La contradicción entre la economía y las encuestas
Milei conserva índices de aprobación ligados a la reducción de la inflación; pero las sociedades reclaman un poco más (o mucho más) después de haber concretado alguna conquista
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Uno de los más conocidos encuestadores cuenta una anécdota simbólica del momento político. En un focus group, le preguntaron a una mujer mayor cómo percibía su situación económica actual. “Mala”, contestó, cortante. ¿Y cómo percibía su situación económica durante el gobierno anterior?, le repreguntaron. “Mala”, volvió a contestar, corta y seca. Sin embargo, el Presidente conserva índices de aprobación que oscilan entre el 54 y el 56 por ciento en casi todas las encuestas serias. No es la misma situación del gobierno anterior, cuando Alberto Fernández tenía una aceptación social casi imperceptible al final de su mandato, y cuando su ministro de Economía, Sergio Massa, caminaba derecho hacia una devastadora derrota electoral. ¿Qué sucede con Milei, entonces? La primera conclusión de los encuestadores es que la sociedad le reconoce al Presidente haber bajado considerablemente los índices de inflación y, sobre todo, haber alejado al país del riesgo de una hiperinflación. De hecho, el nivel de preocupación social por la inflación en las mediciones de opinión pública bajó considerablemente en los últimos meses.
Nada es para siempre. Las sociedades reclaman un poco más (o mucho más) después de haber concretado alguna conquista. ¿La reactivación de la economía será el reclamo para la segundo semestre del año? Encuestadores y economistas coinciden en que ese reclamo no será lo más urgente, a pesar de que la escasez económica es fácilmente comprobable aun en los sectores sociales medios-altos. Aquella coincidencia de economistas es más amplia y señala que el desafío del oficialismo en los últimos seis meses del año consistirá en preparar la economía para que vuelva a crecer el año próximo, que será, además, un año electoral. ¿Es la salida del cepo una condición ineludible para la reactivación de la economía? Estamos entrando en un debate que enfrenta, por un lado, a casi el 90 por ciento de los economistas y, por el otro, a dos de los economistas más prestigiosos del país, Juan Carlos de Pablo y Ricardo Arriazu. Mientras la mayoría de los economistas sostiene que la salida del cepo es un requisito, más que una condición, para la reactivación económica, De Pablo y Arriazu reclaman prudencia porque la hiperinflación podría estar a la vuelta de la esquina. “La hiperinflación llega de pronto, no avisa”, advirtió De Pablo ya en un excelente libro de reciente aparición, que reproduce diálogos de él con el periodista Ezequiel Burgo (La cocina de la economía. De Frondizi a Milei, editorial Sudamericana). “Salir rápidamente del cepo nos lleva a la hiperinflación”, vaticinó a su vez Arriazu.
De Pablo y Arriazu son dos economistas muy escuchados por Milei. Los economistas más neutrales señalan que ese debate es tan necesario como interesante, y que lo que quieren decir Arriazu y De Pablo es que no se debe salir apresuradamente del cepo porque, en efecto, podría tener una consecuencia inflacionaria importante. Pero, al mismo tiempo, señalan la necesidad de pensar en el fin de las restricciones para la compra y venta de la moneda norteamericana. “El rebote de la economía de la recesión actual no necesita el final del cepo, pero el rebote se agotará en seis meses. Después se requerirán inversiones y no habrá inversiones en dólares mientras exista un cepo que impide disponer libremente del dólar”, explican. Es raro que un economista que se cree merecedor del Premio Nobel de economía, como acaba de candidatearse Milei, no aprecie la contradicción entre el liberalismo y las restricciones en el mercado cambiario. Los economistas neutrales señalan, claro está, que la salida del cepo necesita de dos condiciones: una buena cantidad de reservas de dólares en el Banco Central y una brecha muy pequeña entre el dólar oficial y el blue. Ninguna de esas condiciones existe, hoy por hoy.
Las encuestas le son generosas al Presidente (es la fortaleza social que lo protege de la imponente debilidad parlamentaria) cuando la economía no muestra ninguna cifra buena, salvo la de la tendencia a la baja de la inflación. En los últimos días se conoció que el PBI cayó un 5,1 por ciento en el primer trimestre del año comparado con igual trimestre del año pasado. Pero cayó el 2,9 por ciento comparado con el trimestre anterior, el cuarto de 2023. La venta en los supermercados se derrumbó un 17,6 por ciento en abril con respecto del mismo mes de 2023 y un 3,3 por ciento con respecto del mes anterior. Los supermercados son el zócalo del consumo social; ahí están, fundamentalmente, los alimentos y los artículos de limpieza. El promedio en el primer trimestre del año de caída de las ventas en los supermercados fue del 13 por ciento. En síntesis, el país vive una recesión que comenzó en noviembre pasado, después de una parálisis económica de doce años. Los únicos sectores de la economía que están muy activos son el campo (la producción de soja aumentó un 100 por ciento con respecto del año pasado, arruinado por la sequía) y la producción de petróleo y gas. Las restricciones económicas siguen aquejando, por el contrario, a la construcción, al comercio y a la industria metalúrgica. El problema consiste en que el campo y la energía son los sectores más dinámicos de la economía, pero también los que menos empleos ofrecen si se los compara con la construcción, el comercio o algunas industrias metalúrgicas. Por eso, quizás, la preocupación social está virando en las encuestas de la inflación al temor a perder el trabajo.
La otra razón de la conservación de las encuestas por parte de Milei es la falta de alternativas en el paisaje político. Si se mira bien lo que sucede en el resto de los partidos, la sociedad cuenta con poco y nada después de Milei. Un hombre solo contra un sistema político, como suele describir el jefe de Gabinete, Guillermo Francos. La colonización kirchnerista del peronismo parece definitiva, aun cuando la facción de Néstor y Cristina Kirchner ya haya mostrado su definitiva finitud. Los kirchneristas juegan a un fracaso rápido de Milei; suponen que un desastre urgente de la experiencia mileísta es lo único que podría reponerlos en el poder. De hecho, hace pocos días el senador nacional por Entre Ríos Edgardo Kueider, que voto a favor de la Ley Bases en el Senado, señaló que tomó distancia del bloque peronista porque el kirchnerismo solo aspira que Milei se vaya a su casa cuanto antes. Nadie lo desmintió. De otro modo, si Milei lograra estabilizar la economía y reactivarla, el kirchnerismo y el peronismo se alejarían del poder por un rato largo. Cristina Kirchner y sus seguidores lo saben.
¿Necesita Milei al kirchnerismo? Si analizamos lo que pasó en el Congreso con la Ley Bases, debemos concluir que no lo necesita. La Cámara de Diputados votó dos veces a favor en general de ese proyecto con más de 140 votos; la mayoría absoluta son 129 diputados. En el Senado, donde Milei tiene solo siete senadores, obtuvo 36 votos a favor en general de la Ley Bases, lo que le permitió el empate con el peronismo y el crucial desempate de la vicepresidenta Victoria Villarruel. A pesar de los constantes insultos a la oposición, el Presidente puede decir que tiene un sector importante de la oposición dispuesto a ayudarlo a gobernar. Una profunda crisis se abatió sobre el radicalismo desde que la presidencia de ese partido disiente claramente con sus legisladores, pero la mayoría de los parlamentarios de la UCR votó a favor de la Ley Bases. Sucede lo mismo con Pro, aun cuando la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, está planteando un cisma dentro de un partido al que llegó hace poco tiempo; ahora está enfrentada con el fundador de esa organización política, el expresidente Mauricio Macri. ¿Hizo concesiones el Gobierno para llegar a esas votaciones? Desde ya que sí. “La política consiste en discutir las diferencias”, dice Francos. Pero debe reconocerse que, a pesar del discurso confrontativo y a veces difamatorio del Presidente, este les ha hecho concesiones importantes a sus opositores. Francos solo no hubiera podido avanzar mucho con su vocación dialoguista. El solo ascenso de Francos de ministro del Interior a jefe de Gabinete señala a un Milei muy distinto del que aparece en público. Es probable que el jueves la Cámara de Diputados apruebe la Ley Bases con la insistencia definitiva de la reinstauración del impuesto a la ganancias y las modificaciones que pidió el oficialismo de Bienes Personales. Los dos son objetivos fundamentales del Gobierno. La administración de Milei podría concederles a sus opositores la no privatización de Aerolíneas Argentinas, ese tótem intocable de la vieja Argentina. En definitiva, el Gobierno lograría la aprobación parlamentaria de la primera ley de la era Milei, que simbólicamente dice mucho más que su contenido. Sería la demostración de que un presidente casi sin Parlamento puede conseguir la aprobación de una ley clave.
Eso ocurriría a pesar de que Milei le dedicó palabras de furia a sus opositores hasta las vísperas de la votación. Sucede algo parecido con el Fondo Monetario Internacional, organismo decisivo para la Argentina, que es su principal deudor. Milei lo acusó de socialista y militante del Foro de San Pablo, una creación de la izquierda mundial para enfrentarse con el Foro de Davos, al director del Hemisferio Occidental del FMI, el chileno Rodrigo Valdés. Valdés no es socialista ni simpatizó nunca, que se sepa al menos, con el Foro de San Pablo; por el contrario, fue un ortodoxo funcionario económico del gobierno de Michelle Bachelet y un alto ejecutivo de bancos privados internacionales antes de llegar a su actual cargo en el Fondo. Tergiversar la vida de los otros, con información incierta y sesgada, fue la práctica constante de una parcialidad política que los argentinos acaban de echar del poder.
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