Juntos por el Cambio extiende su crisis y festejan Massa y Milei
Macri volvió a ejercer su poder sobre un sector de Pro para llevar a una ruptura, que asoma definitiva; la sociedad entre el expresidente, Bullrich y Morales siempre fue conveniencia y sin amor, y así termina
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Las derrotas no dejan indemne al que las sufre. Lo que nadie imaginó es que los síntomas aparecieran tan rápido y fueran tan dañinos para Juntos por el Cambio. La frágil unidad que hasta el domingo sostenía a la coalición opositora estalló menos de 48 horas después de la debacle electoral. Otro motivo de festejo que le regalan los cambiemitas a Javier Milei y a Sergio Massa.
Cuando aún ni siquiera se había empezado a elaborar el duelo y todo estaba demasiado caliente, Mauricio Macri volvió a ejercer su poder sobre un sector de Pro para llevar a una ruptura, que asoma definitiva, a la criatura que él mismo creó hace ocho años y medio.
Antes de que se diera una discusión no solo dentro de la alianza, sino puertas adentro del propio partido amarillo sobre la posición a tomar respecto de los dos candidatos que pasaron al balotaje, la derrotada postulante presidencial y presidenta de Pro, Patricia Bullrich, volvió a ejercer el rol de ejecutora del deseo macrista y anunció su decisión “personal” de apoyar a Milei.
Apenas tres horas después, el otro socio mayoritario de JxC, la UCR, seguía y profundizaba el sendero que ya había abierto la Coalición Cívica, al decidir la neutralidad en el balotaje y dejar el voto en la segunda vuelta al libre albedrío de sus electores, con fuertes críticas para Milei y para Massa. Y el titular del radicalismo, Gerardo Morales, formalizó la ruptura al decir que el expresidente y su delfina “están afuera de la coalición”. La de Morales, Macri y Bullrich siempre fue una sociedad por conveniencia y sin amor. Así termina.
Contra todos los manuales de la negociación política (y comercial), los compradores se mostraron más apurados por cerrar el trato que los vendedores de un bien que todavía ni siquiera les pertenece, sin exigir condiciones ni obtener públicamente compromisos firmes a cambio
El anuncio de Bullrich de apoyo al libertario, que hace nada la había acusado de poner bombas en jardines de infantes, no pudo dejar más expuesto lo intempestivo de la decisión, pero, sobre todo, la inédita y terminal crisis de identidad y de liderazgo que atraviesa Pro después de la sucesión de derrotas inesperadas, que empezó el 13 de agosto en las PASO.
La titular de Pro y excandidata no logró encolumnar tras de sí a su partido sobre la decisión que había acordado la medianoche anterior en la casa de Macri con el libertario.
Por el contrario, debió enfrentar un duro debate y fuertes cuestionamientos, sobre todo de Horacio Rodríguez Larreta, para terminar por presentar su opción como un decisión personal y en soledad, apenas secundada por su compañero de fórmula, Luis Petri, que ni siquiera era acompañado por su provincia.
El autor intelectual de la maniobra ni siquiera los acompañó en el anuncio ni con una declaración posterior. Desde la tranquilidad de la sombra de su casa sanisidrense siguió el proceso sin mojarse. Promete tomarse unos días para hablar. Cuando lo haga, su partido ya no será el que fundó. Por la noche, Rodríguez Larreta se sumó a la posición de radicales y lilitos y ratificó el rol de oposición frente al próximo gobierno, con duras críticas tanto para Massa como para Milei. Las calificó de “opciones catastróficas”.
Los pasos hacia la fractura se habían acelerado en menos de 24 horas. En la tarde del martes, Macri había convocado a Bullrich, a Cristian Ritondo y a Diego Santilli para que fueran a su domicilio personal a horas inusuales para sus hábitos. El horario inicial, las 23.30, llamó la atención de los invitados, pero más se sorprendieron Santilli y Ritondo cuando llegaron y no encontraron en la casona de Acassuso a otros referentes de la mesa chica amarilla, como Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, que era lo que esperaban.
En lo de Macri estaban Milei, su hermana Karina; el eventual ministro del Interior del libertario, Guillermo Francos; el estratega de la campaña de La Libertad Avanza, Santiago Caputo, y Fernando de Andreis, el siempre fiel asistente del anfitrión. Luego llegó Petri. Si no era una emboscada se parecía mucho, aunque Macri sabía que los convocados no opondrían resistencia, tanto por repentina convicción como por disparidad de fuerzas.
Sin espacio para la discusión ni el debate, el expresidente y su fallida aspirante a llegar a la Presidencia presentaron el contrato de adhesión para darle su apoyo a Milei. Contra todos los manuales de la negociación política (y comercial), los compradores se mostraron más apurados por cerrar el trato que los vendedores de un bien que todavía ni siquiera les pertenece, sin exigir condiciones ni obtener públicamente compromisos firmes a cambio. “Compraron desde el pozo sin saber si la desarrolladora va a cumplir”, ironizó un exmacrista desconsolado.
El argumento de Macri y Bullrich fue el mismo. Una sintonía que apenas 72 horas no existía, como la misma candidata había admitido amargamente ante algunos miembros de la coalición y que no había existido en el último tramo de la campaña. El paternal abrazo contenedor en el escenario de la derrota que Macri le había prodigado, parecía haber curado todas las heridas.
“Es el momento de apoyar a Milei, sino lo hacemos ahora lo vamos lamentar. Si Massa gana va a pasar como en 2003 con Kirchner. Se va a quedar 20 años y se va a llevar todo puesto. Hay que ponerle freno ahora, después va a ser tarde”, fue el argumento macribullrichista. Lo que no expuso allí el dueño de casa fueron las preocupaciones personales que viene alimentando y manifestando en muchas conversaciones desde antes de las para él trágicas elecciones del domingo pasado.
“Si gana Massa para mí va a ser un infierno”, ha dicho ante numerosos testigos en las últimas semanas. Teme una embestida judicial en su contra en las causas que ya tiene abiertas. El 2015 vuelve a operar como espejo invertido. Sin fueros, como Cristina Kirchner entonces, le aterra una revancha del tigrense, con quien se profesa un rencor mutuo.
Más insoportable resultó la decisión de Macri y Bullrich para los socios radicales. Milei ya había dicho y reiterado el día anterior que con ellos no quería saber nada. Es decir, les había exigido de hecho y más que tácitamente que rompieran JxC. La decisión de apoyarlo implicaba la aceptación de esa condición.
La cita a la máxima de San Martín que utilizó Bullrich para exponer las razones de su respaldo a Milei (“Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”) refleja no solo la coherencia con el maximalismo que suelen tener sus posicionamientos, sino también la magnitud del temor que los anima. Es la búsqueda de alcanzar por otra vía el principal objetivo de su candidatura: terminar con el kirchnerismo. Que Milei haya aprendido sólo en las últimas 48 horas a pronunciar con connotaciones críticas la palabra kirchnerismo no pareció despertar prevenciones.
La imposibilidad de alinear a todo el partido macrista detrás de su determinación tuvo el mayor escollo en Rodríguez Larreta, quien encontró un buen motivo inicial para cuestionarla. En la reunión que la mesa chica de Pro tuvo por la mañana, Bullrich presentó su posición sin antes comunicar la reunión en la que se había sellado el compromiso con Milei, a espaldas de la mayoría.
“Por qué antes no blanqueás la reunión de anoche, así todos sabemos de qué estamos hablando”, le espetó el alcalde porteño, que hace una semana le había puesto el cuerpo a su candidatura al aceptar la presentación como eventual jefe de gabinete si ella llegaba a la Presidencia. Los rencores suspendidos recobraron todo su vigor. Un mal comienzo, que presagiaba el peor final. Así fue.
Radicales indignados
Más insoportable resultó la decisión de Macri y Bullrich para los socios radicales. Milei ya había dicho y reiterado el día anterior que con ellos no quería saber nada. Es decir, les había exigido de hecho y más que tácitamente que rompieran JxC. La decisión de apoyarlo implicaba la aceptación de esa condición.
Uno de los padres fundadores del espacio cambiemita, el radical Ernesto Sanz, había sido claro en las horas previas respecto del rechazo a cualquier apoyo tanto a Milei como a Massa, aún contra lo expresado por la vicepresidenta de su partido, María Luisa Storani, que el día anterior postulaba respaldar a Massa.
No es un dato menor que el libertario haya descalificado al radicalismo y agraviado a sus próceres en cuanta ocasión se le presentó, además de expresar posiciones dudosamente democráticas, que chocan contra el ideario republicano y son antagónicas con el respeto a los derechos humanos, sociales e individuales que postula la UCR.
Sanz había anticipado la posición mayoritaria de la dirigencia radical y así quedó expuesto en la reunión de ayer en la que se resolvió mantener la neutralidad y preservarse como la oposición al próximo gobierno.
“La coalición está rota desde hace rato, los radicales jugaron en contra en la primera vuelta y Gerardo Morales [presidente de la UCR], Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti ya arreglaron con Massa. Morales, para ser ministro del Interior, y Yacobitti, para poner al ministro de Educación y cuidar su negocio con las universidades”, argumentan voceros macristas y bullrichistas.
En el radicalismo niegan que exista tal acuerdo y dirigentes que no son aliados del titular partidario dicen que no tiene margen para hacerlo. El tiempo dirá.
También los bullrichistas le achacan a Morales que en la noche de la derrota se hubiera bajado del escenario cuando la candidata frustrada había criticado a Massa y le adjudican haber dicho poco antes: “Con Macri ya no tengo nada más que hablar ni hacer”. Dirigentes del radicalismo afirman que el viernes previo Bullrich se había expresado casi en términos similares.
Ahora, la fractura que parece definitiva, tanto dentro de Pro como de JxC, deja motivos para que Milei y Massa extiendan los festejos que iniciaron la noche del domingo, cuando obtuvieron el pasaje a la segunda vuelta.
En principio, quien tiene motivos más inmediatos para celebrar, después del sinsabor que le dejó el segundo puesto en la primera vuelta, es el candidato libertario. Se ilusiona con que el apoyo de Macri y Bullrich le permita perforar el techo a las adhesiones que él mismo se encargó de reforzar, como se reflejó en la primera vuelta. Habrá que ver si le alcanza.
La consultora Shila Vilker dice que los votantes cambiemitas rechazan casi en partes iguales a Massa y al libertario, según surge de las encuestas realizadas. Si así fuera, se neutralizaría el efecto del apoyo y sólo quedaría una oposición aún más dividida.
Eso es lo que celebra por estas horas Massa. Considera que le asegura el apoyo de muchos votantes cambiemitas que ven en Milei un populista autoritario de extrema derecha, que tiene apoyos del bolsonarismo, de los ultras españoles de Vox y del trumpismo.
Pero no es lo único: con la mirada puesta más allá del balotaje, en una eventual presidencia suya, mira con agrado que la oposición cambiemita se fragmente.
En ninguna de los dos cámaras del Congreso Unión por la Patria cuenta con mayoría y necesitará negociar para formar quorum y poder tratar las leyes, en un escenario en el que necesitará hacer reformas de fondo para encaminar la administración. La bomba que él mismo se heredería necesita ser desactivada con urgencia. Con una oposición sólida y unida de 96 diputados y diez gobernadores le sería más complejo.
La reconfiguración del mapa político empezó antes de lo imaginado. Juntos por el Cambio lo hizo. O, mejor dicho, Macri y Bullrcih lo hicieron. Milei y Massa festejan.
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