Juan Grabois: “Mauricio Macri está del lado de los enemigos: no hay nada que dialogar, hay que confrontar”
"Todo lo que digo es en on, yo no hablo off the record", dice Juan Grabois, que arranca la conversación antes de que se encienda el grabador, antes de que lleguen las preguntas. Quiere hablar.
El líder de la CTEP reclama que el Gobierno impulse un programa para generar puestos de trabajo para los sectores populares y dice que presentó su "Plan de Desarrollo Humano Integral", que contempla un presupuesto de $750.000 millones anuales,"para elevar la discusión". "El Gobierno tiene una buena orientación pero la ejecución todavía es difusa, ahí hay pocas certezas", cuestiona Grabois, y sentencia: "La gestión todavía no empezó".
En una entrevista con LA NACION, el referente social califica a Mauricio Macri de "enemigo" y señala que "el ropaje del diálogo se utiliza para preservar determinados privilegios".
–El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, destaca que se logró contener la situación social y alimentaria en la pandemia. ¿Coincide?
–La ayuda social estuvo infinitamente mejor a lo que hubiera sido con Macri. El IFE y otras medidas sociales fueron muy valiosas. Pero alcanzaron para que nadie se muera de hambre. De uno a diez, las medidas sociales de la pandemia me parecieron siete. No estoy de acuerdo con el planteo porque acá no hay que contener, hay que transformar. La política tiene que ser la creación de trabajo.
–Las organizaciones sociales no han salido a la calle en todo este tiempo ¿A qué lo atribuye?
–A la pandemia. La decisión fue no movilizar. Podríamos haber movilizado a favor de la expropiación de Vicentin y la historia hubiera sido distinta. Y no hubo motivos para protestar porque lo que se hizo estuvo muy bien en términos sanitarios y bastante bien en términos sociales. Los más pobres, que son los que más sufrieron económicamente porque perdieron sus changas, bancan el aislamiento social.
–¿Hay un nuevo actor social que está ganando la calle con los banderazos?
–No hay ninguna posibilidad de que el campo popular pierda la calle. La calle hoy es una cancha de fútbol con un solo equipo. Nosotros ahora nos abstenemos de utilizar la calle. Y los sectores medios y altos, por las posibilidades que tuvieron en la vida, deberían dar el ejemplo con las medidas sanitarias. Yo comprendo que una familia sin techo ocupe un terreno para vivir. Pero no justifico cuando violan abiertamente una norma sanitaria de bien público.
–¿Y el derecho a protestar?
–Sí, pero estamos en una situación de excepción ¿Cuál es el bien jurídico protegido? Es la salud pública y es de alta jerarquía.
–¿Qué opina de la reforma judicial?
–Este es un momento donde la prioridad está en lo sanitario, lo social y económico. Pero no quiero montarme sobre esa idea de que es inoportuno, porque siempre es inoportuno. Hay una resistencia a cambiar el sistema judicial porque la Justicia es la retaguardia de un régimen oligárquico. Y hay que reformarla toda.
–Cristina Kirchner dijo que el proyecto oficial no es una reforma ¿Coincide?
–El proyecto de Alberto toca algunos aspectos que son muy importantes, pero falta tocar muchos otros. La política elige a los jueces y los elige mal. En Estados Unidos se votan los fiscales ¿por qué acá no podemos votarlos?
–Usted dijo: "De este lado de la grieta socioeconómica nos estamos poniendo nerviosos". ¿Qué los pone nerviosos?
–Que no haya claridad en el contrato social. Se cerró el acuerdo con los bonistas y hubo plazos, montos y condiciones. Yo quisiera saber cuántas viviendas se van a construir, cuántos barrios se van a urbanizar, cuántos puestos de trabajo se van a crear y en qué plazos. Espero un plan, pero no en los términos del establishment, sino como lo fueron los planes quinquenales. El Gobierno tiene una buena orientación, que es que la reactivación se enciende desde abajo, lo contrario a la teoría del derrame. Pero la ejecución de esa orientación todavía es difusa, ahí hay pocas certezas. Y en la agenda social hay un déficit de personal político.
–¿Está reclamando cambios en el gabinete?
–No voy a hablar de nombres. Falta mayor claridad y planificación, especialmente en la política de vivienda y desarrollo territorial, en agricultura familiar y en algunas áreas de desarrollo social. La única área que está funcionando con eficacia es Economía Social, donde está Emilio Pérsico. Acá hay que generar 4 millones de puestos de trabajo en el marco de un proyecto integral. Eso requiere planificación y yo no la veo.
–Propuso crear cuatro millones de puestos de trabajo con un fondo de $750.000 millones anuales ¿Ya lo conversó con el Gobierno? ¿Cree que va a prosperar?
–Nuestra idea es elevar el nivel de la discusión. Discutir proyectos y confrontar ideas. Nosotros tenemos un plan de Desarrollo Humano Integral que tiene dos ejes: crear puestos de trabajo y poblar la Argentina. Lo estamos discutiendo con todos, de Alberto y Cristina para abajo. Hay un acuerdo conceptual grande. Después está la realidad, lo urgente que tapa lo importante y los problemas de ejecución. Pero tengo esperanza... Este es un Gobierno que todavía no arrancó...
–¿No arrancó? Van casi diez meses.
–Es que apareció un jinete del apocalipsis. La pandemia retrasó los famosos 100 días y los convirtió en 300. Personalmente tengo una contradicción entre la ansiedad por que las cosas sucedan y la racionalidad de la imposibilidad de hacerlo en este contexto. Pero prefiero patalear para que se hagan las cosas. Por ahí lo que hago está mal... evidentemente mucho éxito no hemos tenido...
–En los últimos días se agudizó la tensión con la oposición ¿el Gobierno se está radicalizando?
–Alberto no se radicalizó nada, es más Lassie que Dylan. Radicalidad sería hacer una reforma agraria. Las medidas que implican radicalidad no están en la agenda de Alberto. Creo que la agresividad del establishment con los moderados nos da la razón a los que pensamos que hay un sector económico que no está dispuesto a dialogar, que el ponderado diálogo no existe y que para hacer cambios estructurales no hay otra opción que confrontar. Lamento tener la razón en eso, quisiera no tenerla.
–No hay posibilidad de superar la grieta entonces...
–Cada vez me convenzo más que se utiliza el ropaje del diálogo para sostener determinados privilegios. Y que cualquier medida que atente contra el status quo va a ser tildada de populista, chavista o kirchnerista. Hay que analizar bien cuál es el sector antidemocrático en la Argentina. Yo hago un cuadro tipo FODA que dice: amigos, aliados, rivales, enemigos. En el cuadrado de enemigos están los sectores antidemocráticos. Ahí están Macri y Patricia Bullrich. Rodríguez Larreta está en el de rivales, porque es un tipo de la democracia. Pero con Bullrich no hay nada que dialogar, hay que confrontar. Alberto intenta buscar un equilibrio. No lo dejan. Y es mentira que la que no lo deja es Cristina. No lo dejan del otro lado.
–¿Ve un problema de gobernabilidad?
–No. Lo que hay es una crisis de representación. La CGT no representa a los trabajadores en su conjunto, ni la mesa de enlace representa al campo, ni la AEA a los empresarios, ni la UIA a los industriales. Hay una disputa sobre la distribución de la riqueza, donde no puede haber acuerdo porque no hay interlocutores válidos. Entonces la política intenta administrar ese conflicto, que lo crea una sociedad que hoy tiene el 55% de pobres. Hay un problema que, existan o no existan Cristina o Macri, se va a expresar por el nivel de desigualdad. Entonces Alberto se encuentra con esta imposibilidad, que solamente se suple con liderazgos avasallantes, y no es su estilo. Liderazgos como el de Cristina, por ejemplo.
–¿Cristina va ganando espacio de poder?
–No entiendo de dónde sale eso. Cristina ya fue dos veces presidenta y decidió no presentarse. Lo que pasa es que el establishment necesita un chivo expiatorio. Eso es Cristina. Y eso que yo nunca fui cristinista...
–¿No?
–No. Yo tengo una valoración muy grande sobre esa mujer, por su inteligencia. Pero mi historia estuvo en los movimientos sociales críticos al kirchnerismo.
–¿Cristina incide en las decisiones de gestión, o se las atribuye todas a Alberto?
–Hay cosas que yo no sé. Creo que Cristina debe incidir en un 5 o 10%. Se construyó una mitología en torno a ella con agravios injustos. Cristina es muy institucionalista, porque si ella soplaba Macri se caía. Ella trabajó para que Macri termine el gobierno, me consta. Pero después hay un fenómeno de demonización. No digo que de nuestro lado no exista la demonización... (Piensa) Para generar consensos hay que blanquear lo que se está discutiendo, que es plata. Entonces el diálogo en realidad tiene que ser una paritaria.
–¿El Papa está corrido de la agenda pública argentina?
–Él no está en la agenda porque se lo utilizó para demonizarlo. Pero manda la misma cantidad de mensajes que antes, a cooperativas, a sectores populares. Y tiene las mismas preocupaciones de siempre. El problema es que tenemos necesidad de traer al barro de la mediocridad al principal líder espiritual e intelectual de la humanidad.
–Viene advirtiendo por fuerte aumento de la criminalidad y toma de tierras ¿Ya está pasando?
–Sí. Hay una crisis habitacional que se agudiza mucho con la pandemia. Alguien que está cinco meses en una casa de dos por dos, sin agua potable y con diez personas se empieza a cansar. Y la criminalidad tiene que ver con el aumento de la desigualdad, porque el narco, que es nuestro enemigo principal, más que Macri –dice con ironía– campea cuando no hay oportunidades. La única barrera contra los narcos somos los movimientos sociales y los curas.
–¿Está de acuerdo con la legalización del aborto?
–No puedo responder eso porque mis compañeras me llamaron al orden y me dijeron que era un tema de debate de las mujeres. Soy orgánico, se me pidió eso y no me pronuncio más.
–Ernesto Sanz dijo que el oficialismo junta votos por izquierda con el padre Pepe y con usted y por derecha con Sergio Berni. ¿Qué opina?
–Puede ser...
–¿Quiere ser candidato el año que viene?
–Nunca fui candidato y no tengo la intención de serlo.
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