Javier Milei y la arriesgada aventura del menemismo del siglo XXI
El presidente electo tomó distancia de Macri, pero sin romper; sueña con pescar apoyos del peronismo en un sistema que quedó en pedazos; el frenético armado del gabinete
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Carlos Menem posó sus manos frágiles sobre las de Javier Milei, lo miró a los ojos y le dijo con el hilo de voz que le quedaba: “Vos vas a llegar. Tenés que ser presidente”. Corría 2019, la Argentina volvía a abrazarse al kirchnerismo y el viejo jefe peronista se apagaba en el olvido. Había pedido que le llevaran a su departamento de Belgrano a ese economista y panelista de televisión con pelos locos al que escuchó alabarlo como el mejor gobernante de la historia. Milei agradeció el cumplido: “No, Carlos. La política me aburre”.
Los testigos de aquel único encuentro entre Menem y Milei lo describen con detalles que solo se recuerdan en las novelas o en los libros religiosos. El anticipo de algo en apariencia imposible aporta un toque mítico irresistible. Pero despojada de la anécdota profética, la historia aporta pistas sobre el plan político que imagina este nuevo presidente al que no le gusta la política.
Entender cómo se construye la sustentación de un gobierno sin partido propio y en pavorosa minoría parlamentaria resulta casi tan relevante como analizar su programa económico. Milei se inspira en el faro riojano. En su carta de intención no escrita, apunta a construir el menemismo en el siglo XXI antes que plantearse ser la continuidad del macrismo, como se especuló en las horas posteriores al triunfo por 11 puntos en el balotaje del 22 de noviembre.
Es cierto que la política le resulta una distracción. Sus armadores –con Guillermo Francos a la cabeza– operan entre los escombros del sistema político que dejó el terremoto electoral, pero las certezas son esquivas hasta que Milei encuentra el momento de decidir. A menudo al filo de un conflicto.
Una de las definiciones políticas más relevantes de la semana fue la postulación de Martín Menem para presidir la Cámara de Diputados. Milei lo decretó el jueves en una reunión de trasnoche con su gabinete en las sombras. “No quiero tener un quilombo con Macri”, dijo, según reconstruye un testigo de la conversación.
Macri pugnaba por acordar un esquema de gobernabilidad con base en el Congreso. Promovía a Cristian Ritondo para la presidencia de la Cámara baja. “No hay cogobierno”, fue su mantra desde el día 1. Francos –con aparente guiño de Milei– proponía a Florencio Randazzo, un peronista que por un lado abriera el juego de alianzas y por otro desmintiera la noción de que el presidente electo se arrojaba a los brazos del macrismo. La idea del “títere” es muy peligrosa después de la experiencia de Alberto Fernández, se oía en los pasillos del hotel Libertador, la caótica Casa Rosada de la transición.
El ruido con Macri se potenció cuando Milei convocó a Patricia Bullrich para ofrecerle el área de Seguridad. “No negociamos ministerios. Es una decisión personal”, repetían desde el entorno del expresidente. Bullrich hizo correr mensajes filosos: “Yo no me someto a Macri”.
La crisis que se desató en un Pro derrotado, dividido y sin liderazgo ahondó la frialdad entre Milei y Macri. Pasaron más de una semana sin hablar. “Yo ya hice mi parte. Ayudé en el momento crítico de la campaña a que se impusiera el cambio. Ahora el que decide es él”, es una frase que citan fuentes de diálogo habitual con Macri. No quiere que le carguen en su cuenta ni a Bullrich ni tampoco al futuro ministro de Economía, Luis Caputo, al que avala como profesional, pero que llegó por su trato directo con el presidente electo.
Cerca de Macri recelan de Francos. Le atribuyen un plan para volcar a Milei hacia los peronistas, sin tener en cuenta que la gente votó para desplazarlos. “Es un peligro. Te apoyan al principio y después te dejan tirado en las malas”, resume un diputado de indudable fidelidad al expresidente. Francos no perdió oportunidad de marcar la cancha cuando toreó: “Macri no compró acciones en el gobierno”.
La designación de Menem fue un gesto salomónico de Milei. Optó por el camino que le reclamaban los legisladores electos de La Libertad Avanza (LLA), a los que vio por segunda vez el martes a la noche: ocupar los cargos institucionales con los propios, sin atarse las manos de entrada a un pacto de cúpulas. Cristina Kirchner lo ayudó a bajar el martillo cuando tuiteó que el Gobierno debe designar a las autoridades de las cámaras que están en la línea de sucesión presidencial. Para ella cuanto menos macrismo mejor.
“Fue un gesto de independencia”, explican cerca del presidente electo. El apellido Menem pesó en la determinación. “Tiene estirpe”, dicen sobre el elegido, que fue quien llevó al líder libertario a conocer a su tío Carlos. Curiosamente es un Menem que solo se dedicó a la política de grande y por inspiración de Milei.
En el Senado, eligieron al productor agropecuario formoseño Francisco Paoltroni como presidente provisional. Es el único de los siete senadores que tenía una construcción política preexistente a LLA (salió segundo en la última batalla contra el eterno Gildo Insfrán). El jefe de bloque será el jujeño Ezequiel Atauche. En Diputados, ocupará ese lugar el porteño de pasado radical y macrista Oscar Zago.
Los números
Milei delegará en ellos y en Francos la construcción de pactos parlamentarios. Descuentan que el Pro y también el radicalismo aprobarán las leyes iniciales. Apuestan a romper el bloque del peronismo unido.
La vicepresidenta Victoria Villarruel también quiere terciar. Se reunió ya con todos los bloques del Senado y les anticipó que buscará personalmente apoyos, incluso negociando cara a cara con los gobernadores. El chisme les llegó a laderos de Milei, que miran con recelo el juego de la compañera de fórmula. Ella digiere la frustración de ver a Bullrich en Seguridad cuando en la campaña Milei habría prometido delegarle esa atribución. Queda por resolverse el casillero de Defensa, otra área que la vice creía propia y por la que pugna Bullrich (con Luis Petri como candidato a ministro).
En el Senado los libertarios llevan su propia contabilidad del numeroso bloque de Unión por la Patria. Creen que hay 14/15 kirchneristas de paladar negro que se opondrán a todo, pero distinguen a 7 “que están sueltos” (sin lazos ideológicos con Cristina ni gobernador de su partido) y 12 que responden a gobernadores abiertos a conversar. “Hay un océano donde pescar”, resume un senador clave de LLA. En Diputados es temporada primaveral: florecen bloques peronistas con el cartel de “disponible”.
El gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, ha sido uno de los más proclives al diálogo con el mileísmo pese a que hasta el domingo del balotaje se presentaba como “un hermano de la vida” de Sergio Massa. La caja apremia: a los jefes provinciales peronistas cuentan las monedas para pagar los aguinaldos y despotrican contra la quita de recursos coparticipables que significó el plan platita que tanto aplaudieron en medio de la campaña.
Massa reapareció con una promesa de enviarles dinero. Pidió que los 24 gobernadores fueran a verlo el miércoles y promovió un proyecto de ley para coparticipar el 50% del impuesto al cheque, en compensación por lo que perdieron las provincias con la reducción de Ganancias. En la reunión, Massa les pasó el texto a los gobernadores para que lo avalaran. El papel giraba de mano en mano y cada mandatario lo firmaba en el acto, como a un cheque en blanco. Hasta que se lo dieron a Sáenz. El salteño se calzó los anteojos y empezó a estudiarlo. Massa lo fulminó con la mirada. “¿¡Justo vos lo vas a leer!?”. Hubo carcajadas. ¡Qué línea se perdió Mario Puzzo para Vito Corleone!: “El primero que se ponga los anteojos es el traidor”.
“La” ley
Una cosa es la disposición del peronismo a charlar y otra es que los acuerdos se concreten. Milei adoptó un tono deliberadamente sombrío para comunicar lo que vendrá. Cree que lo mejor es preparar a la sociedad para lo peor, en una nada sutil diferencia con su admirado Menem que ofrecía una revolución productiva mientras preparaba una transformación neoliberal. Habla de hiperinflación –el infierno más temido– y puso de moda la palabra “estanflación”, que es como hablarle de agua hirviendo a la famosa rana de la olla.
El viaje a Estados Unidos de Milei cristalizó el pragmatismo. “La Casa Blanca y el FMI están en modo ‘esperar y ver’. Quieren saber si somos capaces de cumplir lo que prometemos”, explica una fuente libertaria.
Como en la era de las “relaciones carnales”, el presidente electo cree que es vital dejar en claro el giro en la orientación de la política internacional. Pero Milei, Caputo y Nicolás Posse no trajeron de Washington compromisos de préstamos en el corto plazo para sostener el plan de reformas. “Nosotros vamos desde el primer día al déficit cero, pase lo que pase. Esa es la señal de nuestro lado”, añade un futuro ministro.
El clima de “última oportunidad” acompaña la voluntad de Milei de jugarse todo a una ley gigantesca que sintetiza su plan de reformas. “La última vez que la vi tenía 900 páginas el proyecto”, dice uno de los huéspedes del hotel Libertador.
La designación de Rodolfo Barra como procurador del Tesoro hace juego con la nostalgia menemista y la noción de que se pasó del “que se vayan todos” al “que vuelvan todos”. Se lo presentaron a Milei como uno de los máximos expertos en derecho administrativo. Por su debilidad parlamentaria, el nuevo presidente necesitará a menudo moverse con decretos que puedan superar el test de constitucionalidad.
A Milei lo tomó por sorpresa la reacción negativa que provocó el regreso de Barra a la primera línea. No tenía registro de la polémica que lo hizo renunciar al gobierno de Menem en 1996 cuando se difundieron imágenes de su juventud haciendo el saludo nazi. ¿Podrá el presidente electo sostenerlo y al mismo tiempo no herir su vínculo preferencial con Israel ni diluir sus gestos hacia la comunidad judía?
Milei estudia el ambicioso programa que elaboró Federico Sturzenegger para eliminar regulaciones. Todavía no se definió qué cargo tendrá el autor. Lo lógico sería que fuera ministro, pero la promesa de tener solo ocho ministerios funciona casi un dogma (casualmente o no, la cantidad que tuvo el primer Menem). En algún momento Milei analizó degradar Seguridad a una secretaría (a cargo de Francos) para abrir un lugar adicional. Bullrich no hubiera aceptado en esas condiciones. Ahora se discute si Salud sale de la órbita del megaministerio de Capital Humano que arma, entre conflictos y presiones incesantes, Sandra Pettovello, otra debutante en la profesión de la política. Tal vez Milei flexibilice su cábala numérica.
Bullrich selló su incorporación el viernes cuando Milei se convenció de que no iba a provocar una ruptura con Macri. Antes ella tuvo que anunciar que no buscaría seguir como presidenta del Pro. Macri le concedió una felicitación pública en la que se encargó de subrayar que era “un compromiso personal”.
Por una vía paralela se mueven los 10 gobernadores de Juntos por el Cambio, que aspiran a ser los garantes de la gobernabilidad. Coinciden con Macri en la idea de no cogobernar sino de darle sustento parlamentario a las reformas. Pero tienen la vocación de no dejarse “liderar desde afuera”. Ansían actuar como un bloque que defienda los intereses de sus provincias y se piense claramente como oposición.
A nivel parlamentario se encaminan a unificar los bloques de la UCR (en Diputados quedará como jefe el cordobés Rodrigo de Loredo; en el Senado, el correntino Eduardo Vischi). Martín Lousteau suma apoyos para presidir el Comité Nacional, con el aval de los gobernadores.
“Tenemos la responsabilidad de construir una alternativa a este gobierno. No podemos arriesgarnos a que, si sale mal, lo que venga a continuación sea otra vez el kirchnerismo”, explica uno de los jefes provinciales con más predicamento.
La desconfianza ante lo nuevo atraviesa a peronistas, radicales y macristas. La transición viene marcada por desprolijidades, urgencias y extravagancias. El equipo de gobierno se arma a puro vértigo y los pactos políticos parecen regirse por la lógica del jenga.
Milei le cumplió a Menem el presagio de llegar lejos. Le toca ahora la parte más difícil si quiere imitarlo: transformar de raíz el modelo económico argentino, sin contar el arte del riojano para el ejercicio de la política ni con las mayorías parlamentarias de las que aquel gozaba. Con las fuerzas de choque peronistas agazapadas para resistir en la calle. Y bajo la mirada de una sociedad que acaso no tenga esta vez, como en los 90, la tolerancia para soportar dos años de ensayo y error.
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