La Argentina: anestesiados en berretalandia
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“Berretalandia” y “agobio” son dos palabras que se hicieron populares en el diccionario político argentino.
La primera es un término que acuñó Carlos Melconian y yo le agregaría: nos estamos acostumbrando a berretalandia.
La segunda la usó Alberto Fernández para describir el estado anímico de su amiga Marcela Losardo, antes de soltarle la mano.
Quizá también hablaba de él mismo o de Martín Guzmán, a quien Cristina Kirchner se encargó de desgastar un poquito más esta semana.
Lo limó un poquito más cuando ella misma salió a digitar la botonera de la economía advirtiendo que la deuda con el Fondo, que se tomó durante el macrismo, es impagable, mientras el ministro está ahora mismo en Washington tratando de llegar a un acuerdo con el FMI.
¿Quién está más agobiado: Alberto Fernández o Martín Guzmán?
Es obvio que Guzmán está incómodo y la pregunta es: ¿qué pasa si Cristina sigue desgastando a uno de los pocos integrantes de este gobierno que tiene algo de credibilidad frente al mundo privado y los países que componen el FMI?
La “presidenta”, como dijo la locutora del acto en el que se conmemoró el Día de la Memoria, a 45 años del golpe militar del 76, avanza, ya si máscaras, hacia el centro de la escena política como conductora a la luz del día. O sea, la que entendió todo inmediatamente fue la locutora.
Ayer tiró una propuesta aprovechando la situación de emergencia que se vive el mundo: extender los plazos de pago de la deuda de 44 mil millones de dólares a 20 años, algo que, por ahora, parece inviable.
Su hijo, Máximo Kirchner, está queriendo instrumentar esta idea de su madre en un acuerdo con la oposición: ¿lo piensan para después de las elecciones?
Cristina reflota así el extraño método de palos a la oposición + acuerdo: una metodología que ya había ensayado en su famosa y kilométrica carta, escrita en Facebook hace unos meses, donde por primera vez habló de “funcionarios que no funcionan”. Ahí también sugería un acuerdo.
Hoy le tiró una flor a Horacio Rodríguez Larreta en Twitter: ¿busca meter una cuña entre Macri y Larreta?
Cristina pareciera pensar en una suerte de acuerdo nacional con potenciales futuros presidenciables: Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Sergio Massa para la reprogramación de la deuda en un plazo de 20 años, que el Fondo no aceptaría.
Los argentinos estamos empezando a normalizar cosas aberrantes: la pobreza, la mediocridad, el miedo a salir a la calle, la convivencia con el narco. Empezamos a naturalizar la falta de vacunas y los privilegios de la casta política, como la apropiación ilegal de las dosis por políticos y militantes.
Nos escandalizamos cinco minutos, pero después nos termina pareciendo natural que una chica de 18 años, Estefanía Purita Díaz, militante kirchnerista del ministro Jorge Ferraresi, se haya vacunado antes que tu mamá, tu papá, tus abuelos poniendo en riesgo sus vidas.
También se conoció el caso de un intendente cordobés, de 52 años, que accedió a la vacuna militante quitándosela a tantos mayores de 60, 70 y 80 completamente indefensos ante el virus.
Algo muy malo habremos hechos los adultos de este país para que una generación de jóvenes haya crecido con esa distorsión ética.
Jóvenes que no pueden discernir que, cuando ellos se apropian de una vacuna, están firmando el acta de defunción de otra persona: la que verdaderamente la necesita.
Un tour por “berretalandia”: hoy el Indec informó que la tasa de desempleo para el último cuatrimestre del año pasado fue del 11 por ciento. La cifra, quizá, no te dice nada, pero se trata de más de 2 millones de compatriotas que perdieron el trabajo durante la pandemia.
La actividad económica cayó casi 10 puntos el año pasado. La mitad de lo que cayó Brasil. Caída histórica del consumo privado (de todo lo que consumimos) y de la inversión: un 13 por ciento, la mayor desde la crisis de 2021.
Unas 25 mil empresas dejaron de pagar impuestos hasta noviembre de 2020. Un capítulo aparte es la inflación: entre octubre de 2020 y febrero de 2021, la suba de precios promedio acumulada fue del 20%.
¿Y nosotros? Anestesiados.
Parece como si nos hubiéramos conformado con haber sobrevivido a la pandemia durante 2020. Hoy hablaba con una amiga y enorme colega, Norma Morandini, y me dice: la gente está resignada. Dice: “es lo que hay”. Pero lo que hay es sufrimiento. ¿Se puede salir de ese circuito?
Venezuela y los “tragaboludos”
En el Día de la Memoria, Cristina abandonó la ficción: la ficción de que ella está en la sombra y Alberto es quien manda y la ficción de que cree en la democracia.
La Argentina se retiró, justo el 24 de marzo, del Grupo Lima, en un claro guiño a Maduro.
¿Por qué es importante? El grupo fue armado en 2017 por países latinoamericanos para repudiar y meter presión al gobierno dictatorial de Maduro, reelecto en elecciones digitadas por él, con ausencia total de controles externos. La Venezuela de Maduro es hoy una dictadura que tortura, mata, mete presos a opositores y anula las libertades más básicas.
Violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad que fueron confirmados por todos los organismos internacionales de derechos humanos.
Una verdadera paradoja que, rememorando los estragos de una dictadura del pasado, se vivifique a otra del presente.
También en un día que pretendía poner en valor los derechos humanos, Estela de Carlotto, una dirigente que durante años ha sido un ejemplo de lucha contra la dictadura pidió meter preso a un expresidente democrático.
El Alberto de otra época, en marzo de 2019, discutía por Twitter con un usuario sobre Venezuela y los “tragaboludos”.
Todo empezó con un tuit de Fernández compartiendo una nota periodística: “Necesitamos un cambio de modelo para evitar ser Venezuela”.
Un usuario citó su mensaje y lo criticó fuerte: “Los que defienden el modelo de Maduro dicen que necesitan un cambio de modelo para evitar ser Venezuela. Los metés en la máquina tragaboludos y la rompen”.
Picó Alberto: “¿Quién defiende el modelo de Maduro? Que no te agarre la máquina tragaboludos que te deglute al instante”.
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