"La Argentina, fácil blanco para el terrorismo"
Claudio Fantini, politicólogo, evalúa el extremismo religioso
CORDOBA.– “El fanatismo fundamentalista ha marcado el inicio del nuevo siglo con episodios de una violencia inimaginable, que se creía superada”, dice Claudio Fantini, politicólogo cordobés, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Empresarial Siglo XXI, profesor en la cátedra de Pensamiento Político y autor de “Crónicas de fin de siglo”, “Dioses de la guerra” y el más reciente “La sombra del fanatismo”, donde demuestra que, si bien en esta realidad tiene preponderancia el mundo musulmán, los síntomas y las expresiones de fanatismo también tienen lugar más allá del islam.
Desde la cátedra y el periodismo, Claudio Fantini se convirtió para los cordobeses en un referente intelectual ineludible a la hora de entender los acontecimientos del país y del mundo. Es columnista internacional de La Voz del Interior y de otros importantes medios gráficos, radiales y televisivos, de Buenos Aires y del interior del país. Cursos, coberturas periodísticas y viajes personales lo llevaron por gran parte del mundo.
En su opinión, las sociedades plurales, tolerantes y democráticas son el blanco preferido de las visiones fanáticas. "Por eso golpean, para que las sociedades abiertas se cierren, se vuelvan expulsivas. Pero al aceptar restringir libertades a cambio de seguridad, Occidente pierde la batalla frente al enemigo", asegura.
Para Fantini, las organizaciones terroristas tienen la misma lógica que las organizaciones mafiosas: van buscando las grietas donde desarrollar su tarea y crecer en aquellos lugares donde la presencia del Estado es frágil. "Por eso, en países como la Argentina, pueden encontrar el ámbito propicio para crecer", advierte.
-Frente a las manifestaciones de furia islámica que recorren en estos días Europa, ¿hay razones para temer que comunidades musulmanas de largo arraigo en países alejados del foco del conflicto -como es nuestros caso- puedan sufrir un efecto contagio?
-La comunidad musulmana argentina, que como la del resto de América tiene su origen en las limpiezas étnicas del Imperio Otomano de mediados del siglo XIX y principios del XX, profesa un islamismo moderado y tolerante. Por eso se asimilaron a la cultura local y constituyeron sólidas burguesías y tuvieron éxito social y económico. El problema está en las corrientes migratorias actuales, que se producen en un momento de ascenso de vertientes doctrinarias oscurantistas como el wahabismo y el salafismo, que proponen el regreso al "islam puro", repudiando todas las interpretaciones teológicas que adecuan la religión a los tiempos y circunstancias. Los musulmanes de la Argentina y del resto de América son un ejemplo de que existe lo que Giovanni Sartori llama "el islam abierto y tolerante"; ese islam moderado que en el mundo musulmán y en la diáspora europea está siendo jaqueado por el fanatismo en ascenso.
-¿Cómo es el mapa de la diáspora del islam en el mundo? ¿Sigue siendo América del Sur un lugar para emigrar, como lo era a principios del siglo pasado?
-En la región, las principales corrientes migratorias son internas. La inmigración extracontinental es principalmente asiática y conforma comunidades industrial y comercialmente muy competitivas y dinámicas y, por lo tanto, a salvo de la marginalidad. Europa, que envejece desde hace décadas, es el mayor polo de absorción de musulmanes, sobre todo desde sus ex colonias en Africa y en Medio Oriente. Buscan los trabajos que los europeos ya no quieren realizar, están liderados por dirigentes religiosos fundamentalistas que les generan rechazo hacia la cultura en la que están insertos y que, al predicar la superioridad moral y cultural del islam sobre el "inmoral y decadente" Occidente, dificultan la asimilación y la integración, construyendo comunidades cerradas sobre sí mismas. Pero a este cuadro se suma también la xenofobia, que engendra en sectores de la sociedad europea el sentimiento de invasión.
-¿Ha regresado la religión al mundo de la política?
-Los dogmatismos de ciertas ideologías basadas en concepciones historicistas surgidas del iluminismo y de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX no hicieron más que reconvertir los dogmas religiosos que imperaron durante el medioevo. En cambio, con la caída del Muro de Berlín y el mundo de la pos-Guerra Fría se percibe un retorno a los dogmas puramente religiosos para sostener lo que ha sido una constante en la historia de la humanidad: la necesidad de aferrarse a convicciones absolutas que, por su naturaleza, no pueden convivir porque están destinadas a confrontar para aniquilarse.
-¿Es lo que estamos viendo en estos días a raíz de las caricaturas sobre Mahoma?
-Sin dudas, la ira desatada por las caricaturas de Mahoma evidencia una susceptibilidad autoritaria. Las turbas fanáticas la expresan con sus violentas manifestaciones, y la clase dirigente musulmana, con su silencio ante esa muestra frenética de intolerancia. El ascenso fundamentalista y sus acciones de amedrentamiento atemorizan y cohíben a los musulmanes moderados. Y cuando los intelectuales, los gobernantes, los artistas y los líderes religiosos guardan silencio en lugar de abrir debates ayudan a que la intolerancia siga su ofensiva. Hubo silencio cuando la fatua de Khomeini condenó a Salman Rushdie y cuando los imanes del Bangladesh convirtieron a la escritora Tasmila Nasrim en una eterna fugitiva. Hubo silencio cuando un fanático asesinó al cineasta Theo van Gogh por denunciar en un film el padecimiento de la mujer en Somalia. La acumulación de silencios vuelve cada vez más violenta y desenfrenada la susceptibilidad autoritaria. La Iglesia se equivoca cuando repudia un libro de Saramago o una película de Godard por no compartir su enfoque, pero sus fieles no estallan en actos de violencia. Muchos judíos se sintieron heridos por "La Pasión" según Mel Gibson, pero nadie exigió a Hollywood disculpas por la película del ultracatólico neoyorquino.
-¿Coincide con Oriana Fallaci en que Europa se ha vuelto cobarde frente al avance del islam?
-En mi libro "La sombra del fanatismo" cuestiono muchos aspectos de la teoría conspirativa de Oriana Fallaci. Sobre todo esa generalización fóbica que presenta a todos los musulmanes como fanáticos, desconociendo la existencia de vertientes doctrinarias abiertas y tolerantes a las que adhieren cientos de millones. Pero rescato el valor de sus denuncias contra las tendencias retrógradas que se van imponiendo por amedrentamiento. Es inconcebible que los líderes musulmanes condenen las caricaturas de un diario danés con más energía que la que usan para condenar las masacres del terrorismo sunnita contra las comunidades chiitas en Irak y Paquistán.
-¿Cómo puede afectarnos este problema hoy a los argentinos?
-Todo fanatismo, sea del signo que sea, tiene un enemigo principal, que es lo que Karl Popper llamó la sociedad abierta, la sociedad plural. Por eso las grandes masacres cometidas por el islamismo ocurrieron en lo que yo llamo las Atenas contemporáneas, porque de las grandes ciudades de la antigüedad la polis ateniense era la más abierta, plural, tolerante, liberal y democrática. Ese pluralismo, ese cosmopolitismo que caracteriza a Nueva York, a Londres o a Madrid, es el principal enemigo de las visiones fanáticas. Por eso golpean, para que las sociedades abiertas se cierren, se vuelvan expulsivas. Buscan poner al hombre occidental en lo que yo llamo la disyuntiva hobbesiana. Tomas Hobbes decía que para estar seguro el hombre debe entregar libertad al Leviatán, al Estado. Entrega libertad para recibir a cambio seguridad. Pero al aceptar restringir libertades a cambio de seguridad retrocede frente al enemigo.
-¿Y en el caso de Buenos Aires?
-Buenos Aires es una sociedad cosmopolita, es una de las Atenas latinoamericanas.
-¿Por qué la golpearon dos veces?
-Porque acá está la comunidad judía más grande fuera de los Estados Unidos. Pero también porque acá es muy fácil golpear. La Argentina es un blanco fácil para el terrorismo. El país no tuvo la reacción que debió tener ni siquiera por parte de la sociedad. Los argentinos siempre consideraron que esas dos grandes masacres se las cometieron a los judíos, no a la Argentina. Nunca asumieron que les bombardearon su capital injusta y criminalmente. Se llegó al límite de que, en aquellos años, Menem le mandara una nota de condolencia al primer ministro israelí; algo absurdo, como si fuese un problema de los israelíes. El gobierno no reaccionó, la sociedad no reaccionó, no le exigió a su gobierno que dilucidara quiénes fueron los responsables de semejantes masacres. Demostramos ser una sociedad absolutamente extraña, casi diría indigna, que puede recibir golpes demoledores sin tener reacción alguna.
-¿Existe el riesgo de un tercer atentado?
-La falta de reacción de los gobiernos, de la sociedad y los altos niveles de corrupción que caracterizan al Estado argentino y que, lógicamente, llegan a los organismos de seguridad hacen a nuestro país altamente vulnerable. Por eso creo que no estamos libres de un tercer atentado, en la medida en que no cambie este adverso escenario. Las sociedades latinoamericanas tenemos la tendencia a darles la espalda a nuestras zonas grises y a nuestros agujeros negros en vez de asumirlos como tales y priorizar la solución. Es el caso de la Triple Frontera, de la que deberíamos saber que se trata, cuando menos, de un espacio de alto riesgo.
-¿Por qué?
-Porque aquí las organizaciones terroristas encuentran el ámbito propicio para crecer. Tienen la misma lógica que las organizaciones mafiosas, van buscando las grietas donde desarrollar su tarea y crecer en esos lugares donde la presencia del Estado, en cuanto nación jurídicamente organizada, es frágil. En el caso de Paraguay, durante la dictadura de Stroessner se mezclaron el poder y el delito de una forma incestuosa, y dejó como herencia un Estado muy debilitado para luchar contra el terrorismo y las demás formas del delito. En el caso de Brasil y la Argentina, el problema pasa por la debilidad de sus servicios de inteligencia, que fueron formados como brazos represivos de las dictaduras militares para actuar no contra las mafias y el delito, sino contra las ideologías.
-¿Dónde está hoy la raíz del terrorismo?
-En el plano militar, el terrorismo en gran escala tiene su raíz en la abismal asimetría que imposibilita la guerra regular e incluso la insurgencia. En escenarios africanos, subsisten las guerrillas; pero el fundamentalismo islámico global sólo puede enfrentar a las potencias de Occidente mediante el terrorismo. En el plano cultural y económico, el fundamentalismo terrorista se explica en el temor de los jeques a que el avance de la globalización elimine sus privilegios y poderes feudales. Actúan en defensa propia, como fuerzas retardatarias, manipulando con un discurso supremacista islámico el resentimiento y la frustración que, en buena parte del mundo musulmán, provoca su retraso frente al ímpetu avasallante del desarrollo occidental y asiático. El eje de esa prédica pasa por presentar a Occidente como el culpable del atraso y la pobreza que sufren, en gran medida, debido a los anacronismos y despotismos que imponen sus propios regímenes.
-¿Y en nuestro continente?
-En América, el riesgo no está en las comunidades musulmanas, sino en el desconcierto y la pérdida de valores que caracterizan a estos tiempos. Frente a ese desafío, el actual gobierno norteamericano busca recuperar valores mimetizándose con su enemigo, o sea renegando de la secularidad liberal mediante un regreso retardatario al moralismo cerrado y a la religión politizada. El vacío existencial que antes engendraba magnicidas, como Mark Chapman (el asesino de Lennon), personajes mediocres y aturdidos que buscaban justificar su existencia cometiendo grandes crímenes, puede ahora generar adhesiones a causas lunáticas. Los jóvenes británicos que provocaron masacres en el subte de Londres fueron manipulados por el fascismo islámico, pero sus verdaderas motivaciones no son muy diferentes de la de los jóvenes vacíos y aburridos de familias cristianas que se hacen skinheads o neonazis. En la Argentina, por el momento, ese vacío no conduce a militancias extremistas, sino que se manifiesta entre los jóvenes mediante las drogas, el alcoholismo histérico y la violencia insensata.
-¿Son fundados los temores de Occidente sobre el anuncio del presidente Ahmadinejad de retomar el programa atómico iraní? ¿Qué significa su actitud hostil? ¿Es una amenaza real para la paz mundial?
-La propia historia de Mahmud Ahmadinejad muestra una mente moldeada en la combatividad y en convicciones teocráticas sumamente rígidas y recalcitrantes. En gran medida, ganó las elecciones presidenciales por la resignación de una sociedad que siempre había votado a los reformistas, pero vio cómo el clero conservador, con su poder de veto y obstrucción, hizo fracasar al gobierno reformista de Mohammed Khatami, bloqueando todas sus iniciativas, claves para la recuperación económica y la modernización de la sociedad. Por otro lado, Ahmadinejad hizo campaña prometiendo empleo y mejor nivel de vida, metas que no podrá alcanzar porque no tiene políticas que alienten la inversión y el crecimiento. Para paliar la frustración que provocará ese fracaso, acrecentará su beligerancia buscando confrontaciones que obliguen a la sociedad a cerrar filas. En ese marco se explica su discurso lleno de odio visceral hacia Israel y Occidente. Su poder necesita de la confrontación.
-¿La crisis no revela también una dura competencia de las máximas potencias por las fuentes de energía?
-Así es. Y la clave de esa competencia está en el petróleo y en los reactores nucleares. El vertiginoso crecimiento de China y otras potencias asiáticas necesita cada vez más petróleo. Para mantener su posicionamiento actual, Estados Unidos quiere controlar las regiones petroleras. De lo contrario pierde influencia sobre el descomunal crecimiento asiático.
-Bush ha dicho que la mejor manera de romper con la "adicción" al petróleo que tienen los Estados Unidos será mediante el desarrollo de nuevas tecnologías. ¿Puede ser eso una oportunidad para América latina y, en particular, para la Argentina?
-La Argentina tiene reservas insuficientes y, al privatizar la producción, está exportando lo poco que tiene, por eso en el mediano plazo puede convertirse en importador de gran parte del crudo que consume. Y como todos los países que importan, se beneficiaría de todo lo que actúe como sustituto del petróleo. Además, ya ha mostrado tener capacidad para desarrollar combustibles alternativos como el biodiesel y, con inversión propia y externa, puede perfectamente potenciar de nuevo esa capacidad, posicionándose a escala internacional.
-¿Cómo analiza el triunfo de Hamas? ¿Es tan grave como se ha destacado, o en la participación democrática puede estar la clave de su moderación?
-En general, es parte del proceso de ascenso fundamentalista que comienza con la declinación del nasserismo y otros nacionalismos seculares, debido a las derrotas árabes en las guerras contra Israel, y se acelera con el final de la Guerra Fría y la debacle soviética. Hubo casos, como los partidos islamistas que llegaron al poder en Indonesia y Turquía, que respetaron la constitucionalidad laica creada por Sukarno y por Ataturk. Pero las fuerzas que han crecido electoralmente en el último año, como la Hermandad Musulmana, en Egipto, y el Frente de Acción Islámica, en Jordania, parecen dispuestas a sepultarla. Este ascenso fundamentalista se explica en el fracaso económico, el despotismo y la corrupción de los gobiernos laicistas. Lo mismo explica el resultado en Palestina. A la conducción de Al-Fatah la debilitaron su ineficiencia y su corrupción. Con otra ética y otra disciplina, la inmensa ayuda internacional hubiera sido mucho más útil para paliar la pobreza del pueblo palestino. De todos modos, los palestinos, que hace un año votaron al laico y dialoguista Abu Mazen, ahora no votaron a Hamas por su proyecto teocrático ni por las masacres perpetradas por sus kamikazes, sino por su disciplinada organización de socorros mutuos y su eficiente administración de la ayuda social.
-¿Debe cortarle Occidente el financiamiento?
-La ideología de Hamas está moldeada por odios viscerales. Siempre despreció los acuerdos de Oslo y sus consecuencias y aspiró al exterminio de Israel. Sin embargo, al entrar en el juego institucional que la lleva al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, aceptó de hecho las reglas surgidas de Oslo y de las posteriores negociaciones con Israel. Por eso, es posible que al menos una parte de su dirigencia esté evaluando un cambio de posición. Al frente de la ANP, Hamas enfrenta la disyuntiva de suicidarse de esa endeble institucionalidad o aceptar las reglas que la engendraron, asumiendo una posición negociadora. Sería un error europeo y norteamericano cortar la financiación antes de ver si la nueva situación opera cambios en la dirigencia de Hamas. El optimismo puede ser ingenuo, pero el bloqueo precipitado de fondos puede empujar la ANP a los brazos de Irán.
-¿Cuál sería el interés de Hamas de lograr un apoyo o respaldo político de un gobierno tan lejano como el nuestro y cómo analiza el hecho de que podrían consultarnos como parte de un eje que incluyera a Bolivia, Brasil y Venezuela?
-Hamas teme perder la ayuda económica europea y norteamericana, por eso busca nuevas fuentes de financiación. Por su relación con Irán, Chávez puede ser una de esas fuentes; pero deducir que la Argentina y Brasil harán lo mismo es un error, y sólo se explica por una percepción distorsionada del cuadrante ideológico de sus presidentes. Para la Argentina y Brasil, la relación con Chávez y con Morales más bien parece determinada por el riesgo de una crisis energética y no por compartir un mismo proyecto político y social. El gobierno argentino tiene una posición correcta en esos temas: apoya la Hoja de Ruta, que exige a Israel la aceptación de un Estado palestino y a los palestinos el respeto a Israel y el desmantelamiento de los grupos terroristas, y apoya las demandas de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) respecto del proyecto nuclear iraní.
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