Jorge Bacigalupo: "Estaría arrepentido si no hubiera hecho lo que hice"
Este expolicía, de 73, es un testigo clave en la causa: fue quien dio a LA NACION las anotaciones del chofer Centeno, en las que figuran los recorridos de funcionarios kirchneristas para cobrar coimas; el relato de por qué decidió hacer públicos los documentos que le habían confiado
Era un hombre desconocido hasta que en las últimas horas sus dichos fueron claves en la investigación que conmociona al poder. Durante meses, Jorge Bacigalupo, un policía retirado que trabajó en una remisería donde conoció a Oscar Centeno, el chofer del exfuncionario kirchnerista Roberto Baratta, guardó los cuadernos que dieron origen a la causa que ya tiene 15 detenidos.
"Me hubiera arrepentido si no hubiera entregado los cuadernos", dijo en una entrevista exclusiva con LA NACION.
A última hora de ayer, Bacigalupo relató cuándo conoció al ahora arrepentido Centeno, cómo era su relación y cuál fue su motivación al entregar los documentos para que se conocieran.
En 18 minutos, tiempo que duró la charla, dijo que él recibió los originales de manos del propio Centeno. "Un día me trae una caja cerrada y me dijo: 'Por favor, guardame esto'. Yo le pregunté: '¿Qué hay acá adentro?'. Y me dijo que eran anotaciones de él, de su trabajo en el ministerio con Baratta".
-¿Por qué no se presenta?
-Soy Jorge Bacigalupo, tengo 73 años. Soy un sargento retirado de la Policía Federal Argentina; trabajé como remisero muchos años desde el 98 hasta 2007. Anteriormente tuve un taxi, y como remisero fue que en el 97 conocí a Centeno, quien hoy está detenido por el caso de las coimas.
-¿Cuánto hace que lo conoce?
-Lo conocí en una agencia en Martínez.
-¿Cómo era su relación y con qué frecuencia se veían?
-Todos los días, por una cuestión de trabajo, ahí en Martínez. Después Centeno se fue a trabajar al Ministerio de Planificación.
-¿Cuándo?
-A partir de 2003, cuando Kirchner asumió como presidente, pero nos seguimos viendo como amigos, él viniendo a casa y yo a la suya. No con suma frecuencia, pero una amistad común.
-¿Cuándo le dio los cuadernos que hoy forman parte del caso de corrupción más importante de los últimos años?
-En octubre del año pasado. Un día me trae una caja cerrada y me pide por favor que se la guarde. Yo le pregunto: "¿Qué hay acá?". Y él me dice que adentro había anotaciones que había hecho sobre el trabajo que hacía en el ministerio con Baratta.
-Algunos excompañeros de trabajo de Centeno que están hoy en el Ministerio de Energía, de Transporte, en el viejo edificio de Planificación Federal cuentan que era un hombre que anotaba mucho.
-No puedo dar fe de eso; recién vi parcialmente los cuadernos cuando los abrimos juntos.
-¿Por qué cree que se los entregó antes?
-Por confianza.
-¿Por qué los quería sacar de su domicilio?
-Es obvio: cuando él toma estado público por la denuncia que hace su mujer, Hilda Horovitz -que convivía con él-, Baratta cae detenido por primera vez. No es muy difícil ligar una cosa con la otra.
-Imaginar un allanamiento...
-Cuando esto se hace público más de una vez le insistí que se presentara a la Justicia, y eso sin haberlos abierto. En ese momento ya estaba Bonadio, y Horovitz hace la denuncia en el juzgado de él. Yo le dije: "Andá, presentate con lo que tenés y ponete a disposición". Pero él tenía una serie de dudas que a mí no me cerraron y ahí pensé que podía ser por encontrarse identificado ideológicamente con la gente con la que trabajaba.
-Es lógico que mantenga en ese momento la fidelidad con su gente porque todavía estaba ligado.
-Hasta el lunes trabajó con Baratta.
-¿Por qué cree que los escribió o tomó ese registro tan detallado?
-No le conocía esa particularidad de ser una persona tan minuciosa, en haber escrito durante casi diez años. A mí no me cierra como una persona que hubiera querido extorsionar a nadie; si no, lo hubiera hecho.
-¿Usted dice que no lo hizo?
-No. En ningún momento le pidió nada a Baratta
-¿Puede haber sido por una cuestión de seguridad?
-Ante cualquier eventualidad hay que ver que esa es una papa que quema, lo que estaba viendo él.
-¿Recuerda cuándo me los entregó a mí?
-Aproximadamente en enero, si no me equivoco.
-Le hago un pregunta que me quedó picando desde el momento en que me dio los cuadernos. ¿Por qué me eligió a mí?
-Por una cuestión de empatía, de haber leído su libro. El que hizo con Pancho Olivera, Hablen con Julio, que fue un regalo de mi hijo. Creo que tengo la primera edición. Además, LA NACION siempre me mereció confianza. Y después por seguir las notas suyas en el diario
-¿Usted puede especificar si me dio los originales?
-Sí, los vimos juntos cuando los abrimos en casa.
-¿Se los entregó a alguien más en este tiempo?
-No, cuando usted me los devolvió, ese día Centeno estaba en mi casa. Subí con la caja abierta y ahí se produce un intercambio y me dice: "¿Cómo la caja abierta?". "Y sí; es lógico, si yo se lo tengo que dar a terceras personas, tengo que saber lo que hay adentro", le dije.
-Esa fue la explicación que le dio porque yo le devolví la caja [con los documentos].
-Claro, sí. Y le dije que no sabía lo que había y que no había leído nada.
-¿Qué tan consciente era de que se los daba a un periodista como yo, que venía siguiendo hace tantos años este tema, y que iba a terminar siendo publicado?
-Es la lógica, yo no iba a presentarme con una caja en la Justicia, donde no conozco a nadie.
-¿Su intención fue utilizar un vehículo para que esto se conociera?
-Exactamente.
-¿Por qué quería que se conociera esta información?
-Es más que obvio. Por la situación que estamos viviendo en el país. Esta gente se llevó puesto todo. El problema no son los que están, sino que estos van a volver si no se los para de alguna manera.
-¿Usted tenía la idea de hacer algún aporte para que se conozca al menos una parte?
-Exacto.
-¿Recuerda más o menos cuándo se los devolví y por qué me los pidió en ese momento?
-Cuando Baratta sale en libertad, él me empieza a pedir los cuadernos. Alrededor de un mes lo estuve entreteniendo hasta que un día lo tuve que llamar para devolverlos.
-¿Por qué no cuenta el momento que yo llegué y se los entregué mientras que Centeno estaba arriba en su casa, esperando?
-Él estaba arriba, los había venido a buscar. Yo le había dicho que me los iban a traer y él me respondió que entonces venía para casa.
-Entonces, ¿usted le devolvió la caja abierta con todo el material adentro?
-Agarró así la caja y se subió al coche que dejó estacionado en frente y se fue. Después me llamó porque habíamos discutido en casa.
-¿Le volvió a insistir con su consejo de que judicialice esa prueba?
-Yo se lo había dicho y él se negó, y eso fue lo que a mí me lleva a que esto tome estado público por otro lado.
-¿Esto que me está comentando lo declaró en la Justicia?
-Sí, en la testimonial conté desde cuándo lo conocía, no sé si fui tan amplio, pero quedé a disposición del fiscal Stornelli y del juzgado [de Claudio Bonadio].
-Usted certificó en una testimonial que recibió los cuadernos de Centeno, que me los entregó a mí y que yo se los devolví y él se los llevó desde su casa.
-Exacto.
-Cuando se publique esta entrevista seguramente por ahí su vida o alguna parte vaya a cambiar. ¿Es consciente de eso?
-Es obvio, pero si no tomamos ese tipo de riesgo esto va a ser cada vez peor.
-¿Qué siente cuando ve todos los medios que estamos cubriendo esta noticia con enorme amplitud? Cuando ve todo lo que se dice, que si están los cuadernos, si existieron.
-Son disparates de todo tipo y color. Los desinformadores de siempre, les digo yo. Cualquier cosa desde fantasear con que Centeno pertenece a los servicios, que lo puso Milani. Pero son cosas totalmente fuera de contexto. Si uno no tiene nada que decir, mejor que no diga nada.
-Cuando ve cómo se fueron desarrollando todos los hechos y lo que sigue respecto de las consecuencias, tantos detenidos... ¿alguna vez se imaginó el impacto?
-No, para nada y me puso bien respecto de Centeno porque no es una mala persona, no es mal tipo. Por eso que se haya allanado a colaborar con la Justicia.
-¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
-Anteayer, cuando fui a ampliar a Tribunales la declaración testimonial.
-¿Cuando declaró?
-El martes o miércoles, al otro día, el jueves, fui de nuevo. Me había olvidado de algo y él [Centeno] estaba sentado ahí; lo estaban por indagar.
-¿Por qué volvió?
-Para ampliar la declaración testimonial, a dar algo que yo no estaba seguro y quedé con el secretario del juzgado que al otro día se lo iba a traer.
-¿En la fiscalía de Stornelli?
-No, en el juzgado de Bonadio.
-Cuando volvió a verlo, ¿cómo fue?
-No, yo lo crucé caminando. Estaba sentado en una silla y había mucha gente.
-¿Se arrepiente?
-Estaría arrepentido si no hubiera hecho lo que hice.
-¿Tiene miedo?
-Tiene miedo la persona que dice que no hay que confundir temor con cobardía. Cualquier individuo normal tiene miedo a los acontecimiento que puedan venir. Es cuestión de estar atento, cuidarse y punto. A esta altura de mi vida, con 73 años de edad, tomo la prevención normal que tiene cualquier ser humano ante lo desconocido.
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