas.
El neopaleokirchnerismo salió a aprovecharse de las demoras y las dificultades que el peronismo alternativo tiene para encontrar un método y una acción que consoliden su espacio como real opción electoral. Para ser esa tercera fuerza a la que la teoría le asigna potencial, pero que en la práctica aún es una entelequia. La noche del 12 de mayo que no existió aceleró y potenció la estrategia de Cristina.
Contra lo que muchos esperaban, Juan Schiaretti , el gobernador peronista con más votos propios, dejó pasar la oportunidad de consagrarse como el jefe del peronismo no kirchnerista en la noche de su reelección y empezar así a ordenar ese espacio. Los asesores de Schiaretti se jactaban ayer de haber precipitado la aparición de Cristina, con el argumento de que su rotundo triunfo disparó los temores a que se consolide el otro peronismo y se rompa la bipolaridad.
Pero si el mandatario cordobés no es "el macho alfa de Alternativa Federal", como él mismo expresó, ella demostró ayer que sí pretende volver a ser "la hembra alfa del panperonismo". Sea o no candidata. Los que estuvieron en los actos de la Rural y de la calle Matheu lo entendieron claramente. En el peronismo la vocación por el poder se olfatea. No falta mucho para constatar quién acertó. Tanto entendieron de qué van las cosas los seguidores de Cristina que se lanzaron con voracidad a cazar dirigentes que hoy no están en su espacio, pero que públicamente no lo rechazan. Sergio Massa es la presa principal de esta primera avanzada. Resultado ineludible de los orondos paseos del tigrense por las cercanías de la reserva kirchnerista. Las aclaraciones de ayer de Massa no los desalentaron. Son voraces y está en juego la supervivencia.
Las reapariciones públicas de Cristina alientan, en cambio, al macrismo más puro. Son aquellos que nunca gastaron recursos para rellenar la grieta, convencidos de que el pasado de Cristina pesaría más que su mal presente. Incluso ahora que Macri también tiene mucho pasado por delante, como diría Borges. Esos macristas se ilusionaban con contrastar las recientes imágenes con los excesos de militantes kirchneristas hostigando a una periodista y con la prevista foto de la expresidenta enfrentando un tribunal oral por corrupción. Pero no la tendrán por ahora. Les queda la esperanza de que la decisión de la Corte recuerde tiempos de sometimiento judicial y se vuelva como un búmeran. La disputa por el voto independiente es el norte del oficialismo. Deberá esperar.
En el kirchnerismo miran más cerca. Celebran el respiro que le dio la mayoría peronista de la Corte. Mientras tanto, asumen la necesidad de contar con una base dirigencial más amplia, capaz de soportar un nuevo proyecto para volver al poder. De eso se ocupan. El cristinismo solo no alcanza. Por eso, Cristina se nestoriza. En todo sentido.
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