La avanzada de Cristina Kirchner puso al borde del abismo la unidad del Frente de Todos en el Senado
Aunque el fantasma de la fractura de la bancada parece alejado, la cruda ofensiva de la vicepresidenta generó divisiones entre los senadores; temen que se repita el escenario en noviembre
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No va a ser lo mismo. Algo se ha roto en la relación al interior del bloque del Frente de Todos del Senado, en el que la fuerte jugada de Cristina Kirchner sobre Alberto Fernández dividió opiniones y generó preocupación en amplios sectores del peronismo que vivieron con auténtica zozobra la semana posterior al cachetazo electoral de las primarias.
“Nos asomamos al abismo. ¿Hacía falta exponer las diferencias así, de manera pública?”, reflexionó un senador de indudable lealtad a la vicepresidenta pero cuya terminal política está en el gobernador de su provincia.
Por si no se nota, el temor al trato impiadoso que el kirchnerismo suele aplicar a las disidencias oculta el reproche del senador a Cristina Kirchner, a la que varios integrantes del bloque del Frente de Todos consideran la principal responsable de haber agudizado la crisis que vivió el Gobierno. Para los más osados, los menos, se trató de un golpe de palacio; para la mayoría de los que se animan a la crítica, un error de la vicepresidenta que dejó al Gobierno en coma político.
Sin embargo, en la vereda de enfrente, en el kirchnerismo duro, todas son voces de apoyo a Cristina Kirchner y críticas a Alberto Fernández que replican casi palabra por palabra las duras expresiones de la diputada Fernanda Vallejos contra el Presidente.
En este costado de la grieta oficialista la última pieza epistolar de la vicepresidenta fue un necesario cachetazo para provocar la reacción de un Gobierno que hace rato viene alejándose de los parámetros de la coalición construida por la líder del kirchnerismo.
Sostienen que la primaria se perdió por la gran cantidad de gente propia que, desilusionada con la gestión de Fernández, no concurrió a votar. Una variante del reproche que la vicepresidenta le hizo al jefe del Estado al enrostrarle los votos que Unidad Ciudadana cosechó en 2017 en suelo bonaerense y que se habrían esfumado en estas elecciones. Llamativo recuerdo se si toma en cuenta que en aquella contienda la derrotada fue la propia Cristina Kirchner, que no pudo superar a la lista de Cambiemos que encabezó Esteban Bullrich.
La profundidad de la crisis al interior del oficialismo queda reflejada en la variedad de quejas cruzadas que, por separado, esgrimen ambos sectores del Frente de Todos.
Al reclamo de más kirchnerismo de los senadores con terminales en La Cámpora y en el Instituto Patria se le contraponen las quejas de los legisladores de provincias que se vieron afectados por la agenda de temas priorizada por Cristina Kirchner.
En este ítem entra a tallar la cuesta arriba que significó para los senadores de provincias agropecuarias la frustrada ofensiva contra la cerealera Vicentin y las restricciones a la exportación de carne.
Más cerca en el tiempo mencionan los cambios en el régimen a la producción de biocombustibles, que fue visto como un triunfo del lobby de las provincias petroleras por sobre las cerealeras. En este caso, los dardos apuntan en forma directa a Máximo Kirchner, responsable junto al secretario de Energía, Darío Martínez, de la redacción del nuevo régimen sancionado este año.
En el peor momento de la crisis, cuando desde las usinas del Instituto Patria se hablaba de “pasar a la oposición”, la búsqueda de causas para explicar la derrota electoral llegó a remontarse hasta la sanción de la ley que legalizó el aborto.
Fue la razón que encontró un senador para entender la fuerte caída de votos en las provincias del noreste que registró el oficialismo. En Chaco y Misiones, donde las iglesias cristianas, sobre todo la evangélica, tienen un fuerte peso político, el Frente de Todos sufrió duras derrotas. En Formosa pudo ganar, pero la merma de respaldo fue notoria. “El bloque estuvo a punto de partirse por ese tema”, rememoró un legislador celeste para darle más sustento a su mirada retrospectiva.
A punto de cumplir dos años, aquella foto de unidad peronista que había logrado Cristina Kirchner en noviembre de 2019, cuando le juntó la cabeza a todos los senadores peronistas, incluidos viejos adversarios políticos como Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem, parece por estos días un recuerdo en color sepia.
Sin embargo, y a pesar de la fuerte tormenta a la que se vio sometido el fuselaje peronista durante la frenética semana postelectoral, lejos está de fracturarse la nave del Frente de Todos en el Senado. Por estas horas nadie piensa sacar los pies del plato.
La reconfiguración del gabinete logró acallar los tambores de guerra del ala ultrakirchnerista que pedía romper el Frente de Todos. No obstante, perdura la preocupación, el vértigo de los sectores más racionales del PJ a lo que podría ocurrir si en noviembre se repite o se agudiza el trago amargo de las primarias. Nadie quiere asomarse ahora a ese abismo.
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