Justicia: la delicada convivencia en un área sensible
La número uno y el número dos del Ministerio de Justicia se reunieron esta semana, antes de asumir sus cargos, y sentaron las bases para una convivencia pacífica. Tienen distintos jefes. Marcela Losardo, flamante ministra, es Alberto Fernández. Es su amiga y socia de treinta años. Juan Martín Mena va a ser el hombre de Cristina Kirchner en el ministerio. Su destino no fue volver a la AFI, como se barajó, porque era más necesario en Justicia. Se trata de un área obviamente sensible para la vicepresidenta, con una decena de procesamientos a cuestas y sus dos hijos elevados a juicio, investigados por los negocios familiares.
El rompecabezas judicial del nuevo gobierno se va a completar con Gerónimo Ustarroz, hermano de crianza de Wado de Pedro, como representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura; con Carlos Zannini como procurador del Tesoro, jefe de todos los abogados del Estado, y con Gustavo Béliz como el responsable de repensar la Justicia Federal y el rol de los servicios de inteligencia.
Losardo conoce el cargo (fue secretaria de Justicia hasta poco después de que Fernández se fue de la Jefatura de Gabinete en 2008) y sabe que hay áreas del mundo judicial que no van a estar bajo su mando, pero dentro de su ministerio quiere tener el control. "No quiero operaciones", dice desde hace semanas.
Cuentan en el oficialismo que Losardo resistió otros nombres antes de que llegara el de Mena. Y que ella pone sus condiciones con el picaporte en la mano. Tiene la confianza necesaria con el Presidente como para amenazar con irse desde el minuto uno.
El antecedente de un ministerio bicéfalo fue una catástrofe, admiten en el kirchnerismo. Julio Alak, hoy reivindicado con el cargo de ministro de Justicia bonaerense, terminó casi atrincherado en su despacho del Ministerio de Justicia de la Nación mientras La Cámpora avanzaba y ganaba terreno, con Julián Álvarez como secretario de Justicia.
Losardo y Mena lo saben bien. Pero Mena no es Álvarez. Estaba en Justicia desde antes de que La Cámpora desembarcara (trabajó diez años en el ministerio) y fue ascendiendo hasta ser jefe de Gabinete de Alak. Ahora trabaja para ganarse la confianza de Losardo, cuentan en el oficialismo.
Mena tiene contacto con muchos jueces, incluidos jueces de Comodoro Py. En rigor, los tres funcionarios que tendrán incidencia en la relación con los jueces -Losardo, Mena y Ustarroz- tienen un perfil dialoguista y sus diálogos pueden incluir a enemigos tradicionales del kirchnerismo. En línea con el discurso de Alberto Fernández, ninguno es "pro-grieta".
En reuniones con distintos interlocutores sostuvieron, como el nuevo presidente, que el plan es terminar con los "operadores judiciales" y con la influencia de los servicios de inteligencia en los tribunales. Como pasa con Fernández, hoy creerles exige un acto de fe: el kirchnerismo recurrió durante años a operadores y delegó en personajes muy ligados a servicios de inteligencia la llave para elegir a jueces en lugares de enorme trascendencia política.
"Aprendimos. Cuando decimos que volvimos mejores, también es por esto", dijo a LA NACION un hombre del kirchnerismo.
Exhiben como prueba la designación de Béliz, quien en 2004, como ministro de Justicia, le presentó a Néstor Kirchner un plan estratégico para reformar las áreas de Justicia y Seguridad. Fue antes de enfrentar a Antonio Stiuso y condenarse al autoexilio. Fernández era entonces jefe de Gabinete de aquel gobierno que no respaldó a Béliz.
En el oficialismo dicen, además, que el momento de hacer un cambio de fondo es ahora, cuando tienen el poder y podrían usarlo en su favor.
Si efectivamente el nuevo gobierno elige este camino, la bomba de tiempo es la situación de Cristina Kirchner. ¿Qué va a suceder si pasan los meses y las causas en su contra siguen avanzando? ¿Qué resultados espera ella? ¿La situación judicial de la vicepresidenta fue parte del pacto fundacional de la candidatura de Fernández?
Esa letra chica nadie dice conocerla.
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