La batalla en la que Milei bajó la guardia por temor a un tuit de Messi
El Gobierno descarta la intervención de la AFA, pero presiona para habilitar las Sociedades Anónimas Deportivas; Chiqui Tapia busca apoyos en el PJ y se calienta la pelea por una caja sindical millonaria
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Javier Milei volvía de bailar en Tía Pola, un boliche de Maschwitz, a bordo de un colectivo de la línea 21, la empresa de transporte que administraba su padre. Eran casi las siete de la mañana e iba con un grupo de compañeros del secundario del Instituto Cardenal Copello. Surgió como charla de trasnoche la posibilidad de irse de inmediato a Rosario a ver a Boca. Fue así de improvisado que se subió a un Fiat Duna SCR color azul con otras tres personas y antes de tomar la ruta 9 pidió frenar en un kiosco a comprar el diario para leer las noticias durante el viaje. Fue un domingo de mayo de 1992. Ese día Boca perdió 3 a 0 y Milei ingresó al Gigante de Arroyito con La 12, como se conoce a la hinchada boquense, que trabaja hoy para el peronismo y cuelga banderas en contra de su gobierno.
Esa travesía, relatada por uno de los tripulantes del Duna, marcó a fuego a Milei, que desde entonces se fanatizó y siguió ese año la campaña del Boca de Óscar Tabárez. Se hizo socio del club a fines de los 90, cuando se iniciaba la época dorada de Carlos Bianchi. Se mantiene aún como socio activo a pesar de su abierta oposición a la gestión de Juan Román Riquelme. El enfrentamiento con Riquelme va más allá de Boca, un club siempre muy politizado en el que reinó el macrismo y ahora pisa el PJ. No es casual que Riquelme sea hoy el vicepresidente 1° de Claudio “Chiqui” Tapia en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), una entidad a la que el Gobierno amenazó con intervenir tras desobedecer un dictamen de la Inspección General de la Justicia (IGJ).
Si bien hubo un fallo judicial de primera instancia que validó temporalmente la cuestionada asamblea en la que Tapia fue reelegido hasta 2028, el Gobierno ya habría descartado por completo la posibilidad de avanzar con una intervención por rechazar el dictamen de la IGJ. Así lo reconocen en reserva a LA NACION fuentes oficiales que conocen el trasfondo de la pulseada entre Milei y Tapia por el desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), un punto que fue incluido en la Ley Bases, pero que fue objetado en la Justicia y espera todavía una resolución. Para alcanzar esta suerte de tregua entre el Gobierno y Tapia habrían participado de las gestiones funcionarios, dirigentes deportivos y hasta sponsors vinculados tanto a la AFA como al Estado.
Este paréntesis con bandera blanca no quiere decir que el Gobierno cederá en su iniciativa de habilitar las SAD en el fútbol argentino. De hecho, avanza en su plan de quitarles beneficios impositivos a los clubes con el argumento de que entre noviembre de 2023 y abril de 2024 el Estado se perdió de recaudar más de $7000 millones. El beneficio impositivo había sido otorgado inicialmente por decreto [el 1212] en 2003 y renovado el año pasado por Sergio Massa. Sin esa ayuda, muchos clubes tendrán problemas económicos, afirman preocupados en la AFA.
El golpe de Milei a la caja de los clubes es parte de la estrategia: busca forzar que acepten el ingreso de los capitales privados. Así funciona en Europa, pero también en Brasil. Las voces oficialistas que impulsan las SAD refuerzan su argumento con la hegemonía del fútbol brasileño en las competencias sudamericanas. Este año podría haber una ligera excepción con Racing Club, que podría coronarse en el segundo título en relevancia de la región. En Racing el debate de las SAD está latente: el 15 de diciembre habrá elecciones y se medirán Víctor Blanco, actual presidente y aliado de Tapia, contra Diego Milito, el exfutbolista que cuenta en su lista con Hernán Lacunza, exministro de Mauricio Macri, y el aval de Fernando Marín, impulsor de las SAD durante la gestión de Cambiemos.
A Milei le interesa el desembarco de las SAD, pero no tanto como a Macri, que ve ahora una revancha de su intento frustrado, según fuentes cercanas al oficialismo. Su segundo tiempo. En el Gobierno desistieron de la posibilidad de intervenir la AFA por dos razones. La primera, y tal vez la más importante: evitar un tuit de Lionel Messi o de otras figuras del seleccionado, quienes en esta pelea están del lado de Tapia. Es decir, evitar la escalada de un conflicto de alto impacto popular y político. La segunda razón, mucho más dogmática: la intervención de una asociación civil no encaja en el relato sobre las libertades. Sería una contradicción que no pasaría tan fácilmente el filtro como otras tantas.
La AFA sabe de intervenciones durante la dictadura militar, pero también en democracia, como sucedió en 2016, después de la escandalosa votación que terminó 38-38. Siempre la entidad fue un faro de poder. Cuando Cristina Kirchner y Julio Humberto Grondona pactaron en 2009 la estatización de los derechos para televisar los partidos, el sillón de mando de la AFA volvió a ser una pieza clave e influyente del ajedrez político. Chiqui Tapia, sentado allí desde 2017 por una mezcla de azar y pericia, entendió siempre su rol a la perfección. Sindicalista, yerno de Hugo Moyano, gestor deportivo, empleado público [se mantiene en la planta permanente del Ceamse a pesar de haber sido corrido del directorio] y privado, y próspero empresario. Todo eso es Tapia, un dirigente de un club de barrio que a veces hasta se siente más poderoso que el propio Gobierno. Se lo demostró a Alberto Fernández, cuando el seleccionado celebró la Copa del Mundo de 2022 por las calles de Buenos Aires sin pasar por la Casa Rosada, o ahora, cuando se conoció la amenaza de intervención de Milei y respondió con una foto en redes sociales tomando mate con Messi.
Para esta nueva pulseada, Tapia buscó apoyo en el peronismo. En su nuevo consejo directivo, además de Riquelme, hay al menos otros diez dirigentes que tienen vínculos políticos con la oposición a Milei. Hay desde políticos hasta banqueros. Además, orquestó con Axel Kicillof la maniobra para mudar el domicilio de la AFA de la calle Viamonte, en la Ciudad de Buenos Aires, al predio de Ezeiza, en la provincia. Un atajo preventivo para evitar una eventual intervención de la IGJ. Fue clave en esta jugada el kirchnerista Leandro Lurati, subsecretario de Deportes bonaerense. “Nuestra gestión está alineada con la visión del deporte, del fútbol y de la inclusión social que tiene el presidente Tapia”, dijo el funcionario, como para que no queden dudas del alineamiento de Kicillof en esta batalla.
El negocio se expande al gremialismo
En paralelo a los movimientos de piezas en este rompecabezas, que une fútbol y política, se está librando una batalla a todo o nada por el control de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), donde una compañía de seguros vinculada a la AFA es parte del negocio.
La Uatre administra $9000 millones mensuales mientras que su obra social llegó a tener $1300 millones de superávit. En su momento fue un gremio cuya conducción fue aliada del macrismo y después del kirchnerismo. Ahora, José Voytenco, el jefe sindical que está acorralado por una denuncia judicial en su contra por presunto enriquecimiento ilícito, les abrió las puertas a empresarios vinculados a Luis Barrionuevo y tendió puentes con la gestión libertaria porque siente amenazado su poder.
Voytenco le quitó el servicio de seguro de sepelio al grupo Néspola para cedérselo a El Surco, de Jorge Giani y Julio Comparada, casi un hijo para el jefe gastronómico, recuperado ya de un ACV. Comparada fue presidente de Independiente y entre sus clientes tiene a gremios, aunque su gran negocio es con el fútbol, gracias al acuerdo que selló hace años con la AFA en los tiempos de Grondona. La Uatre le paga a El Surco $400 millones mensuales por los seguros de sepelio, según fuentes de la entidad ruralista.
En los últimos días, y como parte de la pelea por el control del gremio, circuló un video en el que se los ve a Giani, titular de El Surco, y a una secretaria de Voytenco mientras intentan romper la cámara de seguridad del ascensor casi exclusivo que lleva al despacho del secretario general de la Uatre, en el cuarto piso de Reconquista 630. Cerca de Giani explicaron que fue una de “otras cámaras ocultas” detectadas en el gremio y denunciaron espionaje ilegal. “A Lule le dijo que no, que se olvide”, se escucha parte de la conversación entre Giani y la asesora de Voytenco. Lule sería Eduardo Menem, mano derecha de Karina Milei y a quien diversas fuentes lo señalan como el armador libertario en el universo sindical de cara a las elecciones de 2025. La secretaria de Voytenco, de hecho, sería prima suya. Nexos de una intrincada pelea en la que se mezcla fútbol, negocios y poder.
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