Julio De vido y Cía: el ministro que se sintió Superman y ahora es criptonita
Los que lo visitan lo ven algo mejor de salud. Dicen que tuvo un bajón con su diabetes apenas llegó, en octubre del año pasado, pero que ahora está fuerte. Que incluso le encontró sentido al momento que le ha tocado vivir: se considera un preso político y desde esa circunstancia piensa edificar lo que viene postergando desde hace casi 30 años, su propia carrera política. Julio De Vido fue siempre un servidor, acaso el más fiel de todos, del proyecto de Santa Cruz. La celda le sirve ahora para reflexionar, separar lealtades verdaderas y, como puede, llevar sus días en Marcos Paz.
"Nooooo, hace tiempo que no sé nada de él. Hoy el tipo es criptonita", se excusó a LA NACION un empresario. Y pensar que De Vido era Superman. Que en ese living del 10º piso de la Avenida del Libertador desfilaron los más encumbrados. Juan Chediack, expresidente de la Cámara Argentina de la Construcción, declaró ante el fiscal que ahí, al lado de un bonsái, ponía las coimas. Que eran entre 100.000 y 250.000 pesos mensuales. Y que si había que ir al Ministerio de Planificación , se depositaba en el baño. Se explica ahora, 11 años después, el lugar que la exministra Felisa Miceli eligió para los 100.000 pesos y 31.000 dólares que le encontraron y le valieron una condena de tres años.
De Vido había empezado a intuir parte de esta soledad bastante antes de caer preso. Cuando, con el macrismo todavía fuerte, atendía a los pocos que quisieran verlo en Palermo Viejo, en el estudio de arquitectura de uno de sus hijos. Espacio silencioso y, en relación con los tiempos del ministro, bastante desolador: unos 60 metros cuadrados que incluyen un despacho, una pequeña recepción y una planta abierta con tableros de dibujo. Como para despuntar el antiguo oficio: De Vido bosquejaba, diseñaba, planificaba como un privado. Lo mismo que cuando, recién recibido, decidió probar suerte en Río Gallegos gracias a un plan de jóvenes profesionales de la vieja Entel. "Si querés pasar, si no te compromete", recibió entonces por invitación alguien que terminó tomando un café en esas instalaciones.
La resolución con que Claudio Bonadio decretó su procesamiento, que incluye testimonios de empresarios que lo conocieron bien, es bastante elocuente sobre la trama kirchnerista. De acuerdo con los parámetros expuestos allí, es imposible que De Vido no hubiera formado parte de una asociación ilícita. Carlos Wagner, otro de los arrepentidos, empresario al que se investiga como presunto ejecutor del esquema de sobornos desde la Cámara Argentina de la Construcción, lo deja expuesto en su declaración: "En 2004, el arquitecto De Vido me citó en su despacho y me dijo que, por orden del presidente, debía garantizar en forma personal el éxito acorde a los intereses del gobierno de las licitaciones públicas que se llamaron a partir de ese momento, fundamentalmente en el rubro vial, que tiene mayores montos y más significativos. Porque la obra pública iba a ser uno de los métodos de recaudación de dinero para los gastos políticos".
Es probable que a Wagner le haya llevado tiempo digerir todo lo que pasó después. Sus compañeros de fines de semana en el Náutico de San Isidro lo veían deprimido desde el final del kirchnerismo. Son ámbitos a los que habrá que prestarles atención. No bien empezaron los allanamientos en la causa de los cuadernos, otro de los procesados recibió una perturbadora carta de un club de Punta del Este: lo notificaban de que no querían seguir teniéndolo en la comisión directiva.
Traidores, piensa ahora De Vido. Incluyó la palabra en una de las cartas que publica desde hace diez días en Facebook. Son textos viscerales, de metáforas infrecuentes para el léxico que empleaba en la gestión, y en los que se queja del abandono de excompañeros como Juan Manuel Abal Medina , Diego Bossio , José López y Claudio Uberti. En esas líneas pide poner el ojo sobre empresarios que tuvieron relación con él. Chediack, Enrique Pescarmona, Paolo Rocca . Más que exculparse de las acusaciones, propone ampliar la investigación. "Si investigamos, que sea en serio, como corresponde y todo. No solo algunos temas o a algunos compañeros para estigmatizarlos y posicionarse políticamente mejor: nos perseguirán y nos matarán como ratas, como hacen con algunos de nosotros. Investiguemos también este presente. Solo así sabremos qué tabla, de qué baño, está meando hoy Chediack y en qué inodoro están defecando su cobardía y su traición Wagner, López, Uberti, Pescarmona y Rocca".
Que ahora se sienta defraudado deja entrever lo que sospecha Bonadio: hubo complicidades. José López, exsecretario de Obras Públicas , declaró ante el fiscal que ese sistema recaudatorio había funcionado sin alteraciones hasta que murió Kirchner, en octubre de 2010, y que se suspendió por ocho meses hasta el invierno del año siguiente. En enero, poco más de dos meses después de la muerte del líder, López fue convocado por Cristina Kirchner y tuvo con ella una reunión frontal. La presidenta le mostró ese día los cuadernos Arte en los que su marido llevaba los registros y le exigió, sin darle instrucciones, que le explicara cómo era todo el mecanismo. Al llegar el invierno, contó López, recibió una llamada de De Vido , que lo exhortó a retomar la recaudación para la campaña presidencial de 2011. La colecta volvía en cabal dimensión. De Vido exigía incluso a las empresas un retroactivo por lo que no habían pagado en esos meses de desconcierto. López llama "pasivo" al monto acumulado por ese retraso.
En lo que pasó desde entonces está el destino judicial de Cristina Kirchner. Ella prefirió confiar en otros colaboradores. Ante el fiscal, Chediack habla de una nueva etapa y de una mayor injerencia de López como recolector. "El triángulo empezaba a ser Cristina, López, Clarens. El propio Julio De Vido se sentía desplazado por esto: me dijo en una reunión 'No me vengan con esos temas, esos temas los maneja José, él tiene contacto directo con la presidenta'".
La suerte del arquitecto empezó a apagarse desde aquel momento. Discutió varias veces con la jefa y analizó incluso la posibilidad de irse. Nunca volvió a sentirse cómodo. Como si hubiera entrado en fase deterioro esa pasión militante que parece haber recuperado ahora, a través de posteos de Facebook que se han vuelto rutina diaria y en los que, por ejemplo, se queja de no tener Internet en prisión para constatar detalles de las acusaciones que hace. Cartas desde la cárcel, como Gramsci o Mandela, en las que sobresale el castellano inclusivo antiguo: todavía usa la x en lugar de la e para evitar ambigüedades de género. Ahí cuenta que después de muchos años volvió a leer la Biblia, con la que se permite alguna línea de impronta personal. "Señor fiscal, dice Jesús en el Evangelio. Fui forastero y no me recogisteis; estuve desnudo y no me cubristeis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis... Agrego: y requerí justicia y me prejuzgasteis", escribió el lunes.
Es un reclamo a ese universo que parecía incondicional. Hubo tiempos en que las cosas fluían mejor. En enero de 2007, por ejemplo, LA NACION y otros medios aceptaron una invitación del Ministerio de Planificación a un acto en Sydney, donde el gobierno de John Howard inauguró un reactor fabricado por el Invap, la empresa de Río Negro. Como toda la delegación, incluido el periodismo, había entrado por el canal diplomático y evitado Migraciones, quienes volvieron por su cuenta tuvieron que explicar en el aeropuerto australiano por qué sus pasaportes no estaba sellados. “Pero usted nunca entró en Australia”, objetó el oficial local a este cronista. Ironías del poder terreno: ahora, en Marcos Paz, la que está vedada es la salida.
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