Juan Grabois: “La conflictividad social mejora la distribución de la riqueza para el lado de los trabajadores”
En dialogó con LA NACION, el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos ponderó las manifestaciones piqueteras, y se mostró optimista de que el bono anunciado por el Gobierno se convertirá en un salario básico universal; las diferencias sobre la política social
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Juan Grabois no deja de caminar. Lo hace frenéticamente, de una punta a la otra de su oficina, hasta detenerse frente un mapa de la Argentina colgado en una de las paredes, plagado de post-its. “Quiero que la capital esté más o menos por acá”, dice, mientras señala con el dedo una parte tentativa del plano, ubicada entre el norte de Córdoba y el sur de Santiago del Estero. Sus propias palabras lo dejan pensando. Y, ante la presencia de LA NACION, el dirigente social no puede evitar lamentarse: “Qué distinto sería todo si hubiese ganado Artigas”.
La mención de Grabois a la figura del prócer rioplatense no es extraña. Tampoco su afición por los gestos simbólicos. El líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) tomó de inspiración al mentor de la Liga de los Pueblos Libres para una de sus intervenciones que más polvareda levantó en la opinión pública: la irrupción de su organización en una estancia entrerriana propiedad de la familia Etchevehere. Fue en 2020, con la participación activa de una integrante del clan: Dolores, hermana del expresidente de la Sociedad Rural y exministro de Cambiemos, Luis Miguel.
Hoy, tras un silencio extendido a lo largo de todo el verano, la actualidad encuentra a Grabois en estado de hiperactividad. Su abierto rechazo al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo devolvió a la primera escena. A través del flamante Comité de Acreedores de la Deuda Interna, que fundó junto a otros referentes sociales, sindicalistas e intelectuales, el abogado tantas veces ligado al papa Francisco intenta poner sobre la mesa la necesidad de un “impuesto a los capitales fugados” y “revisiones trimestrales de las principales deudas sociales” de la Argentina, como son la pobreza o la falta de acceso a la tierra.
“Hay un 1% de la población que, con pandemia o sin pandemia, con guerra o sin guerra, acumula de manera absolutamente desproporcionada, por la dinámica de la globalización capitalista. Y ese 1%, que serán unas 400 mil personas, así como acumula de manera desproporcionada, también debería aportar de manera desproporcionada”, sostiene Grabois, quien se ilusiona con el proyecto impulsado por el ministro de Economía, Martín Guzmán, que busca cobrarle un tributo a la denominada “renta inesperada” de las empresas con ganancias superiores a los $1.000 millones anuales.
La obsesión del fundador del Frente Patria Grande, sin embargo, tiene un nombre: se llama salario básico universal. En ese sentido, confía en que el bono para trabajadores informales de $18.000 en dos cuotas, también anunciado por el Gobierno, significa “un primer paso” hacia la consolidación definitiva de esa “política redistributiva” que, según indica el abogado tantas veces vinculado al papa Francisco, “responde a comprender la estructura del mundo del trabajo en el siglo XXI”. “Dentro de 20 o 30 años vamos a ver con asombro que no se haya entendido antes la necesidad de establecerlo”, profetiza.
Es que, para Grabois, el problema más urgente que tiene hoy la Argentina no es otro que el de la desigualdad en el reparto de los ingresos. Por eso, en un mensaje directo a sus compañeros del Frente de Todos, pero sin sacar los pies del plato, no duda en ponderar el recalentamiento de la calle registrado a lo largo del último mes al considerar que “la conflictividad social mejora la distribución de la riqueza para el lado de los trabajadores”.
“Mientras más pelee el Polo Obrero, mientras más peleen los sindicatos, mejor le va a ir a los trabajadores. Si no hubiera lucha en los medios de comunicación, en las calles, en la discusión pública, no habría ni bono ni paritarias ni nada”, sostiene el dirigente social ante LA NACION.
–¿No está, sin embargo, un poco lejos un bono de un salario universal?
–Está lejos, pero es un reconocimiento económico a todos aquellos que viven de su trabajo, pero de un trabajo que no es empleo. Hay un autor francés que dice “el empleo ha muerto, viva el trabajo”. Seguir asimilando empleo y trabajo es utilizar categorías del siglo XX en el siglo XXI. Hoy, la mayoría de los trabajadores no son empleados. Nos guste o no nos guste. Si yo tuviera un botón para que todos los trabajadores fueran empleados con el convenio colectivo de los metalúrgicos, lo tocaría. Pero ese botón no existe.
Tajante, Grabois descree de las iniciativas oficiales para “transformar” los planes sociales en empleo genuino. Y propone que, en todo caso, se analice el plan productivo para los próximos diez años que anunció recientemente el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas: “Según lo que dice, si le va bárbaro a la Argentina, en una década crearíamos dos millones de nuevos puestos de trabajo en el sector privado. Eso es apenas el crecimiento vegetativo de la población. Es decir, vamos a seguir viviendo en una sociedad con la mitad de la gente excluida”.
–El Gobierno estima que este año, siendo optimistas, se podrían crear 30.000 puestos de trabajo.
–Bueno, que me expliquen cómo van a hacerlo. Porque yo sí tengo una propuesta, que es un sistema mixto, donde efectivamente haya un sector privado pujante, pero también un sector público eficaz y eficiente, y un sector de economía popular donde haya un salario universal que permita a todo el mundo tener ingresos por encima de la línea de pobreza. Algunos podrían decirme que no, que todos tendrían que tener un empleo asalariado, registrado, y que eso sería la dignidad. Bueno, los felicito, chocolate por la noticia. Eso no va a pasar. Que no mientan y no utilicen como subterfugio el ataque a dirigentes, en este caso a mí, diciendo que gerenciamos no sé qué cosa, con no sé qué ganancia, que no existe, porque no pueden dar una explicación racional de cómo va a vivir la gente en la Argentina. ¿Por qué? Porque su sistema no cierra. Y lo más triste de todo es que esto no lo dice solamente la derecha recalcitrante, sino también personas del Gobierno. Porque la realidad del sistema en el que vivimos es dura. Y asumir la realidad, es duro. Y decir la verdad, es difícil. No da votos.
–¿Es suficiente entonces el paliativo de los bonos para la situación actual del país, donde la inflación de marzo alcanzó el 6,7%?
–Mirá, se le puede poner el nombre que quieras al anuncio que hizo el Gobierno, pero no hay dudas de que es una transferencia de ingresos. A mí me gusta decirle “salario”. ¿Sabés por qué? Porque la gente que lo va a recibir, trabaja. En la Argentina, los y las adultas trabajan, en lo que nosotros llamamos economía popular y las ciencias sociales llaman economía informal. Muy poca gente vive panza para arriba tomando cerveza. Y en general, los que viven así son ricos. Los y las pobres trabajan.
–El ministro Juan Zabaleta ratificó que no va a ampliar la nómina de beneficiarios de programas sociales. ¿Qué opina?
–Lo acaban de hacer, a través del bono, que es básicamente ampliar la política del Potenciar Trabajo a ocho millones de personas. Tal vez ahora es por dos meses y lo discontinúen, pero ese bono se va a consolidar y dentro de uno, dos o tres años va a ser permanente. Porque es la sociedad que se viene. Si no, va a ser imposible vivir en la Argentina o en cualquier país del mundo con una población donde más de la mitad de los adultos no van a tener ingresos. La lucha de los movimientos populares en el siglo XXI, así como fue la lucha de los sindicatos en el siglo XX, es para que los excluidos de hoy, como los excluidos de ayer, tengan una forma de vivir relativamente digna. Que los pobres que trabajan hoy en la economía informal tengan ingresos que les permitan comer, poder disfrutar un poco de la vida. Eso se llama salario universal. Y hacia ahí vamos.
Política social
Si bien es cierto que el salto de Grabois a la primera escena mediática se dio durante los años de Mauricio Macri en el poder, su camino en la militancia comenzó mucho antes, con un hito en la fundación la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), en 2011. “Emilio [Pérsico, líder del Movimiento Evita] era el cristinista fanático y yo era el anti. Después pasaron a acusarme a mí de cristinista fanático y a Emilio de anti. Paradojas de la historia”, ironiza Grabois al recordar los primeros pasos de la entidad gremial que el año pasado logró su personería social y que también reúne a agrupaciones como la Corriente Clasista y Combativa (CCC) o Somos Barrios de Pie, en representación de distintos sectores de trabajadores informales, como cartoneros, vendedores ambulantes, cocineras, entre otros.
Lo cierto es que el espíritu de la actual política social llevada adelante por el Ministerio de Desarrollo Social tiene una fecha de inicio: diciembre de 2016. Ese mes se aprobó en el Congreso la Ley de Emergencia Social impulsada por muchas de las organizaciones sociales que hoy son oficialistas. La 27.345 implicó la creación del Salario Social Complementario (SSC), un monto mensual correspondiente al 50% del salario mínimo, vital y móvil, destinado a complementar los ingresos de aquellos trabajadores no registrados. Dos años después, la por entonces ministra Carolina Stanley inauguró un nuevo programa social llamado Hacemos Futuro, que comenzó a implementarse a la par del SSC. En 2020, ya con el Frente de Todos en el poder, ambos se fusionaron para dar nacimiento al Potenciar Trabajo, que hoy lo cobran más de 1.200.000 personas.
Grabois considera que, a dos años de su creación, ese programa se “desvirtúa” en el momento mismo en que se convierte en “la única ventanilla disponible en la Argentina para alguien que necesita morfar”. Y explica: “Ahí ya no va un trabajador informal, sino que va cualquiera que necesita comer. Y como el Potenciar Trabajo no es una política universal, una organización, sea el Polo Obrero o la parroquia Santa Rita, va al ministerio con la lista de los hambreados y dice ‘toda esta gente necesita comer, por favor denles de alta’. Entonces se genera un desmadre, porque no hay razón para darle a uno y no a otro, si los dos necesitan. Bueno, ese es el problema de la restricción presupuestaria y los cupos. Por eso la universalización es única salida justa posible”.
–¿Qué balance hace de la política social del Frente de Todos tras más de dos años de gestión y con los movimientos sociales siendo parte?
–Yo creo que la política social es un mal concepto. Que hay política laboral, política habitacional, política económica. La política social es cuando fracasa todo eso. Así y todo, fueron años donde se hicieron muchas cosas muy buenas en micro, y que tal vez en los próximos 12 meses se le puedan dar escala. El problema es que todo el trabajo de los movimientos populares, todo el laburo de la economía popular, nunca se ve. Lo único que se ven son los piquetes, los cortes de ruta. Nunca se ven las cooperativas de reciclado, nunca se ven los polos textiles, nunca se ven las huertas agroecológicas, nunca se ven las cooperativas de liberados que reducen la reincidencia de las personas que salieron de los penales y que eso hace que haya menos robos, menos crímenes. Nunca se ven los centros de rehabilitación para situaciones de consumo. Todo lo que se ha hecho con las políticas de economía popular, que es masivo, se ve muy poco.
–¿Y eso a qué se lo podría atribuir?
–A que a nadie le interesa demasiado. Porque las cosas lindas y buenas no venden.
–¿No podría tener que ver con una cierta parálisis de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP)?
–Hay una parálisis. Existen diferencias adentro de la UTEP, pero dentro de su diversidad y dentro de sus diferencias, mantiene su unidad. Y eso es una cosa muy valiosa, porque en la Argentina todo se rompe por diferencias políticas y la UTEP no. Es más, crece. Y crece porque hay una unidad de concepción muy grande detrás. Y esa unidad de concepción tiene que ver con que hay un proceso histórico que supera las estupideces de los dirigentes que le dimos forma a eso. La base doctrinaria es la nueva composición de la clase trabajadora y la existencia de un mundo donde hay excluidos de la tierra, del techo y del trabajo. Es algo que no se ha modificado y no se va a modificar por la simpatía que podamos tener hacia un gobierno u otro.
–¿Estaría de acuerdo con la creación de un Ministerio de la Economía Popular?
–Yo creo que sería una institucionalidad muy positiva. Además creo que Emilio es un muy buen funcionario. Yo puedo tener un millón de diferencias políticas con Emilio Pérsico, pero es un tipo muy comprometido, alguien que comprende los fenómenos sociales subterráneos que pocos ven. Esto es así.
–¿Qué consideración tiene de su gestión al frente de la Secretaría de Economía Social?
–Muy buena, ha hecho una muy buena gestión en un área complicadísima. Es la papa caliente. También [la secretaria de Integración Socio Urbana] Fernanda Miño, que es una locomotora. Es un orgullo que haya una villera, que sigue viviendo en su villa y da la cara con sus vecinos llevando la política de urbanización de villas. Creo que se están marcando algunos caminos, pero no con la celeridad que requiere la catástrofe social que vive hoy la Argentina.
2023
–En diciembre pasado dijo que si no hay alguien que en 2023 represente la agenda que usted impulsa, no descartaría la posibilidad de ser candidato a presidente. ¿Sigue con esa postura?
–Si no hay nadie que exprese y priorice, dentro del Frente de Todos, la agenda de Tierra, Techo y Trabajo, y un plan de desarrollo humano integral, y hay una continuidad de una mirada de administración moderada de la situación, yo me anoto. Me parece que es necesario.
–¿En instancias de una PASO?
–Sí, dentro del Frente de Todos, siempre. Porque el Frente de Todos no se puede romper por una razón fundamental, que es que el motivo que le dio origen sigue vigente: la existencia de la derecha cada vez más consolidada y con un discurso extremo. Con un discurso represivo, antipobre y antilaburante. Todo esto no quiere decir que en el campo del Frente de Todos sea todo una maravilla, pero lo que hay del otro lado es deshumanizado, desde mi punto de vista.
–¿Es esa amenaza lo que aglutina hoy al Frente de Todos?
–Es lo que aglutina al Frente de Todos desde el día en que se conformó. El Frente de Todos se conformó como una definición estratégica de Cristina Kirchner para derrotar al macrismo. Esa es su génesis y la razón de su continuidad. Si no existiera el panmacrismo o, por decirlo ahora, la derecha extrema, el Frente de Todos no tendría razón de ser. Pero ese fenómeno sigue existiendo y de hecho crece, se consolida y se profundiza.
–¿No cree que las tensiones al interior del Gobierno, sobre todo a partir del posicionamiento que mantuvo el kirchnerismo frente al acuerdo con FMI, pueden ir debilitando ese consenso interno?
–Yo creo que hubo un momento de tensión absolutamente legítimo, porque el del FMI era un tema crucial, histórico para la Argentina, donde había posiciones totalmente distintas. Y la postura que tomó el kirchnerismo me parece absolutamente legítima porque yo, desde el día que se tomó ese préstamo, le escucho decir a Cristina exactamente lo mismo. Y no era una cosa para pelearse con Alberto, era su posición política que ella la iba a sostener. Máximo tenía una posición aún más profunda que Cristina en relación a eso. Ahora bien, el acuerdo ya se votó. Y cada uno votó lo que le indicó su conciencia y cada uno se tiene que hacer responsable de lo que votó.
–Es decir que, según su interpretación, la unidad de la coalición no corre peligro.
–No, porque el Frente de Todos no se conformó para confrontar con el FMI. Nadie jamás creyó que iba a haber coincidencias políticas en torno a cómo relacionarnos con el FMI entre Máximo Kirchner y Sergio Massa, por ponerte un ejemplo. Y te doy ese ejemplo por nombrarte un dirigente como Massa, que siempre planteó abiertamente su alineamiento con los Estados Unidos. No lo digo ni como una crítica ni como un elogio. Lo digo como una característica que Sergio planteó siempre. Y, de hecho, a mí me gusta la gente que dice lo que piensa. Y en ese caso me parece bárbaro.
Ahora bien, dicho todo eso, veo que empiezan a haber algunas peleas que no me parecen tan legítimas. Cierta sobreactuación de segundas líneas para ver quién es mejor culata de su jefe o jefa. Eso ya genera una dinámica facciosa. Cuando empiezo a ver peleítas de segundas, terceras líneas, mucho off the record, no me gusta para nada. A mí si algún día me escuchás hablar en off, por favor, te autorizo a que me expongas, porque hablar en off es de cuarta. Eso está muy mal, es muy dañino. ¡Bancátela y decí tu nombre!
–¿Ese fenómeno se da con independencia de los caciques de cada tribu?
–Hay mucho libre pensador. Pero lo que tiene que hacer un buen compañero es no darle manija a los enojos que puede haber. Ya está, hubo un debate legítimo, que fue el del FMI. Ahora lo que hay que poner por delante son las necesidades del pueblo, el contrato electoral por el cual nos eligieron, que es empezar por los últimos.
–¿La ve a Cristina Kirchner con una mirada propositiva en línea con esa premisa de la campaña del 2019?
–Hay planteos. Por ejemplo, los senadores han planteado dos iniciativas muy interesante: el levantamiento del secreto bancario y la recuperación de los activos no declarados en el exterior. Son dos proyectos que el Comité de Acreedores de la Deuda Interna apoya. Lo que no apoyamos es que sea un fondo para pagarle al FMI. Aunque consideramos que recuperar activos no declarados en el exterior es fundamental, nosotros planteamos que tiene que ser un fondo de reparación o un fondo soberano. La Argentina, dicen los norteamericanos, es uno de los países que más activos no declarados en el exterior tiene, más de 300 mil millones de dólares. Sería extraordinario recuperar algo de eso. Por otro lado, el tema con la bicameral de Seguimiento de la Deuda en el Congreso es que hay mucho piripipí, pero sigue sin abrir una investigación seria.
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