Juegos de desconfianza entre gobiernos que se asoman a la quiebra
Las inyecciones de recursos públicos sostienen a los municipios del conurbano como pacientes en terapia intensiva. La sensación esparcida entre los intendentes, como lo conversaron en sus comunicaciones informales, es que la próxima etapa de cuarentena debe incluir una puerta de salida para evitar que se desgarre la fina red que evita el quiebre en el Gran Buenos Aires.
La primera certeza en el conurbano es que nadie va a extrañar a Alejandro Vanoli. Solo se escuchan reproches sobre la falta de eficiencia de la Anses en la asignación del ingreso familiar de $10.000 para la emergencia. Hubo municipios en los que la ayuda llegó a la mitad de la población que la había pedido. Y barrios sin conexión a internet donde nadie logró tramitar el IFE. De los 14 millones de personas que lo solicitaron, lo obtuvieron poco más de la mitad. ¿Cómo se contiene al resto?
A Vanoli lo reemplazó Fernanda Raverta, un astro del sistema solar de Máximo Kirchner. Ahora la afinidad en la cúpula es completa. La nueva funcionaria no podrá alegar desconocimiento de su segundo en la Anses, el economista de La Cámpora Santiago Fraschina: se conocen desde que transitaban juntos las aulas de la escuela secundaria Esteban Echeverría, de Ramos Mejía.
En el conurbano, la recaudación de las arcas municipales se derrumbó a la mitad. Algunos tuvieron la suerte de perder solo el 40 por ciento. Otros conservaron menos. Los primeros días de cuarentena se compensó con la falta de pago de los adicionales por presentismo y horas extras de los empleados municipales. Ya no alcanza. Hubo municipios que recortaron sueldos. Pero la erosión de la caja tiene un correlato directo con la debilidad de la gobernabilidad. La pregunta es cuándo aquellos empleados insatisfechos con los recortes serán tentados por otros jefes políticos.
Para un intendente de la zona norte, el jaque mate es la basura. "Si no puedo pagar a la empresa recolectora y se llenan las calles de residuos, en dos días tengo que dejar la intendencia", resume.
La encerrona del Covid-19 en el Gran Buenos Aires es un acertijo sin respuesta óptima: la cuarentena asfixia la economía, pero una apertura comercial en los centros municipales podría transformarse en la llave para la expansión del virus.
Alrededor de la crisis, la desconfianza se extendió como una mancha de aceite en la política bonaerense. Las vacilaciones que mostró el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, que pasó de decir que el coronavirus era menos importante que el sarampión a pronosticar que la inmunidad colectiva se alcanzará en 600 años, generaron prevenciones entre algunos intendentes. No todos comparten sus convicciones.
La desconfianza también contagia a los funcionarios de la gobernación o de la Casa Rosada que aseguran que las lágrimas de los municipios son exageradas y juran que los intendentes esconden recursos en plazos fijos por encima de lo confesado. Muchos prejuicios nacen en el desconocimiento. Los intendentes, como la mayoría de los empresarios argentinos, se vuelven expertos en el arte de preservar los pesos de la erosión inflacionaria y la inestabilidad económica: mientras reservan ahorros en los plazos fijos, demoran los pagos de proveedores de acuerdo con las urgencias, así pasan el dinero de una canasta a la otra según las necesidades. No todo plazo fijo que reluce es oro: a veces también son proveedores impagos.
El intendente de Tigre, Julio Zamora, ordenó una encuesta entre las empresas del municipio para medir los estragos del virus. La mitad de las compañías estaban en dificultades para pagar los sueldos de abril. Era esperable. Pero el 60% de los empresarios que habían pedido un crédito de asistencia bancaria, es decir, la ayuda prometida por el Estado, enfrentaron rechazos. La ineficiencia excede la distribución de los ingresos de emergencia.
La provincia aportó para los municipios en crisis $1000 millones de ATN y creó un fondo de emergencia, que debe ser reembolsado, pero no paga intereses. Kicillof prometió que no dejará caer a los intendentes en cesación de pago de los sueldos, aunque también se mueven con desconfianza: en su equipo reconocen que gotean la ayuda porque, de lo contrario, "se la gastan toda". Para exhibir ecumenismo, un informe de Hacienda bonaerense indica que "el 90% de los municipios de Cambiemos se encuentra cubierto" por la asistencia. Para los intendentes es solo una pequeña parte de la caída de la recaudación general.
En el universo oficialista, la simulación de sintonía política se vuelve una tarea cada vez más agotadora. El gobernador Axel Kicillof, economista al fin, expresa su disconformidad con datos lanzados en las videoconferencias con Alberto Fernández y los intendentes. Ocurrió, por caso, cuando el gobernador repasó frente al Presidente y los jefes comunales la cantidad de respiradores que había recibido la provincia en comparación con el resto del país. Un intendente rápido con los números sacó la cuenta: "Pero eso es el 13 por ciento del total para la provincia de Buenos Aires".
"No se preocupen", les repitió el Presidente, y prometió soluciones. Su confianza, a veces, no logra contagiar a todos.
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