Los sectores que se volvieron más vulnerables; los “soldaditos” de la droga; los sueldos universitarios; el costo político de las tarifas; Lijo, cada vez más lejos de Cristina
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El problema que domina la política en estos días es el encuentro de los argentinos con números dolorosos respecto de la situación social. Hay un cambio que se viene produciendo en la Argentina desde hace décadas, un deterioro del escenario laboral y económico de muchas personas. En el centro de la vida pública se ha instalado la pobreza como un fenómeno orgánico y sistemático. Los últimos números que se dieron a conocer fueron los del Indec: el 55% de los argentinos se encuentra en situación de pobreza; y si se tiene en cuenta los menores entre 12 y 17 años situados en el conurbano bonaerense, dicho porcentaje se eleva al 70%. Es un dato importante ya que da cuenta de la posible persistencia de esta problemática para el futuro. No son números lineales. Tienen relieve. Plantean determinados inconvenientes políticos. Se trata de una cifra que determina el comportamiento del Gobierno y de la oposición. Son porcentajes además que hay que saber mirar. ¿De qué pobreza estamos hablando? ¿Cómo se mide? El Indec toma los ingresos de las familias y los contrapone a la canasta básica de bienes. Es una equiparación entre retribuciones y precios en el último semestre, que incorpora números de una inflación alta que después ha ido descendiendo. Conocer este detalle permite ajustar un poco la lente. No son cifras que reflejen una pobreza estructural.
La oposición utiliza estos números y se los imputa al oficialismo. No podemos engañarnos. Son producto de crisis cíclicas macroeconómicas que vive la Argentina hace mucho tiempo, y sobre todo durante la administración de Alberto Fernández que, como gobierno peronista, traicionó la idea de una mejor distribución del ingreso y calidad social. Enfatizo en la palabra ingreso, que no es lo mismo que salario. Una gran cantidad de argentinos tienen ingresos pero no salarios porque viven en la informalidad. Por lo tanto, están fuera de la protección y/o defensa del salario que hace el sindicato. Es así que la inflación, en esta sociología que ha ido ganando al país con un nivel de degradación alarmante, tiene un significado distinto que hace años atrás.
¿El Gobierno qué hace con esto? Milei lo recordó hace unos días y tenía razón. Cuando uno observa los números fiscales, percibe una contracción brutal del gasto público, a la vez que un incremento de las prestaciones sociales, de las transferencias de ingresos directas y que no pasan por un plan social intermediado por piqueteros o movimientos sociales. Entre ellas, la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar. Ambas prestaciones llevan los ingresos de quienes las reciben a un nivel de poder adquisitivo que está en uno de sus picos, similar al que tenía en el año 2012. ¿Cuál es el conflicto? El Ejecutivo reacciona con sensibilidad frente a la caída de los ingresos de los sectores más vulnerables. Pero esos ingresos, que están constituidos por prestaciones, son solamente un tercio de los ingresos de los pobres. Los otros dos tercios son changas y cartoneo, ambos en crisis por la disminución en el consumo y el ajuste sobre la clase media. Con la ayuda del Estado no se alcanza entonces a cubrir la caída del ingreso en los estratos más castigados.
¿Qué es lo que prospera en este ambiente? Los trabajos ligados a cuestiones como la droga. ¿Cuánto gana por día alguien que cartonea? $15.000. ¿Cuánto gana por día un soldadito menor que presta servicios a un dealer en barrios populares? $50.000. Ser soldadito es una aspiración para muchos chicos. Es peligroso ser soldadito. Uno pensaría que puede recibir un balazo. Pero en esa sociología no es algo que se viva como grave, más cuando se cobra el dinero que se cobra. Todo esto es la economía de la pobreza que se ha ido modificando dramáticamente.
Un primer trabajo realizado por la consultora ExQuanti pone la lupa sobre la modificación del nivel de pobreza en cada sector, estudio que es imprescindible para entender la política y su clima social. Compara el último semestre con el primer semestre. De acuerdo a esta investigación, la pobreza en su conjunto es del 55%. Cuando se habla de niños, niñas y adolescentes, escala al 70,6%. En lo que a jóvenes pobres refiere, alcanza el 62%, dato a no perder de vista. También hay estudiantes universitarios pobres. Ascienden al 48,5%. Por último, respecto de los jubilados, se ubica en el orden del 35,7%. De esta manera están exhibidos los distintos niveles de sensibilidad social. Dos sectores, los jóvenes y los niños y adolescentes, están muy por encima del promedio.
Otro trabajo similar de la consultora, pero con carácter interanual, analiza el incremento de la pobreza entre el primer trimestre del 2024 y el primer trimestre del año anterior. La población pobre aumentó en un 42,1%. En niñas, niños y adolescentes, se ubicó en 26,8%. Los ocupados pobres, personas que tienen trabajo formal o informal y no llegan a cubrirse con sus ingresos, rondan el 56,1%. En relación a los jóvenes pobres, hay un 33,3%, mientras que 58,2% representa a los estudiantes universitarios pobres. Pero el mayor impacto se ve en los jubilados: 99,0%. Se duplicó la cifra. No es una casualidad que, cuando el Gobierno se mete en la pelea por las jubilaciones, empieza a caer drásticamente su imagen y la del Presidente, algo parecido a lo que le ocurrió a Mauricio Macri en 2017.
A propósito de la marcha del miércoles, cabe analizar también la evolución del salario docente. Un gráfico de Fernando Marull precisa que el salario de un profesor titular que trabaja 40 horas semanales, tiene 20 años de antigüedad y una maestría es de $2.286.000. En noviembre de 2023, era de $2.973.646. Hubo una caída en términos reales del 23%. Es resultado del congelamiento de sueldos, enmarcado en el ajuste fiscal que lleva adelante el oficialismo y genera malestar en las universidades. Resta ver qué nivel de movilización produce este malestar.
Un trabajo realizado por el Centro de Investigación y Acción Social (Cias), que preside el jesuita Rodrigo Zarazaga, y la Fundación Fundar, indaga en lo que ocurre en materia de educación y trabajo en los barrios populares del Gran Buenos Aires. La investigación muestra, en primera instancia, qué ocurre con la situación educativa de los jóvenes entre 16 y 17 años en los barrios más desamparados. El 93% va a la escuela. El 69% faltó en las últimas dos semanas por razones que nada tienen que ver con la salud. El 47% faltó porque no hubo clases, el 38% por cuidar a un familiar, el 26% porque no tenía ganas de ir y el 11% porque ya está trabajando a esa edad. Esta falta de ganas de ir está relacionada con muchas cosas, pero sobre todo con un fenómeno que se investiga poco y es crucial: la pobreza está atravesada por la depresión. Hay situaciones de vida para las que el ser humano no fue diseñado, y esto genera un dolor enorme que impide avanzar, reponerse. Ese es el que no va a la escuela por falta de ganas.
En otro gráfico del CIAS se analizan los grados de repitencia en los jóvenes de 16 y 17 años en los barrios populares del AMBA. De las barras de color turquesa se desprende que el 44% repite, mientras que el 10% repite más de un año, lo que se denomina “repitencia agravada”. Por otro lado, ese nivel de déficit en la trayectoria educativa está relacionado con los niveles de exigencia que enfrenta este sector etario en los barrios populares. El 35% estudia y trabaja, y el 20% estudia y busca trabajo. Es muy difícil para muchos jóvenes adolescentes enfocarse exclusivamente en el estudio debido a las condiciones de vida en las que desarrollan su existencia.
En la franja etaria de entre 19 y 24 años, también de barrios populares del AMBA, se puede observar que el 61% no terminó el secundario. Pero, ¿por qué? Según se desprende del análisis del CIAS, un 28% dejó la escuela porque necesitaba trabajar, un 25% porque tenía que cuidar a su hijo o hija, un 16% porque quedó embarazada, un 11% porque quedó libre debiendo materias, un 6% porque no entendía para qué le serviría, otro 6% por problemas intrafamiliares y un 4% debido a problemas de conducta. Este es el mapa de la educación entre los pobres, de una educación que es probablemente la única soga a la que se puede aferrar para salir de esa situación. Es decir, las mejores maestras y escuelas deberían enfocarse en ese sector social, porque es el que más necesita la palanca de la educación para superar la situación de fracaso, pérdida de sentido y falta de futuro que afecta sus vidas.
Asimismo, se puede analizar la trayectoria laboral de la misma franja etaria. La edad del primer trabajo en los barrios populares del AMBA es para un 43% de los chicos de entre 16 y 24 años a los 15 o menos. Son los chicos que dejan de ir a la escuela por razones laborales. El 35% empieza a trabajar entre los 16 y 18 años. Solo el 6% inicia su carrera laboral con más de 19 años. El 90% de los chicos de esa franja de edad está en la informalidad, y el 56% trabaja dentro del barrio, sin salir de esa zona para trabajar en otro lugar.
Por otra parte, otro gráfico muestra los datos referidos al ajuste en el gasto de los jóvenes de entre 16 y 24 años, es decir, en qué tuvieron que reducir sus consumos. Esto afectó al 65% de los jóvenes en ese rango de edad. El 36% redujo su gasto en alimentos. Este dato implica que quienes lo hicieron en alimentos ya habían reducido sus gastos en otros sectores previamente. Un 22% hizo lo propio en ropa y calzado, un 22% en recreación o salidas, un 10% en transporte y un 10% en servicios.
Estos últimos dos datos son claves. Cuando el Gobierno, y más concretamente el “mago del Kremlin”, Santiago Caputo, se pregunta por qué el oficialismo está cayendo en las encuestas, la primera respuesta que se da es que se debe al malestar de la gente en los grandes conurbanos, sobre todo el bonaerense, afectada por el aumento de tarifas y, en especial, por el costo del transporte. Hay personas que para llegar al trabajo deben tomar más de un medio de transporte y gastan $3000 por día. Esa gente probablemente hoy esté buscando otro trabajo, tal vez de peor calidad, para no tener que gastar tanto en el traslado al empleo. Esto afecta la sostenibilidad del Gobierno en sectores que quizás no lo votaron en un principio, que votaron a Massa en el balotaje o en las últimas elecciones, y que se inclinaron por Milei una vez que este asumió el poder. Ahí está ese 6-7% que se desprende del oficialismo y declara que ya no lo acompaña más. Es un problema que enfrenta la administración mileista, muy similar al que enfrentó Macri. Un conflicto muy complicado para la política. Es la herencia del kirchnerismo, que en determinado momento decidió regalar la energía y subsidiarla a un nivel que el Estado no podía soportar. Ahora, es muy difícil realizar ese ajuste. Macri lo intentó y enfrentó enormes dificultades judiciales, pero además políticas. Y Milei va por el mismo camino.
Estamos ante un panorama donde la crisis social es, en realidad, una crisis histórica. Es muy difícil encontrar momentos anteriores en la historia de la Argentina con este nivel de malestar y sacrificio social por parte de tanta gente. Esto tiene que ver con que el Gobierno hereda una situación calamitosa, es obvio, y decide corregir esas circunstancias enfocándose en el problema de la inflación, que es, como diría Ortega y Gasset, “el tema de nuestro tiempo”, o al menos el de Argentina desde 2008, cuando se intervino el Indec, en plena recesión. Logra reducir la inflación en tiempo récord, pero también genera una gran recesión, igualmente en tiempo récord. Hubo una contracción del 6% del producto interno en tres trimestres.
En un libro de historia imaginario, escrito dentro de 50 o 70 años, se podría decir que en el año 2024, un economista ortodoxo, Miguel Kiguel, en uno de los informes que producía semanalmente en su consultora Econviews, se vio necesitado de escribir este texto: “En Econviews somos especialistas en macroeconomía y en el sistema financiero”. Aclara que no son economistas que se dedican a las cuestiones de pobreza o equilibrio social y continúa: “Visto desde este lado, desde la macro y el sistema financiero, no podemos dejar de decir que, para que haya estabilidad macroeconómica y crezcan las inversiones, la cuestión social debería apuntar a cierta estabilidad. No necesitamos ser Dinamarca, pero para que el capitalismo funcione correctamente es importante que haya paz social, mejoras en el capital humano (educación, calidad de trabajo), un buen sistema de salud y todos los incentivos para progresar dentro del sistema y no por fuera (la inclusión, tema extraordinariamente ligado a la educación)”. Esto no lo escribe Juan Grabois ni un economista de la CTA, sino Miguel Kiguel, que es un asesor de bancos y un experto en macroeconomía y finanzas, como él mismo lo dice.
Este problema ya se ha politizado. Impacta en las encuestas y en la evaluación que la gente hace del Gobierno, y empieza a ser un problema para la Casa Rosada de cara a las elecciones. ¿Qué está pasando en estos días? ¿Qué ha sucedido en las últimas semanas, distinto a lo que venía ocurriendo desde que asumió Milei? Hasta hace poco, la visión que el Gobierno tenía de sí mismo, y la que proyectaba hacia los demás, era que eran un gobierno diferente a todos los anteriores, que formaban parte de la “casta” y que se diferenciaban de ella porque, primero, hacían lo que era necesario, sin importarles el costo de hacerlo. “Venimos con una receta económica y no nos importa el costo político que tengamos que pagar para aplicarla”, planteaban.
Pero desde hace dos semanas, la receta económica, que produce un costo social y deriva en un costo político, comienza a ser vista por el Gobierno con ojos más políticos. Advierten que cualquier programa económico es malo si se pierden las elecciones. Es decir, en democracia, uno de los imperativos de cualquier gobierno es gestionar una buena política económica ganando las elecciones. Como consecuencia, se empieza a notar una preocupación por los costos sociales y electorales del programa económico, y surgen algunas incógnitas e interrogantes sobre esta política, ya no derivados del pensamiento economicista de Milei, Caputo, Sturzenegger o Bausili, sino por el imperativo de ganar las elecciones.
Por ejemplo, empiezan a considerar si deben revisar el tema del cepo. Se preguntan si todo el sistema cambiario no está imponiendo un corset sobre la economía que, en lugar de estabilizar, agrava la recesión y conduce al país a un problema importante el año que viene, especialmente en la provincia de Buenos Aires, en el conurbano, un territorio en el que Milei nunca ha tenido buen desempeño. Es el peor territorio, electoralmente hablando, y en términos de imagen, para Javier Milei.
Todo esto se proyecta sobre toda la clase política, y especialmente sobre la oposición. Pero la provincia de Buenos Aires no es importante sólo porque sea el lugar más esquivo para el Presidente, sino porque es donde se concentra y tiene su reino el kirchnerismo. De hecho, ellos gobiernan la provincia y están observando este problema social, seguramente con sentimientos encontrados: preocupación y entusiasmo, ante la posibilidad de que, si se produce un deterioro social, el péndulo pueda volver a ellos. No lo sabemos.
Hay una pregunta que todos los peronistas de la PBA empiezan a hacerse: ¿vuelve Cristina a la arena electoral como en 2017, cuando fue candidata a senadora? ¿Vuelve a encabezar la lista de diputados del año que viene en la provincia de Buenos Aires? Hay quienes piensan que probablemente esté obligada a hacerlo, porque aquellos que investigan la opinión de la gente que vive en los barrios más vulnerables del conurbano descubren que, nuevamente, la única figura que se salva en ese mundo, incluso dentro del peronismo, la única que rescatan como valiosa, es Cristina Kirchner. Sigue teniendo gran influencia en esa sociología.
Además, tal vez le convenga a ella misma encabezar una lista, porque de esa manera podría evitar un proceso de crisis interna en el peronismo bonaerense. Axel Kicillof y el grupo que lo rodea, con “El Cuervo” Andrés Larroque a la cabeza, han planteado como estrategia no desafiar a Cristina, pero sí iniciar o insinuar un movimiento de renovación que desafíe a Máximo Kirchner y a La Cámpora, que son el núcleo de Cristina Kirchner. Todo esto, tal vez, conduzca —aunque es una incógnita que seguramente se resolverá en 2025— a determinar qué papel jugará la expresidenta en la provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas.
Este panorama se verá afectado por una cuestión técnica que es difícil de explicar debido a su complejidad. Se trata de un cambio histórico, en términos políticos, que podría producirse a partir de este martes. Es probable que la Cámara de Diputados termine de aprobar un cambio en el régimen electoral, estratégico para Argentina y, sobre todo, para la provincia de Buenos Aires. Quizás se establezca la Boleta Única. Es decir, en lugar de haber una lista sábana por cada partido en el cuarto oscuro, uno se encontraría con una sola boleta donde están todos los partidos y candidatos, y se debe marcar a quién se elige. Pero sólo para las categorías nacionales.
Por ejemplo, en las elecciones del próximo año en la provincia, donde se eligen diputados, uno iría al cuarto oscuro y encontraría todas las variantes de todos los partidos en una sola boleta con la lista de diputados. De esto se ha hablado mucho, y se destaca que sería una mejora en el sistema de fiscalización para transparentar el proceso electoral, lo cual es cierto, pero tiene otra consecuencia mucho más importante. Uno se encontraría con una urna y un sistema electoral para la elección de diputados nacionales, mientras que la elección provincial seguiría con el viejo sistema de lista sábana. Esto significa que, por ejemplo, si Cristina encabezara la lista de diputados del peronismo el próximo año, su candidatura no estaría vinculada a la lista de concejales de La Matanza o a la de diputados y senadores de la tercera sección electoral. Se desvincularía la elección provincial de la nacional.
Imaginemos lo mismo dos años después, en las elecciones presidenciales: la elección de gobernador se desvincularía de la de presidente. Es un cambio revolucionario que otorgaría un poder extraordinario a los intendentes, porque ahora la lista provincial, que ordena cómo se conforma la legislatura bonaerense o los consejos deliberantes de cada partido, estaría impulsada por el poder que tenga el propio intendente y ya no por la figura del partido nacional, que estará en otra boleta, la boleta única, de diputados nacionales.
Este es un cambio importantísimo en la estructura de los partidos y en su competitividad electoral. La figura nacional empieza a tener menos peso, lo cual afecta al peronismo y a los partidos con anclaje territorial. Probablemente, beneficie ocasionalmente a Milei y a La Libertad Avanza (LLA), ya que si llevan un candidato competitivo en la lista de diputados, ese podría tener una gran elección prescindiendo del poder territorial, que en el caso de LLA es nulo. Pero si alguien fuera Milei y pensara en cómo armar una estructura política en la provincia de Buenos Aires, con intendentes y concejales, este sistema lo perjudicaría, porque es muy difícil desplazar a un intendente ya establecido sin una gran figura nacional. Si lo nacional está desenganchado de lo local, los intendentes podrían mantenerse eternamente en el partido que hoy los identifica, por decirlo de forma exagerada.
Es otro juego político. Es un cambio que habrá que ir analizando con el tiempo, ya que es estructural en la política argentina, y particularmente en la bonaerense. Supongamos, si Máximo Kirchner va a un determinado distrito donde hay un intendente enfrentado a La Cámpora, podría decir: “Mirá. Yo voy a implantar a un candidato que te va a desplazar porque irá en la boleta de mi mamá”. Esa posibilidad de extorsión se termina con este nuevo régimen electoral. Quien sea el candidato nacional no influye en la situación local. Ningún sistema electoral es inocente. Todos tienen un sesgo. El que se votará en Diputados se inclinaría hacia los intendentes, más que nada en el conurbano bonaerense, salvo que en algún momento la provincia de Buenos Aires adhiera al sistema nacional y adopte la boleta única. Esta es la razón por la cual tanto Cristina Kirchner como Sergio Massa tratan esta noche de que no se apruebe.
Por su parte, Milei busca armar un partido, algo que vimos el sábado en Parque Lezama. El Presidente tuvo un discurso muy agresivo, que se inspira en Santiago Caputo, que le hace notar que la movilización política se impulsa a través del odio, contra los “periodistas ensobrados”, los “econochantas” y “la casta”, en general. El Presidente no solo intenta crear un frente. También pretende financiarlo. Hace dos semanas, se empezaron a organizar reuniones convocadas por Santiago Caputo y Karina Milei, a las que invitaron a distintos sectores empresariales y les pidieron plata a cambio de un recibo. Es plata en blanco para financiar a una fundación. Habrá que discutir qué nivel de honestidad tiene esto, hasta dónde es corrupción o no y si se insinúan consecuencias adversas en caso de no poner el dinero. Es raro. ¿Es “casta”? Nadie tiene el ‘castómetro’ como para definirlo. Pero puede ser un escándalo.
Son contradicciones con el discurso original de Milei, que empieza a aparecer como alguien dotado de un gran pragmatismo. Para Milei, el gobierno de China estaba integrado por comunistas que, por definición, son criminales. Pero, si observamos un pasaje de la entrevista con Susana Giménez, ahora parece que no es tan así. “Es interesante. Con China me sorprendí muy gratamente. Tuvimos una reunión con el embajador y al otro día nos destrabaron el swap. Es un socio comercial interesante. No exigen nada. Lo único que piden es que no los molesten”, dijo Milei. Suena como un mejor aliado que Estados Unidos incluso. Finalmente, Milei empieza a pensar que las cosas son buenas o malas dependiendo de si lo ayudan a gobernar, a ganar o perder elecciones. Lo ideológico comienza a ser más secundario, flexible y menos intransigente.
Algo parecido pasa con la Justicia. Milei dice necesitar a Ariel Lijo porque debe tener un amigo en la Corte Suprema. Pero, a propósito de esto, la Cámara de Casación promete ratificar la condena de Cristina Kirchner que le aplicó el Tribunal Oral. En el kirchnerismo hay quienes dicen que esto es un apriete. Lijo había prometido que mientras esté en discusión su pliego no iba a haber pronunciamiento en contra de la exvicepresidenta en Comodoro Py. Los juzgados ahora muestran su verdadero rostro y buscan sancionarla. Se aleja más Lijo de los votos de Cristina en el Senado. Y se va a distanciar más todavía cuando se encuentre con la tapa del libro que está a punto de publicar Ricardo Lorenzetti como director de un gran trabajo sobre derechos humanos y juicios de lesa humanidad, titulado “La visión de la magistratura”. ¿Quién es el colaborador de Lorenzetti? Andrés Fabián Basso, uno de los jueces del Tribunal Oral que condenó a Cristina Kirchner en la causa Vialidad. Si alguien le prometió a Cristina a cambio de sus votos que la presencia de Lijo en la Corte, apadrinado por Lorenzetti, significaba para ella alguna impunidad y/o el fin del “lawfare”, este libro lo desmiente.
Peripecias de una Argentina dirigida y liderada por un gobierno liberal y promercado en lo económico. ¿Populista? ¿Autoritario en lo político? Habrá que ver las imágenes del encuentro fraternal entre Javier Milei y Nayib Bukele, el presidente de El Salvador.
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