La Argentina narco y la pesada herencia kirchnerista
La amenaza mafiosa a Messi y la muerte de un niño en Rosario se dieron entre el discurso del Presidente y la apertura de sesiones de Kicillof
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El cambio de régimen que la política esperaba para el año que viene con la eventual asunción de un nuevo gobierno en manos de la oposición acaba de suceder. Pero se dio en otro sentido, no en el sentido de un reseteo de la economía y un barajar y dar de nuevo de las concepciones macroeconómicas y productivas. Pasó, y pasa, en Rosario y no resulta una buena noticia. La mención al argentino más popular e influyente del mundo, Messi, en una amenaza mafiosa contra su vida explicitó de manera brutal que los problemas argentinos se instalaron definitivamente en otra escala: la percepción de seguridad con la que el ciudadano común encara su vida a pesar de una inseguridad creciente en la Argentina en general y especialmente en Rosario se convirtió en ficción cuando la sombra del crimen corrió el límite de lo que parecía intocable. Primero le tocó a Messi. Luego, a un grupo de chicos inocentes atacados a mansalva e intencionalmente, y no por la mala suerte de una bala perdida o un fuego cruzado.
La amenaza a Messi y el ataque a la infancia se dio en los días que transcurrieron entre el discurso del presidente Alberto Fernández ante la Asamblea Legislativa el miércoles pasado y el discurso del gobernador Axel Kicillof en la apertura de sesiones de la Legislatura bonaerense. Cada uno con su estilo, el presidente que busca el respeto, sin encontrarlo, de la jefa política de su espacio, Cristina Kirchner, y pretende la reelección y el gobernador que apuesta a renovar su mandato, los dos se dedicaron a describir gestiones virtuosas poco comprobables y optaron por silenciar los problemas profundos de sus territorios y la incapacidad del kirchnerismo para encontrar soluciones presentes y caminos de resolución hacia el futuro.
Hacía mucho que no se daba una semana tan productiva de sentidos políticos, todos centrados en el oficialismo y su debacle no sólo presente sino histórica: la curva de crecimiento del crimen organizado en Rosario pone en primer plano la trayectoria histórica del kirchnerismo y las deudas que generó, con impacto sobre el presente y el futuro. El legado de la gestión kirchnerista quedó expuesto con todas sus consecuencias hacia adelante en los choques con la realidad. Al drama de la pobreza que atraviesa la infancia y la adolescencia en la Argentina, se le superpone ahora el impacto de la inseguridad y el narcotráfico.
El ídolo de todos y después, la infancia y la adolescencia: la fuerza centrípeta del desorden, la falta de autoridad, la corrupción, el poder y la naturalización y connivencia con el narco y otras formas de crimen organizado se empieza a tragar todas las instancias de la realidad. Se vuelve cada vez más posible concebir a la Argentina en los términos de las narrativas de países de América Latina donde el narcotráfico se volvió transversal a todas las esferas de la vida, incluida la política.
Este domingo, el mensaje mafioso a Messi tuvo su correlato de realismo crudo en una barriada humilde de Rosario con otra muestra de un salto de escala, el tiroteo narco intencional contra cuatro niños y adolescentes, uno de 11, asesinado, y dos de 13 años y uno de 2, heridos de gravedad. El asesinato de menores de edad no es nuevo en Rosario, aunque el tiroteo intencional a un grupo de niños es una imagen inesperada e inquietante.
Sólo en enero último, en Rosario, el 3,8% de las víctimas de homicidio se dio en una franja etaria de entre 0 y 14 años y el 11,6%, en adolescentes de entre 15 y 19 años. Es decir, más del 15 por ciento de los asesinatos sucedidos en enero en Rosario fueron bebés, niños y adolescentes.
De acuerdo con el Observatorio de Seguridad Pública de la provincia de Santa Fe, fuente de esta estadística, en este enero, el 56,3% de los homicidios de Rosario y el 65,4% de todo los homicidios de la provincia se dieron en el contexto de “la economía ilegal u organización criminal” y un 10 u 11 por ciento, en ocasión de robo. El peso de la “economía ilegal u organización criminal” en esos asesinatos no deja de crecer en Santa Fe. En 2020, representó el 37,7% y en 2021, el 47,9%. Las armas de fuego como la que mató al niño de 11 años fueron usadas en el 84,6% de esos asesinatos.
Ni nuevo ni aislado: el asesinato de menores de edad muestra cifras alarmantes desde hace años en Santa Fe. En 2022, el asesinato de niños y adolescentes de entre 0 y 19 años representó casi el 20% de los homicidios en toda esa provincia.
Cifras escalofríantes
En 2014, durante la presidencia de Cristina Kirchner, el año en que arranca la serie estadística del Observatorio, el 38,9 por ciento de los homicidios en Santa Fe tuvo como víctimas a adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años. El pico llegó en 2015, con un 41 por ciento de adolescentes y jóvenes asesinados. Bajó en 2016, durante la presidencia de Cambiemos, cuando el porcentaje fue de 36,6% y su mayor descenso desde 2014 se dio en 2019, en el último año de la presidencia de Cambiemos, cuando los adolescentes y jóvenes de esas franja etaria representaron el 28,4% de los homicidios. En 2020, el primera año de la presidencia de Alberto Fernández, el asesinato de jóvenes y adolescentes volvió a crecer y llegó a representar el 31% de los homicidios en Santa Fe. En 2022 bajó al 29,7%.
El desacople de la gestión kirchnerista de la vida de la gente fue mayúsculo estos días. Messi y el tiroteo contra la infancia por un lado y por el otro, los cortes de electricidad de la semana pasada y su impacto sobre la vida cotidiana, que también dejaron a la intemperie la misma vulnerabilidad en el oficialismo: obligan a mirar el pasado de la fuerza política que ha gobernado la Argentina la mayor cantidad de años con ojo crítico. El efecto desgaste impacta también en Cristina Kirchner, cuya herencia, la política de seguridad y la política energética de sus gobiernos, se pone en cuestión.
También su inacción actual y pasada ante el avance del narcotráfico. En enero de 2022, cuando visitó Honduras para la asunción presidencial de Xioma Castro, Cristina Fernández dejó clara su visión del problema del narco y vinculó el ajuste con el avance del narco: “Es curioso que los que dicen que impulsaron en toda la región el achique del Estado y que hay que hacer un ajuste después vienen y dicen que hay que combatir al narco. Como si el narco se pudiera combatir desde el ministerio de Seguridad y no desde donde hay que combatirlo, que la gente pueda acceder al trabajo, la educación, al progreso. ¿No se dan cuenta de la paradoja horrible que significan las políticas de ajuste?”. También sostuvo: “El narco va ocupando la región cuando construye escuelas que el Estado no puede construir porque no tiene recursos porque tiene que aplicar las políticas de ajuste que dictan los organismos multilaterales de crédito”.
El diagnóstico tiene un punto que coincide con los expertos en narcotráfico: la necesidad de mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables y evitar al esquema narco como salida laboral de supervivencia. Pero tiene varias limitaciones: la reducción de una política fiscal razonable a la idea de “ajuste” impuesto, la conexión forzada entre macro ordenada y desatención de las necesidades de los más vulnerables, la relación causal “ajuste” y narco, la minimización de la política de Seguridad y, sobre todo, una contradicción que no ve: que el ajuste no logra explicar el avance sostenido del problema del narcotráfico durante los años de su gobierno, cuando todavía no estaba instalada las políticas de ajuste que cuestiona y que señala como cauce de ese avance.
Cada palabra de la dirigencia oficialista refuerza diagnósticos de espaldas a los problemas reales o sesgos conceptuales que no han dado resultados. Kicillof, que se presenta como el dirigente con mayor futuro electoral dentro del kirchnerismo, construyó su visión de la provincia de Buenos Aires en datos cuestionables y en la agenda más sectorial del kirchnerismo como los cuestionamientos a la justicia y justicia y lawfare y la insistencia en la supuesta proscripción de Cristina Kichner. La esperanza de dejar atrás a un país bloqueado por la alternancia de visiones sin solución de continuidad es un riesgo que la Argentina sigue teniendo por delante.
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