Javier Milei y la política meme
El candidato liberal transmite una nueva pedagogía para entender el mundo por fuera de los códigos culturales corrientes; un dilema de cara al futuro
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Javier Milei es el emergente de una época. Trae la novedad de las formas, la de los raros peinados nuevos y la de un nuevo lenguaje. Es, parafraseando la apreciación de un adolescente sagaz, un meme. Dicho de otro modo, una alta concentración de sentido en una imagen lista para ser viralizada.
En el laboratorio de estudios cualitativos vemos que Milei despierta ganas de hablar, para bien o para mal. La controversia es conversación y la política la necesita. Para muchos, los más informados y habitantes de los barrios ideológicos más progresistas forma parte de la corriente global de crecimiento de la derecha, horror que hay que conjurar. Para otros su consideración es mas extrema: es un “facho”. Al electorado cualunquista, que no encuentra qué consigna calzarse, Milei les ha ofrecido un lugar donde concentrar broncas y frustraciones. Es ante todo el que “los va a sacar a todos a patadas en el culo” y el que capitaliza el sentimiento anti sistema. Para otro segmento de jóvenes más interesados, Milei transmite una nueva pedagogía para entender el mundo por fuera de los códigos culturales corrientes: la independencia financiera, el Estado como un cáncer, el sujeto desencarnado de la trama de relaciones que obliga y contiene. En definitiva, una sensibilidad y un canal para la rabia.
No tiene equipo y no es una carencia. Tiene en su lugar una troupe de celebrities digitales. En su “Liga de la Justicia” está Victoria Villarruel, quien ganó notoriedad en Twitter por sus polémicas posturas negacionistas, El Presto, Danann, Tipito Enojado y Lady Lemon. Hasta el propio Marra vale más como youtuber financiero que como político. Juntos cosechan más likes orgánicos que los ejércitos de trolls. Son amplificadores de ideas, que dan volumen y presencia a demandas espontáneas de distintos nichos: radicalizados, criptoeconomía y hasta nueva cultura pop con cosplayers.
En el 2020 subestimamos el clima de hartazgo y enojo con la política y la figura de Milei quedó congelada como una rareza del sistema. Pero los 13 puntos que sacó en Ciudad de Buenos Aires lo revelaron como la sorpresa de la elección, acá y en el interior, por la propia dinámica de los medios nacionales. La revelación se ha convertido en un activo y ahora sus seguidores se sienten menos cohibidos a la hora de defenderlo públicamente. Levantan sin problemas su voz por los libertarios y creen que ellos están dispuestos “a cortarse una mano antes de decir una mentira”. Se han quedado con la noción de “verdad” que ya no puede esperarse del político tradicional.
El ascendiente de Milei es mayormente sobre jóvenes varones. En sus actos puede verse una “muchachada” y sólo un puñado de mujeres
No son voces marginales las que desde el interior envidian la posibilidad de los porteños de poder elegir a Milei, “ustedes tienen suerte”. En la Provincia de Buenos Aires pasa algo similar, y en algunos casos además, muchos confundidos buscaron su boleta.
El fenómeno comenzó siendo mayormente juvenil. Ahora ha comenzado un proceso generacional inverso que va del joven al viejo, tal como sucede con la razón ecológica o la práctica del reciclado. Algunos mayores miran a sus hijos y se preguntan si no tendrán razón.
Pero sería injusto decir que Milei sólo es un fenómeno juvenil. Su ascendiente es mayormente sobre jóvenes varones. En sus actos puede verse una “muchachada” y sólo un puñado de mujeres. Es posible que el fenómeno Milei también esconda una especie de reacción contra el nuevo status de la mujer. No es la única consigna progresista sobre la que asume una postura contestataria; los blancos son la ecología, el aborto, la educación pública.
No se sabe aún si estamos ante un emergente coyuntural que se desvanecerá con su unción como diputado o ante un crujir del tablero político, en el que las dos coaliciones que tendieron a estabilizar el sistema después de la crisis de 2001 y signaron la política de los últimos 20 años empiezan a resquebrajarse. Metamorfosis imaginaria: si el payaso se vuelve serio, los serios se vuelven payasos.
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La autora es analista de opinión publica y dirige la consultora Trespuntozero
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