Juan Carlos Parodi: "El Papa me dijo que le salvé la vida"
Emotiva visita a Francisco del médico que lo operó en 1980
Hay historias que parecen increíbles. Que un médico no recuerde que operó a un sacerdote que después llega ser papa es una de ellas. Pero así fue. El 9 de abril pasado, en uno de los salones de la Casa Santa Marta, en el Vaticano, Francisco le describió al doctor Juan Carlos Parodi cada detalle de una intervención de 1980 en la Clínica San Camilo, de esta ciudad, que el cirujano había olvidado. Durante una audiencia privada, 34 años después, médico y paciente se reencontraron y conversaron sobre esos recuerdos y sobre la misión de los médicos, entre muchos otros temas.
"¡Bienvenido el cirujano que me salvó la vida!", fueron las primeras palabras del Papa hacia su huésped apenas ingresó en la sala donde Parodi lo estaba esperando junto a su esposa.
Enseguida, ambos caminaron hasta un salón contiguo, austero, con una mesa y seis sillas de madera. Durante los 40 minutos que duró el encuentro, los dos rieron, se pusieron más serios con algunos temas de actualidad y coincidieron en cuánto se parece el trabajo de los médicos al de los sacerdotes. "Uno se ocupa de curar el cuerpo y el otro, el alma", recordó Parodi sobre lo que le había dicho el Papa.
Ambos se conocieron por casualidad. Una noche de 1980 que ninguno de los involucrados recuerda ya, el doctor José Di Iorio llamó por teléfono a un joven cirujano que hacía poco que había vuelto de un entrenamiento en la Universidad de Illinois y la Clínica de Cleveland, en Estados Unidos.
Di Iorio le preguntó si podría ver a un sacerdote jesuita que estaba internado en la Clínica San Camilo por una infección abdominal grave. Parodi, entonces de 37 años, fue a la clínica y revisó al paciente, que padecía una colesistitis gangrenosa de la vesícula biliar. Parodi decidió extirpar rápido la vesícula para evitar su ruptura. El sacerdote Jorge Bergoglio ingresó al quirófano, donde el cirujano hizo su trabajo y realizó un drenaje del área afectada. "La gangrena de vesícula es una condición inusual, pero mortal si no se trata", comentó a LA NACION.
El equipo médico "le mostró al paciente el tejido negro que se le había extirpado y le explicó que padecía una gangrena vesicular altamente letal", recordaron los médicos que participaron de la intervención. Di Iorio siguió el tratamiento posquirúrgico con medicamentos y el sacerdote se recuperó en pocos días. Como gesto de agradecimiento (el cirujano no había pasado honorarios), el jesuita le regaló a Parodi un libro sobre el fundador de la Compañía de Jesús, la congregación a la que él pertenecía. El cirujano, que había estudiado medicina en la Universidad del Salvador (USAL), de inspiración jesuita, recibió con agrado la historia de San Ignacio de Loyola que había leído en alguna de las materias de la facultad. En la dedicatoria, el sacerdote expresaba su agradecimiento.
Después, no volvieron a verse hasta hace cinco semanas. Parodi estaba en Londres, donde participaba de un congreso médico. Di Iorio, con quien habían seguido en contacto, le recordó la historia y le propuso que algún día, cuando fuera a Europa, fuera a visitar a aquel ex paciente, que ahora era nada más ni nada menos que el Papa. Antes de este viaje, Parodi se comunicó con la representación del Estado Vaticano en nuestro país para informarles que estaría algunos días en Londres y la comunicación de que el Papa había concedido una audiencia privada no tardó en llegar. En Londres, el último día del congreso, el cirujano argentino viajó con su esposa a Roma. La audiencia era al día siguiente, a las 9 de la mañana.
"En el Vaticano, me dijeron que la reunión sería en Santa Marta, donde vive el Papa. Había muchísima seguridad, estaba la Guardia Suiza y me impresionó que todos con los que hablaba ya tenían mi foto y toda mi información. Ellos me llevaron hasta (la Casa) Santa Marta, que es una residencia muy modesta, de gran austeridad, sin mucha decoración", comentó Parodi, que también operó a Carlos Menem de una obsturcción en la carótida cuando era presidente.
Con su esposa, esperaron en una sala. Hablaban poco entre ellos por la emoción que crecía segundo a segundo. "Al ratito llegó el Santo Padre, con una sonrisa que no me voy a olvidar jamás en la vida, me dio la bienvenida y me impactó cuando me dijo que le había salvado la vida en 1980", relató el médico. "Enseguida, le dije que eso [por la cirugía] sólo había sido sacarle la vesícula, que no era algo tan, algo que no era como para salvar una vida. Y él, de inmediato, me aclaró: «Era una gangrena...»."
Durante la conversación a solas, médico y ex paciente hablaron de esa noche en la Clínica San Camilo. "Juan Carlos, nunca me voy a olvidar de su cara porque me salvó la vida", agregó el ex paciente. Y, también, el médico contó que el Papa bromeó: "Me acuerdo siempre de usted en la ducha por la cicatriz que me dejó", le dijo.
Francisco elogió, y enumeró, varios de los logros de este reconocido cirujano argentino, que desarrolló en los años 90 la técnica endovascular que se utiliza actualmente en la mayoría de las cirugías para reparar el aneurisma aórtico abdominal, una distensión progresiva de la porción de la arteria aorta que irriga el abdomen que, con el paso del tiempo, puede producir la ruptura de la pared arterial. La técnica redujo más de un 50% la mortalidad por ese tipo de aneurismas.
"El Papa sabía de mí a través de su médico y que seguía todo lo que hacía por el mundo. Comentó que conocía lo que había desarrollado porque Di Iorio le contaba. Cuando me dijo: «Me me alegro mucho y lo felicito», me hizo sentir muy bien", agregó Parodi, que desde 2008 regresó para instalarse en el país y viaja para cumplir con invitaciones de universidades, sociedades científicas y las clínicas o los hospitales más importantes del mundo. Actualmente, es jefe de Cirugía Vascular de la Clínica Trinidad de San Isidro y sigue inventando nuevas técnicas, dispositivos o procedimientos. Con orgullo, asegura que es el médico latinoamericano con más patentes registradas en Estados Unidos.
Pero el Papa ya conocía todos esos detalles. "Sabe todo. Tiene un servicio de informaciones que es mejor que la CIA", bromeó Parodi.
El reconocimiento fue mutuo. "Leí mucho sobre él y le tengo una enorme admiración al Santo Padre. Primero, porque predica con el ejemplo. Cuando vivía en Buenos Aires, no tenía mucama ni cocinero. Viajaba en el transporte público. Recuerdo que el día que el doctor Di Iorio lo conoció, me dijo: «Tiene tanta inteligencia y es tan brillante que algún día va a llegar a ser papa». Y así fue. Irradia serenidad, sabiduría y mucho amor. Fue una experiencia única. Me emocioné hasta las lágrimas delante de él y con sólo recordarlo me emociono", agregó.
Durante la charla, el médico percibió en su ex paciente lo que definió como "un hombre que tiene planes y, ahora, poder. Puede hacer muchas cosas buenas, cambiar la imagen de la Iglesia, mediar en los conflictos y promover planes para terminar con la pobreza y la corrupción, que es lo que más lo afecta porque mata más que las armas. Con la corrupción, se les quitan recursos y alimentos a quienes más lo necesitan". Sobre estos temas, hablaron con confianza. Parodi también le dio un consejo: "Le dije que tenía que hacer gimnasia y me sacó volando. Que por lo menos hiciera media hora de marcha, y me dijo que no le gusta la cinta. Finalmente, aceptó cuando le propuse que lo haga por los pasillos: «Le prometo que lo voy a hacer», me respondió".
En la sala contigua, los esperaba la esposa de Parodi. Ella le pidió la bendición. "Me van a perdonar, pero tengo que ir a la plaza", se excusó el Papa, mientras salían de la residencia. Se subió al papamóvil y gritó: "¡Chau Juan Carlos!"
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