Jorge García Cuerva, el nuevo arzobispo de Buenos Aires, negó ser kirchnerista: “Políticamente, mi postura es otra”
El nuevo arzobispo de Buenos Aires habló en una radio de Santa Cruz, en la que respondió críticas sobre sus posiciones políticas e ideológicas
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Jorge García Cuerva, designado arzobispo de Buenos Aires por el papa Francisco, negó tajantemente tener simpatía por el kirchnerismo, como le han achacado algunos críticos de dentro de la Iglesia, y se explayó también sobre algunas de sus posturas ideológicas, sometidas en estos días a un extendido debate público.
En una entrevista con LU12 de Río Gallegos, la ciudad donde ejercía como obispo hasta el viernes pasado, le preguntaron específicamente por el audio difundido por el cura Rodrigo Vázquez que se viralizó en redes sociales, en el que lo definía así: “Es una persona gay, apoya al LGTB y toda esa porquería. Además, apoya el terrorismo, es kirchnerista, peronista y es recontra francisquista”.
Sobre su posicionamiento político respondió lo siguiente: “¿Vínculo con el kirchnerismo? Mira, políticamente te aseguro, te aseguro que mi postura es otra, pero más allá de eso, el vínculo que tuve ha sido muy cordial y muy de acuerdos fundamentalmente en la provincia de Santa Cruz”. Aclaró que su trabajo tiene que ver con ser un interlocutor que garantice la presencia del Estado en los barrios. “Mi vínculo ha sido con ellos, mi vínculo ha sido con María Eugenia Vidal como gobernadora de la provincia de Buenos Aires, con Carolina Stanley como ministra de desarrollo, digo, algunas de estas personas con las que he dialogado en estos días que me han llamado para saludar. Me parece que también, de nuevo, es poner un cartelito un poquito apresurado. Pero tampoco tiene nada de malo, digamos, un posicionamiento político en la Iglesia. Absolutamente no lo tendría, no lo tendría”.
García Cuerva dijo que escuchó el audio del sacerdote Vázquez y amplió su desmentida. “A esta persona yo hace 32 años que no la veo, con lo cual, si la veo en la calle, no la reconozco. 32 años me parece que es un tiempo muy grande para que uno pueda atreverse a juzgar a otro y ponerle tantos cartelitos”.
Dijo que no es amigo de las abuelas de Plaza de Mayo (”no tendría problema en serlo, si es necesario, pero no las conozco”) y se mostró sorprendido de que lo trataran de guerrillero terrorista. “Mi papá es militar de Fuerza Aérea, tengo un tío fallecido en las Malvinas, me parece que es una cosa por lo menos apresurada expresarse de esa manera”.
Reivindicó su trabajo con personas trans desde el año 98. “tratando de ayudarlas a salir de la prostitución y poder insertarse en el mercado laboral”. Y añadió: “Sí, es real, es verdad. Y me siento feliz de esa experiencia porque fue a acompañar personas que, si hoy sufren, imagínense 20 años atrás lo que era la marginación y la discriminación, y alguna de ellas siguen siendo grandes amigas”.
El obispo destacó sus recientes críticas al manejo de la inflación “que es el impuesto de los pobres”. Aunque no lo dijo, pareció aludir a la amistad que se le achaca con Sergio Massa, el ministro de Economía, con quien tuvo trato cuando ejerció como sacerdote en zonas carecientes cerca de Tigre. “Tenemos una obsesión con en la grieta, de que uno esté de un lado o de otro, bueno, me han querido empujar para ese lado”, se lamentó.
Fue muy elogioso del Papa y de su misión: “Tiene claro hacia dónde va y en realidad nosotros lo que queremos es tratar de ser fieles a Jesús y fieles al Evangelio. Y yo creo en el Dios de la misericordia y el Dios que acepta a todos y que incluso a esta persona (por el sacerdote Vázquez), a la que yo no le guardo ningún tipo de rencor y alguna vez me gustaría hablar con él y preguntarle por qué dijiste esto, ¿no?”
Habló de otra etiqueta que se le ha puesto, “cura villero”, por su trabajo en barrios pobres del Gran Buenos Aires. “Sinceramente creo que fue una consigna que en algún momento surgió, que los medios la tomaron y yo no me peleé, fue una de las batallas que no elegí pelear. Sinceramente a mí me gustaba más decir un cura que vive en la villa, porque siempre fue lo que yo hice, que trabajó en la villa y que siempre digo la villa es mi casa. Eso sí, ahora de ahí va cura villero, bueno, fue una expresión que surgió y que después se mediatizó y se hizo muy común, pero no es la que más me representa”.
Confirmó que llegará el 15 de julio a hacerse cargo del Arzobispado de Buenos Aires y que está en permanente diálogo con Mario Poli, su antecesor.
Quién es García Cuerva
Con experiencia pastoral en la villa La Cava, y un trabajo sostenido en contextos de fuertes crisis sociales, el nuevo arzobispo de Buenos Aires se identifica con el pensamiento de “una Iglesia pobre para los pobres”, la línea que marcó Francisco a los pocos días de iniciar su pontificado.
Abogado y formado en la diócesis de San Isidro, de la mano del obispo Jorge Casaretto, se ha mostrado siempre crítico de los excesos del poder. En agosto de 2021, luego de que el gobierno de Alberto Fernández perdiera las PASO, atribuyó el categórico pronunciamiento de las urnas al malestar que había generado el manejo de la pandemia. “Cuando no podíamos reunirnos, ni vacunar a nuestros abuelos, ellos estaban vacunados y se encontraban”, declaró el actual obispo de Río Gallegos, una diócesis acostumbrada a convivir con las crisis sociales, como el prolongado conflicto docente.
Es el cuarto nombramiento que recibe de Francisco. En noviembre de 2017 lo designó obispo auxiliar de Lomas de Zamora, una diócesis con marcadas postergaciones sociales, como las que conoció en los barrios de emergencia que había transitado durante casi 15 años en la parroquia Nuestra Señora de la Cava, en Béccar. En enero de 2019 pasó a ser obispo de Río Gallegos. Y en julio de 2021, Francisco lo incorporó al Dicasterio para los Obispos, para acentuar la mirada de la experiencia pastoral en el organismo del Vaticano que interviene en la selección de los nombramientos episcopales.
Antes de su primera designación episcopal, García Cuerva había sido párroco de la iglesia Santa Clara de Asís en la de El Talar, partido de Tigre, en los barrios populares San Pablo y Almirante Brown. Cuando tomó posesión de la diócesis de Río Gallegos viajaron a la asunción Sergio Massa y Malena Galmarini, a quienes había tratado en Tigre. En ese momento, Massa lo definió como “un obispo comprometido y caminante”
Tiene 55 años, por lo que se espera un ministerio pastoral prolongado en la arquidiócesis, con segura influencia en la vida de la Iglesia argentina, teniendo en cuenta que los obispos desarrollan su ministerio pastoral hasta los 75, la edad que cumplió el cardenal Poli e noviembre pasado. Tradicionalmente, los obispos que asumen la sede de Buenos Aires alcanzan la distinción cardenalicia.
Soldado fiel de Francisco, se alejó siempre de las especulaciones acerca de la relación del Papa con la Argentina. “Poner al Papa en una interna es no entender lo que es a nivel mundial. Tiene todo un mundo del que ocuparse”, declaró en una ocasión, al tratar de interpretar por qué no se concretaba una visita al país. Muy probablemente ahora, como arzobispo de Buenos Aires, lo reciba en 2024, de concretarse los deseos expresados por el pontífice para realizar el postergado viaje.
Nacido en Río Gallegos en 1968, el nuevo arzobispo es hijo de un odontólogo y militar retirado de la Fuerza Aérea (Jorge Antonio García Cuerva) y de una maestra (Graciela García Cuerva). Es el mayor de cinco hermanos de una familia porteña de clase media, que se desplazó por unos años a la capital de la provincia de Santa Cruz. Un primo hermano de su padre, Gustavo Argentino García Cuerva, era piloto y murió en la Guerra de Malvinas.
En 1986 ingresó a la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, mientras misionaba en los barrios populares de El Palito y El Garrote, del Tigre. Interrumpió sus estudios para ingresar al seminario y, una vez ordenado sacerdote por monseñor Casaretto, los retomó, hasta graduarse en la Universidad Católica de Salta, en 2009.
Realizó un posgrado en teología, con especialización en historia de la Iglesia, con una tesis sobre la Iglesia en Buenos Aires durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Esa experiencia recobró vigencia durante la pandemia de Covid-19 y sistematizó las investigaciones sobre prácticas comunitarias en articulación con distintas instancias del Estado.
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