La bronca, el gran candidato
Un fenómeno inquietante de las elecciones provinciales ha sido el nivel de abstención; ¿Cristina vuelve a inscribir al Frente de Todos, o cambia de alianza?; De Pedro y una encuesta inconveniente; Massa y el Fondo; últimas instancias del duelo Bullrich-Larreta
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Hubo una especie de maratón de elecciones provinciales que se celebraron este domingo en San Luis, Mendoza, Corrientes, y Tucumán. Cada una tiene su propia lógica; no tienen que ver necesariamente con la agenda nacional. Los líderes de esas provincias tratan de despegarse del calendario nacional, porque consideran que la situación nacional, sobre todo en el caso del peronismo, los contamina y les hace perder votos. Quiere decir que es muy difícil proyectar conclusiones de esas elecciones provinciales sobre el proceso político nacional, sobre la elección de la presidencia de la Nación.
Sin embargo, hecha esta aclaración, hay algo que está apareciendo en casi todas estas elecciones que sí nos habla del estado general de la política en la Argentina. Y son montos llamativos de abstención, de rechazo a la política, de desapego, de quitarle el cuerpo a la convocatoria que la política le hace a la gente. Hay una ruptura entre los representantes y los representados que se manifiesta en esa abstención llamativa. Lo podemos ver desde el lado del político. Para los políticos, la abstención genera una enorme perturbación, genera miedo, porque no es el rechazo a una opción. No es como si dejara de tomar la gaseosa A y me paso a la gaseosa B. No, es la noticia de que la gente empezó a dejar de tomar gaseosas, lo cual es un drama para toda esa industria. Es un rechazo en general a la actividad de los políticos que está reconfigurando la escena. Esta es una primera conclusión que tenemos que sacar: las categorías con las que nos manejamos en los últimos quince, veinte años, para ponerlo de manera simplificada, kirchnerismo y antikirchnerismo, empiezan a ser cada vez más obsoletas, para interpretar lo que está pasando en la vida política. Por eso es una gran demanda de interpretación. Por eso hay cierta confusión. Porque los moldes que tenemos en la cabeza para organizar lo que sabemos, empiezan a tener cierto grado de anacronismo. Miramos la escena y aparecen actores que no teníamos registrados. Uno de esos actores es el núcleo de votantes que no va a votar.
Y otros, que teníamos registrados, y de a poco empiezan a desaparecer. Figuras que dominaron centralmente la escena, en todo el ciclo que pareciera que se está cerrando, eminentemente dos: Cristina Kirchner, y Mauricio Macri, que no pueden ser candidatos en esta elección. ¿A qué me estoy refiriendo cuando hablo de este fenómeno que supone un rechazo global? Gente que rechaza todo el menú y que, por lo tanto, hace que el político se retraiga. ¿Por qué es importante? No solamente por cómo determina el juego electoral. Es importante porque hay esta gente que se abstiene, que está desencantada, a la cual la dirigencia no logra convocar, esta gente, para decirlo de manera brutal, hay que hacerle el ajuste que promete la política que va a hacer para superar los graves problemas económicos que tenemos. Es decir, este es el terreno sobre el cual tendrán que implementarse los planes de estabilización que estudian los equipos técnicos, a veces muy ajenos a este estado de ánimo, que se manifiesta en esta onda de negatividad electoral, que tiene, inclusive, abstención y voto en blanco.
Una elección de ayer significativa, porque tiene que ver con un gobierno relativamente nuevo, con un gobierno eficiente que tiene consenso, pero que registró el domingo números inquietantes, fue la de la provincia de Corrientes. El domingo una abstención de 43,17% del padrón que no fue a votar. Si se le suma a eso el voto en blanco -se elegían senadores y diputados provinciales de la legislatura local- hubo 3,6% de voto en blanco para senadores y 3% de voto en blanco para diputados. Si se suman los dos, estamos más o menos en 47% de voto negativo. Esto no aparece en la cuenta de la presentación de los números de los candidatos. Aparecen porcentajes que descuentan este agujero del mapa, pero estamos hablando de que en Corrientes hubo prácticamente un 50% del electorado que le dijo que no a toda la oferta, que dijo no a la política. No es para aplaudir, no es para celebrar. En 2021, para elecciones como la de este domingo, donde no fue a votar, insisto, 43% del padrón, no había ido a votar el 26% del padrón. Es decir, estamos hablando de un incremento de la abstención de más o menos 17 puntos porcentuales. Es muchísimo. Ahí está pasando algo que seguramente debe tener preocupados a todos los políticos empezando por el gobernador Valdés.
En Mendoza, hubo 34 % de abstención y 6% de voto en blanco. Es decir, 40% de voto negativo. No hace falta aclarar que estamos en un país con voto obligatorio. Son cifras de países con voto voluntario y con gran rechazo a la política, pero acá la gente está presionada a votar por la ley, y se supone que hay sanción por no votar. Es decir, esto que en el 2001 se llamó “voto bronca” reaparece en la Argentina con mucha intensidad. Esto cambia también la representatividad de cada uno de los que participa. Ganó la elección Alfredo Cornejo, que es el dirigente más importante de la provincia de Mendoza, aún no estando en el poder. Es el presidente del bloque del radicalismo en el Senado nacional. Bueno, Cornejo sacó casi 61% de la elección interna de Juntos por el Cambio en Mendoza. Competía contra Luis Petri, que sacó 39,22%. Pero si miro la elección general, donde cada candidato va a exponerse ante los electores, sacó 21% de los que votaron. Y si miro respecto del padrón general, 17 % de los votos. Con ese capital va a tener que gobernar. Estamos siempre mirando la oferta qué hacen los políticos, qué hacen los partidos, las alianzas, las peleas, las declaraciones, y etcétera. Hoy miramos al revés, que hace la sociedad frente a la política, o qué hace la sociedad como sujeto de la política, y evidentemente está planteando un enorme conflicto que es un desafío enorme, sobre todo por las tareas que tiene que hacer este y el próximo gobierno. Que va a demandar de una gran credibilidad para pedir sacrificios, y pedir una apuesta a que esos sacrificios rindan fruto. Dicho de otramanera, estamos en un problema.
En San Luis hubo una elección donde evidentemente también se produjo un quiebre. Ahí ya es otra historia. No tiene que ver con la abstención, tiene que ver con el rechazo a una dinastía, la de los Rodríguez Saá. En este caso, representada por Alberto Rodríguez Saá. Es muy interesante porque su nombre está muy ligado al Kirchnerismo. Y convocó para candidato a gobernador a un juez de la Corte Suprema de San Luis. Hay tanta crítica sobre la contaminación de política con justicia; todo un discurso respecto de la manipulación y la politización de la justicia, pero de estos temas provinciales casi no se habla. Es llamativo. En particular, por la disidencia, el apartamento, la negligencia de las oligarquías provinciales respecto de la división de poderes. Ganó Claudio Poggi en una alianza muy amplia, sostenida a nivel nacional por Horacio Rodríguez Larreta. Se termina una dinastía, aun cuando el ganador, venía con el respaldo de Adolfo Rodríguez Saá, que tenía una gran pelea con Alberto...
Un capítulo aparte es Tucumán, que muestra el rostro horrible de los sistemas electorales de algunas provincias. En Tucumán hay una metodología establecida como natural, que es que el peronismo propone candidatos a gobernador de los que cuelgan 80 listas de diputados. Obviamente, muy pocos entran como legisladores locales. Pero se les paga después con cargos, o a veces con plata, para que se presenten para mover la lista del candidato a gobernador. Hubo un episodio que todavía no se resolvió, que se va a resolver a las próximas horas cuando se haga el encuentro ya definitivo, que es la suspensión del escrutinio en la capital provincial, en San Miguel de Tucumán. En el momento en que empezaban a entrar los votos por los barrios donde Juntos por el Cambio tiene mayor representatividad, se suspendió el escrutinio.. Se supone que esos votos beneficiaban a la candidata que enfrenta desde la ciudad al gobierno provincial de Jaldo, que es el que ganó.
Hay una ola de negatividad. Y aquí hay un detalle técnico importante que se vuelve más complicado para algunas figuras por la presencia o la vigencia del ballotage. Acá hay algo que no se ha subrayado lo suficiente del efecto de la reforma de Alfonsín, en el ‘94. Al introducir el ballotage, los candidatos con mucha negatividad que podrían salir primeros en una elección simple, después en una segunda vuelta pierden casi inexorablemente. Cuando ven en la encuesta que el 60% jamás lo votaría, abandonan la carrera. Hay dos figuras en la Argentina, que tienen que estar lamentando la reforma de Alfonsín. Uno es Macri, que podría haber competido en un régimen sin ballotage y hubiera ganado la interna de Juntos por el Cambio o le hubiera ido muy bien. Se da cuenta de que puede estar muy bien en la primera vuelta, pero en la segunda pierde. Y la otra figura es Cristina que no quiere presentarse ante la misma dificultad. Entonces, estamos en presencia de un sistema con mucho rechazo. Y con figuras como Mauricio Macri o Cristina Kirchner, que se tienen que retirar, y se retiran de la competencia con un activo. Son probablemente los que más concentran la identidad del propio grupo, es decir, tienen minorías muy homogéneas y muy movilizadas que los sostienen, pero no les da para ganar la elección general. Con lo cual, en cada una de estas coaliciones queda un enorme vacío. Y la gravitación del dedo de ese caudillo, que no puede competir, pero sí puede condicionar la elección de los candidatos de su propia fuerza. Esto es lo que estamos viendo en Juntos por el Cambio y el Frente de Todos.
Se produce un fenómeno -que ya señaló Ana Iparraguirre- que es una dispersión, que tiene que ver con que ningún candidato mueve demasiado el amperímetro. Estamos en presencia de muchísimos candidatos, pero todos con poco nivel de votos. Y eso tiene un efecto que incrementa el fenómeno. Si yo veo que el mejor candidato de mi fuerza política, tiene 17% de los votos, me presento con 10 también. ¿Por qué no me voy a presentar? No es que hay uno que está cantado como ganador. Entonces, la dispersión genera más dispersión y fragmentación, con el problema de fondo: la gente que desconfía de la política, que se abstiene, que vota en blanco, ve la dispersión, y las discusiones, y tiene un motivo más para alejarse.
No obstante, estamos a tiempo de que las internas, si se realizan bien y si surgen candidatos nítidamente vencedores, acoten este problema o lo reviertan. Pero hoy, en la instancia en que estamos del proceso, estamos en medio de estas dificultades. Aparecen estas dificultades en el Frente de Todos, que tiene un problema central. La candidata, que más votos recogería es Cristina. Lo dice el 60 o 65% de los que están en esa fuerza. Pero Cristina no ganaría una elección general en un régimen con ballotage, y entonces no se presenta. Y no se presenta porque sabe que no ganaría y porque no quiere ser, como se decía en la década del ‘80 de Lorenzo Miguel, de Herminio Iglesias, de aquellos que habían sido la encarnación de la derrota frente a Alfonsín. No quiere ser la “mariscala de la derrota”. Tanto no lo quiere ser, que curiosamente está convocando a que las decisiones sean colegiadas. Ella, que le encanta ejercer un liderazgo casi monárquico, ahora pide que en su palco de la Plaza de Mayo haya 300 personas, y que los gobernadores le “exijan” una mesa colectiva en la cual se tomen las decisiones. Es decir, pareciera que ella está pensando: “Si vamos a una derrota importante, somos todos los derrotados, no vaya a ser que después se inicie un proceso de renovación interna, que me ponga a mí sola en el banquillo de los acusados”. Esta es la estrategia de autopreservación que tiene Cristina en su cabeza y por eso su procedimiento, que es muy inteligente para la situación en la que está.
Este miércoles va a ser un día importante. Es el día de vencimiento de la inscripción de alianzas. ¿Cómo se va a llamar la alianza que escribe Cristina Kirchner? No lo sabemos. ¿Va a insistir con el nombre Frente de Todos? ¿O le va a cambiar el nombre? Para que con otro nombre uno olvide un poco la experiencia de estos cuatro años que son, como dijo ella un día, un partido que no se jugó. Ese partido es el gobierno de Alberto Fernández, a quien ella considera uno de los peores de la historia. Hay algo que tal vez a la vicepresidenta le gustaría hacer y no puede hacer, pero no sé si no lo tiene en su cabeza. Sería inscribir una alianza donde no esté, Alberto Fernández, Daniel Scioli, Victoria Tolosa Paz o Santiago Cafiero, algo parecido a lo que hizo en 2017. Podría estar diciendo: “Me voy con Unidad Ciudadana, quédense ustedes con el PJ. Inclusive, lo hago porque mis gobernadores me exigieron que haya una sola candidatura y ustedes me están planteando una interna”. Eso, que podría estar en la cabeza de ella, no lo puede hacer por muchas razones. La más importante de ellas es que sería entregarle el PJ a Alberto Fernández, que es el presidente del partido. Muy probablemente, Gildo Insfrán, que es el presidente del Congreso del PJ, no firmaría esa especie de suicidio simulado o de desistimiento. Y algo más importante todavía, Máximo Kirchner es el presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires.
Aunque no lo pueda trasladar a un plan organizativo institucional, para Cristina hay un eje central de campaña que es diferenciarse del gobierno y del ejercicio del poder de Alberto Fernández. Si uno mira el discurso del kirchnerismo duro, hay muchos más argumentos en contra de Alberto Fernández, que en contra de Juntos por el Cambio. La verdadera oposición está ahí, en la Casa Rosada. Con un Scioli, alimentado por Alberto Fernández, que no se va a bajar de la candidatura a presidente, con la cual pretende desafiar a Cristina. Intuyendo que, por debajo, aunque no lo veamos en la superficie, se abre un proceso de renovación del que Alberto, utilizándolo a Scioli, quiere ser titular. Alberto, que había prometido tantas cosas, no cumplió tampoco el hecho de no pelear nunca más con Cristina.
¿Cuánto pueden sumar Scioli, Tolosa, Agustín Rossi? Si uno mira que todos los gobernadores están con Cristina Kirchner diría poco, pero siempre hay muchos incidentes, porque las listas no alcanzan para todos. Entonces, ahí pasa Daniel Scioli con su ambulancia. ¿Scioli resistiría un llamado de Cristina? Si Cristina le dice: “Bajate”. Varias veces intentó enfrentarla. Una memorable, en 2013, cuando estaba todo arreglado con Sergio Massa -hasta la candidatura de Karina Rabolini- y lo dejó pagando a último momento. Ahí se rompió la relación entre Massa y Scioli. Sin embargo, Cristina dice: “Yo no lo voy a llamar”. Falta tiempo todavía para el 24 de junio -tal vez lo llame- y Alberto se quedaría sin candidato. Todo puede pasar. Los que hablan con Cristina con mucha frecuencia dicen que ella no va a llamar, ni a Scioli para que se baje, ni a Axel para que se suba. ¿Qué quiere decir? Lo siguiente. Vamos a ponernos en la cabeza de Cristina. Ella está pensando que el oficialismo va a tener una derrota importante. ¿Qué quiere decir una derrota importante? Casi algo equivalente a perder la provincia de Buenos Aires, que es salir tercero en la primera vuelta. Estaríamos hablando de una derrota histórica. “¿Dónde voy a pasar los próximos cuatro años?”, se debe preguntar Cristina. En la oposición a un gobierno que ella supone, con bastante lógica, que va a tener que hacer ajustes. Entonces, su prioridad es conquistar la provincia de Buenos Aires. Y la provincia de Buenos Aires no se conquista con un gran candidato a gobernador, se conquista con un gran candidato a presidente, que gane en la provincia de Buenos Aires. Entonces, ella tiene que tener básicamente un candidato a presidente que le guste a los bonaerenses. Cuando uno mira las encuestas, da la impresión de que ese candidato a presidente es Kicillof. Claro, pero Kicillof quiere reelegirse como gobernador, hasta que lo asalta esta duda. Y en este dilema están.
Una aclaración obvia, pero no siempre la tenemos en cuenta. Los políticos, frente a la incertidumbre del futuro y, sobre todo, frente a la incertidumbre de la gente que los vota y los deja de votar tiene las mismas dudas y vacilaciones que nosotros, los que los estamos mirando. Bueno, hoy Kicillof está dudando respecto de lo siguiente, lo voy a poner con una comparación: “¿Qué me conviene más, ser Macri del 2019 o Vidal del 2019? Es decir, ser un candidato a presidente que pierde, pero que se queda con un patrimonio electoral para seguir interviniendo en el proceso, o ser un candidato a gobernador que pierde por culpa de otro, por haber tenido un candidato a presidente poco competitivo. Dicho de otro modo, Kicillof piensa: “Me quiero quedar en la provincia pero, ¿me sirve de algo si me ponen un candidato que no arrastra la boleta?”. El drama bonaerense es un drama nacional que hace que la figura del gobernador esté muy difusa siempre. Es muy difícil evaluar la calidad de la gestión de los gobernadores, porque, por razones históricas que se remontan al siglo XIX, casi no hay una agenda bonaerense. Como sí hay una agenda salteña, una agenda cordobesa o una agenda correntina donde uno le pregunta a cualquier ciudadano o elector de esas provincias y tiene perfectamente claro cuáles son los temas por los cuales se evalúa que un gobernador es bueno o malo. Aquí está el problema de Kicillof. Si uno lo hipnotizara a Kicillof, creo que él diría que consideraría ser candidato a presidente si se lo piden bien. Hay que ver si Cristina se lo pide, ella hasta ahora dice “no se lo voy a pedir” y Axel no quiere. También, Cristina piensa: “Si lo saco a Kicillof y lo mando a candidato a presidente, ¿a quién pongo en el lugar de Kicillof como candidato a gobernador?”. Por inercia, uno dice si lo pusiste a Kicillof como presidente es porque lo bajaste a Wado de Pedro, y podría ir él como candidato a gobernador. ¿O iría Massa? Y una pregunta más audaz: ¿o iría Máximo Kirchner? El presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires está apareciendo mucho públicamente, en los últimos actos que protagonizó como orador habló solo como figura central y cumpliría con una regla secreta o no tan secreta del kirchnerismo: el poder es familiar. Si nos vamos al llano, si nos vamos a la intemperie, a pasar cuatro años o más, donde el kirchnerismo puede estar expuesto en su supervivencia, porque puede haber este proceso de renovación derivado de una derrota, queremos tener el poder nosotros, las palancas que las maneje un Kirchner. Si uno mira la historia de Santa Cruz, desde que se fue Néstor Kirchner como gobernador, hasta que llegó otra Kirchner, Alicia, en el medio solo hubo inestabilidad, generada por los Kirchner. Pareciera que el único poder estable para esa familia es de un Kirchner, por eso uno puede pensar que Máximo Kirchner tiene un destino para estar sentado en el poder de la provincia y participar de la escena nacional desde ese lugar que tiene palancas muy importantes, para intervenir y para tener protagonismo.
Mientras tanto, todo el mundo mira a Wado de Pedro, al que pareciera que, tácitamente le han dicho: “Mira, hacé todo hasta el 24 -no sé si será el día en que se anuncien las candidaturas- a ver hasta dónde llegas, porque todavía no tenés volumen, pero a lo mejor, si hacés muchas cosas…”. Si se junta con sectores, habla o hace cosas en TikTok como acaba de hacer, en una de esas llega. Wado está haciendo todo: viajó a Tucumán a ser el primero en felicitar a Jaldo y a Manzur. El periodismo dice que le ganó a Alberto, sí. Pero le ganó a Massa, que su verdadero competidor por la candidatura presidencial.
El propio Wado muestra esta encuesta que vamos a mostrar, que es muy importante. Obviamente, no la muestra él sino que la hace circular,. Es una que realizó el consultor Federico Aurelio de la consultora Aresco. La encuesta pregunta la intención de voto en las PASO a presidente y nombra a cada candidato con el nombre del partido, es decir, mezcla las dos cosas, el candidato y la marca. Según esta consultora, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, empatados; Wado de Pedro, del Frente de Todos, 15, 8%; Daniel Scioli, 11,8%. Masa no está, porque se supone que si está De Pedro, él no lo va a desafiar. Wado de Pedro quiere que veamos esta encuesta que lo muestra como el candidato más votado en el Frente de Todos, pero hay que mirar otro dato también: las dos figuras del Frente de Todos suman 27,4%. La suma de Juntos por el Cambio aparece en 29,1%. Y La Libertad Avanza de Milei aparece con 27,8%. Esta encuesta que hacen girar desde el Ministerio del Interior, un poco inconscientemente o irresponsablemente, me está diciendo que el Frente de Todos sale tercero. Si esto se repite en la primera vuelta, estamos hablando de una catástrofe por la cual el Frente de Todos no interviene en el ballotage. Es un dato que explica la prudencia que está poniendo de manifiesto Cristina Kirchner consultando a gobernadores, rodeándose de toda la masa crítica posible para tomar una decisión porque hay que revertir este número y este orden de mérito.
Massa no renuncia a su candidatura. A pesar de que esa candidatura está siendo perjudicada por la situación económica. Al revés: ¿Cuánto la candidatura de Massa perjudica a la situación económica? ¿Cuánto la candidatura de Massa enrarece y le pone ruido a su relación con el Fondo? No sé si en el FMI quieren tratar con un candidato a presidente, que no puede anunciar ningún ajuste porque se perjudica en su carrera presidencial diciendo que él va a ajustar. Digamos, Massa está en un problema siendo candidato a presidente y ministro en una crisis. Más allá del problema objetivo de la economía.
El problema objetivo de la economía de Massa es centralmente uno. En un cuadro de Fernando Marull se analiza la inflación y su relación respecto a la promesa que hizo el ministro de Economía al asumir el cargo. Comenzó con un 7%, después bajó a 4,9% y en ese momento él prometió que la inflación bajaría a 3% a partir de abril. Desde ese momento la inflación continuó en aumento y hoy se registra en 8,4%. Es decir, Massa tomó la inflación en 7% y la llevó a 8,5%, que es lo que se anunciaría el jueves. Este es el problema que tiene Massa. Es la diferencia entre la promesa y la realidad. Esto es importante no solamente porque es una demostración técnica de un fracaso. El otro día, Cecilia Moreau dijo: “Sergio se está cansando de sostener la estabilidad”. ¿Esta estabilidad? Entiendo que es amiga de él y que en política está muy bien este tipo de lealtad. No sabemos por qué vota la gente. Nos cansamos de repetirlo. Pero, si la gente votara por un factor, ese factor sería el comportamiento del salario real, es decir, del poder adquisitivo. La inflación va devorando el poder adquisitivo de los electores. Aquí está el malestar, y aquí está la gran dificultad de Massa para presentarse a competir.
Además, tiene otro problema mucho más inminente y urgente que es la falta de dólares. Hay que leer la nota que publicó este lunes el Financial Times, haciendo una radiografía de la gestión de Massa, hablando de la desesperación del gobierno argentino por conseguir dólares en China, en el Fondo, donde sea. En China, obviamente, yuanes que reemplacen dólares; en el Fondo, dólares. Tilda al gobierno de “desesperado” porque se acabaron las reservas netas del Banco Central. Es delicado que lo diga un diario como el Financial Times, que es la voz más poderosa para el mundo de la economía y, sobre todo, de las finanzas en el mundo. Dice que el Gobierno está tratando desesperadamente de evitar una devaluación desordenada, que pondría toda la perspectiva de la elección en otra dimensión, en otro dramatismo. Necesita que le habiliten 5000 millones de dólares en yuanes. Los chinos ponen dos condiciones. Una es explícita, que le explicaron muy bien en el viaje: “Queremos que la tecnología del 5G quede abierta en la licitación”. Es lo que se llama “neutralidad tecnológica”. Es decir, cada uno elige la empresa que quiere. No quieren quedar restringidos a la presión de los Estados Unidos, que dice “Huawei, no”. En el último viaje, a Máximo y a Massa los llevaron a Huawei. Les quisieron hacer regalos que no aceptaron, y después fueron a una comida. El centro del viaje fue la presión del estado chino para que Huawei sea la empresa estrella de las nuevas tecnologías y telecomunicaciones. No estamos hablando sólo de teléfono, sino también de las telecomunicaciones de los barcos, del ejército, y de los satélites que guían misiles. Es decir, eso es una decisión estratégica de tecnología que adopta el estado argentino. Y hay un segundo tema que no está escrito, y que no fue formulado. Curiosamente, mientras estaban Massa y Máximo Kirchner en China, en Buenos Aires, el ministro de Defensa, Jorge Taiana, debió recibir al embajador chino que sigue insistiendo en que se le compren aviones de guerra a China. Lo hizo aparentemente por pedido de Massa. Es una prioridad que está en la mesa de Xi Jinping. En este caso, para Massa y para el gobierno argentino, eso sí sería tocar un cable de alta tensión en la guerra fría entre Estados Unidos y China.
El verdadero problema del Gobierno es el Fondo. Porque allí piensan lo siguiente: “Si te adelanto plata, quiero una devaluación a cambio, y quiero un programa más exigente, donde se cumplan las metas”. Estados Unidos puede ayudar, pero está Japón, que es el segundo accionista, y está Alemania, que es el cuarto accionista después de China, con una posición muy dura. Y apareció otro país inesperado, que no tiene una gran presencia en el directorio del Fondo, pero que está ejerciendo una posición muy clara, muy contundente, respecto de que si la Argentina quiere adelantos de recursos para compensar la falta de reservas, y evitar esa devaluación desordenada -según habla el Financial Times- tiene que hacer ajustes importantes, y entre ellos uno importante del tipo de cambio, que es devaluar. Esta figura inesperada es Sigrid Kaag, la ministra de finanzas de Países Bajos. Ahí está hoy el problema de Massa con el Fondo. Es algo inesperado. Trató de convencerla en la reunión del G20. No pudo. Massa tiene que viajar la próxima semana a librar esta discusión en el directorio del Fondo, donde el acuerdo no está aprobado. Cuidado con esto. El acuerdo de los del swap de yuanes, depende también del acuerdo con el Fondo, van atados. No es como dicen que hay una guerra fría en la que China ayuda allí donde el Fondo pone exigencia. Están alineados. China es un accionista importante del Fondo.
Del otro lado vemos el mismo nivel de dispersión, y de conflicto por estrategia, que es Juntos por el Cambio. Este lunes se desarrolló la Convención Nacional del radicalismo. Hay una discusión que reanima la disputa que tuvo el partido en 2015 en Gualeguaychú. ¿Qué hacemos con el peronismo? En aquel momento a esa discusión la introdujo Gerardo Morales diciendo que quería una alianza con Massa. Y le dijeron que no. Ahora la vuelve a introducir Morales en relación con la incorporación de Schiaretti a Juntos por el Cambio a un frente de frentes.
Schiaretti va a inscribir a su propio frente. Evidentemente, no va a haber un frente de frentes. Eso tiene derivaciones. Morales es socio de Larreta en esto. Larreta tiene un argumento: “Miren qué bien nos fue en San Luis, juntándonos”. A propósito de la estrategia de incorporar peronistas en una alianza -vamos a llamarla “centrocapitalista”- Larreta logró la adhesión de alguien que no se suponía que iba a adherir, que es el gobernador Valdés de Corrientes. Sumó una provincia a su estrategia y probablemente un apoyo a su candidatura. Sin embargo, desde el rincón de Patricia Bullrich, de Macri, y de un sector del radicalismo, le dicen que no, que está cerrado eso. Peronistas no. Este lunes hubo un documento que dice: Juntos por el Cambio son los peronistas federales de Pichetto, la Coalición Cívica de Carrió, Espert, el radicalismo, y Pro. Se cerró la lista. Puede haber incorporación, pero más adelante.
Quiere decir que, para hacer su jugada, a Larreta le quedan dos posibilidades. Una, que la veo imposible, que rompa. Sería el sueño de Macri: que Larreta rompa y él hacer una coalición, sacarse de encima toda la molestia que le produce un sector del radicalismo, Carrió, e inclusive un sector del pro. Y después ir a una alianza mucho más nítida desde el punto de vista ideológico, con Milei. La otra opción de Larreta es decirle a Schiarreti que le propone ser candidato a vicepresidente. Ahí el problema es que Schiaretti que no quiere sumarse a Juntos por el Cambio, dado que él quería una alianza entre dos frentes. Ante esa situación, Larreta mira a Manes. Igual que lo mira Bullrich, que quiere un radical de la provincia de Buenos Aires. Se lo disputan como candidato a vice, pero Manes insiste en que quiere ser candidato a presidente.
Aparece otra posibilidad. Y es Ricardo López Murphy. Porque, Macri mira su distrito, la Capital Federal, así como Cristina mira la provincia de Buenos Aires. Y en su distrito mira a su primo, Jorge Macri. Jorge Macri es candidato de Pro gracias a que Mauricio Macri hizo todo para que su primo sea el candidato. Macri piensa: “Mi primo tiene un candidato, que es Ricardo López Murphy, que está quitándole votos”. Y analiza pedirle a Patricia, que es su aliada, que lo baje ¿Y qué le ofrecería Bullrich a López Murphy? La vicepresidencia. Claro, López Murphy de vice de Patricia, es como bailar con la prima. Es parte de una identidad que ella ya tiene, aunque tiene la presión de Macri. Ahí hay una incógnita enorme.
Larreta, mientras tanto, tiene que resistir una campaña que viene de distintas oficinas de Pro, también de Macri, diciendo: “Ya perdió; con lo de Córdoba perdió”. Y él va a lanzar su propio marketing que, dicen,va a ser muy poderoso: “Hagamos el cambio de nuestras vidas”. Ese va a ser el eslogan de campaña de Horacio Rodríguez Larreta, donde él quiere señalar que es un hacedor, que quiere cambiar nuestras vidas, no el país. ¿Por qué? El problema sigue siendo la falta de relación entre la política y la vida concreta de cada uno, entre la política y las angustias concretas del metro cuadrado de cada uno, como dicen los encuestadores. Ahí está el drama. Y tiene mucho que ver con la inflación, con la falta de futuro, con la inestabilidad que nos impide ver el horizonte, Ahí está el problema en el fondo de esa tensión que amenaza a la política y la legitimidad de los gobiernos.
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