Juan Bautista “Tata” Yofre: “En política hay favores que a veces se pagan con dinero, y eso pasó con los pactos de Caracas y de Olivos”
Hay una noticia buena y otra mala para peronistas de corazón y de la primera hora. La buena es que su líder máximo, el fundador del movimiento que desde el llano o desde el poder digita la vida de los argentinos desde hace 70 años, Juan Domingo Perón, vivió austeramente en el exilio, muy lejos de las fortunas de leyenda que le asignaron sus más acérrimos enemigos. La mala es que cobró medio millón de dólares por su pacto con Arturo Frondizi, que terminó encumbrando al dirigente desarrollista en la presidencia de la Nación, entre 1958 y 1962. Y que ése no habría sido el único pago que recibió el caudillo en sus años lejos del poder.
Tras ser presidente dos veces, entre 1946 y 1955, y antes de serlo por tercera vez, en 1973, ¿el principal sustento económico de Perón, ya que no la fortuna que le asignaron, fue el tráfico de influencias desde su lugar privilegiado de árbitro y principal jugador de la política argentina durante los 18 años que vivió fuera de la Argentina?
Éste y otros apasionantes interrogantes se revelan en Puerta de Hierro, el flamante libro de Juan Bautista Yofre, que publica la editorial Sudamericana, y cuyo subtítulo –"Los documentos inéditos y los encuentros secretos de Perón en el exilio"– aclara bien de qué se trata.
–¿Cómo llegan a tus manos esos archivos?
El "Tata" Yofre, ex embajador, periodista, ex titular de la SIDE y autor de una seguidilla de libros muy polémicos y exitosos de los últimos años (Fuimos todos, Volver a matar, El escarmiento, La trama de Madrid y Fue Cuba) responde:
–Me llevó años juntarlos. Primero aparece el archivo de Jorge Daniel Paladino, que me ayuda a reconstruir la época de 1970/71; después aparece el archivo de Pablo Vicente, que tenía las relaciones con las organizaciones armadas; luego viene mi relación con Mario Rotundo, que heredó, por decirlo así, todo el material documental de Perón, sus conversaciones grabadas en Puerta de Hierro y hasta adornos y ropa. Más tarde aparece otro señor, a quien no puedo citar, que trae unos archivos que vienen desde el exterior; aparecen también los archivos de Ricardo Gayol, un argentino que vivía en Paraguay y que administra a Perón en los primeros tiempos de su exilio y hasta van a aparecer algunos documentos de la inteligencia checoslovaca sobre la Argentina. Otro archivo importante para este libro fue el de Norma López Rega [la hija del oscuro secretario privado y superministro de Perón, José López Rega]. En general ha sido muy generosa conmigo.
–¿Qué fue de su vida?
–Vive muy sobriamente. Estuvo presa durante el Proceso, después la liberaron; ha sufrido mucho. La conocí hace tres o cuatro años. Es ama de casa, con un marido preso, Jorge Conti, incurso en la investigación de las Tres A, periodista de Canal 11 y luego vocero de López Rega, injustamente acusado.
Yofre prefiere mantener el enigma cuando se le hace notar su recurrencia en usar la palabra "aparecen". ¿De dónde "aparecen" estos archivos como por arte de magia?
El autor de Puerta de Hierro es un obsesivo juntapapeles y un sabueso que olfatea por dónde puede llegar a encontrarlos y la "gente amiga" que le acerca documentación o le da pistas certeras para que los encuentre él mismo.
–¿Qué significa "van apareciendo"?
–Yo camino todo el día buscando papeles. Ya llevo nueve libros. Hay gente que me llama, que confía. Me los abren, saben que yo soy respetuoso con los papeles, que no voy a cometer ningún agravio ni inventar nada.
–¿Quién es "Carlitos, el amigo invisible de Daniel Hadad", que metés entre tus agradecimientos al final del libro?
–No, eso no puedo decirlo. Comprometo muy seriamente a un tipo que fue muy generoso conmigo. Sólo te voy a dar una pista: es el hombre que impidió que Horacio Verbitsky pudiera fotocopiar el archivo completo de Perón que andaba buscando Nilda Garré. Chau, más no digo.
–Por la documentación que reproducís en tu libro, Perón era un tipo muy minucioso con sus cartas e informes.
–Se pasaba las mañanas respondiendo siete u ocho cartas, hacía largos informes, grababa. Era su manera de comunicarse con la gente a la distancia. Todo lo que producía y recibía lo guardaba en el "cuarto de los cocodrilos".
–¿Qué era el "cuarto de los cocodrilos"?
–Era el sótano de la casa de Perón en Puerta de Hierro. Ahí estaban sus archivos, las fichas, sus libros. Lo llamaba así porque había de todo y en cualquier momento, bromeaba, hasta podía aparecer un cocodrilo. Ahí tenía una mesa de carpintero, porque a él le gustaba trabajar la madera. Lo que ocurre es que en el cuarto de los cocodrilos metió mano mucha gente cuando la quinta fue allanada durante el Proceso. Algunos papeles pudieron ser salvados, otros desaparecieron. Algunos más van a aparecer.
–¿Qué hay de la leyenda de la fabulosa fortuna de Perón que empezó a correr no bien cayó?
–Mario Rotundo asegura que hay un tesoro en Suiza. Yo no lo puedo probar. Son donaciones que Eva Perón recibe desde 1947 de varias familias que son beneficiadas por el gobierno argentino. Le hacen regalos muy importantes, generalmente en pinturas y alhajas. Es lo que dice Rotundo. Pero lo cierto es que Perón nunca abrió ese cuarto.
–¿Quién tiene la llave de ese tesoro?
–Se supone que la debía tener Perón y ahora la tiene Mario Rotundo.
–¿Cuál fue entonces la verdadera situación económica de Perón en el exilio?
–Cuando está por marcharse, en 1955, le pide a Atilio Renzi, el alcalde, la residencia presidencial, que le junte ropa y alguna plata. Al principio, en Asunción, Panamá y Venezuela vivía con 500 dólares mensuales. Perón es un tipo austero que vive muy mal, que se cocinaba su comida. He visto donde vivió en Panamá, donde fui embajador. Era un departamento muy modesto.
–¿Cuándo empieza a cambiar su suerte?
–Perón va a ser auxiliado por Rogelio Frigerio y por el Pacto de Caracas recibirá medio millón de dólares. El Pacto de Caracas es un acuerdo con una serie de puntos que Frondizi debía llevar a cabo, tras el que Perón manda una orden escrita de que hay que votarlo. En el libro incluyo los asientos contables. La plata la va a empezar a recibir a partir de agosto de 1958. Creo que el peronismo lo hubiera votado gratis igual, pero Perón supo sacar ventajas de eso.
–¿Ese pacto tiene un valor, un precio?
–Absolutamente.
–Eso, hoy en día, sería seriamente cuestionado y denunciado por corrupción. Por lo visto, entonces lo manejaron como lo más natural del mundo.
–Mucho después, ya siendo yo secretario de la SIDE, un día Frigerio me pregunta cuánto había cobrado yo por llevar el plan Bunge y Born al gobierno de Menem. "Mire, Rogelio, yo no cobré nada, pensé que era lo mejor para el país", le dije. Cuento en el libro lo que me respondió: "Discúlpeme, Tata, usted es un boludo".
–Evidentemente tomaba como algo normal el tráfico de influencias.
–Frigerio era un hombre muy práctico. Si podía ayudarte económicamente lo iba a hacer, lo hizo siempre. Bueno, acá nadie se ha puesto a estudiar seriamente el Pacto de Olivos...
–¿Decís que pasó algo similar?
–Por supuesto, hubo muchísima plata.
–¿Quiénes serían los beneficiarios?
–No pretendo profundizar eso. Ya con decirlo es importante, ¿no? Yo no participé de eso. Me enteré mucho después. Lo que digo es que en política hay favores que a veces se pagan políticamente o con dinero, y eso pasó con los pactos de Caracas y de Olivos.
–Volviendo a Perón, ¿entonces puede decirse que en el exilio vivió del tráfico de influencias que él mismo generaba?
–Vivió con lo que lo ayudaban quienes iban a verlo a Madrid. He visto las anotaciones en sus agendas: sindicalistas que le llevaban tres mil, cuatro mil, cinco mil dólares. En la época de Lanusse van a aparecer 50 mil dólares de salarios caídos. Paladino comenta durante una comida que compartían, entre otros, militares y Ricardo Balbín, en 1971: "Aunque ustedes no lo crean, Perón no tiene un peso". Todos se quedaron en silencio mirándose porque creían que tenía millones de dólares. Pero era llegar a Puerta de Hierro y Perón mismo mostraba la humedad en alguna pared. Compró esa casa muy barata, cuando Puerta de Hierro todavía era conurbano, luego se convirtió en residencial. Navalmanzano 6, que era donde vivía Perón, la compró Jorge Valdano y construyó ahí un par de casas que vendió separadamente. La quinta 17 de Octubre no existe más.
–El período 1955-73 es de mucha inestabilidad política, no sólo por la alternancia de gobiernos militares y democracias débiles, sino porque hay un Perón siempre al acecho que sigue presente a la distancia.
–Absolutamente, acá aparecen los memorándum de Perón a los militares azules en que dice cómo derrocar a Illia. Él sabía que era el político más importante de la Argentina, que estaba inhibido y prohibido, pero que quería volver. Fue surfeando la crisis argentina y, en algunos casos, la incentivó. Era un trípode: el peronismo por un lado, el radicalismo por el otro y Campo de Mayo, con los sectores conservadores o cercanos a la Iglesia.
–Hay chispazos de lo que investigaste que iluminan episodios de ahora...
–Perón vino a unir. En el exilio pudo estudiar a fondo su primer período y reconocer muchos errores que no estaba dispuesto a repetir y lo demostró. Pero si me traslado a la actualidad, los muchachos que lo molestaron y que lo desobedecieron permanentemente son los que hoy están dentro del gobierno kirchnerista. La verdad es que Carlos Kunkel, al que Perón le pegó una filípica en Olivos en febrero del 74, que fue echado y que renunció a la JP, cuando uno lo ve ahora con el escudo peronista en la solapa lo menos que pienso es que es un mentiroso. Esa gente que le acortó la vida a Perón hoy en día está en el Gobierno.
–¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro de más de 500 páginas?
–Juntar la documentación llevó un par de años. Escribirlo, tres meses y medio. Escribo muy rápido, me desconecto, no salgo, trabajo diez horas por día. Tengo el material profundamente ordenado. Soy muy prolijo.
–Tenés una gran inclinación por los papeles…
–Tengo archivos desde hace años. Empecé en 1968: recortaba, guardaba entrevistas. He guardado todo, pero en mi casa, que allanaron dos veces, no tengo prácticamente nada. Tengo varios búnkeres. Hace a mi seguridad.
–¿Tenés más cariño por el documento escrito que por el testimonio oral?
–Por supuesto. Confío poco en los testimonios porque me he dado cuenta de que las fuentes tienden a adaptar el pasado con el presente. La historia argentina está plagada de ese tipo de errores y nadie se hace responsable de eso.
–Con tu inclinación a los archivos, ir de jefe a la SIDE habrá sido para vos como vivir en Disneylandia...
–Nunca pedí fichas ni entré al archivo de la SIDE. Yo era muy respetuoso.
–Y en esos seis meses que estuviste ahí, ¿te acordás de Jaime Stiuso?
–Me acuerdo de antes, de 1986. Fui el primero en escribir sobre él porque me seguía un equipo de la SIDE por pedido de la Cancillería para saber de dónde yo me enteraba de las cosas. Stiuso formaba parte de ese equipo. Supe los nombres y los escribí.
–Tuviste más suerte que Beliz...
–Nunca hubiera publicado la foto porque revelar la cara de un espía es matarlo. Ahora Stiuso está terminado: el que entregó las fotos es el propio gobierno.
–¿Cuál sería la diferencia entre Verbitsky y vos? Porque también él va mucho a los papeles.
–Sí, escribe mucho con papeles. Yo tenía un cuñado muy divertido que decía que cada funcionario de Menem firmaba dos copias del mismo expendiente, uno para el Gobierno y otro para Verbitsky. Por eso pudo hacer Robo para la corona. Él ha escrito mucho con documentos. Los más serios para mí son los libros sobre la Iglesia. Podés o no coincidir, pero se ha basado en información de adentro.
–¿Se encuentran datos interesantes en el trasiego de la política?
–Dentro de esos laberintos hay papeles que revelan que determinadas medidas no fueron tomadas en una dirección sino con otro objetivo que dieron un resultado distinto.
–¿Es peligroso ese trasiego?
–No es peligroso. Allí se encuentran verdades que en algún momento tienen que ver la luz.
–¿Comprás papeles?
–Si fuera necesario, lo haría, pero hasta ahora nunca compré.
Bio
Profesión: periodista
Edad: 68 años
Siempre le gustó estar en el lugar donde sucedían las cosas. Dirigió la SIDE y publicó nueve libros, algunos de ellos best sellers. Junto con otros periodistas fue procesado por presunto espionaje de mails y objeto de escarnio por el kirchnerismo. "Lleva –apunta– ocho años la causa. Creo que en algún momento la van a tener que cerrar."
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