La búsqueda de una tregua Macri-Larreta y la revolución Manes
Las tensiones en el Pro pusieron en crisis a la coalición opositora; la posible irrupción del neurocientífico trastocó el tablero y abre la puerta a una negociación
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“Necesitamos una solución acordada”. Horacio Rodríguez Larreta y Jorge Macri coincidieron el viernes, durante un encuentro imprevisto en Olavarría, en que el Pro se expone a un serio peligro si la batalla por las listas electorales deriva en una interna a cara de perro. La voz quebrada de Elisa Carrió había trazado horas antes el retrato de una crisis capaz de sacudir a toda la coalición opositora: en su “llamado desesperado” a la unidad, habló de egos desbocados, ambiciones personales, operaciones, mentiras y mezquindades.
La irrupción -todavía como amenaza- del neurocientífico Facundo Manes como posible candidato de la UCR en Buenos Aires sacó a macristas y larretistas de las trincheras al final de una semana en la que el tablero de Juntos por el Cambio se movió a un ritmo de vértigo. “¿Y si mientras nos matamos entre nosotros los radicales se quedan con todo?”, resume un jugador de peso en el Pro.
“Voy a hacer todo lo posible para evitar las internas”, insiste Mauricio Macri, que íntimamente celebró el juego disruptivo que plantea el plan Manes. Lo perciben en su entorno como un obstáculo para el objetivo de Larreta de imponer a su vicejefe, Diego Santilli, como cabeza de lista en la provincia.
Macri se siente desafiado. Durante 17 años condujo el Pro como si fuera una de sus empresas, en las que el apellido transmitía el eco del liderazgo indiscutido. Cambiemos y después JxC replicaron esa lógica de funcionamiento, al amparo de un poder que se suponía duradero.
“Hay algunos de los nuestros que se creen que esto es Suiza, que ganar o perder estas elecciones no cambia demasiado –suele repetir Macri sus innumerables reuniones con dirigentes-. No ven lo que son Cristina y estos tipos: si ganan terminamos todos presos o nos tenemos que ir del país”.
Macri descarta ser candidato este año, como le pide Pichetto. Pero ha llegado a decir que hay días que se arrepiente ante las disputas internas: “Tendría que haber dicho que iba yo de candidato en la Ciudad y se terminaba todo el debate”
Hiperactivo, lejos de cualquier fantasía de retiro, pulsea indisimuladamente con Larreta. Lo que en la superficie es una pelea por nombres en las listas electorales esconde una disidencia abierta sobre quién conducirá la oposición de cara a 2023 y qué propuesta ofrecerá a la sociedad para reemplazar al kirchnerismo.
Larreta niega que esté mirando más allá de las elecciones de noviembre. “Yo también quiero ganar. Pero tenemos que poner a los mejores candidatos”, transmite, obsesionado con desdramatizar.
Con esa lógica defiende el combo Santilli en Buenos Aires-María Eugenia Vidal en Ciudad. Macri rezonga: considera inexplicable que Vidal no sea candidata en la provincia que gobernó. “En modo leona como en 2017 no le gana nadie. Es la que mejor mide y la que ordena a todos”. Su primo Jorge preside el Pro bonaerense y es el cruzado que camina el territorio para juntar cabezas contra lo que llama “la invasión porteña”.
Vidal y Macri tienen agendado un almuerzo para la semana que empieza, cuando ella regrese de su gira por Estados Unidos. “A la provincia no va”, anticipan sin espacio para la duda tres fuentes que la tratan a diario. En cambio, ven como casi seguro que se postule como cabeza de lista en la Capital, el mismo puesto que ansía Patricia Bullrich.
“A veces me agarro la cabeza y digo: ‘Tendría que haber dicho que iba yo de candidato en la Ciudad y se terminaba todo el debate’”, le escucharon exclamar a Macri en una reciente reunión en sus oficinas de Olivos. Miguel Pichetto se lo sugirió en privado y ahora lo repite en público: “Tenés que ser vos”. ¿Es posible que salga a la cancha? “Puro humo. Descartado”, le respondió el expresidente a un diputado que le escribió con esa inquietud.
Macri y Larreta chatearon el miércoles, antes del viaje del expresidente a Mendoza. Intentan bajar los decibeles, pero les cuesta encontrar el punto de acuerdo.
La charla en Olavarría entre del jefe porteño con Jorge Macri al final de una reunión con intendentes fue un paso hacia una posible tregua. Quedaron en explorar una lista única del partido, hacer mediciones y aplacar los niveles de tensión que han enardecido a todos los socios de Juntos por el Cambio. Pero es pronto para dar por encarrilado el conflicto que el radical Gerardo Morales bautizó como “la telenovela del Pro”.
Persiste una disidencia existencial sobre el papel de la oposición ante el kirchnerismo. Macri promueve una resistencia pétrea contra la deriva institucional del Gobierno y sueña con un “segundo tiempo” -con o sin él en la presidencia- que impulse las reformas que quedaron truncas en el período 2015-2019. Larreta aspira a ser un “presidente exitoso”, expresión en la que puede leerse una crítica subliminal a su antiguo jefe. Considera que para eso se necesita capacidad para construir consensos y que eso será inviable si en la carrera hacia el poder quema todos los puentes con los adversarios.
“Sin 21 no hay 23. Olvídense y dejen esa discusión para más adelante”, reta Macri a quienes le dan ese argumento. Insiste en que un triunfo claro le permitirá a Cristina nombrar un procurador general militante y desatar una persecución judicial al estilo de Nicaragua o Venezuela.
“Tenemos que ofrecer la revolución de la esperanza”, les dice Manes a quienes lo interrogan. Se percibe como emergente de un “centro popular”, sin ataduras respecto de la gestión de Cambiemos
Un dirigente radical explica así el conflicto que cruza a la coalición: “El debate del Pro se resume en que unos reivindican la gestión de Macri y otros dicen ‘no soy el pasado’. Pero a ambos les falta incorporar la dimensión del futuro”.
La revolución Manes
A cubrir ese déficit apunta la UCR con el proyecto Manes, que tanto impacto tuvo en la interna opositora. El médico se reunió con Macri hace un mes, come con Larreta de tanto en tanto y estuvo en la casa de Carrió en Exaltación de la Cruz el jueves. Se mueve con la apariencia de un candidato, pero no se lo confirma a nadie. “¿Sabés algo? ¿Ya aceptó?”, son preguntas que se cruzan como rayos en los chats de dirigentes de Juntos por el Cambio.
Manes se guarda la respuesta, pero sus gestos son mucho más explícitos que aquellos de 2017, cuando amagó y finalmente desistió de competir. “El comité radical lo recibió como si hubiera revivido Alfonsín”, describe uno de los presentes en el acto que le armaron el miércoles las cabezas del partido para exhibirlo como la gran esperanza blanca. Los detalles dicen mucho: el médico se encargó de supervisar la escenografía y llegó con una productora que filmó toda su actividad en el lugar.
“La sociedad se paraliza por miedo o por falta de esperanza. Tenemos que ofrecer la revolución de la esperanza”, les dice Manes a quienes lo interrogan. Habla como alguien que ya estuviera pensando el eje de su campaña. Se percibe como emergente de un “centro popular”, sin ataduras respecto de la gestión de Cambiemos.
Los radicales bonaerenses, con Maximiliano Abad al frente, lo ven como un posible candidato de unidad que evite una interna de Juntos por el Cambio. Larretistas y macristas lo consideran improbable. Incluso ponen en duda el apoyo real que puede despertar Manes. “Una cosa es la buena imagen de un médico y otra la que pueda retener cuando se meta en el barro de la política”, señala un diputado afín al jefe porteño. Cerca de Macri añaden: “Ojo con renegar de nuestra gestión. No se olviden del 41%”.
Dos encuestas recientes (CB consultora y Real Time Data) otorgan al neurólogo una imagen positiva superior al 50% y con bajos niveles de rechazo, aunque todavía con índices de conocimiento muy inferiores a las figuras centrales de Juntos por el Cambio.
Lo que parece inevitable es que, si se postula, el Pro estará obligado a ir a las PASO de septiembre con una sola lista. “Nos cambia todo el juego”, dice un allegado al jefe porteño.
Macri estuvo muy pendiente de la información sobre Manes. Habló en detalle con Alfredo Cornejo, a quien invitó a acompañarlo en el avión privado que lo llevó a Mendoza. Al exgobernador –tan díscolo durante su gestión presidencial- lo percibe como un aliado en el juicio sobre la relevancia institucional de estas elecciones. La grieta interna no reconoce fronteras de partidos.
La ilusión de reencontrarse con un candidato tentador mueve a la UCR a pensar en una jugada osada en la Capital, donde Larreta reclama poder poner la cabeza de lista “como hacen todos los gobernadores”. Vidal opera como su carta para acobardar a Bullrich: “si quiere ser candidata que le gane la interna” es la amenaza latente. El jujeño Morales presiona con la idea de anotar en las primarias una lista porteña liderada por Martín Lousteau. Al senador -aliado a Larreta- no lo entusiasma esa hipótesis ni la alienta en las condiciones actuales.
Bullrich y Larreta se vieron esta semana más que de costumbre. Cerca de la exministra aseguran que no se achica ante una interna, pero que irá “a dónde mejor le sirva a la oposición”. A Vidal la sigue bombardeando en público por su bajo perfil y por su negativa a competir en territorio bonaerense. Difícil imaginarse una PASO amable si finalmente el Pro se resigna a resolver todo en las urnas. “No esperen que yo la controle”, advierte Macri.
La exministra no cierra ninguna puerta. Cuentan incluso que hizo averiguaciones para ver si estaría en condiciones legales de competir en la provincia, a partir de los campos que tiene por herencia familiar.
Las quejas de Carrió
Carrió mira el escenario con dramatismo. Su clamor del viernes agitó aún más la interna. Es todo un clásico el estruendo que desata la exégesis de sus mensajes encriptados. A última hora del viernes hizo control de daños y le mandó a decir a Larreta que no era ni para él ni para Vidal la queja por “el destrato” a su partido y a la UCR.
Pero es cierto que en su charla con Manes y Abad compartió las quejas de los radicales por la “falta de consideración” de Pro con los demás integrantes de la alianza.
Ella se ofreció como candidata en Buenos Aires y por ahora no se baja, lo que suma otro escollo para el armado de esa lista sin dueño. La Coalición Cívica renueva tres diputados en la provincia y sus dirigentes temen perder en el reparto. Sobre todo, cuando Larreta y Bullrich proponen acuerdos como el que negocian con José Luis Espert, que podrían influir en la distribución de puestos.
La ampliación hacia los liberales, la construcción de la pata peronista de Pichetto y los contactos con dirigentes de centroizquierda en distintas provincias añaden complejidad a la construcción de un frente electoral que carece de un líder indiscutido y del beneficio ordenador de ser gobierno. Dos activos de los que alardea su rival.
Con el reloj encima, a los dirigentes de Juntos por el Cambio les toca ofrecer al mismo tiempo respuestas colectivas a dos preguntas que eludieron durante año y medio para no arriesgar la unidad: por qué perdieron con Cristina Kirchner y cómo harán para volver a ganarle.
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