La amenaza de Cristina y el temor más profundo de Guzmán
El ministro cree que su continuidad está condicionada por la suba de tarifas, pero para eso depende del aval de funcionarios camporistas; la vicepresidenta le hizo llegar un mensaje intimidatorio; JxC quedó fracturado internamente tras el papelón de la cumbre
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Desde que se firmó el acuerdo con el FMI, el calendario de Martín Guzmán tiene subrayado en rojo el mes de mayo. Su mayor preocupación hoy es la aplicación de un recorte a los subsidios energéticos que se definirá en las audiencias públicas convocadas para el 11 y 12. Según le confesó a su entorno en los últimos días, tiene dos convicciones absolutas. Una es que su plan económico y el futuro del entendimiento con Washington dependen del aumento de tarifas de la luz y el gas. Sin reducción del gasto en este rubro, es inviable el futuro. Por eso en las últimas semanas se ha transformado prácticamente en un ministro de Energía, con visitas al exterior focalizadas en el tema y presentaciones ante empresarios con explicaciones técnicas. No se debe solo al nuevo contexto generado a partir de la guerra en Ucrania, sino porque acepta que sin una medida así, no podrá cumplir los compromisos asumidos. Guzmán tenía alguna expectativa de que en su viaje a Estados Unidos conseguiría que el FMI flexibilizara algunos objetivos, pero se encontró con una posición irreductible.
La segunda certeza que transmite Guzmán es que su destino en el gabinete se juega en esa partida porque sabe que Cristina Kirchner se prepara para fulminarlo cuando quiera instrumentar un incremento del 43 % a las franjas medias, en vez del 20 % que impulsa el Instituto Patria. “Ella le hizo llegar claramente el mensaje de que no joda con las tarifas”, reconoce un interlocutor habitual del ministro.
El gran temor de Guzmán no es que el kirchnerismo busque complicar las audiencias con organizaciones afines que critiquen la suba. Su desvelo principal es que no pueda ejecutar las subas una vez aprobadas porque para transferir el aumento a las boletas necesita de la firma de Federico Bernal, titular del Enargas, y de Soledad Manin, la jefa del ENRE y ejecutante fiel de las indicaciones del ya mítico Federico Basualdo. Es decir, Guzmán está en manos de La Cámpora, y eso le hace temer una escena de rebeldía que paralice la medida. Sería el fin para él.
El ministro entiende que la única manera de salir de esa encrucijada que ve venir, es que el presidente Alberto Fernández tome la decisión de desplazar a los funcionarios que no instrumenten los aumentos. Un funcionario entrenado en descifrar los mensajes cruzados recomendó: “Mirá la foto del otro día en 25 de Mayo, con Axel Kicillof al lado de Basualdo y de Darío Martínez (secretario de Energía). Ahí entendés todo”. Por eso Guzmán todavía duda de que Fernández se atreva a un gesto que -asume con realismo- desataría la ofensiva final de Cristina. “Será la alta política la que deberá resolver ese acertijo”, señalan en Economía, con la mira en el Presidente.
En el Palacio de Hacienda el clima ayer era de agria conmemoración: fue 30 de abril y se cumplía exactamente un año del anuncio del desplazamiento de Basualdo. Mal presagio, mucho más después de que el propio Presidente lo llevó con él a Vaca Muerta. Si bien Fernández manda todo el tiempo mensajes subterráneos de apoyo a Guzmán, el ministro desearía una defensa pública más contundente de su parte. Interpreta que es víctima de un ataque sistemático del kirchnerismo, encabezado por “metralleta” Larroque, que en realidad tiene como destinatario al propio Alberto. Y le asiste la razón: Cristina habilita el castigo a Guzmán para forzar a Fernández a atarse a él y así debilitar a ambos. “Donde dice Guzmán, siempre hay que leer Alberto”, sugiere con criterio pedagógico un intérprete del Instituto Patria.
El índice indomable
El mismo día que terminan las audiencias por las tarifas, se conocerá el índice de inflación de abril. En Economía solo dicen que estará “entre 5 y 6″. Si está más cerca de la primera cifra, hablarán de descenso; si ronda la segunda, será un fracaso que volverá a agitar las críticas, ya no solo del kirchnerismo, sino de gobernadores, intendentes y sindicalistas. Hay un clima denso en el oficialismo que supo acompañar al Presidente y que ve que no reacciona ante el reclamo de cambios y medidas más enérgicas.
En algunas charlas reservadas se empezaron a analizar escenarios contingentes. Fue parte de la conversación entre gremialistas cercanos y también se coló en diálogos entre gobernadores. Los movimientos sociales afines al Gobierno, apremiados por las bases, harán hoy una marcha por el Día del Trabajador que juntará a Emilio Pérsico con Juan Grabois e incluirá un planteo impersonal por la situación económica. La CGT fue invitada y no quiso sumarse. Su cúpula está claramente desenganchada de la Casa Rosada, agotada por la falta de respuestas oficiales ante los reclamos de cambios. Y algunos funcionarios con votos propios en territorio bonaerense, son seducidos por La Cámpora para sumarse al nuevo armado que oficializaron esta semana. “Por lo menos nos plantean un futuro, algo que Alberto hoy no ofrece. Cada sector está mirando su propio camino porque nadie aglutina”, acota uno de ellos, muy cercano a Alberto, quien reconoce que hay puentes por abajo con el kirchnerismo que se han empezado a abrir por autopreservación.
El Presidente exhibe un aislamiento preocupante, no porque no hable con su equipo, sino porque el diálogo es inconducente y varios de los propios ya declinaron. Cuando hablan en confianza entre ellos se refieren a Fernández cariñosamente como “el gordo”, una señal de que hay una línea de consideración que fue traspasada. Un funcionario cercano a Alberto, que charló distendidamente con él esta semana, describió su ánimo: “Está desconcertado y por eso se aferra a la doctrina de no cambiar nada. No sabe por qué lo atacan. Sigue pensando en hacer cambios en el gabinete, pero no se anima porque teme que desencadene la ruptura”. Retrato de un general paralizado en su trinchera. A los suyos trata de convencer de que congelar la imagen actual le sirve para lograr su acotado objetivo: llegar al Mundial; después vendrán las vacaciones y ya en marzo arranca el año electoral. Como le pasó al gobierno de Mauricio Macri exactamente a esta altura de su administración, la gestión se transforma en un suplicio y empieza a calcular el oxígeno que queda para llegar al final del mandato. Esta semana, pero de 2018, la economía se terminaba de descalibrar y reaparecía el FMI en el horizonte argentino. Pura efemérides.
Este estado de fragilidad convive con la inestabilidad en el clima interno. Volvieron los rumores sobre un posible regreso de Juan Manzur a Tucumán. Alberto se queja de que descuidó su tarea como jefe de ministros y le pidió que retomara las reuniones de gabinete. El Presidente escuchó quejas porque por su despacho hay un desfile de intendentes y legisladores de su provincia. Esta semana hubo dos señales de tensión: el definitivo corrimiento de la gente de Manzur del área de comunicación, una de las tareas que iba a liderar cuando asumió, y el anuncio anticipado de elecciones desdobladas en Tucumán, más de un año antes de la fecha prevista. “¿Para qué lo hicieron ahora? ¿Para generar un efecto dominó en otros gobernadores?”, se preguntaban en la Casa Rosada.
Varios de ellos estaban en Israel con Wado de Pedro, quien desde hace tiempo está alejado de Alberto y transita su propio camino en busca de encarnar, una nueva subespecie: el camporismo pastoril. Su contacto con el establishment local e internacional fue sofisticando su pensamiento, pese a las críticas internas que eso le generó en la organización. En una charla con un gobernador esta semana destacó cómo Israel logró con tan pocos recursos naturales su desarrollo actual, en algunos casos con aportes de argentinos residentes. Entonces comentó: “Lo que nos está fallando a nosotros es la política claramente, ¿no? Ese es el clic que veo acá, no importa si es de derecha o de izquierda, hay acuerdo y nadie se mueve de ahí. En la Argentina falta que haya ese núcleo básico de coincidencias para que el país funcione”. Casi una traición para la lógica agonal que el kirchnerismo aprendió en los textos de Ernesto Laclau.
Cristina lo deja recorrer su camino pensando en 2023. De la misma manera que esta semana le hará un guiño a Jorge Capitanich, a quien visitará en el Chaco. Y al mismo tiempo que deja circular la versión de que le pueden llegar a pedir un “sacrificio” a Kicillof para que vaya en la fórmula presidencial, así le libera el lugar en la gobernación a Martín Insaurralde. Sabe la vicepresidenta que La Cámpora tiene mala imagen y que debe evaluar alternativas propias, pero diferenciadas.
Un trabajo de Grupo de Opinión Pública y TresPuntoZero marca que la agrupación que lidera Máximo tiene una imagen negativa del 63,8 %, y cuando se pregunta con qué palabras la relaciona las más mencionadas son “corrupción”, “delincuencia” y “vagos”. Según Shila Vilker, una de las responsables del estudio junto con Raúl Timerman, “La Cámpora es reconocida por aquellos que están en contacto con su trabajo territorial, pero fuera de ese círculo la mirada es mayoritariamente negativa”. Cristina también sabe que su propia imagen exhibe mayor resiliencia que, por ejemplo, la de Alberto, quien si bien todavía la supera, desciende más rápido. Por eso desempolvó la marca Unidad Ciudadana. Otra señal de que si ella no juega (según la misma encuesta, el 52,4 % dice que se postulará), seguro conservará poder para digitar y vetar.
Una oposición fracturada
Probablemente haya sido una de las peores semanas de Juntos por el Cambio tras dejar el poder, porque lejos de la barnizada apelación constante a la unidad exhibió como pocas veces antes hasta dónde llega la fractura interna que venía disimulando. Sin rupturas formales, igual que el Frente de Todos, pero con caminos paralelos.
En las dos reuniones en las que había que definir cosas concretas fracasaron. Hace tres semanas se reunieron Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich para decidir cómo elegirían el candidato presidencial del Pro y no hubo acuerdo. Y el miércoles sentaron a toda la mesa nacional y terminaron de escenificar un auténtico papelón solo por abordar la relación con Javier Milei.
“Estamos partidos porque se están formando dos ejes claros. Nos juntamos para hablar de unidad y terminamos en algo que es cada vez más difícil de juntar”, admitió uno de los protagonistas de ese mediodía indigesto. De un lado quedó el ala dura de derecha, con Macri, Bullrich, quizás Alfredo Cornejo, y el fantasma de Milei; del otro el resto de los radicales, la Coalición Cívica y el sector moderado de Pro encabezado por Larreta (a su vez con sus propias internas entre Gerardo Morales, Facundo Manes y Larreta). Reverdece entonces el gran interrogante sobre el 2023: ¿mantendrán su hegemonía las dos grandes coaliciones para aspirar el 80 % de los votos, o la Argentina se encamina hacia una fragmentación a la chilena o a la peruana?
Está claro que Juntos por el Cambio aún no cuenta con un manual de instrucciones que le permita administrar su heterogeneidad. Pero además, a medida que se profundizan las diferencias se hace más difícil pensar que una PASO solucionará todo, como suele sugerir Larreta. Con un liderazgo irresuelto, cada vez resulta más utópico consensuar un proyecto político común.
Es lógico que Bullrich defienda el vínculo con Milei: según el trabajo de GOP y TresPuntoZero hay tal solapamiento de electorado que el 30,2 % de los consultados dice tener imagen positiva de ambos, mientras que los que solo opinan bien de la jefa del Pro son 8,5 % y los que solo favorecen al líder de La Libertad Avanza son solo el 9,1 %. Es decir, comparten tres cuartos de su público.
Bullrich quedó enojada con Larreta y con Morales porque cree que le hicieron una emboscada en la reunión. Pero tampoco está feliz con el rol de Macri porque le molesta que se ubique por encima de los presidenciables. Lo cierto es que el expresidente le está prestando apoyo para equilibrar la interna con Larreta y por eso nutrió su equipo con gente propia. Pero Bullrich sabe que todo ese respaldo está condicionado a la eventual candidatura del propio Macri, y tiene razón.
El expresidente recuperó claramente el liderazgo del espacio y paseó su prescindencia por el Llao Llao, donde volvió a practicar uno de sus números favoritos: charla TED con chicanas a empresarios. Macri se siente reivindicado internamente y confiesa sin filtro su opiniones: que Morales quiere romper JxC para irse con Massa, que Larreta no tiene en claro para qué quiere ser presidente, y que a Bullrich le falta equipo y programa. Por ahora espera torcer los números adversos que las encuestas aún le marcan. La consultora CB le da una imagen positiva en el conurbano del 27,8%, el menor indicador por lejos entre todos los referentes opositores. Entre abril y mayo decidirá qué hacer.
Preocupado por su estancamiento en las encuestas, Larreta apuró su paso de maratonista para empezar a dar algunos detalles más de lo que piensa hacer si llega al Gobierno. Y es más: si bien siempre parece pendiente de la opinión de Macri, en los últimos días dejó trascender por primera vez que si el expresidente se postula, él está dispuesto a enfrentarlo. Es clave para la construcción de su liderazgo: debe quitarse rápido el estigma de Alberto con Cristina.
En público Larreta habló del shock reformista de las primeras 100 horas y del análisis de un plan al estilo Austral para frenar la inflación. En reserva dejó en claro que piensa incorporar peronistas no kirchneristas a su eventual gabinete y desgranó nombres específicos. En su amplio equipo evalúan mucho la sustentabilidad que requieren los gobiernos y su capacidad de introducir reformas en tiempos de aceleradas demandas sociales. No están errados.
El politólogo Daniel Zovatto apunta datos nítidos para graficar los desafíos de los gobiernos actuales, reflejados en un dato contundente: de las 13 elecciones que se desarrollaron en América latina desde 2019, en 12 perdieron los oficialismos, con la sola excepción del triunfo de Daniel Ortega en Nicaragua, tras encarcelar a todos los opositores. Y de los cinco presidentes que fueron elegidos el año pasado, cuatro están sufriendo un marcado desgaste prematuro (Guillermo Lasso, en Ecuador; Pedro Castillo, en Perú; Gabriel Boric, en Chile; y Xiomara Castro, en Honduras). Y hay un dato complementario: en la región cada vez se recurre más a las consultas populares de algún tipo para recuperar parte de esa legitimidad popular perdida.
“Hay un fuerte voto castigo en el cual influye la pandemia, pero que también responde al modo en el que se están expresando hoy el capitalismo y la globalización. Esto fue encerrando a las democracias, que empiezan a presentar una esclerosis institucional, una incapacidad para tomar decisiones en períodos rápidos, sumado a la pérdida de legitimidad de los sistemas de representación que hizo crecer la antipolítica. Si no se logra rediseñar el funcionamiento del sistema, va a ser cada vez más complicado gobernar y la democracia va a seguir teniendo problemas”, expresa el especialista en sistemas políticos.
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