Juan Manzur, el delegado presidencial que busca dar vuelta el Gobierno para pelear en 2023
Su llegada a la Jefatura de Gabinete podría ser el trampolín para ir por su objetivo de máxima, la presidencia; su método de trabajo y el control sobre el gabinete; sus similitudes con Alperovich y las raíces con los Rodríguez Saá y Balestrini
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Jueves 6.30, los efectivos de la Casa Militar esperan ansiosos. Sin prisa, sentado en el auto, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, termina de ojear los diarios. En la calle el movimiento es casi nulo y el frío aún se siente por la mañana. Quince minutos después baja sonriente y saluda. El día será una carrera contra el tiempo.
Las reuniones se multiplican, lo mismo pasa con los llamados y los mensajes que se apilan en su teléfono. El flamante ministro coordinador tiene la agenda desbordada. Su estilo, “verticalista y obsesivo”, contrasta con el modo radial y anárquico que tiene el presidente Alberto Fernández. Quizás por eso en el Gobierno prefieren hablar de complemento.
“Alberto necesitaba un tipo que conduzca”, resaltan fuentes oficiales. El desembarco de Manzur cambió totalmente la fisionomía de la Casa Rosada. Aquellos que pensaban que se trataba de una decisión temporal en pocos minutos entendieron que la apuesta del gobernador tucumano en uso de licencia es a todo o nada.
La Jefatura de Gabinete será el trampolín que intentará utilizar para cumplir su sueño de ser presidente de la Nación. Sin reelección constitucionalmente posible en su provincia, Manzur hace más de un año que activó en Buenos Aires lobistas y operadores propios que trabajan con la mira en 2023, según confiaron a LA NACION fuentes inobjetables. La oferta de Alberto Fernández es ahora su oportunidad para nacionalizar su imagen. Antes de asumir habló con la vicepresidenta Cristina Kirchner y el jefe del Estado. Ambos le pidieron lo mismo: ordenar la administración nacional.
Para el Presidente la presencia del tucumano actúa como un pararrayos. De hecho, al menos por las próximas semanas, le cedió gran parte del protagonismo en los actos públicos. Eso se vio con claridad en el desembarco de Manzur en el conurbano bonaerense: en los primeros cinco días en el cargo visitó José C. Paz, La Matanza y Pilar.
Aquellos que lo acompañan hace años no dudan a la hora de definir al ministro coordinador como “un tiempista”, que busca darle una impronta propia al gobierno nacional, tras el cachetazo electoral en las PASO. A los ministros ya les avisó que espera resultados. El monitoreo sobre la ejecución presupuestaria y de obras será constante. Con el reloj de arena avanzando, el primer paso de Manzur, poner al gabinete en modo electoral, ya se cumplió.
En el tablero de control diario hay un área en especial: Salud. “A Carla [Vizzotti] la va a volver loca”, reconocen en Balcarce 50. Los llamados y mensajes con quien fue su directora de vacunas cuando era ministro de Salud son permanentes.
Otro lugar sensible es el Ministerio del Interior, territorio de Eduardo de Pedro, quien quedó atravesado por la crisis política tras presentar públicamente su renuncia después de la derrota electoral. Wado, el encargado de la relación con los gobernadores, función que compartirán, es también la llave para mantener el diálogo abierto con la expresidenta y La Cámpora. Un dato: en Tucumán Manzur siempre evitó darle protagonismo a la agrupación que comulga con Máximo Kirchner.
La relación entre Manzur y De Pedro es muy buena, según aseguran cerca de ambos funcionarios. Eso se vio con claridad el miércoles por la tarde cuando salieron abrazados por el salón de los Bustos Presidenciales con rumbo a La Matanza, distrito en el que el jefe de Gabinete se volcó de lleno en la política. El tucumano le pidió que lo acompañe.
Si bien aún la herida está abierta entre el Presidente y el ministro del Interior, el gesto de Manzur actuó como una señal de acercamiento.
“Tenemos que ponernos de pie, salir adelante, acá está gobernando el peronismo. Una vez más lo vamos a hacer”, fue el mensaje de Manzur a los ministros. Con esa presentación quedó en claro que también ocupó el cargo de jefe de campaña, quien también tenía en los papeles Santiago Cafiero. De Pedro, Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Juan Zabaleta (Desarrollo Social) serán los encargados del trabajo territorial.
Los orígenes de su estilo
Manzur se abrió camino en la política de la mano del exministro de Salud Ginés González García, que salió eyectado del gabinete tras el escándalo del vacunatorio vip. Corrían los años 90 y llegó a través de su recomendación a San Luis para asumir como viceministro de Salud mientras realizaba una especialización en el Hospital Garrahan. Su primer cargo público se lo dio Alberto Rodríguez Saá, quien hoy sigue al frente del Ejecutivo provincial. Estuvo allí hasta 1999, cuando su nombre fue otra vez recomendado, pero esta vez para ocuparse del área sanitaria del municipio de La Matanza.
Quienes conocen sus inicios cuentan que allí, junto con Alberto Balestrini, se entusiasmó de verdad con la política y el peronismo. Su llegada a Tucumán fue unos años después, en 2003. Antes de asumir el primero de sus tres mandatos como gobernador, José Alperovich recurrió a González García obsesionado en reducir el índice de mortalidad infantil. Y así fue como Manzur regresó a su provincia natal después de haber hecho la residencia en el Hospital Álvarez, de especializarse como médico sanitarista en la UBA y con la experiencia política puntana y matancera.
El flamante ministro coordinador de Alberto Fernández adquirió de Alperovich el hábito de reunir al gabinete siempre antes de las 8. Conserva de su mentor, al que aplastó en las urnas hace dos años, la rutina de mostrarse activo con algún anuncio diario y alguna recorrida con tufillo electoralista. Desde que llegó a Buenos Aires, el esquema se mantiene inalterable.
En una de sus recorridas con Alperovich por alguna barriada tucumana fue cuando se enteró en 2007 que iba a ser compañero de fórmula del gobernador en la primera reelección. Dejaba así el Ministerio de Salud provincial con la meta cumplida de haber reducido en diez puntos la mortalidad infantil a partir de un polémico cambio en la medición. “El Indec de la mortalidad”, le enrostraban sus críticos, descreídos de la estadística oficial.
Ejerció dos años como vicegobernador hasta que el 1 de julio de 2009 fue convocado por Cristina Kirchner al gabinete nacional para afrontar la gripe A en reemplazo de Graciela Ocaña. Eso no le impidió ser candidato testimonial a vicegobernador en 2011 y a diputado nacional en 2013. Gozó de seis años de licencia y regresó con un ascenso laboral: reemplazó a Alperovich, a quien la Constitución provincial le impedía ir por otro mandato.
Las coincidencias entre Manzur y Alperovich, hoy enemigos, no eran únicamente políticas: ambos multiplicaron su riqueza desde su desembarco en la función pública. Desde que fue gobernador, Alperovich, quien ahora está de licencia en el Senado por una denuncia de abuso sexual, amplió sus negocios privados y desarrolló un multifacético imperio, con empresas que a veces son prestadoras de servicios del Estado.
Manzur declaró un patrimonio de $380.000 en 2003, al asumir como ministro de Salud de Tucumán. En su última declaración jurada, en 2014, informó una fortuna de $ 23.062.000, lo que lo ubicaba en el podio de los ministros más ricos del gabinete de Cristina Kirchner. Como en Tucumán no es obligatorio presentar la rendición de bienes, a Manzur, ya como funcionario nacional, le corre ahora el reloj de 30 días hábiles para presentar su declaración jurada en la Oficina Anticorrupción. Una de sus empresas olivícolas tuvo al Grupo Indalo, de Cristóbal López, como su principal cliente.
Manzur sorteó con éxito una causa judicial por supuesto enriquecimiento ilícito. El juez federal Daniel Bejas sobreseyó a Manzur y consideró lícita su manera de enriquecerse. Antes de llegar al Juzgado N° 1, Bejas fue asesor legal de las empresas de Alperovich y su esposa, Beatriz Rojkés. Fue, además, apoderado del PJ y uno de sus hijos milita en La Cámpora. Impulsado por el kirchnerismo, Bejas accedió el año pasado a la Cámara Nacional Electoral.
Ahora, Manzur se encuentra ante el desafío político más importante de su carrera. “Tiene que hacer dos años de muy buena de gestión”, explican cerca del tucumano. Esa será la llave que le permita anotarse en una carrera para la que se viene preparando desde hace años.
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