Juicio Político a la Corte: el doble juego de Massa y las razones por las que patea una definición para después del balotaje
Con dos diputados propios en la Comisión de Juicio Político, el candidato oficialista tiene la llave para el dictamen acusatorio; la eventual presión del kirchnerismo y la posibilidad de una tregua con el máximo tribunal
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La definición sobre el juicio político a la Corte Suprema que impulsa el oficialismo en la Cámara de Diputados quedará en suspenso hasta después del balotaje. A instancias de Sergio Massa, el oficialismo frenó la embestida a la espera del resultado electoral: de ganar el rival libertario Javier Milei, firmarían los dictámenes acusatorios antes de que la renovación parlamentaria modifique la composición de la comisión, donde hoy es mayoría. En cambio, si Massa es electo presidente, la cruzada contra la Corte podría terminar en una jugada testimonial.
La prórroga de las sesiones ordinarias del Congreso hasta el 9 de diciembre que dispuso el Poder Ejecutivo fue una señal de tregua de Massa hacia la Corte. Lo hizo solo por conveniencia política: sin esa prórroga, la Comisión de Juicio Político estaba obligada a emitir dictamen el 17 de este mes, es decir, dos días antes del balotaje. Massa no le iba a entregar a la oposición el escenario en el Congreso para que estrecharan filas en su contra y lo responsabilizaran de ser cómplice del ataque al máximo tribunal. De inmediato, los pocos o muchos “votos blandos” de Juntos por el Cambio a los que él intenta denodadamente seducir para sacarle ventaja a Milei habrían huido en estampida.
El candidato oficialista pateó para adelante la definición a la espera del resultado de la segunda vuelta. Massa mantuvo hasta ahora una posición dual respecto del juicio político a la Corte: si bien evitó quedar pegado a la jugada pergeñada por el presidente Alberto Fernández y el kirchnerismo sin pronunciarse al respecto, en los hechos prestó su aval al permitir que dos diputados de su tropa –Ramiro Gutiérrez y Micaela Morán- no solo dieran quorum en todas las reuniones de la Comisión de Juicio Político, sino que también tuvieran un rol activo en la investigación y suscribieran todas las medidas de prueba solicitadas por los diputados kirchneristas.
Con estos dos diputados –Gutiérrez y Morán-, Massa tiene la llave para activar o desactivar el juicio político a la Corte. Sin ellos, el oficialismo perdería la mayoría en la Comisión.
¿Qué hará con la Corte si la noche del balotaje es coronado presidente electo? Podría acordar una relación de “mutua conveniencia” con los magistrados y que su tropa de legisladores desista de avanzar en la acusación. El máximo tribunal tiene en su seno causas sensibles que conciernen al Gobierno, entre ellas la que inició Horacio Rodríguez Larreta por fondos coparticipables a la ciudad; los jueces dictaron a fines del año pasado una medida cautelar favorable al alcalde porteño –que el Gobierno no cumple-, pero tienen pendiente una resolución sobre el fondo de la cuestión. Hay recursos multimillonarios en juego que podrían terminar ahora en manos de Jorge Macri y del bastión político de su primo Mauricio si los magistrados así lo resuelven. Sería la peor pesadilla para Massa.
Ahora bien, desistir sin más del juicio político y no emitir dictamen alguno podría ser interpretado como todo un desaire de Massa hacia sus socios del kirchnerismo, que hicieron de este proceso una cruzada política en defensa de su jefa. Un dato que no debe pasarse por alto es que en la composición del nuevo bloque oficialista la mayoría responde a Cristina Kirchner. Fue el recaudo que tomó la vicepresidenta para marcarle la cancha si el jefe del Frente Renovador lograba la hazaña del triunfo. Massa podrá alardear de que un eventual gobierno suyo no llevará a Cristina como copiloto –a diferencia de Alberto Fernández- pero en el Congreso el terreno será compartido y no le será fácil arrear a la tropa kirchnerista a gusto y piacere.
Si el kirchnerismo se resistiese a claudicar en el juicio político a la Corte, Massa podría dejar que la investigación culmine y se emitan los dictámenes correspondientes. El kirchnerismo habrá consumado su jugada, aunque testimonial: con 108 diputados el oficialismo seguirá muy lejos de alcanzar en el recinto los dos tercios que se requieren para acusar a los jueces. Sin embargo, esos dictámenes penderán como una ominosa espada de Damocles sobre la cabeza de los cuatro jueces durante al menos un año más, cuando perderán su vigencia. Massa, si es electo, podrá acelerar su rechazo en el recinto -la oposición se encargará de la tarea- o bien prolongar el estado latente de amenaza. Todo dependerá de la voluntad de ambas partes de alcanzar una tregua.
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