La cárcel dorada de Balcedo, un paraíso blindado en la costa uruguaya
PUNTA DEL ESTE.- La Catedral, como se conoció la magnífica cárcel que construyó Pablo Escobar para cumplir un tiempo su arresto, queda reducida a un simple complejo al lado de la chacra El Gran Chaparral. Aquí pasa sus días detenido el sindicalista argentino Marcelo Balcedo, apresado en este país acusado de lavado de dinero, contrabando de vehículos y portación ilegal de armas de fuego. El platense no está solo, comparte la exclusiva prisión con su esposa, Paola Fiege, también investigada.
Mientras las causas avanzan en ambos márgenes del Río de la Plata, ya que en la Argentina también se investiga el patrimonio del titular del Sindicato de Obreros y Empleados de la Educación y de la Minoridad (Soeme). La pareja logró que la Justicia uruguaya les permitiera continuar el proceso penal en una de las propiedades que poseen los Balcedo en este país. La más grande y completa de todas.
LA NACION llegó hasta Playa Verde, el lugar donde está la chacra de 90 hectáreas que ocupa todo un cerro. Incluso, es imposible poder verla de punta a punta. Aunque uno se suba a la cima del Cerro del Burro, que está situado al lado del complejo -que tiene cancha de tenis, pileta cubierta y descubierta, quincho, cinco lagos, establo con vacas, ovejas y caballos-, no se pueden ver las dos entradas a la vez.
Sin embargo, la época dorada de El Gran Chaparral quedó lejos, tras los allanamientos y decomisos de animales exóticos y autos de ultralujo hace un año atrás. Hoy, el complejo comienza a verse deteriorado y el movimiento de personas y vehículos es escaso.
"Hasta 15 días antes del allanamiento, siempre se escuchaba el helicóptero pasar a eso de las 3 o 4 de la mañana. Luego de eso, nunca más", recordó ante LA NACION una comerciante que nació y vive hace más de 40 años en el tranquilo y humilde balneario cercano a Piriápolis. Al igual que otra media docena de vecinos, todos hablarán de los Balcedo, pero si su nombre no se publica. "No tenemos miedo, pero hay que tener cuidado", será la frase que se repetirá.
Aún está fresco el recuerdo de la muerte de un hombre de 48 años, sindicado como testaferro de Balcedo, que sufrió un ataque cardíaco meses atrás.
Antes de las detenciones, en la estancia del sindicalista y dueño de medios, trabajaban cerca de 30 personas del pueblo. En la actualidad, solo quedan entre cinco y seis. "Había muchas familias que dependían de ellos. Igual duraban poco en el trabajo porque los uruguayos no somos como los argentinos. Por ejemplo, si te piden un vaso de agua, vos se lo llevás y ta. En el caso de los argentinos, son capaces de pedirte que se lo pongas en la boca", detalló otra vecina que vive a 200 metros de uno de los ingresos a la chacra.
Con las cuentas virtualmente congeladas, el séquito del matrimonio Balcedo se redujo al mínimo. Choferes, profesores de gimnasia, porteros, cuidadores de animales y amas de llaves son algunos de los que abandonaron El Gran Chaparral, donde cobraban elevadas sumas de dinero, en dólares y en negro.
Fiege era quien se ocupaba de que cada uno de sus cerca de 30 empleados recibiera la paga en moneda norteamericana y en mano, algo inusual para Uruguay, donde los sueldos tienden a estar bancarizados y declarados.
Según pudo reconstruir la Justicia uruguaya, el profesor de educación física cobraba cerca de 6000 dólares, lo mismo que el chofer de los hijos de la pareja. En tanto, el cocinero privado recibía una paga de 5000 dólares mensuales. Con esta estrategia la pareja disimulaba parte de las elevadas sumas de dinero que se utilizaban para mantener impecable la estancia.
Aquí cuentan que a los Balcedo se los veía muy poco, que la mayor parte del tiempo cuando salían se dirigían a Punta del Este o restaurantes de lujo. Además, aseguran que quien tenía más carácter era Fiege y el mito es que siempre llevaba una pistola en su cartera.
Las garitas de los dos ingresos hoy están vacías, sucias y descuidadas. Algo similar ocurre con el césped y las plantas alrededor de los carteles de chapa herrumbrada que tienen calado el nombre de la chacra. Están crecidos y con poco mantenimiento. También varias cámaras que monitoreaban todo el perímetro fueron retiradas y el portero eléctrico desconectado.
Durante la recorrida de LA NACION, se vio solo a un hombre arriba de un tractor, moderno y sofisticado, trabajar en la parte de atrás de la chacra. El peón viene dos o tres veces por semana y se ocupa del mantenimiento del campo y los pocos animales que quedan, ya que la gran mayoría fueron decomisados y enviados a zoológicos o santuarios naturales.
La misma suerte corrieron los vehículos de alta gama. Ninguno de los 14 detectados durante el operativo del 4 de enero del año pasado se ve en el lugar. Ni Porsche, ni Ferrari, ni el Mercedes-Benz edición McLaren. Solo se ve un pequeño camión, una camioneta de carga y dos autos de gama media.
En tanto, la pareja Balcedo-Fiege busca reencontrarse y rearmar la familia. Representados por distintos abogados, el sindicalista y su esposa llevan pocas semanas de convivencia en la chacra que fue su refugio en los últimos años.
"No quieren hablar. Están esperando tener novedades de las causas para poder decir algo. Ellos están bien y juntos", explicaron desde el entorno de Balcedo a LA NACION ante el pedido de una entrevista en El Gran Chaparral.
La presencia de periodistas no pasa desapercibida para los vecinos, salvo para cuatro chicos que juegan en una canchita de fútbol dentro de la humilde escuela rural Nº 45, Doctor Alfonso Lamas, que está al lado del ingreso principal a la chacra.
El portón estaba sin cadena ni candado el jueves pasado, cuando fue LA NACION. Minutos más tarde llegó un familiar de la pareja que, al ver la presencia periodística, permaneció en el auto unos minutos. Luego se bajó, abrió manualmente el portón y segundos más tarde vino una camioneta policial con dos uniformados que estaban en la casa principal. "La casa es grande, pero no tanto. Son más hectáreas que otra cosa", fue la escueta respuesta del uniformado que pidió los documentos del cronista y del fotógrafo del diario. Tomó nota de ambos, cerró con candado el portón y se retiró.
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