La Argentina, en el corazón de la tragedia venezolana
El gobierno de Javier Milei fue el primer Estado en reconocer que había prevalecido la oposición y desconocer a Maduro como presidente, lo que provocó una reacción por parte del régimen con el acoso a la embajada argentina en Caracas; los distintos alineamientos y el punto de no retorno
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¿Por qué estamos todos prestando atención al drama venezolano? ¿Por qué tiene ese magnetismo lo que pasa en Venezuela? Se debe a que lo que allí ocurre es de una extraña anormalidad, que incluye no solo violencia institucional sino física. Llama mucho la atención que sea una crisis que ya parece crónica. Es una especie de callejón sin salida. Pero no es la única razón por la cual observamos esta escena. La política venezolana, desde hace mucho tiempo, ha adquirido una dimensión internacional, que toca a todos los que viven en América Latina. La primera razón por la que estamos atentos a la coyuntura en Venezuela se debe a la presión de la dictadura del chavismo sobre la sociedad venezolana, que ha ocasionado una migración muy caudalosa. Nada más que en las elecciones de este domingo, las personas mayores de edad habilitadas para votar fuera de Venezuela eran 4.500.000 personas. Es la dimensión del exilio venezolano. Hay estadísticas y encuestas realizadas en las últimas semanas que indican que si la sociedad venezolana hubiese tenido la percepción de que estos comicios iban a ser fraudulentos, podía esperarse que 1.000.000 de personas más dejasen Venezuela, pensando que allí terminaba su última oportunidad para ver un cambio en el país. La expectativa es equivalente al nivel de frustración y desencanto que produce un resultado como el del que fuimos testigos, que es de una enorme manipulación. ¿A dónde irían estos venezolanos que huyen? Principalmente, a Colombia y a Brasil, como lo han hecho hasta ahora. No son los únicos destinos. En la Argentina, se convive con una gran cantidad de venezolanos que viven el drama del exilio. Otro destino cada vez más frecuentado es Estados Unidos, al que acceden yendo primero a Panamá. Son estos los motivos por los que para Brasil, Colombia y EE.UU. esta elección tiene un significado particular en términos de su propia situación.
Existe un segundo motivo por el que esta contienda electoral cobra una dimensión internacional. Venezuela ha sido en los últimos años la plataforma de operaciones en América Latina de otras dictaduras o gobiernos autoritarios como el chino, el ruso y el iraní. La corroboración de este rol que juega Venezuela en la política regional e internacional se verificó este domingo y este lunes por la mañana. Los primeros líderes en saludar a Maduro como nuevo jefe de Estado fueron los presidentes de Rusia, China e Irán.
La división que se registra en cada sociedad, tanto en América Latina como en Estados Unidos y Europa, hace que Venezuela se haya convertido también en una contraseña en el juego interno de estas sociedades. Basta con preguntar a cualquier candidato de la región qué juicio tiene respecto del gobierno de Venezuela para que uno pueda ubicarlo en relación con otra cantidad de temas. Si nosotros recordamos la política argentina de los últimos años, uno de los grandes problemas que tenían los candidatos peronistas, como Sergio Massa, era poder definirse frente a la dictadura de Maduro. Les planteaba un problema de encuadramiento dentro de su propia fuerza política.
La crisis venezolana, y es lo que estamos viviendo por estas ahora, se está agravando. Hay una movilización popular cada vez más intensa que desafía al régimen, más después de la autoproclamación de Maduro. ¿Cómo puede explicarse la intensificación de las protestas? Primero, porque se logró unificar a la oposición detrás del liderazgo de Maria Corina Machado. Segundo, cuando el gobierno a través del Consejo Nacional Electoral (CNE) impugnó la candidatura de Machado, ella le pudo trasladar su consenso a otros candidatos. En primera instancia lo transfirió a la filósofa Corina Yoris, y después a un diplomático, Edmundo González Urrutia. Esto no había sucedido anteriormente. La oposición venezolana sufría de enormes dificultades para unirse, y también para que proscriptos como Machado convoquen a votar. En general, quienes estaban impedidos de competir llamaban a la abstención. Pero este no es el caso. Y es por eso también que existía la expectativa de los votantes de que un partido opositor pudiera vencer en las elecciones.
El otro factor que hace que este lunes haya habido una gran movilización en Venezuela es el fraude en sí mismo, que comenzó hace tiempo con la prohibición de candidaturas y la manipulación de boletas. Y se acentuó en las últimas horas cuando el gobierno de Venezuela impidió el ingreso de observadores independientes que pudieran determinar la calidad de los comicios. Entre ellos Alberto Fernández que, por haber dicho que “el que pierde tiene que dejar el poder”, lo invitaron a no participar. Ha habido además fraude durante el proceso electoral. Todavía no se presentaron las actas de las votaciones. Tampoco tuvieron acceso a la información los dirigentes opositores. Y se proclamó a Maduro con un presunto 80% de votos escrutados y sin que se conociera el resultado final. No dieron ni siquiera plazo para las impugnaciones que están previstas en el Código Electoral del país. De 4.500.000 de venezolanos habilitados para sufragar en el exterior, solo 200.000 pudieron ejercer su derecho al voto. En la Argentina, contando los menores de edad hay 250.000 exiliados venezolanos. Solo a 2300 se les permitió ir a las urnas.
Los movimientos que se sucedieron en las últimas horas pusieron en alerta a la oposición. Se llevó adelante a última hora de la tarde del lunes una conferencia de prensa de Maria Corina Machado y Edmundo González Urrutia en la cual se proclamaron ganadores y convocaron, como para darle algún tipo de orden a la protesta, a asambleas populares con pedidos de paz y orden. Queda esperar y ver cuál será la reacción del régimen ante estas asambleas.
Estamos viendo la configuración de un modelo inquietante que reproduce características del esquema cubando, basado en la represión interna y en que todo aquello que sea disidencia abandone el país. Esta ecuación plantea un plan de poder. No hay menor registro de que la dictadura de Maduro piense en entregar el mando, aún cuando se hubiesen iniciado negociaciones en Qatar, con Estados Unidos, para proveer a los jerarcas del régimen algún tipo de impunidad que los estimule a abandonar el gobierno sin miedo a ir presos una vez que lo hicieran. Aún así, Maduro y sus compañeros decidieron robarse las elecciones.
En el centro de todo este drama está la Argentina. El gobierno de Javier Milei se ha puesto a sí mismo en la otra vereda. Fue el primer Estado en reconocer que había prevalecido la oposición y desconocer a Maduro como presidente. Esto provocó una reacción por parte del régimen, que es el acoso a la embajada argentina en Caracas, la única sede diplomática donde hay refugiados opositores, que pertenecían al comando de campaña de María Corina Machado. Hay también dentro del edificio seis diplomáticos, algunos con sus esposas. Ahora están cercados. El gobierno argentino pidió en su momento un salvoconducto tanto para los refugiados como para los diplomáticos para que pudiesen irse del país antes de las elecciones. El oficialismo venezolano se lo negó. Solicitaron seguridad para proteger el perímetro de la embajada, a raíz de que la seguridad argentina puede proveerse únicamente de la puerta hacia adentro. Maduro dispuso a un solo agente de policía que, el lunes por la tarde, abandonó su puesto. Hubo hacia la noche del lunes una intervención de Celso Amorim, asesor personal de Lula da Silva en materia de política exterior, quien instó al gobierno venezolano a liberar la zona de la embajada. Aparentemente, por la gestión de Amorim, eso habría sucedido. Pero mientras tanto sigue gente ahí adentro pasándola mal.
El escenario incierto que vive Venezuela produjo además distintos alineamientos internacionales. Los que también dotan a esta elección de peculiaridades respecto de otras. Desde la proscripción de Machado hubo pronunciamientos conjuntos del gobierno brasileño y colombiano, afectados por la migración venezolana, solicitando al gobierno de Venezuela garantías de comicios creíbles y transparentes. No había sucedido nunca. Es como si la paciencia de Gustavo Petro y de Lula, ambos aliados de Venezuela, se hubiese agotado. Lo mismo sucede, aunque sea otro el encuadramiento, con Gabriel Boric, presidente de Chile. Iniciada su carrera política, Boric tuvo una posición de contradicción hacia Cuba y Venezuela, aun cuando su coalición tiene como integrante al Partido Comunista. Fue el primero en plantear que, para convalidar los resultados, se necesitan datos certeros. No hay ninguna forma de reconocer ninguna tendencia como fidedigna si no se da a conocer la información. Y los datos no están. Colombia y Brasil intentaron y lograron sumar a México, que cambió su posición en el transcurso del día. Más temprano, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, aguardaba por el informe de resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano que dista de ser independiente y que regula una elección a la que todo el mundo le estaba prestando atención desde hace un año y que fue materia de negociaciones internacionales de distintos niveles y momentos. Después López Obrador se sumó a la postura de Petro y Lula para que haya información sobre las mesas. Pero la información no está desde las cinco de la tarde del domingo, porque si uno busca en la web el sitio del “Consejo Nacional Electoral” y llega a la página, aparece que no se puede abrir porque no la encuentra el servidor. La página del CNE está caída y no hay información estadística de lo que sucedió.
¿Qué les pasa a Lula, a Petro, a Boric y a AMLO? Pagan un costo enorme frente a sus opositores internos, porque obviamente en cada uno de estos países, ni qué hablar de Bolsonaro o Uribe, la derecha y la extrema derecha, les están diciendo a los gobiernos que esos dirigentes fraudulentos, represores y dictadores, fueron sus socios hasta ahora. Eso tuvo un límite, inclusive para las propias filas de cada uno de estos líderes. Todo llega a un punto de no retorno, que es lo que estamos viendo en este momento.
Los alineamientos, a pesar de esto, tienen sutilezas. Los países se pueden diferenciar en tres categorías: quienes no reconocen el resultado, los que piden un conteo transparente y los que felicitaron a Maduro. En este último grupo están Cuba, Honduras, Nicaragua, Bolivia, Rusia, China, Siria, Irán, Madagascar, Bielorrusia, Serbia, Qatar, Guinea-Bisáu y Alba. Es toda una definición desde el punto de vista de la calidad democrática de estos países. Hay que prestarle atención a Rusia y China. Ambos forman parte de los BRICS. Ahí radica otra complicación para Brasil, que forma ese club con gobiernos que tienen una postura totalmente distinta respecto de Venezuela de la que empieza a tener Brasil.
En el otro extremo están los que no reconocen el resultado y que no piden información. Directamente no la quieren porque ya suponen que hubo fraude. Se trata de Canadá, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay, Perú, Italia, Paraguay y República Dominicana. Hay que señalar aquí a Argentina, Uruguay y Paraguay, porque mantienen una postura distinta de la de Brasil, que está en otro grupo.
En el tercero encontramos a Estados Unidos, México, Colombia, Brasil, la Unión Europea, España, Portugal, Alemania, Reino Unido, Países Bajos, Francia, Noruega y la Secretaría General de la ONU. Estos no dicen que no reconocen el resultado, sino que precisan elementos para poder reconocerlo. Piden la información, que no aparece.
La Argentina está atrapada en esta crisis en su política interna por muchas razones. La primera es porque el gobierno venezolano identifica a Milei como lo peor. Basta con recordar las cosas que dijo el canciller venezolano el domingo, que trató de “nazi nauseabundo” al Presidente. E incluso el discurso delirante de Maduro, en donde dijo que Milei, entre otras cosas, “es feo” y que debía estar “reventándose de odio” por su triunfo.
Pero hay un costo también para el kirchnerismo. Porque a la estridencia de Milei le corresponde el silencio de Cristina Kirchner, que todavía, al menos hasta ahora, no se pronunció. Ni sí, ni no, ni blanco, ni negro. Ella guarda silencio, pero habló alguien a quien hay que agradecer siempre la sinceridad: Andrés “el Cuervo” Larroque. Salió a enfrentar a Milei, diciendo que es antidemocrático porque no reconoce el resultado de la elección de la democracia venezolana; Larroque dijo que el pueblo se expresó y eligió de nuevo a Maduro como presidente. No hay que olvidarse del encuadramiento del “Cuervo” Larroque: es un militante de La Cámpora, disidente, que forma parte del gabinete de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires, y es uno de los puntales del gobernador en su enfrentamiento, justamente, con Máximo Kirchner y La Cámpora ortodoxa. Es decir, que el pronunciamiento de Larroque en alguna medida compromete a un eventual candidato a presidente del PJ, Kicillof, aunque sea muy prematuro decirlo. Lo deja pegado a algo tan controvertido como este fraude y esta forma de administración del poder dictatorial.
Hay otras figuras, que quizás no se encuadrarían dentro de la figura del kirchnerismo, porque tienen un grado de radicalización mayor, como por ejemplo Soberanxs, y en especial Alicia Castro, que desde el primer momento salió eufóricamente a celebrar el triunfo de Maduro. Se sabe que Alicia Castro tiene una gran adhesión al régimen de Venezuela, desde la época de su amigo Hugo Chávez. Sin embargo, hay silencio de Cristina, también de Massa. Alberto Fernández, que quedó atrapado en el drama venezolano, siguió la posición de Lula, Petro y López Obrador, pidiendo que se publique la información detallada de los comicios.
Debe ser incómodo para quien era el socio de Fernández en esta aventura, que es José Luis Rodríguez Zapatero. Ellos iban a estar entre los líderes democráticos cuyo cometido era convalidar la elección si esta era medianamente decente. Ahora Zapatero se sumergió en un silencio que habla de la posición que seguramente debe tener Pedro Sánchez, el presidente de España. Aunque el canciller español pidió los datos de la elección antes de realizar un pronunciamiento a favor o en contra. Sin embargo, también hay matices en la coalición que gobierna España. Hay una izquierda radicalizada que está celebrando y que forma parte del Gobierno. Ahí también se le complican a Sánchez, frente a sus opositores, las relaciones con Maduro.
En la política argentina, el tema venezolano se ha convertido en los últimos tiempos en una bandera especial de Mauricio Macri. Es interesante cómo el expresidente ha ido enfatizando una postura que no es novedosa. Siempre estuvo lejos de la dictadura de Maduro, siempre la calificó como “dictadura”, pero se ha vuelto más y más radical en este sentido. Muy probablemente el presidente de Pro no quiera dejarle esa bandera en exclusividad a Milei, en un momento en el que hay un problema de demarcación de territorio entre Macri y Milei. Hay que recordar que el expresidente empezó su diferenciación por la política exterior, con un tuit que tiene que ver con las polémicas de Milei y Sánchez en España y con el alineamiento de Milei con VOX. Sin hablar de Milei, Macri mandó un mensaje cifrado en aquel posteo del 8 de junio que dice: “Me apena ver que el presidente Sánchez arrastre la amistad histórica argentino-española en su estrategia electoral, mientras calumnia y defiende al Partido Popular”. Se refirió al partido que es rival de VOX, y que tiene un alineamiento más de centro. Además, elogió a dirigentes del PP: a Mariano Rajoy, a Alberto Núñez Feijoo y a Isabel Díaz Ayuso. Se olvidó de José María Aznar, no sabemos por qué. Macri se presenta en una posición que está más al centro que la de Milei. Entre sus amigos, Macri a veces toma un papel y dibuja una “E”, una línea y una “A” en el otro extremo. La “E” se refiere al Estado, el estatismo. La “A” corresponde al anarquismo. Macri explica: “Yo estoy en el medio, no como Milei que está en el extremo del anarquismo”. Macri está buscando hablarle a un público que, supone, se irá diferenciando de Milei, y esto va a suceder especialmente este jueves, cuando va a haber una especie de relanzamiento de la presidencia de Macri en el Pro. Va a incluir un apoyo muy enfático a la orientación del Gobierno, pero con algunos matices de diferenciación. Nadie sabe qué profundidad pueden tener. Sigue en el aire una incógnita muy interesante que veremos si despeja o no el jueves, en un terreno donde ha sido especialmente discreto, por no decir ambiguo: los rasgos institucionales del gobierno de Milei.
En lo que tiene que ver con la institucionalidad, subyace como problema la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema. El expresidente se pronunció una sola vez explícitamente sobre este tema, pero fue en una reunión privada, donde había 500 personas, pero en un lugar cerrado y sin periodistas. Le preguntaron por Lijo y dijo tres cosas: primero, que le gustaría que el candidato para la Corte sea una mujer; segundo, que no puede haber un candidato que provoque una controversia moral; y tercero, algo muy interesante, que la recuperación económica depende de la confianza. Y que la confianza no la brindan los políticos, sino los jueces. Entonces, cuál sea la calidad de la Corte Suprema de Justicia es algo que está en relación directa con la confianza y, por lo tanto, con la posibilidad de que la economía argentina se recupere. Este es un concepto clarísimo respecto de la candidatura de Lijo. Pero Macri todavía no lo planteó públicamente.
Mientras tanto, Lijo sigue recibiendo impugnaciones. Este lunes hubo una del Instituto de Estudios Comparados de Ciencias Penales y Sociales, que es interesante porque provee información. La impugnación fue enviada al Senado, y le piden que, dado que tiene la habilidad reglamentaria de hacerlo, constituya pruebas sobre Lijo, que busquen información. La impugnación está basada en ciertas estadísticas: casos sin respuesta y casos de corrupción con seis o más años de demora. En cuanto al primero, entre todos los juzgados de Comodoro Py, el que tiene mejor porcentaje de respuesta es el Juzgado N°1, con 24,23%. Mientras que el que más casos tuvo sin respuesta fue el Juzgado N°4, con 44,10%, justamente el de Ariel Lijo. En el segundo apartado, el mejor fue el Juzgado N°8, con 8,8% de casos de corrupción sin respuesta en seis o más años, mientras que el peor, otra vez, es el de Lijo, con 22,22% de los casos. Es decir, Lijo, en un lugar como Comodoro Py, que no es un dechado de virtudes, logra ser el peor. Hay que tener una estrategia para ser tan malo. Es como si fuera un darwinismo al revés: la supervivencia de los peores.
Este es el candidato de Milei a la Corte, lo cual lleva a preguntarse quién es Milei, porque empieza a haber una enorme dificultad para encuadrarlo en lo que sería un liderazgo liberal. En LA NACION, hubo una columna de Loris Zanatta titulada “Libertarismo, el barril nuevo en el que verter el vino viejo del peronismo”, en donde el autor plantea con toda claridad y contundencia que el gobierno de Milei es cada día menos liberal y más conservador; menos cosmopolita y más nacionalista; menos libertario y más autoritario; menos laico y más mesiánico, y tiende a parecerse cada vez más a la derecha tradicional.
Hay una indiferencia de Milei frente a los problemas de corrupción y la independencia judicial. Él mismo dice que quiere controlar a la Corte y que por eso lo manda a Lijo, para tener un juez amigo. Y todo esto tiene como una especie de traducción práctica bastante insólita. Si uno va a Honorio Pueyrredón y Gandhi se encuentra con un local que dice en el frente: “Centro de capacitación política, Domingo Mercante - La Libertad Avanza. Centro de capacitación de la nueva política gremial, Carlos Menem”. Está todo ahí. Peronistas libertarios. Pero ¿cómo convive todo esto con el video de Maduro en donde se define como “peronista y evitista”? Dijo que Perón y Evita están con él. Pero tranquilamente es lo que podría decir Milei, si uno mira ese local de la calle Honorio Pueyrredón. Es todo una ensalada, con límites muy poco claros.
También entre el Pro y el Gobierno la frontera es borrosa. Porque si uno pone el foco en el núcleo más duro de este gobierno, en el centro de poder, donde habita Santiago Caputo, el núcleo con el que trabaja ese asesor, que son amigos de él y no tienen cargos, es toda gente que trabajó en el Pro: Tomás Vidal, Guido Giana, Guillermo Garat. Todos fueron parte del gobierno de María Eugenia Vidal en la Provincia, de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad, asesoraron candidatos de unos y de otros, fueron hasta candidatos del Pro en municipios provinciales. Francisco Caputo, el hermano de Santiago, tiene un rol principal. Santiago da una orden, pero quien se encarga de ejecutarla delante de los funcionarios es Francisco. También ligado al Pro. Macri los conoce a todos. Y ahora tenemos una figura nueva que es Noelia Ruiz, que fue presentada en una gran nota por Camila Dolabjian, en LA NACION. Contó cómo Santiago Caputo desembarca en un fondo fiduciario, destinado a “ampliar la matriz productiva” de Tierra del Fuego. Los recursos provienen del mínimo monto de impuestos que se les exigen a las empresas beneficiarias del régimen fueguino. En el centro de ese negocio está Nicolás Caputo. Primo del padre de Santiago Caputo. Desplazaron a toda la gente que estaba tratando de averiguar qué había pasado con ese fondo en la época de Alberto Fernández, y de repente desembarcó ahí Noelia Ruiz. Ella hizo de sí misma en su CV una caracterización adorable: “Profesional apasionada de los asuntos públicos y políticos. Líder y comunicadora natural. Audaz, creativa y resolutiva en contextos complejos. Habilidad para construir vínculos fuertes, y agudo criterio político”. Hay que mandarla a Venezuela, ya.
Ruiz es importante porque la designaron en Arsat, empresa que manejan los amigos de Santiago Caputo. Ella se presenta allí como “la killer de Caputo”. Viene de haber sido secretaria privada de María Eugenia Vidal en la gobernación de Buenos Aires, luego colaboradora de Cristian Ritondo y también de Diego Santilli. Y trabajó en Vicente López con Soledad Martínez, la sucesora de Antonio Macri. Quiere decir que cuando Macri se quiere diferenciar del Gobierno, se está diferenciando en alguna medida de sí mismo, o de algunos líderes del Pro, cosa que no debe llamar tanto la atención.
Esta gente es la encargada de manejar hoy las inversiones y establecer qué ocurre con el discutido régimen de inversiones (RIGI), que es la nueva grieta. Del otro lado, como en la política venezolana, está Axel Kicillof. Tanto es así que este jueves va a ser recibido en la Legislatura bonaerense Guillermo Ferraro, ministro de Infraestructura de la primera etapa del gobierno de Milei, que explicará en qué consiste el RIGI para que los distintos bloques puedan definir qué hacer frente a ese régimen, que es exigido por YPF para poner o no una planta de licuefacción en Bahía Blanca. Se mezcla la política, la identificación ideológica y las inversiones en un Gobierno donde la continuidad con el peronismo y con el Pro parece ser pareja.
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